miércoles, 9 de agosto de 2017

CUADROS POR ESTILO

CUADROS DEL BARROCO

San Andrés es un cuadro de Francisco de Zurbarán expuesto en el Museo de Bellas Artes de BudapestHungría. Está pintado al óleo sobre lienzo y mide 146 cm de alto por 60 cm de ancho.












San Francisco de Asís en éxtasis es una obra pictórica del artista español Francisco de Zurbarán pintada hacia 1638 durante el Siglo de Oro Español en el que se representa a san Francisco de Asís durante el estado de arrobamiento místico. Actualmente se encuentra en el Museo Soumaya de la ciudad de México.
Existe otra versión de este cuadro también del pincel de Zurbarán y de la misma época, que comparte muchas características con este, datado entre 1635 y 1690 y que se encuentra en la Galería Nacional de Londres.1​ Asimismo, forma parte de una serie de "Franciscos" pintados por Zurbarán entre 1628 a 1640.

Historia[editar]

Este cuadro data de alrededor de 1638, época por la cual Zurbarán residió en Sevilla mientras pintaba la serie de cuadros dedicados a la virgen de Guadalupe de Cáceres. En 1639 muere su segunda esposa Beatriz de Morales, a lo cual se atribuye una mayor oscuridad en su obra patente a partir de 1640.2
De esta época datan también la mayor parte de los Franciscos pintados por Zurbarán: hincados, de pie y en éxtasis, repartidos por el mundo que comparten características similares. Parece factible que el cuadro haya sido pintado por encargo de una comunidad de frailes menores descalzos.3​ El más similiar a él, el de la National Gallery de Londres, fue parte de la colección de Luis Felipe I de Francia, que fue vendida en subasta en 1853,4​ lo que también parece ser el caso de la versión que actualmente se encuentra en el Soumaya.5

Descripción[editar]

El cuadro muestra al fundador de la orden franciscana bajo la línea iconográfica postridendinta, esto es, en actitud ascética y en cotemplación mística.5​ El cuadro repite elementos usados por Zurbarán en otros Franciscos: el santo en oración, la mirada dirigida al cielo, la cara cubierta y casi velada totalmente con la sombra del capuchón y gran porción del cuerpo en sombras.2
El santo sostiene una cráneo, símbolo tradicional del ascetismo, en las manos entrelazadas y cercano a su pecho. Su hábito se encuentra rasgado en uno de los codos y en la manga para mostrar la pobreza de san Francisco. Como fondo se puede ver una construcción y un paisaje en donde destaca la Giralda o torre de las campanas de la catedral de Sevilla.5

Estilo[editar]

San Francisco en meditación. Versión resguardada en la National Gallery de Londres.
El cuadro es un ejemplo del tenebrismo de Zurbarán heredado de Caravaggio, por lo que hace uso del claroscuro para dar énfasis a la austeridad y misticismo de san Francisco. Dicho tenebrismo es característico de la escuela sevillana de pintura desarrollada durante la época del Barroco.

























San Hugo en el refectorio de los Cartujos (SevillaMuseo de Bellas Artes ), es un cuadro de Francisco de Zurbarán, realizado en el 1635.
En esta composición Zurbarán nos sitúa frente a una vasta naturaleza muerta. Las verticales de los cuerpos de los cartujos, de san Hugo y del paje están cortados por una mesa en forma de L, cubierta con un mantel que casi llega hasta al suelo. El paje está en el centro. El cuerpo encorvado del obispo, situado delante de la mesa, a la derecha, y el ángulo de la mesa, evitan el sentimiento de rigidez que podría derivarse de la austeridad de la composición.
Delante de cada cartujo están dispuestos los platos de barro que contienen comida y unos trozos de pan. Dos jarras de loza talaverana, un cuenco boca abajo y unos cuchillos abandonados, ayudan a romper una disposición que podría resultar monótona si no estuviera suavizada por el hecho de que los objetos presentan diversas distancias en relación al borde de la mesa.
Detalle del "jarro frailero" con el escudo obispal.
La iconografía del cuadro no es muy habitual. Cuenta la historia de los siete primeros cartujos, entre los que se encuentra san Bruno, (el fundador), cuando fueron alimentados por san Hugo, por aquel entonces obispo de Grenoble.
Un día, este último visitó a los monjes y, para comer, les pidió carne. Los monjes vacilaban entre contravenir sus reglas o aceptar esa comida y mientras debatían sobre esta cuestión, los monjes cayeron en un sueño extático. Cuarenta y cinco días más tarde, san Hugo les hizo saber, por medio de un mensajero, que iba a ir a visitarles. Cuando éste regresó le dijo que los cartujos estaban sentados a la mesa comiendo carne, estando en plena Cuaresma. San Hugo llegó al monasterio y pudo comprobar, por sí mismo, la infracción cometida. Los monjes se despertaron del sueño en que habían caído y san Hugo le preguntó a san Bruno si era consciente de la fecha en la que estaban y la liturgia correspondiente. San Bruno, ignorante de los cuarenta y cinco días transcurridos le habló de la discusión mantenida acerca del asunto durante su visita. San Hugo, incrédulo, miró los platos y vio cómo la carne se convertía en ceniza. Los monjes, inmersos en la discusión que mantenían cuarenta y cinco días antes, decidieron que, en la regla que prohibía el comer carne, no cabían excepciones.

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