martes, 20 de septiembre de 2016

Abadías por países - Alemania


La abadía de Fleury (en francésAbbaye de Saint-Benoît-sur-Loire)? es una célebre abadía medieval de Francia localizada sobre el río Loira no lejos de Sully, en la diócesis de Orleans, conocida también con el nombre de San Benito sobre el Loira.
El fundador de esta abadía fue Leodebod, abad de San Arriano, más adelante, obispo de Orleans, en los primeros años del reinado de Clodoveo II (638, 657). El primer abad del convento que hizo observar desde luego la regla de San Benito y de Columbano, se llamaba Mummolus, lector asiduo de libros piadosos y de las Sagradas Escrituras. Leyendo un día los diálogosde Gregorio, y habiendo llegado a la vida de san Benito de Nursia, pensaba con dolor en la devastación del monte Casino por loslombardos, y mandó allí al monje Aigulfo para que buscase entre las ruinas el cuerpo de san Benito y se lo trajese. Aigolfo descubrió felizmente el precioso tesoro que buscaba, así como el cuerpo de santa Escolástica. Trasladó las reliquias de san Benito a Fleury y dejó las de santa Escolástica a los habitantes de Mans (Cenomanenses) a quienes el obispo Berarius había enviado al mismo tiempo que Mummolus a Casino y con la misma intención. Se hizo este traslado en 653; está confirmado por Pablo Warnefried, por el testimonio de Optato, abad del monte Casino (f. en 760), de León, abad romano de fines del siglo X y por una multitud de autores, mientras que muchos otros, es verdad, la ponen en duda o la niegan absolutamente.

Historia

Interior de la abadía
Campanario truncado
Fleury llegó a ser por la posesión de las reliquias del Patriarca de los monjes de Occidente, como dijo el papa León VII en una carta dirigida al abad Odón, la cabeza y la capital de todos los conventos. Este santuario atrajo hasta el tiempo de la reforma millares de peregrinos que concurrían anualmente de todos los puntos de Francia y de Europa; los papas y los reyes lo colmaron de privilegios, de inmunidades y de dones; llegó a ser en manos de los benedictinos un foco de ciencia y de piedad. El reyClotario III hizo donación al convento del dominio de Sacerge, Caputcervium y en las actas de la asamblea de Aix-la Chapellede 817, Fleury se halla nombrado a la cabeza de los principales conventos de Francia, obligados a ofrecer presentes al Emperador y a contribuir al servicio de la guerra. Más adelante Carlos el Calvo se mostró muy liberal hacia el monasterio. Al mismo tiempo que la abadía se ensanchaba materialmente, se fortificaba en lo espiritual gracias a Mummolus, el ardiente lector en 679, a Aigulfo que había traído el cuerpo de san Benito y que llamado en 661 a dirigir el convento de Lerins, pereció víctima de su celo; gracias también a Magullo, abad de Fleury, alabado mucho por Aleuino, que creó una sala de lectura para los hermanos y dedicó un altar a san Benito. El convento prosperó más aún bajo Teodulfo, el sabio obispo de Orleans, que era al mismo tiempo abad de Fleury; en las capitulares dirigidas a los sacerdotes de su diócesis les aconseja que manden sus parientes a la escuela, sea a Santa Cruz, sea a San Amano o a San Benito (Fleury). Después de la muerte de Teodulfo (f. en 821). En tiempo de Luis el Bondadoso fue la gloria del convento el monje Adrevaldo (Arevaldo, Adalberto), que, bajo el reinado de Carlos el Calvo compuso un libro sobre los milagros de San Benito, libro que continuó Adelerius, otro monje de Fleury. La consideración de Fleury se aumentó por este tiempo con la creación de dos hospicioshospitale nobilium y hospitale pauperum, debidos a la munificencia de Luis el Bondadoso, por el regalo de varias reliquias preciosas que le hizo el convento de san Dionisio y por la institución de una gran fiesta en honor de este santo y de san Benito, cuya memoria se celebra solemnemente todos los años en el convento y en toda Francia, el 4 de diciembre. No pudiendo las mujeres penetrar ea el convento, se exponía para ellas en el bosque que rodeaba la abadía el tesoro de las reliquias en una tienda.
Desgraciadamente las invasiones de los normandos impidieron estos pacíficos progresos. En 865 los bárbaros quemaron el convento, del cual se habían retirado los monjes, llevándose las reliquias de San Benito. En 878 los ávidos conquistadores volvieron a presentarse, pero fueron derrotados por el valiente abad Hugo. Aparecieron por tercera vez en 909. Esta vez su duque, Reinaldo, estableció su cuartel general en el mismo dormitorio de los monjes, pero san Benito se le apareció por la noche y le anunció su próximo fin. Desde este momento los normandos concibieron un gran respeto por san Benito y el mismo Rollo, aunque pagano todavía, perdonó la abadía de Fleury.
A pesar de estos acontecimientos tan poco favorables a la disciplina, esta permaneció vigente basta principios del siglo X; pero hacia 930 había caído completamente en decadencia como en los demás conventos de Francia. Afligido de la caída profunda del santuario de San Benito, el conde Elisiardo pidió el convento para restablecer en él el orden; lo obtuvo del rey Rodolfo (Raoul), y se encaminó a él acompañado de dos condes, de dos Obispos y del célebre abad de Cluny, Odón de Cluny (san Odón). Cuando el cortejo se acercó a Fleury, los monjes tomaron las armas y en tanto que unos defendían la entrada del convento, otros subieron a los tejados y lanzaron piedras sobre el conde y la comitiva, resueltos a oponerse a la entrada de un abad extraño en su casa. Después de tres días de conferencias inútiles, una resolución súbita y de Odón doblegó el obstinado orgullo de los monjes. Contra el parecer de sus compaisanos, Odón se adelantó solo a caballo y pidió atrevidamente la entrada en el convento. A la vista del santo los monjes, se arrojaron contritos a sus pies. Odón permaneció algún tiempo en Fleury, hizo entrar todo en orden, abolió las propiedades particulares de los monjes, restableció la comida de vigilia, renovó la antigua disciplina y vio multiplicarse el número de religiosos a los cuales se juntaron canónigos y obispos, que renunciaron a sus dignidades para abrazar la vida severa del convento. Por lo demás, Fleury no fue puesto bajo la dependencia de Cluny.
La abadía se hizo así más floreciente que nunca y la fama se elevó más alta que profunda había sido su caída. Suministró con frecuencia a los otros conventos, monjes encargados de reformarlos y estableció muchas colonias afiliadas. La congregación cantó en su seno hombres de todas países, españoles, alemanes, como por ejemplo, Dietrich Heresfeld, autor de la relación de la traslación del cuerpo de san Benito de Orleans a Fleury, Los usos de la abadía, redactados hacia el año 1000, suministran datos importantes y de interés. Ahí se vé cuan benéfico era este monasterio para los pobres, de los cuales alimentaba un centenar el Jueves Santo, el día de Pentecostés y en otras épocas del año; desde la más remota antigüedad había habido al lado de la iglesia de la abadía un hospital para los pobres.

Monjes destacados y su obra

La abadía de Fleury se reanimó igualmente de una manera especial desde la retirada de Odon. De allí salió uno de los mayores sabios de la época, Abón de Fleury, que ocupó en el siglo X, con Remy de Auxerre, Hucbald, monje de Elnom, Frodoardo, Gerberto y Fulberto de Chartres, uno de los primeros puestos entre los restauradores de la ciencia. Entre sus numerosos discípulos de Francia y del extranjero, Abón distinguía sobre todo a san Osvaldo, obispo de Worcester, que ayudó poderosamente a Dunstan a reformar la Iglesia de Inglaterra; otro Cooperador de Dunstan Ethelvatdo, el venerable Obispo de Winchester, envió una misión a Fleury para tomar datos sobre la disciplina que allí reinaba, y Dunstan mismo se sirvió de las observancias de Fleury en sus Concordias. Su predecesor, el Arzobispo Odón, no había querido aceptar la dirección de su diócesis antes de haber tomado la costumbre de la congregación de Fleury. Abón también tuvo que dirigirse a Inglaterra a invitación del Obispo Oswaldo y enseñó allí en el convento de Ramsay de 985 a 987; Abón tenía gran cuidado de recomendar a sus monjes el estudio y la copia de manuscritos como medios especiales y eficaces contra las tentaciones.
Entre los discípulos de Abón se distinguieron en el convento de Fleury:
  • Aimon, autor de Gesta Francorum, de una vida muy interesante de su maestro Abón y de cuatro libros de los milagros de San Benito
  • el monje Constantino, con el cual el célebre Gerberto, más adélante el Papa Silvestre, estuvo en correspondencia, a quien llamaba un noble y sabio profesor, invitándole a que fuese a su lado, y le llevase libros de Fleury
  • los monjes Gerardo, Vital, Tortarius, Gausberto, etc.
Además de las obras de Abón, se deben en el curso del siglo XI varios libros a monjes de Fleury, por ejemplo, al monje Isembardo un tratadito sobre la invención del cuerpo de san Yodoc; al monje Helgaldus, la vida del Rey Roberto (f en 1031) y varias crónicas e historias a otros religiosos del convento como puede verse en J. A. Boreo, en Bouquet y en la Historia literaria de Francia.
La escuela de Fleury gozó de gran consideración durante toda la Edad Media, y hasta después de la mitad del siglo XVI. Se vieron allí con frecuencia 5.000 estudiantes reunidos, de los cuales cada uno debía pagar los gastos de sus estudios en cuanto fuera posible por medio de dos manuscritos. Del mismo modo, todos los conventos dependientes de Fleury, debían contribuir anualmente al mantenimiento de la biblioteca. Así es como se formó un inmenso tesoro de manuscritos y libros preciosos, con los cuales más tarde no supieron hacer cosa mejor los hugonotes que desgarrarlos, diseminarlos y destruirlos en nombre de la pura luz del Evangelio. Otro tanto hicieron con los templos católicos y con los santuarios más venerados del país y Fleury debió tenerse por muy dichoso de que en su rabia devastadora, que se ensañaba contra las reliquias perdonasen el cuerpo de San Benito y no destruyesen el convento que le estaba consagrado, después de haber saqueado en varias ocasiones los preciosos tesoros que la piedad de las naciones había acumulado allí hacia siglos.
Los monjes de Fleury acabaron por asociarse a la congregación de San Mauro.

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La abadía del Monte Saint-Michel es una antigua abadía benedictina que se encuentra en la comuna francesa deMonte Saint Michel,n. 1 en la región de Baja Normandía y en el departamento de La Mancha.
La abadía está clasificada como monumento histórico desde el año 18621 y desde 1979 el sitio figura en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco como parte del Monte Saint-Michel y su bahía. Está administrada por el Centre des monuments nationaux.

Historia

La primera mención a la abadía se encuentra en un escrito en latín del siglo IX, el Revelatio ecclesiae sancti Michaelis in monte Tumba,3 redactados por un canónigo que vivía en el monte Saint-Michel o en la catedral de Saint-André de Avranches. Este texto fue escrito en una época de luchas de poder entre Bretaña y el condado de Normandía contra el reino de los francos, a la par que se llevaban a cabo reformas de la leyes canónicas por parte de los emperadores carolingios.4
Con la llegada del cristianismo a la región, alrededor del siglo IVMont Tomben. 2 entró a formar parte de la diócesis de Avranches, cuyos límites se corresponden con el antiguo territorio de los abrincates. A mediados delsiglo VI, el cristianismo se implantó realmente en la bahía y Mont Tombe pasó a ser un lugar que ofrecía refugio aeremitas (probablemente monjes celtas) a quienes suministraba provisiones el curato de Astériac, que llevaba una vida contemplativa en torno a diversos oratorios y que cuidaba la zona. Los eremitas san Pair y san Seubilion fundaron un oratorio en el monte dedicado al primer mártir cristiano, san Esteban, y otro en honor al primer mártir de Autunsan Sinforiano, levantado al pie de Mont Tombe.5
En 710, Mont Tombe fue renombrado como «Mons Sancti Michaelis en periculo maris» cuando el obispo de Avranches Auberto construyó un oratorio dedicado a san Miguel Arcángel un par de años antes. De acuerdo con la leyenda, san Miguel se le apareció hasta por tres veces a Auberto en sueños mientras dormía, con el encargo de erigir un oratorio en Mont Tombe. El arcángel habría dejado las huellas de su dedo en el cráneo de Auberto. Este cráneo se encuentra en la basílica de Saint-Gervais de Avranches mostrando las marcas como estigmas en él. La construcción debía ser una réplica del santuario de San Michele Arcangelo del siglo V situado en Italia, de acuerdo a los requerimientos del ángel. Auberto utilizó las piedras de una estructura de culto pagano que se encontraba en Mont Tombe y con ellas construyó en el mismo emplazamiento un santuario circular. Alrededor del año 708, el obispo Auberto envió dos monjes al santuario italiano del monte Gargano a por reliquias del arcángel: una roca con la impronta de la huella de su pie y un trozo del tejido del altar que había consagrado. Durante esta misión, en marzo de 709, tuvo lugar supuestamente un maremoton. 3 6 que inundó y abnegó el bosque de Scissyque rodeaba al monte, convirtiéndolo en una isla. El 16 de octubre del mismo año, el obispo consagró al culto el santuario e instaló doce canónigos en el lugar, todo ello según la tradición cristiana.
Las primeras pequeñas edificaciones pronto fueron insuficientes y en la época carolingia se levantaron edificios de mayores dimensiones, en torno a las cuales se distribuyeron las celdas individuales de los religiosos. Carlomagnoescogió al arcángel san Miguel como protector de su imperio en el siglo noveno y trató de renombrar el lugar como «Mont-Saint-Michel», pero durante toda la Edad Media se le siguió llamando «Mons Sancti Michaelis en periculo maris», en alusión a Tombelaine.7
Los restos del oratorio fueron encontrados en la capilla de Notre-Dame-Sous-Terre.n. 4 Albergaba a su vez la tumba de Auberto y probablemente las reliquias traídas de Gargano. La capilla se encuentra bajo la nave de la iglesia de la abadía.
Durante el primer siglo tras su instalación en el monte, los canónigos demostraron su fidelidad a la misión encomendada y convirtieron el lugar en centro de estudio, oración y peregrinación, favorecidos por la época de estabilidad que conocía la neustria durante el mandato de Carlomagno, mientras el resto de la Galia sufría las invasiones bárbaras. Tras la muerte del emperador, aprovechando la desunión existente entre sus hijos, se sucedieron redadas e incursiones vikingas en la zona y finalmente llegaron al monte en 847; los monjes abandonaron el lugar.

La abadía

Iglesia de Saint-Michel

Arquitectura

La construcción se inició en el siglo X y, la abadía benedictina, alberga maravillas arquitectónicas construidas en estilos carolingiorománico y gótico. En este sentido se considera como una «megaestructura» en la que se superponen diferentes edificaciones necesarias para las actividades de un monasterio benedictino, en un espacio reducido.

Iglesia abacial y capillas adyacentes

Notre-Dame Sous-Terre

La iglesia abacial original fue fundada en el año 966, pero fue cubierta completamente por las múltiples ampliaciones de la abadía y cayó en el olvido durante muchos siglos, hasta ser redescubierta durante una excavaciones a finales del siglo XIX y principios del XX. Desde entonces ha sido restaurada y ofrece un magnífico ejemplo de la arquitectura prerrománica.

Iglesia

A medida que se incrementó la llegada de peregrinos al Monte Saint Michel, se decidió ampliar la abadía con la construcción de una nueva iglesia emplazada en el lugar que ocupaban de las habitaciones de los monjes y éstas se trasladaron al norte de Notre-Dame-Sous-Terre.
La nueva iglesia de la abadía tenía tres criptas: la capilla de Trente-Cierges, en la zona norte del brazo del transepto, la cripta del coro, en la zona este, y la capilla de Saint-Martin, en la zona sur del brazo del transepto. El abad Ranulphe inició la construcción de la nave en 1060. En 1080, se alzaron los edificios monásticos de tres pisos, que se construyeron al norte de Notre-Dame-Sous-Terre, incluyendo la «salle de l’Aquilon» que realizaba las funciones de acogida a los peregrinos, lugar de encuentro de los monjes y dormitorio comunitario. También se inició en esta época la construcción de la bodega de vino.
En el año 1103 se derrumbaron tres tramosn. 5 del lado oeste de la nave, por defectos de construcción y consolidación; fueron reconstruidos por el abad Roger II entre 1115 y 1125. En 1421 se derrumbó el coro románico y fue reconstruido en estilo gótico entre los años 1446-1523 (con una interrupción de 1450 a 1499). Tras un incendio en 1776, se decidió demoler los tres tramos occidentales de la nave y en 1780 se construyó la fachada clásica actual; desafortunadamente, las estructuras en los cimientos necesarios para edificarla dividieron en dos partes a Notre-Dame-Sous-Terre.

La «Marvelle» y los edificios monásticos

La abadía de Mont-Saint-Michel se divide en dos partes: la iglesia abacial y la «Marvelle», es decir, la zona donde vivían los monjes. Vista desde el exterior, en su lado norte, se observa la fachada, que corresponde a la parte gótica. Tiene tres plantas y su construcción se prolongó durante 25 años.
La «Marvelle» se encuentra subdividida en dos partes: la oriental y la occidental. La parte del lado este fue la primera en ser edificada, entre 1211 y 1218, e incluye tres salas: la capellanía, la Sala des Hôtes y el refectorio. La zona oeste u occidental fue construida siete años más tarde y también alberga tres salas: la bodega, la Sala de los Caballeros y el claustro.

Los edificios de Robert de Torigni

El abad Robert de Torigni mandó construir, en las zonas oeste y suroeste, un complejo de edificios con una nueva casa para los abades, una sala para jueces eclesiásticos, un nuevo albergue, una enfermería y la capilla de Saint-Étienne. También hizo reacondicionar los caminos de acceso a Notre-Dame-Sous-Terre, para evitar demasiado contacto entre los peregrinos y los monjes de la abadía.
También acondicionó una grúa de rueda utilizando el cabrestante instalado a raíz de la conversión del lugar en la cárcel, para suministrar avituallamiento a los condenados, donde los propios presos caminaban dentro de la rueda para hacerla girar.

La Merveille

Corte axial de la abadía, la Merveille se encuentra en la zona de la izquierda.
El edificio de la Merveille, situado al norte de la iglesia de la abadía, integra el claustro, refectorio, sala de trabajo y sala del capellán, comunicados en un ejemplo perfecto de funcionalidad. El conjunto, apoyado en la pendiente de la roca, está formado por dos conjuntos de tres edificios de una planta.
En la planta baja, la bodega refuerza la estructura a modo de contrafuerte. A medida que se sube de planta, cada piso es más pequeño y ligero hasta llegar a la parte superior, con contrafuertes en el exterior para mantener la estructura. Esta forma de construcción vino dada debido a las características topográficas de la zona.
El claustro
El claustro.
No se encuentra situado, como suele ser habitual, en centro del monasterio y no se comunica con todo el resto de edificios. Su función es puramente espiritual: la meditación de los monjes. Tres arcos dan al mar y al vacío, concebidos originalmente como la entrada de la sala capitular que finalmente nunca fue construida. Las columnas, dispuestas en quincunce, se construyeron con piedra caliza importada de Inglaterra aunque posteriormente fueron restauradas utilizando conglomerado de Lucerna.
En el centro alberga un jardín medieval recreado en 1966 por el monje benedictino Bruno de Senneville, interesado en la botánica. En la zona central una serie de bojs forman un recuadro rodeado por 13 rosas de Damasco. Plantas medicinales, hierbas aromáticas y flores, en parterres encuadrados por cinerarias marítimas, simbolizan las necesidades cotidianas de los monjes en la Edad Media.
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