lunes, 17 de febrero de 2014

HISTORIA DE ESPAÑA - ESTUDIOS Y ACONTECIMIENTOS




FUENTES DE LA HISTORIA DE ESPAÑA .-


ESQUEMAS SOBRE :

La Reforma Agraria Liberal





Las guerras carlistas


LAS GUERRAS CARLISTAS son guerras civiles que se producen en el tránsito entre el Antiguo Régimen y el Liberalismo en España, situándose la más virulenta de ellas justo en el momento en que se produce esta transición, es decir, en el periodo de las regencias debido a la minoría de edad de Isabel II (1833-43).


Podemos asimismo definir el CARLISMO como un movimiento antiliberal y contrarrevolucionario que se desarrolla en España desde comienzos del siglo XIX como reacción a la implantación del sistema liberal. Sus orígenes hay que buscarlos en los diputados “serviles” de las Cortes de Cádiz, en los realistas del Trienio Liberal, en los Voluntarios Realistas de la última etapa del reinado de Fernando VII; el desencadenante de su organización sería el conflicto sucesorio que analizamos a continuación.

CAUSAS. Se superponen dos conflictos:

  • CONFLICTO DINÁSTICO O SUCESORIO. Dos aspirantes al trono, Isabel (niña de tres años hija de Fernando VII, representada por si madre, la reina María Cristina) y Carlos María Isidro (hermano de Fernando VII). Los acontecimientos que sustentan este conflicto nos llevan al reinado de Felipe V (1713) cuando es promulgada la Ley Sálica que impedía reinar a las mujeres (sólo podrían reinar cuando no hubiera herederos varones en las línea principal, hijos, o lateral, hermanos y sobrinos). No obstante, en 1830 Fernando VII promulgó la Pragmática Sanción redactada por su padre Carlos IV en 1789, que establecía que las mujeres tendrían preferencia en la sucesión sobre los varones de parentesco más lejano. El conflicto quedaba así planteado: María Cristina se apoyaba en la Pragmática Sanción; Carlos, en la Ley Sálica.
  • CONFLICTO POLÍTICO O IDEOLÓGICO. Los apoyos políticos e ideológicos de Carlos se encontraban entre grupos contrarios o agraviados por el liberalismo naciente: partidarios del absolutismo monárquico, del fundamentalismo religioso y del foralismo territorial, además de los campesinos que asisten asustados a la transformación del medio rural ante el embate de las ciudades (su lema es Dios, Patria, Rey y Fueros). Es en este entramado de intereses donde se halla la verdadera génesis de las sucesivas guerras civiles carlistas.
APOYOS SOCIALES. Variados, tanto social como territorialmente:

  • LOS CARLISTAS tenían su base social en el campesinado del norte y este de España (País Vasco, Navarra, Aragón, Cataluña, norte de Valencia y noreste de Castilla), clero rural y regular, baja nobleza, algunos artesanos y pocos oficiales del ejército. Sus motivaciones también era variadas: proletarización en ciernes del campesinado, desaparición de los privilegios nobiliarios, reacción ante la desamortización y la supresión de las órdenes religiosas... Su concentración en territorios que históricamente habían disfrutado de privilegios (fueros) es también explicativa.
  • LOS CRISTINOS O LIBERALES (ya que estos, los liberales apoyarán a la Regente debido a las posiciones ideológicas de sus oponentes) tendrán su base social en las ciudades y en los sectores más o menos partidarios o beneficiados por en naciente liberalismo: burguesía, trabajadores urbanos, alta jerarquía eclesiástica, alta nobleza y mayor parte del ejército.
APOYOS INTERNACIONALES

  • A los carlistas, las potencias absolutistas: Austria, Prusia, Rusia, Nápoles y los Estados Pontificios.
  • A los liberales, Francia, Inglaterra y Portugal.
NUMERO. A lo largo del siglo XIX tienen lugar tres guerras carlistas, aunque sólo tiene especial relevancia la primera:
  • PRIMERA GUERRA CARLISTA (1833-1840).
  • SEGUNDA GUERRA CARLISTA (1846-49) que tuvo lugar en Cataluña debido al fracaso de la proyectada boda entre la reina Isabel y el pretendiente carlista (Carlos IV).
  • TERCERA GUERRA CARLISTA (1872-1876) para hacer frente a la llegada de un rey extranjero (Amadeo de Saboya) y después a la I República. Se desarrolló en Cataluña, Navarra y País Vasco.
EVOLUCIÓN DE LA 1ª GUERRA CARLISTA. Podemos distinguir tres fases:

  • 1833-35, de predominio o iniciativa carlista. Las partidas carlistas, móviles y no estructuradas en principio como un ejército regular, logran dominar el medio rural vasco y navarro, llegando a conformar un auténtico ejército gracias a la labor de Zumalacárregui. Sin embargo, no consiguieron dominar las ciudades, muriendo el citado militar en el sitio de Bilbao.
  • Entre 1835 y 1837 se da un equilibrio de fuerzas debido a la reacción liberal: victorias liberales en algunas batallas, guerrillas del general Cabrera en el Maestrazgo y expediciones militares carlistas que recorren casi toda la península sin afianzar dominio alguno. El nuevo fracaso carlista ante Bilbao (victoria de Espartero en Luchana) marca el definitivo cambio de tendencia en la guerra.
  • La iniciativa liberal y la división carlista (trasaccionistas o partidarios de un acuerdo que pusiese fin a la guerra e intransigentes o partidarios de la continuación del conflicto) llevó a la firma del Convenio de Vergara (agosto de 1839), por el que el Estado se comprometía a admitir a militares carlistas en el ejército y a estudiar el mantenimiento de los fueros. Sólo Cabrera resistió un poco más (hasta julio de 1840) en el Maestrazgo.
CONSECUENCIAS. Parece evidente que la derrota de los carlistas debía suponer la implantación definitiva del sistema liberal en el conjunto de los territorios hispanos. No obstante, durante un cierto tiempo, el Estado respetó, disminuidos, los fueros vasconavarros hasta su definitiva anulación en 1876 (debemos recordar que los fueros suponen una excepcionalidad jurídico-política en un Estado que se pretende de Derecho). El carlismo derivó en varias corrientes políticas que nacen de sus diferentes orígenes:
  • Una suerte de TRADICIONALISMO a la española, espejo de las mismas corrientes que por estas mismas fechas se producen en toda Europa como forma de lucha frente a la sociedad liberal-democrática.
  • El NACIONALISMO O REGIONALISMO español, aún presente hoy en día, se nutre de la lucha del FORALISMO frente al UNIFORMISMO liberal.

 Economía y sociedad en la España del siglo XIX


El siglo XVIII aparece en España como un período de progreso económico: la población creció y se produjo un alza en los indicadores económicos (aumento de la producción agrícola y del comercio).Pero estas promesas se vieron truncadas por los desastres de las guerras napoleónicas, hundiéndose España en la inestabilidad política, la guerra civil crónica y la regresión económica.
Es, pues, necesario, realizar un intento de explicación. Podemos entrever tres causas generales:

  • Las estructuras sociales, políticas y culturales seculares. La feudalización gradual de la sociedad castellana a fines de la Edad Media, el triunfo de la aristocracia, el imperialismo bajomedieval y moderno de España en Europa y en el Nuevo Mundo permitieron la militarización de la sociedad que parecía necesaria para lograr la hegemonía en Europa, pero a cambio se sacrificó la actividad productiva y la especulación filosófica. La hegemonía no duró mucho, pero la rigidez social e intelectual fueron más permanentes. A mediados del siglo XIX el país todavía se encontraba con una distribución muy desigual de la tierra, con una tremenda división entre una minoría opulenta y una mayoría mísera, y con una maquinaria política y administrativa todavía en manos de un grupo social cuyos valores y conceptos eran totalmente arcaicos.
  • Las peculiaridades de la localización geográfica, características climáticas, orografía, es decir, los recursos naturales y su estructura. La suerte de España es bastante dispar en cuanto a la distribución de los recursos naturales: su localización geográfica es excelente desde el punto de vista comercial, aunque las condiciones para el transporte interno dejan mucho que desear; se da una abundancia y variedad de recursos mineros, aunque en cambio escasean las fuentes de energía; poseemos pobres recursos agrícolas, por lo que la acumulación de capital en la agricultura es difícil cuando no imposible. De todas formas, aunque el marco geográfico y natural ha contribuido a dar forma a la historia económica de España, no puede atribuírsele una influencia decisiva como causante del atraso del país.
  • La pérdida de la mayor parte del imperio colonial ultramarino a principios del siglo XIX. Las consecuencias de la derrota colonial fueron sin duda muy serias, ya que la demanda ultramarina desempeñó un papel muy importante en el renacimiento económico de finales del siglo XVIII. La derrota no sólo privó a España de los beneficios coloniales, sino que multiplicó sus ya enormes deudas causadas. El peso de estas deudas aumentó durante el siglo XIX porque continuaron las guerras civiles, porque pervivió un sistema impositivo regresivo e ineficaz y porque la pobreza de la gran mayoría no disminuyó. La incapacidad del gobierno español para pagar sus deudas fue un obstáculo muy serio para el proceso de industrialización y acumulación de capital.

Por tanto, de estas tres grandes causas generales, solamente la primera, es decir, una estructura social desigual y rígida, es la única que puede tenerse como decisiva en el atraso económico.

FACTORES DIFERENCIALES ENTRE LA ECONOMÍA ESPAÑOLA Y LA DE LOS DEMÁS PAÍSES EUROPEOS DEL ÁREA OCCIDENTAL

  • FACTOR GEOGRÁFICO. La estructura orográfica crea dificultades a las comunicaciones y transportes interiores, con dificultades técnicas y un costo mucho mayor para salvarlos.
  • ESCASEZ DE DISPONIBILIDADES DE FUENTES DE ENERGÍA Y DE MATERIAS PRIMAS. En otros países, la primera revolución industrial se llevó a cabo sobre la base del carbón mineral y el coque; en España, los yacimientos asturianos sólo proporcionaban recursos limitados en cantidad y en calidad. Esta escasez de fuentes de energía se cubrirá con el carbón inglés.
  • ESCASEZ DE CAPITALES. La revolución industrial en los demás países europeos fue facilitada por la fluidez y abundancia de capitales. En España no se había dado este caso, y, aunque se produjeron beneficios en el sector comercial ultramarino en los últimos años del siglo XVIII, no bastaron para impulsar el desarrollo industrial. La ruptura posterior del comercio hispanoamericano cortó esta vía de capitalización. En todo caso, la escasez de capitales se suplirá con inversiones extranjeras, lo que, unido a la importación de tecnología foránea, conducirá al endeudamiento.

LA POBLACIÓN

La población española creció moderadamente durante el siglo XIX (pasó de 11,5 millones en 1800 a 18,6 millones en 1900), iniciándose, que no consolidándose el proceso de transición demográfica. Así, a principios del siglo XX España seguía teniendo unas muy altas tasas de mortalidad (28 por mil) y natalidad (34 por mil), destacando el mantenimiento de unas elevadísimas tasas de mortalidad infantil (200 por mil). En este estado de cosas, la esperanza de vida era muy baja (35 años en 1900) y la estructura por edades correspondía a un país muy joven, comparables ambos indicadores con los países más pobres de la actualidad.
La explicación de estas cifras las encontramos en el retraso económico español con respecto a otros países europeos que posibilita unas condiciones higiénicas pésimas, una baja productividad agrícola y unos transportes poco eficaces.
Este atraso español tiene como consecuencia el predominio de la población rural sobre la urbana, la existencia de niveles de renta muy bajos y, como única salida al círculo vicioso de la pobreza, la emigración, bien hacia ciudades peninsulares (Bilbao, Barcelona, Valencia y Madrid) bien hacia otros países o continentes (Norte de África y América, fundamentalmente).
En cuanto a la distribución de la población, prosigue la tendencia iniciada desde fines de la Edad Media y consolidada durante el siglo XVIII: crecimiento de la periferia y despoblamiento del interior.

LA ECONOMÍA ESPAÑOLA DURANTE EL SIGLO XIX.

FASES DE LA EVOLUCIÓN ECONÓMICA DEL SIGLO XIX ESPAÑOL

  1. 1800-1830. Se frena el crecimiento económico que se estaba produciendo en España a partir de mediados del siglo XVIII. Los siguientes factores contribuyen a cortar este proceso:
    • La interrupción del comercio con América.
    • La disminución de la producción agrícola: malas cosechas y desastres de la guerra.
    • Frenazo al movimiento de crecimiento de la población a causa también de la guerra.
    • Sólo a partir de 1820 se inicia en el país una lenta recuperación económica. Para consolidarla será preciso cambiar las bases económicas. Una vez perdido el mercado americano, ya sólo el mercado interior podrá actuar como estímulo para el desarrollo económico.
  2. 1834-1874. En esta etapa la economía española oscila entre dos ideas de la política económica difícilmente conciliables . No obstante, la economía española experimentó un crecimiento indudable pero sin alcanzar los niveles de desarrollo de los países europeos más avanzados.
  3. 1875-1914. En España empiezan a manifestarse, hacia 1880, algunos factores que representan una novedad con respecto a la etapa anterior:
    • Nace una importante siderurgia en el País Vasco.
    • Se desencadena una fuerte crisis agraria debida a la competencia de los cereales procedentes de Rusia y América y a la destrucción de las viñas por la filoxera.
    • Hacia 1890 se produce una coincidencia de intereses entre la oligarquía agraria y la burguesía industrial para adoptar el proteccionismo. Ambos grupos establecen un acuerdo para ocupar en exclusiva lo que quedaba del mercado colonial y el mercado interior español. A partir de este momento, marcado por la implantación de aranceles proteccionistas, se entra en una etapa de transición (1890-1914), en la que se dibujan los elementos propios de una economía más desarrollada:
    • Formación de un importante sector bancario en manos de financieros españoles.
    • Crecimiento de la industria metalúrgica.
    • Creación de las primeras plantas de producción de energía eléctrica.
Pero perduraban también otros factores de atraso:
    • Un lento crecimiento de la población debido a las altas tasas de mortalidad.
    • Una población activa predominantemente agraria.
    • Una estructura industrial arcaica.
Teniendo en cuenta esta serie de elementos, se ha podido resumir la evolución de la economía española en este LARGO PERÍODO, 1800-1914, COMO LA DE UNA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL FRACASADA.

LA AGRICULTURA EN ESPAÑA EN EL SIGLO XIX


La agricultura fue durante el siglo XIX español la más importante de las actividades económicas.
Los estudios actuales conceden mucha trascendencia al progreso económico del sector agrario como precursor de la revolución industrial, sobre todo en tres aspectos: crea un excedente de productos alimenticios que permite dar de comer a las ciudades, su excedente demográfico es aprovechado por la demanda de mano de obra industrial y, por último, constituye el mercado más extenso para la producción industrial. Además, contribuye, al menos en parte, al proceso de acumulación de capital.
La agricultura española no llevó a cabo satisfactoriamente estas funciones. El estancamiento agrario explica, al menos en parte, el retraso de la modernización económica del país. Este estancamiento puede atribuirse a factores naturales y geográficos, por un lado, y a factores sociales y culturales, por otro. Entre todos ellos destaca la desigual distribución de la tierra. No obstante, en casi todos los países europeos presentaba la propiedad de la tierra características parecidas y en casi todos ellos tuvo lugar su reforma lo que permitió la introducción de mejoras técnicas y la expansión de la producción. En España esa reforma se llamó desamortización.

La desamortización


La desamortización española fue un proceso unitario y diverso: abierto legalmente en 1798, hubo de prolongarse por más de una centuria, debido tanto a la masa de bienes afectados cuanto a los frenos impuestos por la reacción política.
La desamortización española del siglo XIX, en esencia, consistió en la incautación por el Estado (mediante compensación) de bienes raíces pertenecientes en su gran mayoría a la Iglesia y a los municipios; estos bienes "nacionalizados" fueron luego vendidos en pública subasta y constituyeron una fracción sustancial de los ingresos del presupuesto.
Los problemas que la desamortización trató de resolver venían de antiguo. La existencia de una gran masa de bienes en poder de las manos muertas había ya aparecido en los escritos de los pensadores del siglo XVIII: eran denominados manos muertas los propietarios de activos inalienables (mayorazgos y, sobre todo, propiedades eclesiásticas).
La legislación sobre desamortización de los bienes vinculados es muy extensa, ya que comienza en tiempos de Carlos IV y tiene episodios más o menos importantes durante las Cortes de Cádiz y el Trienio Liberal. No obstante, la normativa fundamental se circunscribe a unas cuantas leyes tras la muerte de Fernando VII, que podemos dividir en dos etapas consecutivas:
  1. Los bienes del clero regular (órdenes religiosas) fueron nacionalizados y su venta ordenada en 1836, por decreto del gobierno de Juan Álvarez Mendizábal. Esta desamortización tiene como objetivos financiar la guerra carlista, sanear la Hacienda y crear "una copiosa familia de propietarios" materialmente interesada en el triunfo de la causa liberal. El total de lo vendido de 1836 a 1844 ascendió unas 3/5 partes de los bienes eclesiásticos en 1836.
  2. La llamada Ley Madoz, o de "desamortización general", de 1 de mayo de 1855, fue la que presidió la última y más importante etapa de esta operación liquidadora, ya que entonces entraron todos los bienes amortizados, es decir, los pertenecientes al Estado y a los municipios. Se trataba, en definitiva, de vender en pública subasta todos aquellos bienes raíces que no pertenecieran a individuos privados.

¿CÓMO AFECTÓ LA DESAMORTIZACIÓN A LA ESTRUCTURA DE LA PROPIEDAD? 

Todos los estudiosos llegan a la conclusión de que acentuó la estructura latifundista de la propiedad agraria española, ya que sólo pudieron acceder a la propiedad gentes de recursos, nunca los campesinos más necesitados de tierra y con mayores posibilidades de explotarla.

¿CÓMO AFECTÓ A LA AGRICULTURA LA DESAMORTIZACIÓN?

No cabe duda que debe haber permitido una gran expansión de los cultivos y de la producción.
Aunque esto parece lo más lógico, no puede tomarse como definitivo. Otros factores, tales como la abolición del diezmo, la supresión de la Mesta, la mejora de las condiciones de transporte y comunicación, las políticas proteccionistas en favor del cultivo de cereales a partir de 1820, y el aumento sostenido de población, pueden haber causado una presión en favor de la extensión y la intensificación del cultivo tanto o más decisiva que los cambios en la estructura de la propiedad.
De todas formas, puede afirmarse que la estructura de la agricultura española permaneció bastante estable a lo largo del siglo XIX. Era una estructura típicamente mediterránea, basada en el cereal, en especial el trigo, el olivo y la vid.
Por su parte, la ganadería vive un siglo XIX complicado. Debemos recordar que, en la mayor parte de España, la agricultura y la ganadería eran actividades alternativas en lugar de complementarias. De esta forma, las reformas liberales del siglo XIX (en especial la abolición de la Mesta y de desamortización) favorecieron la extensión de los cultivos a expensas de los pastos, por lo que la cabaña ganadera disminuyo en la segunda mitad del siglo.
El crecimiento antes aludido de la producción no significa ni mucho menos una "revolución agrícola": a principios del siglo XX los rendimientos de cereales eran bajísimos, por lo que el incremento productivo se hizo gracias a un aumento de la superficie cultivada.
Había, sin embargo, un subsector agrícola mucho más prometedor: la agricultura frutícola y hortícola comercializada del litoral mediterráneo. Aquí estaba el futuro de la agricultura española, aunque no se desarrolló plenamente hasta bien entrado el siglo XX.

¿POR QUÉ FUE TAN LENTA LA TRANSICIÓN A LA AGRICULTURA MODERNA?

La respuesta parece ser la protección arancelaria que, al mantener altos los aranceles del trigo, por la competencia que representaban otras agriculturas más productivas, impidió un trasvase de productores del sector cerealístico a otros, como los señalados anteriormente, donde las condiciones de las tierras españolas podían dar mejores resultados. Esto hubiera llevado consigo una redistribución de recursos hacia productos y técnicas más productivos y competitivos y, al mismo tiempo, hubiera causado un flujo de emigración de la árida meseta hacia las ciudades y el extranjero. Todo esto ocurrió, pero a un ritmo muy lento que conllevó un lento crecimiento de la renta.

Evolución general del sector agrario durante el siglo XIX.

La agricultura española está condicionada por la distribución de la propiedad (latifundio y minifundio), la calidad de las tierras y la climatología. Las situaciones climáticas establecen la distinción fundamental:
  • En la España húmeda de la fachada cántabro-atlántica prevalece la pequeña o mediana propiedad y, a veces, el minifundio.
  • En la España seca está la zona levantina de regadíos (pequeña y mediana propiedad y régimen de aparcería en los arrendamientos), la submeseta norte y parte de Aragón (propiedad media), Cuenca-Guadalajara-Madrid (alternancia de propiedad grande y mediana, en tierras de baja calidad), La Mancha-Extremadura-Andalucía (latifundismo, sin clase media agraria).
Se suele admitir que a raíz de la separación de la América continental española se extendió el área cerealística de España, aumentada también por las nuevas roturaciones después de la desamortización. Así, en 1829 no sólo estuvo España en condiciones de autosuficiencia en el abastecimiento de granos, sino que incluso pudo exportar un pequeño excedente.
Sea como fuera, España dejó de ser un país crónicamente deficitario en cereales hacia 1820 para alcanzar el autoabastecimiento, y esto teniendo en cuenta el aumento de población experimentado y el aumento del consumo, por las mejoras alimenticias. Desde 1820 hasta 1868 sólo excepcionalmente hubo que importar trigo .
El otro sector productivo que experimentó un fuerte empujón entre 1820 y 1860 fue el viñedo, repartido por todo el país.
Pero el progreso agrícola se vio frenado por la falta de capacidad inversora o de reinversión de beneficios para las mejoras que condujesen a una explotación más rentable. Además, la escasa capacidad adquisitiva de la población campesina restaba posibilidades a nuestro sector primario de crear un mercado necesario para el progreso industrial.
En el cultivo y la producción agrícolas, durante el último tercio del XIX destacan tres aspectos: la disminución del área de cultivo cerealista, el aumento de las áreas de viña y olivar y la extensión de regadíos y frutales.
En los albores del nuevo siglo, la producción agraria española representaba un tercio de la renta nacional, lo que nos lleva a concluir que nuestro país era en estos tiempos de base económica rural.

Agricultura y crecimiento económico.

¿Cómo ayudó la agricultura española al desarrollo económico durante el siglo XIX?
  • PRODUCCIÓN DE EXCEDENTES ALIMENTARIOS. Hubo un cierto crecimiento de la producción de cereales, pero no lo bastante como para sobrepasar en mucho el crecimiento de la población hasta muy a finales de siglo.
  • MERCADO PARA LOS PRODUCTOS INDUSTRIALES. Está demostrada la poca profundidad del mercado agrario de bienes de consumo, pero es aún menor la de bienes de equipo.
  • FUENTE DE CAPITAL PARA LOS OTROS SECTORES. Transfirió una cierta cantidad de capital, aunque claramente insuficiente y mal distribuido.
  • TRANSFERENCIA DE MANO DE OBRA DE LA AGRICULTURA A LA INDUSTRIA. Fue muy limitada. La lentitud con que creció la población española hasta 1900 es sin duda la principal explicación. Cuando a partir de 1880, la población agrícola empiece a emigrar, las ciudades acogerán sólo una pequeña parte de esa corriente, ya que la gran mayoría optará por salir al extranjero.
  • PAPEL DE LA AGRICULTURA EN EL COMERCIO EXTERIOR. En la segunda mitad del siglo comienza a desarrollarse la exportación de productos mediterráneos, llegando a representar el 35% del total de las exportaciones, agrícolas y no agrícolas.
En conclusión, el estancamiento agrícola fue una de las causas del relativo retraso de la economía española durante el siglo XIX. Este estancamiento a su vez vino determinado por factores físicos e institucionales que España comparte con sus vecinos del Mediterráneo occidental.


LA INDUSTRIA EN ESPAÑA EN EL SIGLO XIX

Los historiadores económicos están en general de acuerdo en que el siglo XIX contempló "EL FRACASO DE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL EN ESPAÑA": la economía española permaneció mayoritariamente agraria. De todas formas, el estancamiento no fue total en la España decimonónica: Cataluña, y especialmente Barcelona, llevó a cabo un notable proceso de industrialización; se llevó a cabo la desamortización de la tierra; se construyó la red ferroviaria; se introdujeron mejoras en el sistema educativo; fueron reformados los sistemas monetario, bancario y fiscal; se estableció y llevó a la práctica el principio del presupuesto anual; se desarrollaron algunas industrias manufactureras y se modernizaron parcialmente otras. Pero, al fin, la tan buscada revolución industrial no se consumó.
Podemos avanzar algunos elementos que no se dieron en España (frente al caso inglés): una agricultura próspera y comercializada, una eficiente red de transporte, una multitud de ramas manufactureras (construcción, metal-mecánica, ingeniería, química,...), un apto sector servicios (sistema bancario, mercado de capitales, burocracia competente,...).

Los sectores industriales.

  • El sector textil.
    • Fue la industria algodonera la que en España abrió el camino de la modernización y la producción en masa. Las causas del desarrollo de la industria algodonera parecen residir en el relativo adelanto de Cataluña y en la protección arancelaria. Como en otros países europeos, la industria algodonera española caminó en pos de la inglesa: técnicas importadas, tamaño de sus fábricas menor, precios más altos. Sólo la protección arancelaria parecía poder poner coto a la supremacía inglesa.
    • La industria lanera moderna se concentró en dos ciudades cercanas a Barcelona, Sabadell y Tarrasa. Los viejos centros laneros tradicionales perdieron importancia y a la larga fueron desapareciendo
    • La industria sedera también tenía una larga tradición en España, sobre todo en las regiones levantina (Valencia y Murcia) y andaluza (Granada), pero durante el siglo XIX tendió también a concentrarse en Barcelona.
  • La siderurgia
    • Aunque España poseía buenos yacimientos férricos, no era esto lo más importante para convertirse en una potencia siderúrgica; había dos cosas más importantes: la abundancia de buen carbón, y una fuerte demanda de los productos de la industria. España carecía de ambas, por lo que no nos deben extrañar las dificultades de su industria siderúrgica.
    • El problema de la localización de la siderurgia española queda ilustrado por las diferentes instalaciones probadas en todos los confines geográficos de la Península (Andalucía, Asturias y, definitivamente, en el País Vasco), siendo eliminadas una tras otra por la falta de competitividad. Durante las últimas décadas del siglo, la producción de la siderurgia española, dentro de la cual la vizcaína adquirió un peso creciente, creció y se modernizó de manera notable, aunque sin alcanzar nunca los valores europeos.
  • Las otras industrias
    • Molinería. Llevó a cabo un proceso de modernización y desplazamiento geográfico (Cataluña).
    • Producción de aceite de oliva. Fue modernizándose gradualmente.
    • Industria agroalimentaria. Su desarrollo compensó al menos parcialmente en Andalucía el relativo fracaso de la metalurgia y de algunas industrias de consumo.
    • Industria vitivinícola. Aunque repartida por todo el territorio nacional, las grandes zonas exportadoras eran Andalucía, Cataluña y Valencia.
    • Industria química. Es durante casi todo el siglo una industria derivada, es decir, que abastece a otras industrias: a la textil, cerámica, jabonería-perfumería, minera. La agricultura en el siglo XIX apenas consume productos químicos.
    • Industria mecánica. El tamaño de las empresas y sus realizaciones es minúsculo.
    • Construcción naval. La revolución del vapor obligó a una reconversión de la industria, que se inició principalmente en la región vizcaína. No obstante, se resiente de las limitaciones de la siderurgia vasca y española.

La minería

Durante la mayor parte del siglo XIX, la explotación del rico subsuelo mineral de España permaneció en niveles muy bajos y contribuyó muy poco al desarrollo del país (falta de capital y de conocimientos técnicos, subdesarrollo del país y legislación obsoleta). En el último cuarto del siglo, sin embargo, las riquezas minerales entraron en explotación y se convirtieron en el sector más dinámico de la economía nacional.
¿De qué forma contribuyó la minería a la economía española durante el siglo xix?
  • Del lado positivo, contribuyó a equilibrar la balanza de pagos, atrayendo flujos de capital y exportando por valor de hasta una tercera parte del total de las exportaciones de la balanza. Daba empleo a muchos miles de personas y creaba demanda de servicios y bienes.
  • Del lado negativo, está fundamentalmente la cuestión del precio que el país percibió por la explotación de sus recursos mineros, de si existió una expoliación de dichos recursos.

La energía

La sustitución de animales y hombres por energía hidráulica y, sobre todo, por carbón, es el gran rasgo distintivo de la primera revolución industrial. En España, durante el siglo XIX, esta transición se inicia, pero no se completa.
Durante la primera mitad del siglo XIX, las fuentes de energía utilizadas en España siguen siendo las tradicionales: mayoritariamente humana y animal; marginalmente, hidráulica y eólica; como principal combustible doméstico, la leña. El consumo de carbón, sin embargo, creció durante la segunda mitad del siglo XIX. Los factores determinantes fueron, sin duda, la extensión de la red ferroviaria, la de navegación a vapor, y el desarrollo industrial. El consumo se nutría a partes casi iguales de la producción doméstica y de la importación.


OTROS SECTORES: FERROCARRILES, COMERCIO Y BANCA.

  • El ferrocarril se convertirá en uno de los puntales del desarrollo del capitalismo en España. La necesidad de mejorar unos transportes deficientes impulso una legislación (Ley General de Ferrocarriles de 1855 y Ley de Sociedades de Crédito de 1856) destinada a impulsar la inversión nacional y extranjera en este sector. A pesar de ciertos éxitos (sobre todo referidos a la inversión), la mala planificación hizo que el tendido ferroviario tuviera poca incidencia sobre la industria nacional, mientras que la masiva importación del material necesario no la potenciaba.
  • Las transformaciones en el comercio fueron profundas: creación de un mercado nacional más o menos integrado gracias a la mejora de las comunicaciones, mientras que las importaciones y las exportaciones experimentaban un gran crecimiento, aunque siempre con una balanza comercial negativa para España. En este sentido debemos repetir el debate secular entre proteccionistas (industriales catalanes) y librecambistas (comerciantes y exportadores de productos agrarios): la política adoptada fue casi durante todo el siglo proteccionista, excepto desde 1869 (arancel Figuerola) hasta 1891.
  • A pesar de su modernización (sistema tributario y presupuestario moderno, adopción de la peseta, Ley de Sociedades de Crédito), el sistema bancario y financiero no consiguió llegar a los niveles de los países europeos y no logró eliminar el problema crónico de la deuda pública.

LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DURANTE EL SIGLO XIX.

A pesar de que nos encontramos ante una nueva sociedad, la liberal, las transformaciones no fueron radicales. No obstante, podemos entresacar algunos rasgos que nos indican cambios incipientes:
  • Lento descenso de la población rural y aumento de la urbana.
  • Mantenimiento o ligera disminución de los estratos más bajos y crecimiento de las clases medias.
  • En el mundo rural, aumentan los propietarios, se mantiene una importante población de jornaleros y se inicia un éxodo rural generalizado.
  • Desarrollo de una burguesía de negocios.
  • Aparición del proletariado industrial, que inicia su proceso de concienciación y movilización.
  • Desarrollo de una conflictividad social moderna.
  • Descenso significativo de la población eclesiástica.
  • Aumento de las profesiones vinculadas al desarrollo del Estado.
  • Cambio en los modos de vida y en las bases económicas de las clases altas.
La sociedad puede ser estructurada de la siguiente forma:
  • Los estratos superiores de esta nueva sociedad estuvieron constituidos por los anteriores grupos dominantes (nobleza ) y los nuevos (burguesía), proceso de fusión en el que la nobleza perdió parte de su poder político y económico, desapareciendo como estamento privilegiado, mientras la burguesía procedía, en parte, de los nuevos propietario rurales, aunque también estaban presentes hombres de negocios, especuladores y comerciantes. Sólo desde fines del siglo XIX asistiremos a la aparición de una burguesía empresarial (en Asturias, Cataluña y País Vasco) que emprenda la senda de la industrialización. Grupo reducido en su conjunto, monopolizaron los cargos estatales, controlaron las prácticas caciquiles, mantuvieron al resto de la sociedad fuera del juego político y evitaron por la fuerza cualquier intento democratizador.
  • Las clases medias están constituidas por medianos y pequeños comerciantes, profesionales liberales, de la administración, funcionarios, pequeños propietarios urbanos y, sobre todo, medianos propietarios y arrendatarios rurales. Grupo reducido, sus aspiraciones pasaban por el ascenso social, aunque su ideología es variada (desde conservadora hasta republicana) y su participación en la vida política y social fue en aumento a lo largo del siglo.
  • En la base de la sociedad encontramos a las clases populares urbanas (artesanos y trabajadores asalariados, pequeños comerciantes, mujeres dedicadas al servicio doméstico), a un incipiente y todavía escaso proletariado (concentrado en Barcelona y Vizcaya) y, sobre todo, a una población rural mayoritaria y muy diversa (pequeños propietarios, arrendatarios, jornaleros).
    • En general, el campesinado español decimonónico sigue viviendo en el límite de la subsistencia, destacando en este sentido el grupo más numeroso, sobre todo en el sur, el de los jornaleros, expuesto a un trabajo muy duro, al paro estacional y a la dependencia absoluto de los propietarios. Los bajos niveles de renta que perviven en el mundo rural explican, asimismo, la opción por la emigración, sobre todo cuando empiezan a aparecer posibilidades en las ciudades. También se desarrollan formas de protesta, casi siempre bajo la forma del motín espontáneo derivado de las crisis de subsistencias.
    • Por otra parte, la aparición del proletariado urbano, sumido en unas condiciones laborales durísimas, explica la irrupción del movimiento obrero, con modalidades de protesta variadas (desde el asociacionismo sindical o político hasta formas extremas de violencia)

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