Antiguas prisiones de España
Campo de concentración de Albatera
El campo de concentración de Albatera (ubicado actualmente en el término municipal de San Isidro al sur de la provincia de Alicante) fue uno de las más duros que hubo en España tras el final de la Guerra Civil Española. Se instaló en lo que fue un antiguo campo de trabajo de la República nada más terminar la Guerra Civil Española, y permaneció abierto hasta octubre de 1939.
El 24 de octubre de 1937 se inauguró el campo de Albatera. Aquel domingo se desplazaron a la localidad, el gobernador civil y el presidente de la Audiencia Provincial; el inspector de Prisiones, Simón García Martín del Val; el director del reformatorio de adultos de Alicante, señor Crespo; y varias personalidades más, quienes con las autoridades de Albatera y Crevillente, dieron la bienvenida al ministro de Justicia, Manuel Irujo, y al director general de Prisiones, Vicente Sol. Posteriormente, los técnicos -especialmente con un ingeniero agrónomo- explicaron a los asistentes «lo que era en la actualidad y lo que había de ser en un futuro próximo aquel campo de trabajo: 40.000 hectáreas de saladares se convertirían en terrenos laborables. Magno proyecto que ya en el siglo XVII, inició el Cardenal Belluga».
Tras el final de la Guerra Civil en el puerto de Alicante, y después de haber pasado por el denominado "Campo de los almendros" en la ciudad de Alicante, comenzaron a llegar al campo de concentración de Albatera miles de prisioneros, que habían acudido a Alicante con la esperanza de embarcar y huir de la represión franquista. Llegaban en convoyes ferroviarios y en camiones tras un largo y penoso viaje. La cifra de prisioneros se sitúa entre veinte y treinta mil.
El campo de concentración quedó establecido el 11 de abril de 1939 según una nota del Estado Mayor de Franco. Las condiciones de vida en el campo eran durísimas; la única comida que recibían los presos eran chuscos de pan y sardinas. También era notable la sed que padecieron los presos por la falta de agua y el enorme calor que hacía en el lugar. En cuanto a las medidas represoras también fueron de enorme dureza. Se produjeron torturas, todo tipo de humillaciones y vejaciones, y fusilamientos. Se numeraba a los presos, de tal forma que si uno de ellos se fugaba, se fusilaba a los que tenían los números anterior y posterior.
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