domingo, 23 de octubre de 2016

Doctrinas filosóficas


Platonismo es la doctrina filosófica desarrollada por los seguidores de Platón a partir del siglo I a. C. que llegó a ser el movimiento intelectual dominante en los primeros siglos de nuestra era favorecido por las poderosas similitudes de principios que mantenía con elcristianismo y judaísmo. Su principal representante fue Plotino, que adquirió este nombre en alabanza a su maestro.
El platonismo ha influido en sectores del pensamiento religioso, de forma que se llega a creer que ciertos ritos, pensamientos y doctrinas están basados en él. San Agustín creía que mediante Platón se podía articular teológicamente la fe cristiana, como había intentado Filón de Alejandría con el judaísmo.
El emperador romano Justiniano clausuró las escuelas filosóficas de Atenas tratando de reducir la influencia platónica, ya que la consideraba un peligro, lo cual nunca se ha conseguido por completo.
En el Renacimiento resurgió el platonismo, sobre todo en la Academia Platónica de Florencia (siglo XV).

El platonismo es la enseñanza filosófica de Platón (427-347 a.C.) y la escuela fundada por él, conocida como la Academia. Esta filosofía tuvo un nuevo florecimiento en el neoplatonismo (Plotino), en Agustín y ejerció un influjo notable sobre todo el pensamiento occidental. Su doctrina está contenida en los Diálogos, que en su mayor parte son auténticos. Platón completa la doctrina de los conceptos, propuesta por su maestro Sócrates, dándole un fundamento metafísico.
Los conceptos son realidades subsistentes en un mundo divino (« el mundo de las ideas»), separado de la mente del sujeto cognoscente y de las cosas contingentes. El verdadero conocimiento filosófico consiste en la aprensión de las Ideas, como realidades absolutas, inmutables y eternas («el mito de la caverna», República). Consciente de que la verdadera felicidad consiste en la contemplación del mundo de las ideas, el alma anhela ardientemente conseguir esta meta. Este anhelo, especialmente por la idea del Bien y de la Belleza, se lleva a cabo a través del amor («el mito del eros", Banquete).
En oposición al mundo de las ideas existe el Caos : el espacio lleno de materia prima y privado de toda forma o determinación. El «Demiurgo», como realidad intermedia, es el artífice divino que infunde las formas en la materia y construye el cosmos, tomando como modelo las ideas. El mundo visible es el resultado de dos elementos: la determinación (el elemento racional o la forma que se deriva del mundo de las ideas), y la materia (el elemento irracional y la raíz del mal). La presencia de la forma en la materia se explica o por participación (metexis) o por imitación (mímesis): las cosas corruptibles participan de las ideas o las imitan (Timeo). Para explicar el conocimiento de las ideas por parte del alma, Platón recurre a la teoría pitagórica de la preexistencia. Las almas existen desde toda la eternidad junto con las ideas; expulsadas del mundo de las ideas debido a cierta transgresión, las almas llevan dentro de sí mismas el conocimiento de las ideas. Desde el momento de su unión sucesiva con el cuerpo, este conocimiento cavó en un estado de sueño profundo. Será tarea de la sensación despertar al alma y hacerla nuevamente consciente de la presencia de las ideas en ella misma (anámnesis = reminiscencia). Además del alma racional, existe el alma irracional dividida en una parte irascible y otra concupiscible, La ética de Platón es la aplicación práctica de su metafísica: la meta de la vida humana es hacerse semejantes a Dios, la Idea perfecta del Bien. Las condiciones para alcanzar este objetivo suponen una adecuada formación y educación dentro de y por medio de una comunidad organizada según la razón. Esta comunidad o Estado es el que se describe detalladamente en la República. Puesto que son múltiples las necesidades de la sociedad, los miembros tienen que organizarse en tres clases: a} los filósofos, que dirigen el Estado; b} los guerreros, que defienden el Estado; c} los productores, que proporcionan los bienes materiales del Estado. El Estado concebido de esta forma es eminentemente aristocrático. La filosofía es esencialmente la vida del espíritu: el anhelo de la visión del Absoluto y de lo Divino a través del amor profundo a la sabiduría.

PLATONISMOSaMun
I. Concepto de platonismo
La significación de la palabra p. depende de cómo se interprete la obra de Platón y qué factores de su doctrina se consideren como esenciales y característicos de la mis-ma. Hasta comienzos del siglo xix se ve en Platón sobre todo al ontólogo, al cosmólogo y al teólogo. Esta imagen está determinada por la interpretación y continuación de la filosofía de Platón en sus discípulos Aristóteles, Espeusipo y Jenócrates, en el p. medio (Plutarco, Albino, Apuleyo y otros) y en el -> neoplatonismo. Entre los diálogos platónicos, el Timeo, que trata de cosmología (traducción y comentario latino de Calcidio, siglos iv-v d.C.), fue sin duda el que ejerció más amplia influencia hasta la edad media. Con la traducción e interpretación de Platón por obra de Schleiermacher, comienza el intento de entender a aquel filósofo independientemente de la tradición neoplatónica. Se descubre al escritor y al artista y la significación filosófica de la forma de diálogo. En lugar del Platón sistemático, aparece el aporético y el problemático. Se ponen de relieve el factor dialéctico (Hegel), el epistemológico (neokantismo: Natorp), y el aspecto político y pedagógico de su obra. La investigación más reciente tiende a la justificación histórica de la interpretación de Platón por el neoplatonismo y la edad media. No tiene por base y fuente única los diálogos, como en Schleiermacher, sino también la lección de Platón sobre el bien, conservada solamente en las copias de los discípulos, lección que ejerció influencia considerable en la tradición escolástica platónica. Se discute si se trata de una lección del Platón anciano, o si el sistema aquí contenido constituye el trasfondo de todos los diálogos.
II. Temas fundamentales
1. Las ideas
El punto de partida de la filosofía de Platón está en el planteamiento del problema ético por Sócrates. Éste buscaba, en la polémica contra la ilustración relativista de los sofistas, un criterio moral inconmovible del obrar moral. El hombre no puede obrar bien, justa, valerosamente, etc., si no sabe lo que es permanentemente bueno, justo, valeroso, etc. Por esto Sócrates buscaba las definiciones de los conceptos éticos universales.
Según la doctrina de Platón, la norma ética no puede tomarse de la experiencia, porque la acción particular buena no es tal en todos los aspectos. El hombre bueno no es necesariamente bueno en todo tiempo. Ambos son buenos, pero no son el bien. Por eso es menester una visión espiritual, que aprehenda lo bueno en su «forma» (eídos, ídéa) perfecta y siempre igual a sí misma. Luego Platón trasladó esta doctrina de los predicados éticos a todos los predicados. Su aplicación en el juicio a las cosas visibles supone un saber a priori de las mismas. En el juicio: «Estas dos maderas son iguales», la idea de igualdad no puede proceder de la experiencia, que sólo nos ofrece objetos aproximadamente iguales. Ahora bien, el presupuesto de ese saber sobre «la igualdad misma», es que éste tiene un objeto. En consecuencia, además de las cosas perceptibles, deben existir esencias ideales, que son, en contraste con las cosas variables y que implican una multiplicidad de aspectos, la realidad, invariable, simple, que permanece constantemente igual a sí misma (Fedón, 74a-75c).
2. Participación y analogía
Si la intuición de la idea ha de posibilitarnos un juicio verdadero sobre las cosas que percibimos por la visión exterior, en tal caso el orden ideal (kosmos noetós) no puede estar completamente separado del mundo visible a pesar de la diversidad de ser. Las cosas participan más bien de la idea. El ente necesario, idéntico a sí mismo, está presente en el variable y contingente (parousíainmanencia de lo trascendente).
Aquél es la esencia (oúsía) de éste, aunque en las cosas visibles sólo se realiza de manera imperfecta. Como quiera que la idea es una representación del -> bien, las cosas «aspiran» a ser como aquélla, en la que tienen su ejemplar y fin (télos) y por cuya razón existen. Los diversos grados de participación producen una -> analogía del ser. Platón la aclara por el modelo de una línea que está dividida en dos trozos desiguales. El menor representa el orden visible; y el mayor representa el orden inteligible. Los trozos por su parte están subdivididos según la misma proporción; las subdivisiones de lo visible representan las sombras y cosas corporales; y las de lo inteligible significan los objetos e ideas matemáticas (República, 509d-511a).
La comparación quiere decir que lo visible y lo inteligible están separados entre sí por razón de su ser, como las sombras y reflexiones están separadas de las cosas reales. Pero, como la cosa produce una imagen en las sombras, así en lo visible aparece lo inteligible. Lo visible sólo tiene ser como imagen; pero, por ser imagen, remite al ente ejemplar. Las sombras (o palabras) pueden introducir en la contemplación de las cosas, que llevan al conocimiento de las leyes matemáticas; y éstas a su vez conducen a la contemplación de las ideas. La participación analógica produce una gradación de los órdenes del ser, que el Symposion expone (210a-212a) respecto de lo bello, que, como eidos único, puede ser aprehendido no sólo en la visión espiritual, sino también en la sensible.
La belleza del cuerpo particular es una presencia imperfecta de la idea de belleza como hermosura de todos los cuerpos; y ésta a su vez es sólo un grado para subir a la belleza de las costumbres y leyes, que, por su parte, remite a la belleza de las ciencias y, por ellas, a lo bello primero invariable. La lección Sobre lo bueno aclaró la participación y analogía mediante el modelo de la serie matemática del uno y de la díada (duás: la última, como principio de la posición múltiple del uno): número, líneas, superficies, cuerpos. Los principios (uno y díada) están presentes en todas las «dimensiones» siguientes y a la vez las trascienden; e igualmente las «dimensiones» superiores están contenidas en las siguientes.
3. Ascensión y dialéctica
El alma humana posee un saber a priori (adquirido en una visión preexistente) de los objetos matemáticos y de las ideas, que puede despertarse por la instrucción y por la percepción de los sentidos. Por eso el hombre puede conocer la estructura del ser ideal. Platón distingue entre el método del conocimiento matemático y el conocimiento de las ideas o -> dialéctica [A]; República, 510b-511e). El matemático parte de supuestos no discutidos y saca de ellos consecuencias. Su procedimiento es deductivo. No puede reducir sus axiomas a un principio último. Necesita, además, de la ayuda de la percepción sensible. El dialéctico examina si las consecuencias que se derivan de su hipótesis están exentas de contradicción. Si no lo están, rechaza la hipótesis y sienta otra nueva; si lo están, busca una hipótesis superior que está contenida como presupuesto en la precedente y de la que puede deducirse ésta como consecuencia. El procedimiento se prosigue hasta llegar a un primer principio «sin presupuesto» alguno, que no puede ya deducirse de otro: la idea del bien o el uno.
La ascensión dialéctica se realiza sin ayuda de lo visible. De la idea del bien puede el dialéctico descender de nuevo a las ideas particulares. El bien mismo está más allá de las ideas (República, 509b). Toda idea participa del bien (lo mismo que ella, considerada como número ideal, participa del uno) y está referida a él como a su fin; lo cual aparece particularmente claro en las ideas de orden moral. La referencia de las cosas a las ideas como sus ejemplares y fines, tiene una correspondencia en la referencia de las ideas particulares al bien y al uno como lo absoluto.
La Carta séptima (341cd) describe el conocimiento de las esencias supremas con el lenguaje de la mística posterior: Por largo trato con la cosa se enciende «súbitamente» una luz, que luego recibe alimento de sí misma. La ascensión dialéctica no debe separarse de su finalidad ética. El hombre ha de conocer el bien para hacerse personalmente bueno. El -> conocimiento lleva a la semejanza con Dios, que consiste en que el hombre, por la inteligencia, se hace justo y piadoso (Teeteto, 176b).
Desde la contemplación de las ideas el filósofo volverá a la actividad política. La dialéctica de los diálogos posteriores (Fedro, Sofista, Político, Filebo) muestra un mayor interés lógico. Su tema es la división de los conceptos, las supraordenaciones y subordinaciones de los mismos, y la posibilidad de su unión en el juicio. Platón muestra en el Sofista que también en el orden de las ideas se da un no-ser: La identidad de una idea consigo misma implica su diversidad de las ideas que no son idénticas con ella, consiguientemente, su no ser esas ideas.
4. Alma, Estado y cosmos
Como quiera que a las ideas inmutables no les corresponde causalidad eficiente, es menester otro principio para armonizar el mundo del devenir con el mundo del ser: el alma. Esta se mueve a sí misma y a lo inmóvil; por eso es inmortal (Fedro 245c-e). Platón la compara con los objetos de la matemática. Como ésta, el alma está entre la idea y el fenómeno. Como en lo matemático, también en el alma se refleja la totalidad del ente. Por eso puede conocer todo ente. Como eros, el alma es el deseo de ascender a las esencias eternas y hacerlas visibles en el mundo del devenir; por ser principio de movimiento, puede realizar la participación. Expresión de su posición intermedia es la tripartición del alma humana. El alma inteligible está dotada de pensamiento y llamada a la dirección de las otras partes. El Fedóndemuestra su inmortalidad por el parentesco de la misma con las ideas. En el lugar más bajo está el alma sensitiva: sede del apetito. Entre ambas media el alma irascible: sede del valor.
Los mitos platónicos del más allá resaltan la libertad y responsabilidad del hombre. El Estado platónico está construido de forma análoga a la del alma humana. A las tres partes del alma corresponden los tres estamentos: los filósofos, que gobiernan, los guerreros y los artesanos en general. La analogía de la construcción se funda en la comunidad del fin: el alma y el Estado deben realizar el bien en lo sensible. A cada parte del alma y del Estado se ordena una virtud: a la primera la prudencia, a la segunda la fortaleza, a la tercera la templanza. La armonía de todas las partes es obra de la justicia.
El movimiento armónico del cosmos está confiado al alma universal. Según la exposición mítica del Timeo, aquélla es creada inmediatamente por el demiurgo o artífice del mundo, que ordena el universo según el ejemplar ideal del «viviente perfecto», porque es bueno, no tiene envidia y quiere que todo se haga en lo posible semejante a él mismo. Por medio del alma universal, la providencia de Dios hace que el mundo alcance el estadio de un ser viviente animado y dotado de razón. El demiurgo forma la parte inmortal del alma humana mediante el residuo de las materias con que construyó el alma universal. Desde Aristóteles y Jenócrates se discute si el mito del Timeoquiere enseñar el comienzo del mundo en el tiempo o sólo su dependencia de una razón cósmica. Pero esta cuestión es de orden secundario frente a la tesis filosófica central: El mundo visible participa del bien. Es imagen del orden ideal y está referido en todas sus partes al ejemplar ideal y, por ende, al bien como fin. El alma inteligible es causa de la participación y de la dirección al fin. El orden del mundo está abierto al conocimiento humano, porque la ley cósmica es a la vez la ley del espíritu humano.

Platonismo
Nietzsche llama platonismo a toda teoría para la que la realidad está escindida en dos mundos: un mundo verdadero, dado a la razón,  inmutable y objetivo, y un mundo aparente, dado a los sentidos, cambiante y subjetivo.
      Como es sabido, Platón defendió el dualismo ontológico dividió la realidad en dos mundos opuestos a los que atribuyó las siguientes características:

                      DUALISMO ONTOLÓGICO EN PLATÓN

se alcanza mediante
es
le corresponde
se relaciona con
MUNDO VERDADERO
la razón
objetivo
inmutable
la eternidad
el bien
el alma
MUNDO APARENTE
los sentidos
subjetivo
cambiante
el nacimiento, la duración y la muerte
el mal
el cuerpo

      El pensamiento, la filosofía y la religión son una forma de platonismo pues defienden la misma concepción de la realidad, aunque con palabras distintas:        

PLATONISMOS

en Platón
en el Cristianismo
en Kant
MUNDO VERDADERO
Mundo de la Ideas
Mundo Sobrenatural, particularmente Dios
Realidad Nouménica o Cosa En Sí
MUNDO APARENTE
Mundo Sensible
Mundo terrenal o finito
Realidad Fenoménica

      Toda la filosofía nietzscheana es como una melodía que repite un mismo tema: el tema es la reivindicación de la vida y la crítica a la actitud contraria a la vida, el platonismo;  las variaciones a este tema son sus tesis relativas al superhombre, la voluntad de poder y la tesis del eterno retorno, y sus críticas a las manifestaciones particulares del platonismo en la filosofía, la ética, la religión y la ciencia. En definitiva, su filosofía es el intento más radical de toda la historia del pensamiento de superar el platonismo y defender la tesis opuesta: la existencia de un mundo irracional y carente de sentido trascendente, la vida.                
      El platonismo no se limita a la filosofía de Platón, lo encontramos antes y después de ella, y tal vez se puede identificar con la tarea de la filosofía misma. La filosofía occidental está recorrida de un extremo al otro por el platonismo. Platón articuló con precisión y llevó hasta el final esta tesis consustancial al pensamiento occidental. Pero el platonismo no es tampoco un asunto que comprometa exclusivamente al mundo de los profesionales de la filosofía, el platonismo se ha instalado en la cultura y viene a ser la actitud de todos los hombres de nuestra civilización (que como se sabe tiene su origen en el mundo griego), y ello fundamentalmente porque este punto de vista se instala en las mentes de las personas mediante los mejores publicistas que ha podido tener Platón: los cristianos (“el cristianismo es platonismo para el pueblo”).
      ¿En qué consiste el gran error que Nietzsche atribuye a este punto de vista? Lo podemos entender si recordamos algunos tópicos fundamentales de la historia de la filosofía: la filosofía nace como paso del mito al logos, como superación de las descripciones del mundo que apelan a la imaginación y la narración metafórica por las descripciones que apelan a la racionalidad y la narración precisa y objetiva. Y comienza precisamente señalando una serie de conceptos antitéticos: el concepto de ser frente al de apariencia, el de razón frente a los sentidos, el del espíritu o alma frente al cuerpo, el de lo permanente frente al cambio, el de la unidad frente a la multiplicidad. Estas creencias no comienzan con Platón, están incluso en los filósofos presocráticos –con la excepción de Heráclito al que el propio Nietzsche dice reverenciar– pero adquieren su más radical expresión en Sócrates y en Platón. No es extraño que una consecuencia de estas apreciaciones sea que para casi toda la cultura occidental (presocráticos, Platón, cristianismo, ...) la muerte tal y como la vivimos en la experiencia ordinaria sea una mera apariencia, la auténtica realidad nunca muere, es eterna, lo que nosotros experimentamos como muerte se encuentra en el nivel de la apariencia, en el nivel de lo que se ofrece a los sentidos.
      El siguiente texto de Nietzsche muestra claramente su actitud ante el platonismo: “Todo lo que los filósofos han venido manejando desde milenios fueron momias conceptuales; de sus manos no salió vivo nada real. Matan, rellenan de paja, esos señores idólatras de los conceptos, cuando adoran, –se vuelven mortalmente peligrosos para todo, cuando adoran. La muerte, el cambio, la vejez, así como la procreación y el crecimiento son para ellos objeciones, –incluso refutaciones. Lo que es no deviene; lo que deviene no es...” (“El crepúsculo de los ídolos”).  El platonismo es la filosofía que se resume en esta última frase: la realidad no cambia y lo que cambia no es real; el auténtico ser es inmutable. La filosofía de Nietzsche es la filosofía que más lejos ha intentado llevar la reivindicación de la vida y la corporeidad, la reivindicación del ámbito en donde se dan “la muerte, el cambio, la vejez, así como la procreación y el crecimiento”, y por lo tanto la superación del platonismo.
      ¿Por qué aparece el platonismo? Naturalmente, desde el punto de vista de alguien inmerso en esta actitud (por ejemplo, de un cristiano) el platonismo aparece porque no podía ser de otro modo: dado que el destino del hombre no está en este mundo, que no es un destino que se pueda colmar en la vida sino sólo en la recuperación plena de su propio ser en el Mundo Verdadero, es inevitable que toda filosofía verdadera, y toda actitud sincera no lo oculte sino que lo haga explícito y lo manifieste. Pero, claro está, la filosofía de Nietzsche no puede resolver el problema de este modo: lo único real es el mundo que precisamente el platonismo rechaza, y el destino del hombre es el ámbito de la finitud. Toda filosofía que oculte este hecho es una filosofía decadente, una filosofía producto de una cierta enfermedad de la vida misma: sólo individuos con un tono vital bajo pueden creer en la fantasmagoría de un mundo trascendente. Nietzsche explica la aparición del platonismo mostrando –desde una perspectiva casi psicológica– que dicho platonismo es interesado, es producto de la no aceptación de la realidad en toda su crudeza: la realidad como lugar en el que se da la vida, el orden, pero también el lugar en donde se da la muerte, el caos...: la cultura occidental se inventa un mundo (objetivado en Dios gracias al cristianismo) para encontrar consuelo ante lo terrible del único mundo existente, el mundo dionisíaco.

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