miércoles, 9 de agosto de 2017

CUADROS POR AUTOR


Tentación de Santo Tomás de Aquino fue pintado por Velázquez en 1632 y se conserva en el Museo Diocesano de Orihuela (España).

Historia del cuadro[editar]

Este cuadro fue inicialmente atribuido al pintor murciano Nicolás de Villacis y también a Alonso Cano para, en los años 1920 pasar a ser reconocido como obra de Velázquez.

Descripción del cuadro[editar]

El cuadro representa a Santo Tomás de Aquino, cuando todavía es novicio, tras superar la tentación de una ramera que se vislumbra en la puerta abierta del fondo y a la que ha hecho huir con un leño encendido que descansa a sus pies. El santo es sostenido por un ángel mientras otro se prepara para ceñirle una cinta blanca que simboliza la castidad.










El tiempo vencido por el amor, la belleza y la esperanza(también Alegoría del Tiempo y la Belleza) es un cuadro del pintor Simon Vouet, realizado en 1627, que se encuentra en el Museo del Prado. El museo lo adquirió en Londres en 1954.1

El tema[editar]

El titán Crono es personificado como el inexorable Tiempo que todo lo devora, sólo en ocasiones detenido o vencido por el Amor, la Belleza y la Esperanza. La alegoría es mostrada de una forma algo cómica y jovial.2

Descripción de la obra[editar]

El Tiempo, con la guadaña de la muerte y reloj de arena, es derribado por la Belleza y la Esperanza, a las que ayudan algunos amorcillos que atacan al anciano en el suelo, de manera graciosa, mordiendo y desplumando sus alas. Una corona de flores identifica a la Esperanza, mientras que la Belleza, para la que supuestamente Vouet utilizó como modelo a su esposa, Virginia da Vezzo, le arranca algunos cabellos.









El tocador de zanfonía o El tocador de organillo (en francésLe joueur de vielle), es una de las pinturas más conocidas del pintor francés Georges de La Tour. Está realizada al óleo sobre lienzo. Es una obra de juventud, calculándose su realización en la primera mitad de la década de los años 1630. Mide 162 cm de alto y 105 cm de ancho. Se exhibe actualmente en el Museo de Bellas Artes de Nantes (Francia).
Esta obra también es conocida con el nombre de El tocador de la mosca, ya que aparece una cerca del lazo rosa del instrumento.1
Es un cuadro de género en el que se retrata a un viejo músico con brutal realismo.2​ Presenta sin piedad su decadencia física. El fondo es neutro. Los tonos son apagados, con la excepción del rojo intenso del sombrero en la parte inferior. La escena está iluminada con luz natural.1
Stendhal se refirió a este cuadro en sus Mémoires d'un touriste, señalando que se atribuye a Murillo.









Las tres Gracias es un cuadro del pintor Louis-Michel van Loo, realizado en 1763, que se encuentra en el Museo de Arte del Condado de Los ÁngelesEstados Unidos.
El pintor, especializado en retratos, se decanta en esta ocasión por un tema mitológico, uno de los más representados en el arte, como es el de las Cárites o Gracias, con famosas representaciones de Rubens, (cuatro versiones), Lucas Cranach el Viejo o Rafael Sanzio, pintadas en solitario o como cortejo de otros dioses (BotticelliLa primavera o DalíPlaya encantada con tres Gracias fluidas).1

Tema[editar]

Las Gracias originalmente eran divinidades de la vegetación y posteriormente lo fueron de la belleza. Habitantes del Olimpo e hijas de Zeus y HeraEufrósine (la Serena), Talía, la Floreciente y Aglaya, la Brillante,2​representaban lo amable de la vida y lo que alegra a dioses y humanos. Como influencia fundamental de los artistas, (Hesiodo inicia su obra Teogonía bajo la influencia de las Cárites) estos se valieron de ellas como fuente de inspiración. Aunque representadas ya en tiempos de los artistas del Imperio Romano (por ejemplo en los frescos de PompeyaMuseo Arqueológico de Nápoles, siglo I a. C.), es a partir del arte cristiano, cuando se equipara a las semidiosas griegas con la Castidad, la Belleza y el Amor.3

Descripción[editar]

Una vez más, las tres Gracias son representadas prácticamente desnudas, como ocurre desde el siglo IV a. C.tomadas de la mano en un semicírculo y protegidas con una gran tela a modo de cubierta colgada del árbol que las cobija. Dos miran en una dirección, mientras la otra dirige la suya en dirección opuesta a las primeras.4
Son la encarnación del canon de belleza aceptado en la época, además de una excelente excusa para mostrar unos desnudos femeninos en una sociedad poco tolerante al respecto.

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