sábado, 24 de junio de 2017

Años por países - España

año 1097


La batalla de Bairén se libró entre las fuerzas de Rodrigo Díaz el Campeador, en coalición con las de Pedro I de Aragón, contra los almorávides de Muhammad ibn Tasufin.
Rodrigo Díaz, que el 17 de junio de 10941 había conquistado Valencia,2 y Pedro I de Aragón se habían reunido en junio de 1094 en Burriana para concertar una alianza a fin de hacer frente a los almorávides. En virtud de este pacto, el Cid partirá en diciembre de 1096 con ayuda de tropas aragonesas para abastecer de municiones y víveres su fortaleza del castillo de Peña Cadiella, restaurada por el propio Campeador en octubre de 1091 para dominar los accesos a Valencia desde del sur por la ruta interior en el curso de las operaciones de dominio sobre Levante que el Campeador había emprendido antes de la llegada de los norteafricanos. Cuatro años más tarde, en 1095, los almorávides controlaban Játiva y Gandía.3
Muhammad ibn Tasufin, comandante en jefe del ejército islámico, salió al encuentro de las tropas conjuntas cristianas en Játiva. Desde esa posición amenazaba al Cid y Pedro I quienes, a pesar de todo, consiguieron llegar a Peña Cadiella y abastecerla. Rápidamente, comenzaron el regreso hacia el este, tomando la ruta de la costa, pensando que era menos peligrosa que atravesar los desfiladeros situados entre Denia y Játiva, dos grandes poblaciones dominadas por los almorávides. Transcurría el mes de enero de 1097.
Mientras el Cid y el rey de Aragón avanzaban hacia el norte, acampando en Bairén, un lugar situado pocos kilómetros al norte de Gandía, el ejército almorávide había tomado el promontorio de Mondúver (una altitud de 841 metros cercana al mar), desde donde hostigaban el campamento cidiano. Además, el general Muhammad había conseguido llevar una flota compuesta por naves almorávides y andalusíes al mismo punto, desde donde arqueros y ballesteros islámicos combatían entre dos fuegos a las tropas cidiano-aragonesas.
La situación parecía desesperada, pero el Cid arengó una mañana a sus tropas para conminarlas a llevar a cabo una carga frontal con toda la caballería rompiendo las filas enemigas por su centro. Al mediodía se efectuó el ataque con toda la energía posible, que sorprendió por su arrojo a las posiciones almorávides, que cedieron y posteriormente huyeron en desbandada. La desorganización de la retirada provocó que muchos guerreros musulmanes murieran ahogados en el río que tenían a su espalda o en el mar al intentar alcanzar las naves almorávides para ponerse a salvo. El ejército cristiano consiguió un gran botín en la persecución posterior a la victoria y el paso franco hacia la ciudad de Valencia.

Batalla de Bairén
Reconquista
FechaEnero de 1097
LugarGandía
Coordenadas39°00′04″N 0°15′18″OCoordenadas39°00′04″N 0°15′18″O (mapa)
ResultadoVictoria del Cid y Pedro I de Aragón
Beligerantes
Señorío de Valencia
Reino de Aragón
Almorávides
Comandantes
Rodrigo Díaz el Campeador
Pedro I de Aragón
Muhammad ibn Tasufin












La batalla de Consuegra tuvo lugar el 15 de agosto de 1097 en la localidad toledana de Consuegra, y enfrentó al ejército del rey Alfonso VI contra las fuerzas almorávides del emir Yusuf ibn Tasufin.1
La batalla concluyó con una clara victoria para los almorávides.

Batalla de Consuegra
la Reconquista
Castillo y molinos.jpg
Castillo de la Muela y molinos de Consuegra.

Fecha15 de agosto de 1097
LugarConsuegraToledoEspaña
Coordenadas39°27′N 3°36′OCoordenadas39°27′N 3°36′O (mapa)
ResultadoVictoria almorávide
Beligerantes
Reino de León y de CastillaAlmorávides
Comandantes
Alfonso VIMohammed Ben al Hach
Fuerzas en combate
30 000 - 35 00010 000 - 20 000
Bajas
altasdesconocidas

En 1085 Alfonso VI el Bravo, rey de León y Castilla, conquista Toledo, la antigua capital del reino visigodo antes de la derrota del río Guadalete, y a ella traslada su capital, exigiendo a los desgastados reinos de taifas elevados tributos. Alfonso VI se encuentra en su apogeo y se hace nombrar Imperator e incluso Rex Ibericus.
Al año siguiente, el rey decide afianzar su poder en el norte de Hispania y pone sitio a Zaragoza, capital de la taifa del mismo nombre. El emir Yusuf ibn Tasufin desembarca en Algeciras en auxilio de los débiles reyes musulmanes. Alfonso VI, que no está dispuesto a tolerar esta osadía, levanta el cerco de Zaragoza y se dirige al encuentro de Yusuf. El rey sufre una humillante derrota en la batalla de Sagrajas, donde es masacrado al menos la mitad de su ejército: los almorávides rematan a los heridos en combate y agradecen a Alá la victoria subidos a un montón de cabezas de los cristianos.
Pero no es Alfonso VI el único que lucha contra los musulmanes: Rodrigo Díaz de Vivar, conocido como el «Cid Campeador», asola la zona del Turia y se apodera de la plaza fuerte de Valencia (1094) convirtiéndola en capital de un principado que él gobierna. Posteriormente derrota a Yusuf en dos ocasiones: en Cuart de Poblet (1094) y cerca de Gandía, en Bairén (1097) unidas sus tropas a las de Pedro I de Aragón. Pero mientras Rodrigo Díaz lucha en Valencia, un ejército almorávide capitaneado por Mohammed Ben al Hach se dirige a Toledo.
El rey decide desafiarlos en Consuegra, pero la escasez de tropas le obliga a pedir refuerzos al Cid, quien tras vencer en Bairén puede permitirse mandar refuerzos a su señor, y como muestra de amistad los envía al mando de su único hijo varón, Diego Rodríguez, heredero de su linaje. Diego llega con refuerzos y poco después su padre le envía la caballería de Álvar Fáñez, la cual es emboscada por los almorávides en las proximidades de Cuenca: algunos jinetes caen en el combate, otros vuelven a Valencia y los pocos restantes marchan con él hasta Consuegra.

La batalla[editar]

Con asombrosa rapidez Alfonso reúne sus tropas en Consuegra, instalando su campamento en el castillo; allí se siente seguro, pues desde su torre albarrana, antigua fortaleza romana y posteriormente musulmana, se divisa todo el llano circundante. Manda reforzar las murallas de la ciudad y espera a los almorávides que no tardarán en llegar.
Alfonso VI coloca a Álvar Fáñez, experto comandante de caballería, apoyando a Pedro Ansúrez, cuyos hombres son tropas de élite; después coloca a Diego con las tropas del Cid, las mejor armadas, y manda al conde García Ordóñez que proteja con su caballería la vida de Diego. García Ordóñez era un antiguo enemigo del Cid (según el Cantar de Mío Cid, en una ocasión en que el rey Alfonso había encomendado a éste cobrar las parias al rey de Sevilla, el de GranadaAbdalá, se dirigió a saquearla ayudado por algunos nobles, entre los que estaba García Ordóñez. El Cid salió con todas sus tropas a plantar batalla a Abdalá y tras apresar en ella a García segó con su espada un mechón de la barba, lo cual era ofensa gravísima).
La infantería cristiana se dirigió contra la almorávide, apoyado cada contingente por otro de caballería. Los cristianos consiguieron romper las filas de la infantería, pero las alas almorávides, formadas por jinetes, envolvieron a los cristianos. El rey ordenó la retirada y, mientras en el flanco izquierdo se replegaban Pedro Ansúrez y Álvar Fáñez juntos, en el derecho sólo lo hizo García Ordóñez sin ayudar a Diego Rodríguez, quien rodeado por sus hombres, y éstos a su vez por los enemigos, no aguantó mucho más y cayó muerto.
Alfonso VI se refugió dentro de la ciudad, que no tardó en caer, y se retiró al castillo, un bastión inexpugnable en lo alto de un cerro. Tras ocho días de sitio, sin agua, ni apenas comida, y con solo unas centenas de hombres, Alfonso VI resiste el asedio de los moros que intentan escalar sus murallas. Tras el octavo día los almorávides, diezmadas sus tropas, sofocados por el calor y temiendo la llegada de refuerzos cristianos, levantan el sitio y se retiran.
Alfonso VI perdió muchos hombres, pero uno de ellos destaca sobre los demás: Diego Rodríguez, hijo del Cid Campeador, cuyo valor, entrega y muerte se celebran cada año desde 1997 en Consuegra.
La batalla de Consuegra fue el segundo gran combate directo entre el ejército castellano-leonés y el almorávide.
Yusuf ibn Tasufin, diez meses después de la batalla de Consuegra, en junio de 1098 volvió a Marrakech (África) satisfecho por sus numerosas conquistas.

Evento Consuegra Medieval[editar]

El ayuntamiento de Consuegra lleva a cabo una representación parateatral que durante tres días transporta la localidad a la Reconquista. Más de quinientos participantes dan vida a una localidad medieval inmersa en una guerra y a punto de presenciar la batalla de Consuegra.
Se organizan diversos espectáculos:
  • Ceremonia ritual mozárabe de vísperas de guerra.
  • Llegada de las tropas del rey Alfonso VI.
  • Escenas de la vida medieval en guerra y asedio dentro del Castillo de Consuegra.
  • Rieptos o duelos entre caballeros cristianos.
  • Campamento de guerra almorávide.
  • Mercado medieval.
  • La ceremonia fúnebre por la muerte del hijo de El Cid, Diego Rodríguez.
  • As-Satrany. Espectáculo simbólico en que luces, sombras y actores se mezclan en un tablero de ajedrez gigante para representar el desarrollo de la batalla.
  • Danza de la Muerte.





consuegra medieval .- ......................................:http://consuegramedieval.com/descargas/batallaconsuegra.pdf

año 1100

Se conocen con el nombre de revueltas burguesas de Sahagún a las rebeliones y desórdenes protagonizados por los burgueses de la villa de Sahagún en los siglos XII y XIII. Podemos determinar dos revueltas:
  • La Primera Revuelta de Sahagún, que se desarrolla entre los años 1111 y 1116.
  • La Segunda Revuelta de Sahagún, ya en el siglo XIII.


Y la más importante de ambas. Se desarrolló entre los años 1111 y 1116 y tuvo como telón de fondo la guerra que libraban la reina Urraca de León y Castilla y Alfonso I de Aragón el Batallador.
A comienzo del siglo XII la villa de Sahagún vive una época de expansión y crecimiento, gracias sobre todo a su situación en el Camino de Santiago y al Fuero de Sahagún concedido por el rey Alfonso VI, cuyo principal objetivo era atraer población a la villa mediante la concesión de garantías y exenciones fiscales, aunque reconociendo el poder ejecutivo y judicial del abad del Monasterio.
La burguesía, favorecida por estas circunstancias, disfrutó de una gran prosperidad durante los últimos años del siglo XI; sus riquezas crecían, pero seguía siendo el Monasterio el que controlaba todos los aspectos políticos y legislativos de la villa, por lo que el descontento comenzó a cundir entre los habitantes de Sahagún.

La guerra de León[editar]

En el año 1109 se celebró el matrimonio entre Alfonso I de Aragón y Urraca de León. Urraca, hija de Alfonso VI, ya tenía un hijo de su anterior matrimonio con Raimundo de Borgoña, que se convertiría en el futuro emperador Alfonso VII.
Alfonso VII había sido enviado para su educación a Galicia, bajo la tutela de Pedro Froilaz, conde de Traba. El nuevo matrimonio de Urraca no era bien visto por la nobleza leonesa, que temía que el matrimonio con el monarca aragonés podría perjudicar sus intereses.
Ante esta situación, un amplio sector de la nobleza, con Pedro Froilaz al frente, se sublevó contra los nuevos monarcas, proclamando rey de León a Alfonso VII. Los monarcas reaccionaron cargando contra Galicia en el verano de 1110, aunque los desacuerdos entre ellos provocaron el que cada uno volviera por separado de la campaña y Urraca se refugiase en Sahagún, donde el arzobispo Bernardo le hizo entrega de la notificación papal que anulaba su matrimonio con Alfonso por consanguineidad, tras lo que partió hacia León.

Estallido de la revuelta[editar]


Retrato imaginario de Ramiro II de Aragón, de Manuel Aguirre y Monsalbe. Ca. 1851-1854. (Diputación Provincial de Zaragoza).
Mientras tanto, las tropas aragonesas procedentes de Galicia habían llegado a Sahagún, y los burgueses de la villa pidieron su ayuda contra el abad don Diego, consiguiendo poner en fuga al abad, que tuvo que refugiarse en la iglesia.
Poco después, al descontento de los burgueses se unió el de los labradores. De hecho, en una ocasión en que el abad don Diego se encontraba en Grajal, a escasos kilómetros de Sahagún, éste tuvo que salir huyendo para salvar la vida, permaneciendo oculto durante varios meses.
Una vez que la situación se hubo calmado, don Diego volvió a Sahagún y renunció a su cargo, que fue entregado a don Domingo, con el arzobispo Bernardo de testigo. Pero, entretanto, los burgueses habían recurrido nuevamente a Alfonso I que se presentó en Sahagún con sus tropas, ocupó la villa y nombró abad a su hermano Ramiro (el futuro Ramiro II el Monje), que accedió a las peticiones de los burgueses. Estamos a 11 de marzo de 1111.
Sin embargo, a finales de 1111, se producen nuevos enfrentamientos en la villa, esta vez entre burgueses y labradores. Tras los éxitos iniciales, los burgueses trataban ahora de apropiarse de los terrenos propiedad del monasterio, a lo que se oponían los campesinos, que temían por la seguridad de sus medios de subsistencia. Todo esto llevó a violentos enfrentamientos entre ambos grupos, mientras que los representantes impuestos por Alfonso I de Aragón permanecían al margen de estos sucesos.
Finalmente, el abad don Domingo pudo regresar al Monasterio en 1114. Y poco después, tras mantener una entrevista con los rebeldes, la reina Urraca consiguió restablecer la paz en la villa, concluyendo la primera revuelta burguesa.
No obstante, los burgueses tuvieron que esperar hasta que Alfonso VII de León promulgara los nuevos fueros en 1152 para tener, por fin, el reconocimiento legal a las conquistas por las que habían luchado.

La Segunda Revuelta de Sahagún[editar]

Primeros conatos[editar]

Esta Segunda Revuelta tiene lugar ya a mediados del siglo XIII, y en ella jugará un papel muy destacado Ruy Fernández de Sahagún, natural de la villa y que llegaría a ocupar el cargo de juez de la corte de Alfonso X el Sabio.
En su momento inicial, todo parece reducirse a un simple encontronazo entre Ruy Fernández y el abad Guillermo II de la Calzada acerca de los terrenos donde se está edificando el Hospital de Peregrinos en torno a 1231. Ante las repetidas quejas del abad a causa de las amenazas y agresiones de Ruy Fernández, Fernando III encomienda a su Alguacil Mayor Álvaro Rodríguez la detención de los cabecillas. Finalmente, la cuestión se resuelve mediante una sanción de 5000 maravedíes. La reina Beatriz de Suabia, esposa de Fernando, toma el hospital bajo su protección. No obstante, seguirán produciéndose altercados entre las partes durante los años siguientes.

El episodio de 1245[editar]

En 1245 los burgueses acusaron al abad de apacentar sus rebaños en tierras comunales y llevaron sus protestas ante el monarca.
Para defender su caso, el abad don García de Cea tuvo que viajar hasta Sevilla, donde se encontraba en aquellos momentos Fernando III. Finalmente, la corte falló de nuevo a favor del monasterio, decretando la confiscación de los bienes de los burgueses, la encarcelación de los culpables en la Torre del Oro y el pago de 10.000 maravedíes al monasterio en concepto de indemnización.

Los acontecimientos de 1252[editar]

A la muerte de Fernando III en 1252, le sucedió su hijo Alfonso X, y los amotinados fueron puestos en libertad en 1245.

Alfonso X y su corte.
Ruy Fernández, que había sido nombrado juez en la corte del monarca, volvió a quejarse al rey de las actuaciones del abad que, según él, nombraba cargos contra fuero y obligaba a los siervos del cercano convento de San Pedro de las Dueñas a trabajar para el monasterio de Sahagún.
Aunque los problemas con San Pedro fueron resueltos con rapidez, la cuestión de los nombramientos ilegales de cargos quedó pendiente de la decisión real. Durante ese tiempo, Ruy Fernández prosiguió hostigando a los cargos nombrados por el abad y al propio abad.
En 1255, y ante las repetidas quejas del monasterio, Alfonso X decidió dictar sentencia contra Ruy Fernández y sus seguidores, que fueron condenados a la horca. Por otro lado, y para evitar que situaciones similares pudieran repetirse en el futuro, Alfonso X promulgó el 25 de abril de ese mismo año los Novísimos fueros de Sahagún, que otorgarían un mayor peso a la villa en la toma de decisiones, zanjando los enfrentamientos entre burgueses y monasterio.

La denominada Primera Revuelta de Sahagún se desarrolló entre los años 1111 y 1116 y tuvo como telón de fondo la guerra que libraban la reina Urraca de León y Alfonso I el Batallador de Aragón. A comienzo del siglo XII la villa de Sahagún vive una época de expansión y crecimiento, gracias sobre todo a su situación en el Camino de Santiago y al Fuero de Sahagún concedido por el rey Alfonso VI, cuyo principal objetivo era atraer población a la villa mediante la concesión de garantías y exenciones fiscales, aunque reconociendo el poder ejecutivo y judicial del abad del Monasterio. La burguesía, favorecida por estas circunstancias, disfrutó de una gran prosperidad durante los últimos años del siglo XI; sus riquezas crecían, pero seguía siendo el Monasterio el que controlaba todos los aspectos políticos y legislativos de la villa, por lo que el descontento comenzó a cundir entre los habitantes de Sahagún. En el año 1109 se celebró el matrimonio entre Alfonso I de Aragón y Urraca de León. Urraca, hija de Alfonso VI, ya tenía un hijo de su anterior matrimonio con Raimundo de Borgoña, que se convertiría en el futuro emperador Alfonso VII…
Retrato de Alfonso I, por Francisco Pradilla, 1879
Retrato de Alfonso I, por Francisco Pradilla, 1879
Alfonso VII había sido enviado para su educación a Galicia, bajo la tutela de Pedro Froilaz, conde de Traba. El nuevo matrimonio de Urraca no era bien visto por la nobleza leonesa, que temía que el matrimonio con el monarca aragonés podría perjudicar sus intereses. Ante esta situación, un amplio sector de la nobleza, con Pedro Froilaz al frente, se sublevó contra los nuevos monarcas, proclamando rey de León a Alfonso VII. Los monarcas reaccionaron cargando contra Galicia en el verano de 1110, aunque los desacuerdos entre ellos provocaron el que cada uno volviera por separado de la campaña y Urraca se refugiase en Sahagún, donde el arzobispo Bernardo le hizo entrega de la notificación papal que anulaba su matrimonio con Alfonso por consanguineidad, tras lo que partió hacia León.
Mientras tanto, las tropas aragonesas procedentes de Galicia habían llegado a Sahagún, y los burgueses de la villa pidieron su ayuda contra el abad don Diego, consiguiendo poner en fuga al abad, que tuvo que refugiarse en la iglesia. Poco después, al descontento de los burgueses se unió el de los labradores. De hecho, en una ocasión en que el abad don Diego se encontraba en Grajal, a escasos kilómetros de Sahagún, éste tuvo que salir huyendo para salvar la vida, permaneciendo oculto durante varios meses. Una vez que la situación se hubo calmado, don Diego volvió a Sahagún y renunció a su cargo, que fue entregado a don Domingo, con el arzobispo Bernardo de testigo. Pero, entretanto, los burgueses habían recurrido nuevamente a Alfonso I que se presentó en Sahagún con sus tropas, ocupó la villa y nombró abad a su hermano Ramiro, el futuro Ramiro II el Monje, que accedió a las peticiones de los burgueses. Estamos a 11 de marzo de 1111. Sin embargo, a finales de 1111, se producen nuevos enfrentamientos en la villa, esta vez entre burgueses y labradores. Tras los éxitos iniciales, los burgueses trataban ahora de apropiarse de los terrenos propiedad del monasterio, a lo que se oponían los campesinos, que temían por la seguridad de sus medios de subsistencia.
Miniatura medieval que representa a la reina Urraca I de León
Miniatura medieval que representa a la reina Urraca I de León
Todo esto llevó a violentos enfrentamientos entre ambos grupos, mientras que los representantes impuestos por Alfonso I de Aragón permanecían al margen de estos sucesos. Finalmente, el abad don Domingo pudo regresar al Monasterio en 1114. Y poco después, tras mantener una entrevista con los rebeldes, la reina Urraca consiguió restablecer la paz en la villa, concluyendo la primera revuelta burguesa. No obstante, los burgueses tuvieron que esperar hasta que Alfonso VII de León promulgara los nuevos fueros en 1152 para tener, por fin, el reconocimiento legal a las conquistas por las que habían luchado…[1]
[1] El Fuero de Sahagún son una serie de leyes elaboradas entre los años 1084 a 1322. Se difunde de León a Zamora, Asturias, en distintas localidades de Galicia. En este lugar leonés de Sahagún había existido desde el siglo IV una capilla en honor de los mártires Facundo y Primitivo, convertida en monasterio durante el reinado de Alfonso III (866-911). Doscientos años después, ese monasterio de Sahagún se convierte en centro neurálgico de la vida religiosa y social del reino de León, cuando Alfonso VI (1072-1109) lo potencia para introducir la reforma cluniacense, fundando bajo su patrocinio una villa que acogía a nuevos pobladores de todas partes. La creación de la villa exigió un estatuto jurídico acorde con las nuevas necesidades. Hacia 1080, Alfonso VI concedió un fuero con exenciones y garantías a los pobladores, reconociendo al tiempo el señorío del monasterio. Tras la muerte de ese monarca, ya en el siglo XII, un abad manipuló y transformó el texto primitivo, dándole la fecha de 1085, lo que provocó la rebelión de los burgueses de Sahagún en un crispado movimiento antiseñorial que vino a coincidir con los conflictos matrimoniales de doña Urraca y Alfonso el Batallador. El concejo, en fin, triunfa sobre el abad. Los burgueses reelaboran el fuero originario en una nueva versión, que es confirmada por Alfonso VII a mediados del mismo siglo XII. Desde entonces, como símbolo de ese derecho burgués privilegiado, el nuevo texto se concede a diversas villas de Asturias, y a Santander en 1187. Según ha señalado Ana María Barrero, el fuero de Sahagún ya no será en lo sucesivo un fuero señorial, sino un fuero burgués que las ciudades reclamarán para su mejor gobierno. Cabe destacar la ley de 1092, por lo que Alfonso VI concedió a la villa de el Avilés fuero de Sahagún, confirmado en 1155 por Alfonso VII. Gracias a este fuero la villa se convierte en señorío de realengo y a sus habitantes se les otorga diferentes privilegios como el de no pagar ningún tipo de impuesto de tránsito «desde la mar hasta León».










año 1108

La batalla de Uclés del año 1108 fue librada en la localidad española de Uclés (Cuenca), el 29 de mayo de 1108, entre las tropas cristianas de Alfonso VI de León y las almorávides de Alí ibn Yusuf, y se saldó con la derrota de las primeras.


Batalla de Uclés
Reconquista
Península Ibèrica 1100.png
Península Ibérica hacia el año 1100
Fecha29 de mayo de 1108
LugarUclésCuenca (España)
Coordenadas39°59′00″N 2°51′00″OCoordenadas39°59′00″N 2°51′00″O (mapa)
ResultadoVictoria almorávide
Beligerantes
Reino de LeónImperio Almorávide
Comandantes
Sancho Alfónsez 
García Ordóñez  
Álvar Fáñez
Martín Flaínez 
Fernando Díaz 
Alí ibn Yúsuf
Tamim ibn-Yusuf
Abu Abd Allah Muhammad Aysa
Abdallah ibn Fatima
Muhammad ibn Abi Ranq
Fuerzas en combate
Más de 3.0001Alrededor de 2.300
Bajas
NumerosasPocas

El caudillo almorávide Yusuf ibn Tasufin, que ya había derrotado a Alfonso VI en Zalaca (o Sagrajas) en 1086, hubo de regresar a África a causa de la muerte de su hijo, por lo que no pudo aprovechar adecuadamente la victoria conseguida. Otras cuatro veces cruzó el Estrecho. En la segunda venida (1088), se produjo el cerco de Aledo que se tradujo en un rotundo fracaso, pero cambió el ánimo de Yusúf. En la tercera (1090), tuvo lugar la destitución de los reyes de taifas de GranadaCórdobaSevillaMálaga y Badajoz. En la cuarta venida se libró la batalla de Consuegra en (1097) en la que Alfonso VI volvió a ser derrotado y murió el hijo del Cid. En esta época los almorávides conquistan Valencia (1102) y consiguen una importante vía de penetración hacia el interior peninsular. En la quinta venida de Yusuf (1103), se produjo la batalla de Salatrices (1106) en la que Alfonso VI fue herido en una pierna.

La marcha hacia Uclés[editar]

En septiembre de 1106 murió Yusuf y le sucedió su hijo Alí ibn Yusuf, quien decidió reemprender la tarea bélica iniciada por su padre. Tras diversos ataques contra los condados catalanes, decidió atacar el reino de Castilla por su flanco este, eligiendo a Uclés como primer objetivo.
Uclés era un punto estratégico celtíbero, posteriormente romanizado, del que se conserva alguna inscripción latina (como el ara romana dedicada al dios Airón que se conserva en el museo Segóbriga) y que era llamado Pagus Oculensis, de ahí Uclés, en árabe Uklis. Al desaparecer Segóbriga, pasó la capitalidad de la kura (región) a Cuenca (que estaba teniendo un importante auge) y Uclés se convierte en una de sus principales ciudades. Aquí, en 775 se sublevó al-Fath b. Musa B. Du-l-Nun contra Abd al-Rahman I y levantó diversos edificios, como termas y mezquita. Posteriormente los príncipes de Uclés se proclamarían reyes de Toledo.
Tras la conquista de Toledo en (1085), al-Qádir se fue a Cuenca (1085) y después a Valencia (1086), donde se proclamó rey de Cuenca con la ayuda de Álvar Fáñez. Uclés y los dominios de la kura de Santavariya quedaron bajo la protección de Alfonso VI, quien estableció en Uclés una guarnición propia, en representación teórica de al-Qádir, pero controlada por Álvar Fáñez.
El jefe almorávide Alí ibn Yusuf designó a su hermano Tamim ibn-Yusuf, gobernador de Granada, como mando supremo del ejército. Partió de Granada en la primera decena de mayo de 1108 -última del Ramadán- dirigiéndose a Jaén, donde se incorporaron las tropas de Córdoba mandadas por Muhammad ibn Abi Ranq. Siguieron por Baeza donde, entre la Roda y Chinchilla, se unieron el conquistador de Murcia y AledoAbu Abd Allah Muhammad Aysa, y el de ValenciaAbdallah ibn Fatima con el fin de que ninguna de las milicias se vieran aisladas en algún momento cuando se internaran en territorio enemigo.
El gran ejército avanzó, mal ordenado e indisciplinado, según era su costumbre y desprovistos de máquinas de guerra, abiertamente a través de la Meseta, saqueando y quemando los pequeños asentamientos cristianos que encontraban a su paso. Tras veinte o veinticinco días de marcha llegan a Uclés el miércoles 27 de mayo.
La última jornada fue galopante para sorprender, por la mañana, a sus moradores. Cruzaron el río Bedija y tomaron la ciudad extendida por la falda este del escarpado cerro, orientado de norte a sur, en que estaba enclavada la antigua alcazaba árabe, muy distinta al complejo defensivo que posteriormente construyeron en Uclés los caballeros de la orden de Santiago.
Los habitantes se quedaron estupefactos ante aquel inesperado ataque, poco pudieron hacer para evitar la destrucción de las partes bajas de las defensas y evitar el asalto. Los atacantes hicieron prisioneros a los que no dio tiempo de refugiarse en la alcazaba, que no llegó a ser tomada. En el poblado hicieron estragos, asesinando, arrancando árboles, derribando casas, destruyendo la iglesia, sus cruces y estatuas, arrancaron las campanas sustituyéndolas por almuédanos. Saquearon y se hicieron mutuos regalos de prisioneros. Los mudéjares del lugar recibieron a los asaltantes como libertadores, descubriéndoles brechas y partes cerradas. El sol se ocultaba y los muslimes regresaron a su campamento disponiendo centinelas que vigilasen sus extremos para evitar algún ataque por sorpresa. Durante el día siguiente, jueves 28, centraron sus esfuerzos en atacar la alcazaba ocasionando daños, pero sin lograr asaltarla.

La reacción cristiana[editar]

Cuando un espía cristiano informa a Toledo de que un ejército almorávide se ha movilizado y parece dirigirse hacia Toledo, el infante Sancho Alfónsez y los nobles que le acompañan envían emisarios a CalatañazorAlcalá y otros lugares para reclutar tropas y concentrarlas junto a Toledo.
Una vez reclutadas las tropas, por la dirección del ejército almorávide, los cristianos entienden que éste se dirige hacia Uclés y no hacia Toledo, así que las tropas cristianas se encaminaron hacia Uclés donde llegaron dos días después que las musulmanas, una vez que la población ya había sido tomada, aunque la alcazaba todavía resistía el asedio
La batalla de Uclés (1108) contra los almorávides.
Alfonso VI no pudo acudir a la batalla, pues se hallaba en Sahagún, recién casado y convaleciente de la herida recibida en Salatrices. Al mando de las tropas cristianas iba el infante Sancho Alfónsez, acompañado por Álvar Fáñez y siete condes que residían con él en Toledo.
Sancho era el único hijo varón de Alfonso VI, fruto de las relaciones amorosas con la princesa Zaida. Desde el mismo momento de su nacimiento fue reconocido como heredero, designado a reinar en los dominios cristianos a pesar de haber nacido fuera del matrimonio y de que su madre fuera mora. Su padre así lo quiso haciéndole figurar en los diplomas reales a partir de 1103 ostentando las denominaciones de "puer, regis filius, infans, regnum electus patrifactum y Toletani imperatoris filius". En el "quirógrafo de la moneda", que es el último diploma donde suscribe el infante, aporta el dato de que su padre le había encomendado el gobierno de Toledo. Los cronistas dicen refiriéndose a su edad que era adhuc párvulo, que podía montar a caballo pero era incapaz de defenderse, por lo que estaría en torno a los trece años. Al cuidado de este príncipe de doble sangre está su ayo el conde de NájeraGarcía Ordóñez, a quien llaman Boquituerto y también Crespo, a quien el rey le hizo el encargo especial de ser el responsable directo de su seguridad.
Entre León y Castilla había veintisiete nobles y diecisiete obispos. Por tanto, los ocho aristócratas reunidos en Uclés suponían un quinto de los recursos militares del reino, con unos efectivos de aproximadamente 3.000 o 3.500 combatientes, entre caballeros, escuderos, mozos de caballos, encargados de las distintas remesas de provisiones y efectos y de los colonos del lugar reclutados.
Tamim piensa en retirarse sin presentar batalla, pero en la noche del jueves 28 al 29 de mayo, un joven musulmán desertor del ejército cristiano informa a los muslimes, dando todo tipo de pormenores del mismo. Tamim celebró consejo de guerra con los gobernadores de Murcia y ValenciaAbu Abd Allah Muhammad Aysa e Abdallah ibn Fatima, y acordaron dar la batalla, pero antes aseguraron bien el campamento reforzando su guardia y sus defensas contra la guarnición de la plaza, por si ésta hacía una salida durante el encuentro.

La batalla[editar]

No hay unanimidad entre los diversos cronistas sobre el desarrollo de la batalla, por lo que es difícil su reconstrucción.
Al rayar el alba, a punto de dar las 6 del viernes 29 de mayo, salieron los musulmanes al paso de los castellanos situándose a poca distancia de Uclés, al suroeste. Avanzaban los cordobeses en vanguardia, las alas las formaban las tropas de Murcia y Valencia, y el centro o saqa iba mandado por Tamim con los soldados granadinos.
Además, contaban con saeteros que combatían en ordenadas filas paralelas. La táctica de masas compactas y disciplinadas que actúan en concordancia era nueva para los cristianos, acostumbrados a los encuentros singulares. Los dos ejércitos estaban a la vista el uno del otro, frente a frente.
Las crónicas nos hablan de cuáles fueron los principales capitanes del ejército castellano-leonés: el infante Sancho, Álvar Fáñez, el conde de Cabra, García Ordóñez, que era ayo del infante, los alcaides de Toledo, Calatañazor y Alcalá de Henares, etc. La distribución del ejército castellano-leonés parece que fue la siguiente: en el centro estaba Álvar Fáñez, en uno de los flancos (que fue el que cedió) se hallaba el infante Sancho acompañado del conde García Ordóñez y algunos condes más, y en el otro flanco el resto de los condes.
Las tropas cristianas atacaron, con su caballería pesada, a las cordobesas, que iban en vanguardia, y provocaron en ellos un gran número de bajas. Los soldados cordobeses retrocedieron en orden buscando el apoyo de la retaguardia de Tamim. Mientras tanto, las alas almorávides, formadas por los gobernadores de Murcia y Valencia, con su caballería ligera realizaron un movimiento envolvente sobre las tropas castellanas que, de pronto, se encontraron con su campamento tomado y atacadas por los cuatro costados, tal como ocurrió también en Zalaca. Era la táctica del tornafuye que tan bien conocía el Cid Campeador.
El desorden reinaba en las filas cristianas sin tiempo para defenderse por todos los frentes, incapaces de improvisar un plan de emergencia provocando la huida de una tropa auxiliar de judíos. La situación se volvió dramática y los esfuerzos se centraron en salvar al hijo del rey. Dice Rodrigo Jiménez de Rada, al que copia y traduce la Primera Crónica General:
Como un enemigo hiriese gravemente el caballo que montaba el infante Sancho, dijo este al Conde: 'Padre, padre, el caballo que monto ha sido herido'. A lo que el conde respondió: 'Aguarda, que también a ti te herirán luego'. Y al punto cayó el caballo, y al caer con él el hijo del rey, descabalgó el conde y colocó entre su cuerpo y el escudo al infante, mientras la muerte se cebaba por todas partes. El conde, como era muy buen caballero, defendió al infante por una parte cubriéndolo con el escudo y por la otra con la espada, matando a cuantos moros podía; pero al fin le cortaron el pie y al no poder tenerse, se dejó caer sobre el niño porque muriese él antes que el niño.
Rodrigo Jiménez de Rada, Historia de los hechos de España2
Es esta una versión, demasiado dramática, que como mucho describe tan solo el primer acto de la batalla.
Lo que no deja claro la crónica cristiana De rebus Hispaniae es si Sancho muere en este primer acto de la batalla o en otro momento. De haber estado entre los muertos en el recuento que se mandó hacer, la carta de Tamim no hubiera olvidado relatar este hecho, dada la importancia del personaje.
Posteriormente, las tropas de Alfonso VI hubieron de emplearse a fondo para lograr sacar al infante de la batalla, por lo que se retrasó la huida y aumentó el número de los que tuvieron que morir para proteger la retirada del infante.
Los musulmanes persiguieron a los que escapaban de la batalla y los alcanzaron a causa del lento cabalgar del infante Sancho, que debía estar herido o magullado por la caída del caballo. Otro factor que influyó en que los cristianos fueran alcanzados consistió en que éstos utilizaron caballería pesada (muy fuerte en la acometida inicial, pero torpe en las maniobras y en la huida), mientras que los almorávides emplearon caballería ligera típica bereber, un tipo de caballería que era bien conocida y apreciada desde los tiempos de Aníbal.
Al llegar al lugar denominado Sicuendes, se produjo una escaramuza, pues los siete condes y los que les seguían, al ser alcanzados, se enfrentaron de nuevo a los almorávides para proteger la huida del infante y de algunos caballeros señalados hacia el castillo de Belinchón. Mientras tanto, el grueso del ejército, al mando de Álvar Fáñez, encontró el camino de salvación dirigiéndose hacia Toledo.
El infante Sancho Alfónsez, bien porque era muy joven (según la hipótesis de Levi-Provençal debía tener 14 años y 8 meses) y estaba cansado o porque estaba malherido a causa de la caída del caballo o de los lances guerreros, no pudo seguir el camino de los que lograron escapar hacia Toledo y buscó refugio en el castillo de Belinchón, situado a 22,5 km de Uclés. Pero los musulmanes de Belinchón, al conocer que el ejército almorávide estaba cerca y que nada tenían que temer de los cristianos, se sublevaron contra la escasa guarnición cristiana y mataron al infante Sancho y a los que le acompañaban.
Cuando los que lograron huir, llegaron a Toledo y se presentaron ante Alfonso VI, no supieron responder a la pregunta del rey: ¿dónde está mi hijo?, pues desconocían que hubiera muerto en Belinchón.
El caso es que el cuerpo del infante Sancho se recuperó después y se enterró en el monasterio de Sahagún (León) junto a su madre.
La pérdida de la estratégica fortaleza de Uclés, la derrota de su ejército, tantos nobles desaparecidos y sobre todo la pérdida de su hijo le supuso al rey y su corte un duro golpe del que personalmente no se repondría. Al año siguiente fallecía.
El Bedija se tiñó de rojo y el campo quedó sembrado de cadáveres. Según Marino Poves, Bedija significa el río de la guerra santa (wadi yihad). Los almorávides no hicieron prisioneros. Los que no pudieron huir y quedaron heridos fueron rematados. Les cortaron la cabeza, sumando cerca de tres mil, y con ellas hicieron un macabro montículo desde el que los almuédanos llamaron a la oración pregonando la unidad de Alá, engrandeciéndolo por la victoria habida.
Los de Uclés, sintiéndose a salvo, se mantuvieron en la fortaleza sin apoyar a sus correligionarios en el combate. Tamim ibn-Yusuf, en vez de continuar el sitio del castillo, regresó apresuradamente a Granada y dejó que los gobernadores de Murcia y Valencia acabasen de rendir la ciudadela. Al no disponer de máquinas de asedio y ante las dificultades que ofrecía aquel empinado risco con sus formidables murallas, fingieron retirarse, pusieron celadas y, cuando los sitiados evacuaron la fortaleza y quisieron ponerse a salvo, los sorprendieron matando a unos y cautivando a otros.
A la rebelión de Belinchón y la toma de Uclés siguieron la pérdida de OcañaAmasatrigoHuete y Cuenca, lo que facilitó al emir Alí, dos años después, emprender una campaña que finalizaría con la absorción de Zaragoza por el imperio almorávide.

Consecuencias[editar]

Las principales consecuencias de la batalla de Uclés son las siguientes: El rey Alfonso VI se quedó sin un hijo varón heredero de sus reinos, lo cual dio lugar a que lo heredara su hija, Urraca I de León. Las desavenencias matrimoniales de Urraca con su marido, el rey de Aragón Alfonso I el Batallador, dieron lugar a luchas intestinas y retrasaron la reconquista. Además, se produjo la independencia de Portugal, al reclamar pretender Teresa convertir en reino el condado portugués que heredó de su padre.
Los musulmanes llamaron al lugar donde se libró la batalla Siete Puercos. Más tarde, el comendador de Uclés, Pedro Franco, mudó el nombre por Siete Condes, vocablo que ha derivado en Sicuendes. Con este nombre se levantó un pequeño poblado, hoy desaparecido, entre Tribaldos y Villarrubio, a unos 6 km al suroeste del castillo.

Los siete condes[editar]

Los investigadores del siglo XX se han preguntado por la identidad de los siete condes que acompañaron al infante Sancho Alfónsez y que murieron en Sicuendes por protegerlo. Reilly, revisando la colección diplomática de Alfonso VI, detecta aquellos personajes que confirman los documentos reales con anterioridad a 1108 y que dejan de hacerlo después de la batalla de Uclés. Entre ellos encuentra a los siguientes nobles que debieron perecer en Uclés: Martín Flaínez, Gómez Martínez, hijo del conde Martín Alfonso, Fernando Díaz, Diego Sánchez y su hermano Lope Sánchez, que era sobrinos de Lope Jiménez. A ellos se ha de añadir el conde de Nájera, García Ordóñez, ayo del infante.

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