lunes, 20 de febrero de 2017

Nuevo testamento - Religión

eventos en la vida de Jesucristo

Jesús entre los doctores o Niño Jesús entre los doctores, también conocido como Jesús perdido y encontrado en el templo,1 es el nombre dado a un pasaje exclusivo del Evangelio de Lucas (Lucas 2:41-50), donde se relata la presencia de Jesús entre los teólogos o doctores de la Ley mosaica. La escena, relativamente frecuente como tema del arte cristiano, también es conocida como "Cristo entre los doctores" o "Cristo en el Templo" (a pesar de la ambigüedad, ya que hay otros episodios en que Jesús se presenta en el Templo de Jerusalén -expulsión de los mercaderes del Templo-). La escena es algunas veces llamada la "Disputa" de Jesús en el Templo. Pero en hebreo se la denomina y conoce como "Jesús entre los maestros",2 debido a que así eran llamados los doctores y teólogos del judaísmo en tiempos de Jesús, y también porque algunos hebreos consideran que Jesús es un maestro.3 El episodio también puede encontrarse en el Evangelio árabe de la infancia, uno de los apócrifos.4 La denominación convencional de la escena como quinto misterio del Rosario es el Niño perdido y hallado en el Templo.5
Los padres de Jesús, María y José, acudían todos los años a Jerusalén por la Fiesta de Pascua Judía. A la edad de doce años y con ocasión de la visita a la ciudad, Jesús desapareció de la vista de María y José para dirigirse al Templo. Allí transcurrió un tiempo escuchando y preguntando a los doctores del Templo, quienes quedaron asombrados por sus conocimientos teológicos. Tardaron tres días en encontrarlo y, al hacerlo, María le expresó la preocupación que le había causado a ella y a José, a lo que Jesús respondió, "¿Por qué me buscábais? ¿No sabíais que debía estar en las cosas de mi Padre?"
Sus padres iban todos los años a Jerusalén a la fiesta de la Pascua. Cuando tuvo doce años, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los días, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres. Pero creyendo que estaría en la caravana, hicieron un día de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusalén en su busca.
Y sucedió que, al cabo de tres días, le encontraron en el Templo sentado en medio de los maestros, escuchándoles y preguntándoles; todos los que le oían, estaban estupefactos por su inteligencia y sus respuestas. Cuando le vieron, quedaron sorprendidos, y su madre le dijo: «Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando.» Él les dijo: «Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?» Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio.
Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres (Lucas 2:41-52).
En los evangelios constituye el último de los relatos de la infancia de Jesús. Hasta ese momento, Jesús se había mostrado obediente con sus padres y ejemplar (Lucas 2:51). En la interpretación católica, los tres días de separación de sus padres, en especial de María, se muestran como un signo de lo que será la Redención con el sacrificio del Dios Hijo al Dios Padre y la muerte en la cruz.
Es la primera ocasión en la que Jesús muestra lo que será su actividad de predicación: el diálogo con los demás, en vez de la mera transmisión de las normas.
EL NIÑO JESÚS PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO
Juan Pablo II, Audiencia general, 15 de enero de 1997.
1. Como última página de los relatos de la Infancia, antes del comienzo de la predicación de Juan el Bautista, el evangelista Lucas pone el episodio de la peregrinación de Jesús adolescente al templo de Jerusalén. Se trata de una circunstancia singular, que arroja luz sobre los largos años de la vida oculta de Nazaret. En esa ocasión Jesús revela, con su fuerte personalidad, la conciencia de su misión, confiriendo a este segundo "ingreso" en la "casa del Padre" el significado de una entrega completa a Dios, que ya había caracterizado su presentación en el templo. Este pasaje da la impresión de que contradice la anotación de Lucas, que presenta a Jesús sumiso a José y a María (cf. Lc 2, 51). Pero, si se mira bien, Jesús parece aquí ponerse en una consciente y casi voluntaria antítesis con su condición normal de hijo, manifestando repentinamente una firme separación de María y José. Afirma que asume como norma de su comportamiento sólo su pertenencia al Padre, y no los vínculos familiares terrenos.
2. A través de este episodio, Jesús prepara a su madre para el misterio de la Redención. María, al igual que José, vive en esos tres dramáticos días, en que su Hijo se separa de ellos para permanecer en el templo, la anticipación del triduo de su pasión, muerte y resurrección. Al dejar partir a su madre y a José hacia Galilea, sin avisarles de su intención de permanecer en Jerusalén, Jesús los introduce en el misterio del sufrimiento que lleva a la alegría, anticipando lo que realizaría más tarde con los discípulos mediante el anuncio de su Pascua.
Según el relato de Lucas, en el viaje de regreso a Nazaret, María y José, después de una jornada de viaje, preocupados y angustiados por el niño Jesús, lo buscan inútilmente entre sus parientes y conocidos. Vuelven a Jerusalén y, al encontrarlo en el templo, quedan asombrados porque lo ven "sentado en medio de los doctores, escuchándoles y preguntándoles" (Lc 2, 46). Su conducta es muy diversa de la acostumbrada. Y seguramente el hecho de encontrarlo al tercer día revela a sus padres otro aspecto relativo a su persona y a su misión. Jesús asume el papel de maestro, como hará más tarde en la vida pública, pronunciando palabras que despiertan admiración: "Todos los que lo oían estaban estupefactos por su Inteligencia y sus respuestas" (Lc 2, 47). Manifestando una sabiduría que asombra a los oyentes, comienza a practicar el arte del diálogo, que será una característica de su misión salvífica. Su madre le pregunta: "Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando" (Lc 2, 48). Se podría descubrir aquí el eco de los "porqués" de tantas madres ante los sufrimientos que les causan sus hijos, así como los interrogantes que surgen en el corazón de todo hombre en los momentos de prueba.
3. La respuesta de Jesús, en forma de pregunta, es densa de significado: "Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía ocuparme de las cosas de mi Padre?" (Lc 2, 49). Con esa expresión, Jesús revela a María y a José, de modo inesperado e imprevisto, el misterio de su Persona, invitándolos a superar las apariencias y abriéndoles perspectivas nuevas sobre su futuro.
En la respuesta a su madre angustiada, el Hijo revela enseguida el motivo de su comportamiento. María había dicho: "Tu padre", designando a José; Jesús responde: "Mi Padre", refiriéndose al Padre celestial.

Jesús, al aludir a su ascendencia divina, más que afirmar que el templo, casa de su Padre, es él "lugar" natural de su presencia, lo que quiere dejar claro es que él debe ocuparse de todo lo que atañe al Padre y a su designio. Desea reafirmar que sólo la voluntad del Padre es para él norma que vincula su obediencia.
El texto evangélico subraya esa referencia a la entrega total al proyecto de Dios mediante la expresión verbal "debía", que volverá a aparecer en el anuncio de la Pasión (cf. Mc 8, 31).
Así pues, a sus padres se les pide que le permitan cumplir su misión donde lo lleve la voluntad del Padre celestial.
4. El evangelista comenta: "Pero ellos no comprendieron la respuesta que les dio" (Lc 2, 50).
María y José no entienden el contenido de su respuesta, ni el modo, que parece un rechazo, como reacciona a su preocupación de padres. Con esta actitud, Jesús quiere revelar los aspectos misteriosos de su intimidad con el Padre, aspectos que María intuye, pero sin saberlos relacionar con la prueba que estaba atravesando.

Las palabras de Lucas nos permiten conocer cómo vivió María en lo más profundo de su alma este episodio realmente singular: "conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón" (Lc 2, 51). La madre de Jesús vincula los acontecimientos al misterio de su Hijo, tal como se le reveló en la Anunciación, y ahonda en ellos en el silencio de la contemplación, ofreciendo su colaboración con el espíritu de un renovado "fiat". Así comienza el primer eslabón de una cadena de acontecimientos que llevará a María a superar progresivamente el papel natural que le correspondía por su maternidad, para ponerse al servicio de la misión de su Hijo divino.











Juicio de Jesús es una expresión que se refiere a dos episodios neotestamentarios, ambos centrales para el cristianismo, en uno de los cuales Jesús es sometido a juicio, mientras que en otro es Jesús el juez. La ambigüedad se remonta por la hermenéutica bíblica, que identifica a Dios con la justicia.1
En primer lugar, el periplo judicial, descrito en los evangelios canónicos2 dentro del ciclo de la Pasión, que se produce tras el prendimiento de Cristo, y en el que sucesivamente es conducido de una instancia a otra ("de Anás a Caifás y de Herodes a Pilatos", es el tópico construido sobre ello);3 en segundo lugar, el juicio final descrito en el Apocalipsis, y planteado como una profecía de los últimos tiempos, en que Jesús, como juez, juzgará "a vivos y muertos".4
De ambos episodios hay abundante tratamiento iconográfico como temas artísticos en el arte cristiano.

Cristo, enjuiciado

El caso judicial se describe como un conflicto de jurisdicciones en el que cada una de las instancias desea evitar pronunciarse, inhibiéndose en favor de otra. Los interrogatorios a que Jesús es sometido tanto por el Sanedrín (el tribunal judío que se reúne en las casas del sumo sacerdote -Caifás- y su suegro y anterior sumo sacerdote -Anás-) como por el gobernador romano Poncio Pilatos (en el Pretorio de Jerusalén -posiblemente en la torre Antonia-), Herodes Antipas (tetrarca de Galilea) y finalmente de nuevo por Pilatos, se plantean para incriminar al reo en delitos religiosos y políticos (principalmente, para hacerle confesar que se consideraba "rey de los judíos"); pero se convierten en oportunidades para que Jesús confunda a sus jueces, al tiempo que plantea puntos centrales del mensaje evangélico a través de enigmáticas respuestas ("Tú lo dices",5 "Mi reino no es de este mundo ... Tú dices que yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz"6 ) que llevan a Pilatos a cuestionarse, entre indeciso y cínico "¿Qué es la verdad?"7
En medio del proceso se producen diversas torturas (Cristo en la columna) y burlas (los llamados "improperios") por parte de los soldados romanos o de los esbirros del Sanedrín (que en terminología artística y devocional son llamados "sayones").8 El sentido de las burlas es también relacionarle con la realeza y sus símbolos de un modo paródico (coronación de espinas, imposición del manto de Herodes -"una ropa espléndida"-9 o de Pilatos -"un manto de púrpura"-,10 a veces identificados con la túnica de Cristo). Por último, Jesús es exhibido en un estado lastimoso (Ecce Homo) ante la multitud, a la que se ofrece la posibilidad de perdonarlo (según la costumbre de la Pascua judía), dando a elegir entre Jesucristo y Barrabás (un famoso delincuente). El que prefirieran liberar a Barrabás es presentado como la exención de responsabilidad de Pilatos y los romanos ("lavo mis manos de sangre inocente") y la consiguiente responsabilización colectiva del pueblo judío ("todo el pueblo dijo: su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos"),11 pasaje que se usó históricamente como una justificación del antisemitismo.
La consiguiente condena a muerte de Cristo se cumple con su crucifixión, tras ser conducido cargando la cruz hasta el monte Calvario o Gólgota (el lugar para las ejecuciones situado fuera de Jerusalén).
Juicio final, del Maestro de la familia Artés.

Cristo, juez

La condición de Jesucristo como Dios juez está indicada en los textos neotestamentarios y se fijó dogmáticamente, asociado a la segunda venida en el símbolo niceno ("vendrá a juzgar a los vivos y los muertos") y el constantinopolitano ("de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin").
A efectos de interpretación teológica, es muy habitual oponer el concepto de Dios del Viejo Testamento (identificado como "juez severo" y asociado al castigo) al concepto de Dios del Nuevo Testamento (identificado con el mandamiento del amor12 y asociado al perdón), con ambos rasgos (castigo y perdón) asociados a la condición de juez.13 Incluso hubo corrientes del gnosticismo, como el marcionismo y el ofismo, que proponían la existencia de dos dioses distintos. La ortodoxia católica condenó como herejías tales doctrinas y otras hasta cierto punto similares, como el maniqueísmo.14
Porque el Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, ... y también le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre.
Él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos.
Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras. Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. ... Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.
Apocalipsis, 20:12-1517
Esta señal de la cruz estará en el cielo, cuando el Señor vendrá a juzgar. Entonces todos los siervos de la cruz, que se conformaron en la vida con el crucificado, se llegarán a Cristo juez con gran confianza.
Dios, Juez que lo ve todo, no necesita en sus causas de testigos. Su Divina Magestad se intitula testigo y Juez.


¿Qué juicios enfrentó Jesús antes de Su crucifixión?"

Respuesta: 
La noche en que fue arrestado, Jesús fue llevado ante Anás, Caifás y la asamblea de los líderes religiosos llamada Sanedrín (Juan 18:19-24Mateo 26:57). Después de esto, fue llevado ante Pilato, el gobernador romano (Juan 18:23), enviado a Herodes (Lucas 23:7), y llevado nuevamente de regreso a Pilato (Lucas 23:11-12), quien finalmente lo sentenció a morir.

Los juicios de Jesús constaron de seis eventos: tres de ellos en una corte religiosa y tres ante una corte romana. Jesús fue juzgado ante Anás el sumo sacerdote saliente; Caifás, el sumo sacerdote en funciones, y el Sanedrín. Él fue acusado en estos juicios “eclesiásticos” de blasfemia, por afirmar ser el Hijo de Dios y el Mesías. 

Los juicios religiosos ante las autoridades judías, mostraron el grado en que los líderes judíos odiaban a Jesús, porque ellos desatendían descuidadamente muchas de sus propias leyes. Hubieron muchas ilegalidades involucradas en estos juicios desde la perspectiva de la ley judía: (1) Ningún juicio debía llevarse a cabo durante alguna celebración, y Jesús fue juzgado durante la Pascua. (2) Cada miembro de la corte debía votar individualmente para condenar o absolver, pero Jesús fue condenado por una gritería de protestas y desaprobación. (3) Si se daba la pena de muerte, debía pasar una noche antes de que la sentencia fuera llevada a cabo; sin embargo, solo pasaron unas cuantas horas antes de que Jesús fuera puesto en la cruz. (4) Los judíos no tenían autoridad para ejecutar a nadie, sin embargo, se las ingeniaron para ejecutar a Jesús. (5) Ningún juicio debía llevarse a cabo por la noche, pero este juicio se hizo antes del amanecer. (6) Se debía proporcionar al acusado consejo y representación, pero Jesús no tuvo ninguno. (7) No debían hacerse preguntas de auto-incriminación al acusado, pero a Jesús se le preguntó si Él era el Cristo. 

Los juicios ante las autoridades romanas comenzaron con Pilato (Juan 18:23) después que Jesús había sido golpeado. Los cargos llevados contra Él eran muy diferentes a los cargos de Sus juicios religiosos. Él fue acusado de incitar a la gente a una revuelta, prohibiéndole al pueblo pagar impuestos, y clamando ser un rey. Pilato no encontró razón para matar a Jesús, así que lo envió a Herodes (Lucas 23:7). Herodes ridiculizó a Jesús, pero queriendo evitar la responsabilidad política, lo envió de regreso a Pilato (Lucas 23:11-12). Este era el último juicio, por lo que Pilato mandó azotar a Jesús, tratando de aplacar la animosidad de los judíos. La flagelación judía era un castigo terrible y posiblemente consistía de 39 latigazos. En un esfuerzo final por soltar a Jesús, Pilato ofreció que el prisionero Barrabás fuera crucificado y Jesús liberado, pero fue en vano. La turba gritó que Barrabás fuera liberado y Jesús crucificado. Pilato les concedió su demanda y les entregó a Jesús (Lucas 23:25). Los juicios de Jesús representan la máxima mofa de la justicia. Jesús, el hombre más inocente en la historial del mundo, fue encontrado culpable de crímenes y sentenciado a morir por crucifixión.

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