ARTE BIZANTINO


Se denomina arquitectura bizantina al estilo arquitectónico que estuvo vigente durante el Imperio bizantino (Imperio romano de Oriente) desde la caída del Imperio romano de Occidente en el siglo V, si bien algunos autores consideran como punto de partida el siglo IV, cuando el emperador Constantino decidió trasladar la capital a la antigua Bizancio, rebautizándola como Constantinopla (actual Estambul).
La arquitectura bizantina se inscribe dentro del marco del arte bizantino, y abarca un largo espacio de tiempo, que se inicia en el siglo IV y al que pone fin abruptamente la caída de Constantinopla en manos de los turcos otomanos en 1453, ya en el siglo XV. Debido a su dilatada duración en el tiempo, suele dividirse para su estudio en tres períodos diferenciados: un período inicial, un período intermedio y un período final.
Por lo que respecta al marco geográfico en el que se produce el estilo arquitectónico bizantino, este coincide en líneas generales con la extensión geográfica del Imperio bizantino, con lo que fue cambiante en el tiempo en razón de las circunstancias históricas y políticas de dicho reino a lo largo de los más de diez siglos de vigencia de dicho estilo. No obstante, las zonas de mayor presencia de la arquitectura bizantina se corresponden con los territorios de las actuales Turquía y Grecia, sin olvidar Bulgaria, Rumania y amplias partes de Italia, junto con Siria y Palestina. Además, como resultado de la expansión del cristianismo entre los pueblos eslavos llevada a cabo a partir del siglo VIII por la Iglesia ortodoxa bizantina, la arquitectura bizantina se extendió por las actuales Ucrania, Rusia y Bielorrusia, pasando algunos de sus elementos arquitectónicos (como por ejemplo las cúpulas bulbosas) a convertirse en una seña de identidad de las iglesias ortodoxas, que han sido mantenidas hasta la actualidad.
Por otro lado, el arte bizantino fue un arte de tipo oficial,[Sc. 1] en función de las relaciones del poder eclesiástico con el poder civil, que se sustentaba con el apoyo de la Iglesia. Y la propia existencia del Imperio bizantino se vinculó a la expansión de la fe ortodoxa y del arte bizantino.[Sc. 2]
En razón de las circunstancias históricas y de la propia zona geográfica en que se generó y en la que tuvo presencia, la arquitectura bizantina recibió, sobre una base formada esencialmente por la arquitectura romana, fuertes influencias de otros estilos arquitectónicos, especialmente de estilos procedentes de la zona de Oriente Medio. Por otro lado, además de la ya apuntada influencia en los estilos arquitectónicos de países relacionados con la Iglesia ortodoxa, debe destacarse que desde la zona de Rávena, en Italia, en su extremo occidental de distribución, influyó en la arquitectura carolingia y, a través de ésta, en la arquitectura románica, a la vez que desde el sur de Italia, especialmente en la zona de Sicilia, aportó alguna de sus características a la versión adaptada en la zona de la arquitectura normanda, que era una de las variantes de la arquitectura románica.
Algunas de las características distintivas de la arquitectura bizantina son, además de la forma ya indicada de las cúpulas, el uso del ladrillo como material constructivo en sustitución de la piedra, el uso masivo de los mosaicos como elemento decorativo en sustitución de las esculturas, la mayor elevación de los edificios como resultado del realce de las cúpulas, y el hallazgo de un sistema que permite conjugar el uso constructivo para dichas cúpulas, de un soporte de planta cuadrada, pero que permite el remate mediante un tambor en una cúpula redonda, en muchas ocasiones con prolongación de un alero ondulado.
Periodos
El largo período de tiempo abarcado por la arquitectura bizantina suele dividirse en tres subperíodos claramente diferenciados:
- primer periodo o primera Edad de Oro (siglo V a X), que corresponde a la emergencia del estilo muy influido por las arquitecturas orientales, a partir de una primera etapa que no se distinguía especialmente de la arquitectura romana —de la que constituía solo una mera derivación regional— y de la paleocristiana. Se caracteriza por el uso del ladrillo en las iglesias —, que sustituyó a la piedra, utilizada en la época romana—, por una interpretación más libre de los órdenes clásicos, por el uso de mosaicos que sustituyen a las esculturas como elementos decorativos y por el realce de las cúpulas, que se elevan a más altura que en estilos anteriores. El momento más destacado corresponde al reinado del emperador Justiniano (r. 527-565) y algunas de las construcciones más famosas y que fijaron las características del estilo fueron:
- en Constantinopla, el recinto defensivo bajo Teodosio II (siglo V) y las iglesias de Santa Sofía, de los Santos Sergio y Baco, de Santa Irene y de los Santos Apóstoles (hoy desaparecida) (todas del siglo VI) y el Gran palacio de Constantinopla (siglos VI-X).
- en Rávena, las basílicas de San Vital, San Apolinar Nuovo y San Apolinar in Clase (todas del siglo VI).

- periodo intermedio o segunda Edad de Oro, que tras la crisis de la iconoclasia (siglos VIII y IX), es el período más característico o acusadamente bizantino (siglos X y XI), que acaba con la toma de la capital por los cruzados venecianos en 1204. Se caracteriza por la predominancia de las iglesias de planta en cruz griega con cubierta de cúpulas realzadas sobre tambor y con una prominente cornisa ondulada en la base exterior —como la catedral de Atenas, la iglesia del monasterio de Dafni (que usa trompas en lugar de pechinas), la desaparecida iglesia de Nea de Constantinopla (881, construida por Basilio I) y los conjuntos monásticos del monte Athos en Grecia.
- La crisis de la iconoclasia arruinó muchas de las edificaciones de los inicios del período y apenas quedan la basílica de Santa Sofía, en Salónica (Grecia) y la iglesia de la Asunción en Nicea, que sobrevivió hasta el siglo XX aunque luego fue destruida en los años 1920 en la guerra greco-turca (1919-1922).
- De la época de la dinastía macedónica tampoco quedan grandes realizaciones: se presume que la desaparecida Theotokos Panachrantos de Constantinopla, obra de Basilio I, haya servido como modelo para muchas edificaciones con planta en forma de cruz inscrita en un círculo, como la del monasterio de Ossios Loukas (en Grecia, año 1000), el monasterio de Néa Moní (en la isla de Quíos, un proyecto largamente acariciado por Constantino IX) o el monasterio de Dafni (Chaidari, localidad en el Ática próxima a Atenas). La planta de cruz inscrita fue la más difundida cuando los misioneros bizantinos recorrieron los territorios de los pueblos eslavos para proceder a su cristianización. La catedral de Santa Sofía de Ohrid (en la actual Macedonia del Norte) o la iglesia de Santa Sofía de Kiev (en la actual Ucrania) son testimonio elocuente del uso de la cúpula de tambor, que con el tiempo serán cada vez más altas y más esbeltas.
- Algunas de las principales obras del periodo no se encuentran en Constantinopla sino en la península itálica, como San Marcos de Venecia (siglo XI) y en el sur, en el siglo XII, las catedrales Cefalú y Monreale y la capilla palatina de Palermo.
- periodo final o tercera Edad de Oro, que comprende del siglo XIII al XV, coincidiendo con el gobierno de las dinastías de los Comnenos y los Paleólogos, en que las formas bizantinas se difunden hacia el norte (Rusia); en este periodo predominan las plantas de iglesias cubiertas mediante cúpulas abulbadas sobre tambores circulares o poligonales. Destacan:
- en el período de los Comnenos, la Elmali kilise en Capadocia; en Constantinopla, la iglesia del Pantocrátor (hoy conocida como mezquita de Zeyrek) y la iglesia de la Theotokos Kyriotissa (Virgen del Trono) (hoy conocida como Kalenderhane Camii). Se han conservado además numerosas iglesias en el Cáucaso, Rusia, Bulgaria, Serbia y otros países eslavos, al igual que en Sicilia (capilla Palatina del Palacio de los Normandos de Palermo) o en Venecia (basílica de San Marcos, catedral de Santa María de la Asunción en Torcello).
- en el período de los Paleólogos hay una docena de iglesias en Constantinopla, especialmente San Salvador de Chora (hoy Kahriye Camii) y Theotokos Pammakaristos (Santa Madre de Dios) (hoy Fetiye Camii). Una característica de todas ellas es la de no acentuar la verticalidad, primando la horizontal, que les resta la magnificencia de otras iglesias de Constantinopla. La única que no cumple la regla es la iglesia de Santa Sofía de Trebisonda. A esta etapa corresponden, en el siglo XIV en Grecia, la iglesia de los Santos Apóstoles de Salónica, la iglesia de Mistra, en el Peloponeso, y algunos monasterios del Monte Athos, como la Gran Lavra.
Época primitiva (527-843)



Originalmente, la arquitectura bizantina fue solo una extensión de la arquitectura romana antigua. Durante el Bajo Imperio, la expansión del cristianismo había llevado al desarrollo de una arquitectura paleocristiana, con la edificación de iglesias cuyas plantas —derivadas de la de los templos paganos y especialmente de las basílicas civiles romanas que habían sido convertidas en lugares de culto— adoptaron gradualmente formas más adecuadas para el culto cristiano. Desde el siglo IV hasta el siglo VI, la planta basilical rectangular constituyó, tanto en Oriente como en Occidente, el prototipo de las iglesias parroquiales, episcopales o monásticas; pero en paralelo se desarrolló una arquitectura en la que la planta central, en forma de rotonda o de cruz griega, fue gradualmente reemplazando al desarrollo longitudinal.[Ma. 1] Los ladrillos, como material de construcción, se usan más que la piedra de talla, la disposición de las columnas se hace más libre. Los mosaicos figurativos con un fondo de oro se convierten en el elemento esencial de la decoración de los interiores, en particular de las bóvedas y cúpulas. Para dar cabida a los mosaicos, se buscó eliminar por completo las coberturas de carpinterías de madera, lo que naturalmente condujo al abandono de la planta basílical, que se reemplazó por plantas resultantes de conjuntos de cúpulas y medias cúpulas que se volvieron cada vez más complejas.[Ma. 2] Después de la gran crisis de la Antigüedad tardía, que vio la caída del Imperio romano de Occidente, el siglo VI fue un período de renovación y de experimentación muy fructíferos en el dominio arquitectónico del Imperio romano de Oriente, que conoció entonces su apogeo. Se ve la coexistencia de una gran diversidad de plantas, que a veces se combinaron de forma compleja. Los emperadores Justino I (r. 518-527) y Justiniano (r. 527-565) fueron dos grandes constructores tanto por sus edificios religiosos (iglesias) como civiles (fortalezas, palacios, edificios públicos, mercados, acueductos).[Ka. 1] Fue la grandeza pasada de la civilización romana la que realmente renació durante un tiempo en Constantinopla.
Muchos de los monumentos de este temprano período arquitectónico ahora han desaparecido. Los ejemplos más representativos que se conservan se erigieron durante el reinado del emperador Justiniano y se encuentran en Rávena y en Constantinopla. En ese momento se experimentó un progreso decisivo en la historia de la arquitectura cuando los arquitectos Antemio de Trales e Isidoro de Mileto descubrieron cómo suspender una gran cúpula circular sobre un espacio de planta cuadrada mediante la técnica de las pechinas, un método particularmente elegante, tanto geométrica como estéticamente. Permitió que las grandes cúpulas descansasen sobre cuatro gruesos pilares. Ciertamente ya habían tenido lugar algunos experimentos tanto en Occidente como en Oriente sobre el uso de una cúpula para cubrir edificios cuadrados, rectangulares o cruciformes, pero en la basílica de Santa Sofía se llegó a la perfección y la cúpula se convirtió en un símbolo de la arquitectura bizantina.[Ma. 3][1] En iglesias con cúpulas más pequeñas las pechinas fueron reemplazadas por trompas.[Gl. 1]
La planta de Santa Sofía (que significa 'Santa Sabiduría', del griego Hagia Sophia) es una síntesis original de dos tipos de planta: la central, en forma de un cuadrado coronado por una cúpula y rodeado de ábsides y absidiolos; y la longitudinal (basilical), que permite ampliar la nave central, bordeada además por naves laterales. A pesar de su complejidad, resultó ser una solución de gran unidad y armonía, haciendo de esta basílica una de las obras maestras más admiradas en la historia de la arquitectura. Aunque la iglesia está dominada por su enorme cúpula central, su planta conserva la de una basílica con nave central y naves laterales[Gl. 2] separadas por dos columnatas que bordean la nave; pero aquí las filas de columnas tradicionales se modifican mediante la inserción de cuatro grandes pilares que sirven de soporte para las pechinas que soportan la cúpula.
La planta cuadrada de la parte central de la nave se comprime en longitud por dos enormes ábsides del mismo ancho que el cuadrado central de la nave (32 m). La planta semicircular de estos ábsides se amplía ella misma con dos absidiolos más pequeños en sus lados. Estos absidiolos son transportados en su centro por dos columnas en pórfido rojo (más llamativo) que los separan de las naves laterales y así persiguen las columnatas que bordean la nave más allá de los grandes pilares. Los grandes pilares están incluso decorados con falsas columnas en pórfidos o mármol verde según sean los lados. Todos estos artificios consiguen disponer de una especie de gran nave, dos veces más larga que ancha, y de liberar en la iglesia un volumen interior gigantesco desprovisto de cualquier estructura, inigualable hasta entonces, cubierto por la gran cúpula en el centro y flanqueado por varias semicúpulas. Además, la técnica de las pechinas descansando sobre los pilares, hizo que las altas paredes laterales fuesen innecesarias estructuralmente (no soportan cargas), lo que permitió insertar en ellas las columnatas laterales en dos niveles (incluido un piso para las tribunas) y abrir los muros sobre las tribunas para iluminar majestuosamente el interior a través de una multitud de ventanas en dos niveles adicionales, a los que se agrega la corona de cuarenta ventanas que los arquitectos supieron crear en la cúpula. La iglesia es tan luminosa como las primeras basílicas paleocristianas que solo soportaban carpinterías de madera, y el efecto es sorprendente.
La iglesia de los Santos Apóstoles de Constantinopla, también construida bajo Justiniano y ahora desaparecida, constituyó otro intento de fusionar plantas, desplegando una solución mucho más simple pero que daba menos unidad al volumen interior: era en cruz griega compuesta por cinco espacios cuadrados yuxtapuestos, con pilares en sus esquinas que soportaban las pechinas que sostenían cinco cúpulas de diámetros idénticos. Así se conseguía una larga nave bordeada por los pilares que soportan tres cúpulas seguidas; esta nave era atravesada por un transepto del mismo tamaño y concepción que la nave central.[Ta. 1] Esta iglesia ha sido destruida hoy, pero la basílica de San Marcos en Venecia, que se analizará más adelante, constituye una especie de réplica construida cinco siglos después.
En Rávena, la basílica de planta central de San Vital (San Vitale), construida en el siglo VI,[2] y la basílica de San Apolinar Nuovo, construida a principios del siglo VI por Teodorico el Grande, son dos de los ejemplos mejor conservados y armoniosos de planta basílica tradicional. En Constantinopla, además de la basílica de la Santa Sabiduría (Santa Sofía), se construyeron en el reinado de Justiniano la de Santa Irene, cerca de la de los Santos Sergio y Baco (también llamada «pequeña Hagia Sophia»), construida entre 527 y 536[Ma. 6] y que se dice que sirvió de modelo de las dos primeras, porque en ella también hay una combinación de características distintivas de las iglesias longitudinales y centralizadas.[N 1]

Del mismo período destacan, entre los edificios no dedicados al culto, el Gran Palacio de Constantinopla, ahora en ruinas,[3] así como el muro de Teodosio (probablemente iniciado bajo Teodosio II), que con sus veinte kilómetros de longitud y sus imponentes torres, hoy es una de las principales atracciones turísticas de la ciudad, además de permitirle resistir durante más de mil años a todos sus enemigos. También debe mencionarse otro edificio niciado bajo Justiniano en los años 530, el «palacio Sumergido» (en turco, Yerebatan Sarayī), que servía para múltiples propósitos y albergaba un tanque subterráneo de 138 m por 65 m adornado con 28 filas de 12 columnas cada una que sostenían bóvedas de ladrillo.[Ma. 8] Además del «acueducto de Justiniano», aún se puede admirar el puente monumental que permite cruzar el río Sangarius (hoy Sakarya) que data del siglo VI, así como el puente sobre el Karamagara, un puente abovedado del siglo V o V de arco único de 17 m de largo y 10 m de alto en el este de Turquía.[Ma. 9]
En los otros países del imperio se deben mencionar la iglesia de Hagios Demetrios de Salónica, el convento fortificado de Santa Catalina del Sinaí y el monasterio de Djvari (siglo VI) en la Georgia moderna, así como las tres iglesias del gran complejo monástico de Echmiadzin sede del Catholicós de Armenia.[Ta. 2]Todos estos edificios tienen algunas características en común. En primer lugar, se ve evolucionar en el siglo VI una serie de tradiciones antiguas, como los capiteles corintios con volutas complicadas que se convirtieron en el capitel impostado o capitel bizantino.[Gl. 3] Estos capiteles son bastante variados en sus formas y decoraciones, pero el más característico es el tipo piramidal con delicados follajes o motivos geométricos tallados, como si fuera una capa de encaje que da la ilusión de albergar una red tan aireada en el interior o al vacío. Las columnas lisas y sin estrías parecen más ligeras. Los pesados entablamentos de la arquitectura clásica han desaparecido definitivamente o se han reducido a frisos, al igual que los grandes arquitrabes, que daban un carácter monumental a la arquitectura clásica antigua, fueron reemplazados por arcadas de medio punto, a la vez más ligeras y más eficientes. Cuando la cobertura es de albañilería, está asegurado en casi todas partes por bóvedas o cúpulas redondeadas y lisas en lugar de los techos artesonados. Los pisos de mosaico tienden a ser reemplazados por pavimentos de mármol con motivos redondeados y geométricos derivados de la opus sectile antigua. En las grandes salas de las iglesias, las columnas con frecuencia sostienen un piso de tribunas[Gl. 4] y ya no solo el techo. En general, la arquitectura busca elevarse y desmaterializarse, persigue la abstracción, aislarse de un contexto concreto y terrestre: los mosaicos con fondo dorado juegan un papel importante en el refuerzo de este efecto. A nivel histórico, se puede decir que la arquitectura bizantina del siglo VI representa el apogeo y la finalización de un largo proceso de desarrollo de la arquitectura paleocristiana, en el que los arquitectos exploraron nuevas formas y llevaron al máximo las posibilidades técnicas que tenían,[Ma. 10] pero también fue el primer hito importante de la arquitectura cristiana medieval, al establecer principios, ideales e investigaciones que se desarrollarán en otras formas de arquitectura y encontrarán otras soluciones a lo largo de la Edad Media.
- Ejemplos de capiteles bizantinos
Periodo intermedio (843-1204)
Evolución histórica




El período fecundo e innovador de Justiniano fue seguido por dos siglos de letargo marcados por las invasiones eslavas en los Balcanes, las guerras con Persia y el sitio de Constantinopla en 626, el surgimiento de los árabes y del Islam, la pérdida definitiva de Palestina, Siria y Egipto en los años 630-640, la conquista del norte de África por los árabes que sitiaron nuevamente Constantinopla en 674-678 y 717-718. Durante esos dos siglos, la arquitectura religiosa se estancó, resultado de la crisis iconoclasta durante la cual se eliminaron las imágenes de los templos existentes sin construir otras nuevas. La arquitectura civil también declinó, debido a las epidemias de peste, a las guerras civiles y al declive de las ciudades. Durante ese tiempo el enfoque principal era reparar o mantener los edificios existentes.[Ma. 11][Ka. 1] Esos dos siglos forman una especie de charnela que podrían clasificarse en este período o en el anterior.
Se incluiran aquí en el período intermedio, porque probablemente fue en el siglo VIII cuando se construyeron las primeras iglesias en cruz inscrita, una planta que todavía se usa en la Iglesia ortodoxa. Este tipo de iglesia, generalmente bastante pequeña, se centra alrededor de un naos (el Santo de los Santos) dividido en nueve tramos por cuatro columnas que soportan una cúpula. Al oeste está el narthex (vestíbulo de entrada) y al este el bêma (santuario generalmente elevado donde se encuentra el altar protegido por un dosel, descansando sobre pilares, llamado ciborium), separado anteriormente por una pantalla del naos, actualmente reemplazada por un iconostasio (muro en el que se disponen los iconos). Directamente debajo de la cúpula principal está el ambón (púlpito elevado desde donde se leían las Escrituras), y al pie del ambón, el espacio reservado para el coro de cantantes. Alrededor del ábside,[Gl. 5] el clero tenía su lugar sobre gradas en escalera que rodeaban el trono del patriarca (el synthronon). A cada lado del bêma había dos pequeñas sacristías, el diaconicón (altar para el tesoro, las vestiduras litúrgicas y los textos sagrados) y la prothesis (altar para la preparación de la comunión).[4]
Estas iglesias , con su forma casi cuadrada, a diferencia de las iglesias de tipo longitudinal o axial, querían representar en su arquitectura la jerarquía del cosmos. Comenzando desde la parte más elevada, la cúpula, la mirada va descendiendo sobre las bóvedas que sobresalen del bêma y de los ábsides, antes de unirse a los muros. Esta jerarquía se hacía tangible por las cornisas de mármol que separaban cada uno de los tres componentes: en la parte superior, en la cúpula, figuraba un mosaico representando a Cristo y debajo, otro representando a la Virgen en la semicúpula del ábside; y en el tercer y último nivel, aparecían por los ángeles, los profetas, los apóstoles, los padres de la iglesia y otros santos, mientras que los muros ilustraban diversas festividades del calendario litúrgico.[Ma. 12]
El Imperio bizantino surgió a principios del siglo IX del caos en el que se había debatido en los siglos anteriores. Se califica a este período de «Renacimiento macedonio». Pero este imperio ya no comprende el conjunto del Mediterráneo: Asia Menor será el teatro de las invasiones árabes; los eslavos se instalan en los Balcanes; el sur de Italia y Sicilia son el escenario de una lucha entre el Papa y los normandos. De modo que el segundo período de la arquitectura bizantina se centrará casi exclusivamente en Constantinopla y en sus alrededores.[Ma. 13] Los reinados de Teófilo (r. 829-842) y Basilio I (r. 867-886) estuvieron marcados por un deseo de renovación como lo demuestran los textos de la época en los que abundan los términos neos, kainos, kainourgios, que significan, aquí, menos una «novedad» que un «rejuvenecimiento» o un «retorno a las fuentes», haciendo una consolidación del arte tradicional.[Ma. 14]
Los monumentos erigidos durante este período renuevan o imitan los monumentos más gloriosos de Justiniano, en una forma más modesta, porque ya no estaban destinados a las multitudes del pasado, sino a un público más restringido que gira en torno al emperador: los dignatarios y los cortesanos.[Ma. 15]
Del mismo modo, las iglesias de nueva construcción tienen menos la intención de ser la sede de un obispado o una parroquia que servir a un monasterio cuyo clero se estaba volviendo cada vez más autónomo y buscaba evadir tanto la jurisdicción episcopal como la imperial. Los nuevos monasterios, antes erigidos en el campo donde los monjes vivían de los frutos de su tierra, tendieron ahora a establecerse en Constantinopla o, al menos, a establecer un servicio allí (metochia).[5]
Este período de efervescencia arquitectónica fue seguido por el gobierno de Basilio II (r. 976-1025), un período de vacío casi completo, ya que si bien logró expandir las fronteras del imperio, que en ese momento incluía a todos los Balcanes y se extendía en Asia desde Armenia hasta las costas de Siria, el emperador era un soldado ahorrativo que se ocupaba poca de la arquitectura y quería sobre todo restaurar el tesoro público.
En las regiones que ya habían sido parte del imperio, la influencia bizantina permaneció, pero las tradiciones locales se volvieron preeminentes. Así, en Sicilia, antiguamente parte del imperio, pero conquistada por los musulmanes en 902 antes de ser tomada por los normandos en 1072, se desarrolló un género que podría calificarse como «orientalizante». Casi todos los reyes normandos buscarán a sus artesanos en el mundo bizantino. Y si las iglesias que construyeron generalmente adoptaron la planta occidental de tres naves sin cúpula, su acabado interior estará inspirado en los de Bizancio, sin conservar su simbolismo. La catedral de Cefalú, iniciada en 1131 durante el reinado de Roger I de Sicilia, presenta en la bóveda del ábside un busto del Cristo Pantocrátor[Gl. 6] que, en una iglesia típicamente bizantina, debería haber ocupado la cúpula. Esta desviación de la «jerarquía» continúa en los muros verticales de los ábsides donde aparece la Virgen, ya no como la Theotokos (es decir, como madre del niño-Dios), sino en una posición de oración entre los arcángeles arriba y los apóstoles abajo.[Ta. 3]
Cuando el Imperio bizantino entró en ese período sombrío, se desarrolló entre el siglo VII y la conquista árabe en Armenia un género propio. Muy pronto se abandona la planta longitudinal a favor de la planta en cruz inscrita en un cuadrado y los arquitectos elaboraron diversas formas de cúpulas que modificaron con diversas variaciones al agregarles nichos que albergaban capillas en ciertos lados del cuadrado (iglesia de Mastara) o separando la cúpula de los cuatro muros para apoyarla en pilares o columnas (catedrales de Bagaran y de Etchmiadzin) lo que permitirá la construcción de tambores[Gl. 7] que se volverán más estrechos a medida que se acerquen a la cima. Se caracterizan por el uso de plantas circulares u octogonales, inscritas o no en un cuadrado.[Ma. 16][Ta. 4]
Ejemplos de realizaciones arquitectónicas
El emperador Teófilo (r. 829-842) se dedicó principalmente a la rehabilitación del muro de protección a lo largo del mar y a la construcción de palacios en Constantinopla. La arquitectura de esos palacios estuvo fuertemente influenciada por lo que los enviados de Teófilo habían visto en Siria y que recuerdan a los de las dinastías omeyas y abasidas.[Ma. 14] Basilio I (r. 867-886), por su parte, construirá o renovará muchas iglesias, incluidas veinticinco en la capital y seis en los suburbios. La más célebre de ellas, ahora desaparecida y solo conocida por descripciones medievales, fue la Nea Ekklesia o Iglesia Nueva (880). Presumiblemente construida sobre una planta llamada de «cruz inscrita», estaba coronada con cinco cúpulas, recubiertas con mosaicos en el interior y de tejas de cobre en el exterior.[Ma. 14] En el interior, tenía al menos cuatro capillas consagradas a Cristo, a la Virgen, a los arcángeles Miguel y Gabriel, Elías y san Nicolás. Con la iglesia votiva de la Theotokos Panakrantos (iglesia votiva de la madre de Dios, Constantinopla) (hoy bajo las ruinas de la mezquita Fenari Isa), servirá como modelo para muchas otras iglesias en todo el imperio, incluyendo la Cattolica de Stilo en el sur de Italia (siglo IX), la iglesia del monasterio de Hosios Lukas (San Lucas, en Grecia, 946-955), el Nea Moni (nuevo monasterio) en la isla de Chios (1045), y el monasterio de Dafni cerca de Atenas (1050). También se difundirá en los países eslavos en vías de conversión. Así, la catedral Saint-Sophie de Ohrid (hoy en Macedonia del Norte) o la iglesia del mismo nombre en Kiev (Ucrania) son ejemplos tipo del uso de la cúpula sobre un tambor,[N 2] que ganará con el tiempo en altura y esbeltez.

Los monasterios bizantinos de este período muestran complejos arquitectónicos con características comunes. Por lo general, están rodeados por un muro y disponen de un elaborado portal, a menudo provisto con bancos donde los pobres y los mendigos llegaban a pedir limosnas. El portal se abría a un gran patio interior en el medio del cual se alzaba la iglesia que, contrariamente a la práctica de la época primitiva, estaba separada de los otros edificios lo que obligaba a dar más importancia a su aspecto externo. Los edificios de habitación estaban alineados en el interior de los muros con sus celdas rectangulares, generalmente abovedadas. El segundo edificio en importancia fue el refectorio y la cocina contigua. Había otros edificaciones, generalmente una fuente, un horno, una casa para visitantes, a veces una enfermería y baños.[Ma. 17]
También fue en ese momento cuando comenzó la construcción de los monasterios del Monte Athos que, con la Gran Lavra de San Atanasio en 961, se convirtió gradualmente en el centro del monacato ortodoxo. A excepción del Protaton, la iglesia más antigua situada en la capital administrativa de Karyés, todas las otras iglesias toman la forma de un trébol según el modelo del katholikon (iglesia principal de un monasterio) que habría sido construido por el propio san Atanasio.[Ma. 18]
Periodo tardío (1204-1453)



El período final o Tercera Edad de Oro abarca el lapso de tiempo comprendido entre los siglos XIII y XV, coincidiendo con el gobierno las dinastías de los Comnenos y los Paleólogos. Ya en el siglo XII, el Imperio bizantino comenzó a desmoronarse: la thema de Chipre se separó en 1185 y cuatro años después Teodoro Mangafas se convirtió en señor de Filadelfia. La caída de Constantinopla en 1204 solo aceleró esa tendencia, mientras se formaban el imperio de Nicea y el imperio de Trebisonda, el despotado de Epiro (con capital en Arta), el principado de Morea (con capital en Mistra) y varios principados latinos. La arquitectura de este período siguió la evolución de las influencias políticas ejercidas sobre esos territorios (georgianos y turcos para el imperio de Trebisonda; francos y eslavos para el despotado de Epiro; venecianos y genoveses para los grandes centros comerciales), de la misma manera que religiosos: Iglesia católica e Islam. Ya sea en la construcción de castillos o fortalezas o de iglesias, el estilo gótico comenzó a penetrar en esta región del mundo.[Ma. 19]
La ocupación latina (1204-1261) también marcó el final de la influencia de Constantinopla en el desarrollo de la arquitectura. Aparecieron nuevos centros como Nicea, Trebisonda y Arta. Después de la reconquista de Constantinopla, nuevos edificios, principalmente iglesias, monasterios y palacios, verán la luz, pero este nuevo impulso se ralentizará rápidamente por las guerras civiles de los años 1320 y 1340. Muchos artesanos abandonarán la capital para establecerse en otros lugares y con ello darán un impulso a la arquitectura local (Mesembria, Skopie, Bursa).[Ka. 3]
El despotado de Epirof ue probablemente el más dinámico en el plano arquitectónico, con muchos monumentos asociados con la familia reinante. Dos de los principales edificios de este período son el monasterio de Katô Panagia, cerca de Arta, construido por el déspota Miguel II entre 1231 y 1271 y la basílica de Porta Panagia, cerca de Trikkala, erigida en 1283 por Juan I Ducas, hijo de Miguel II. Estos dos edificios tienen «bóvedas de aristas».[Gl. 8] Muy extendida en Grecia desde el siglo XIII, esa planta de iglesia con tres naves se parece al de la cruz inscrita, pero sin cúpula. La obra maestra de la escuela epirota, sin embargo, sigue siendo la Iglesia de la Parigoritissa, erigida en 1290 por el déspota Nicéforo I Comneno Ducas. Es un edificio casi cuadrado de tres plantas. De tipo octogonal, el domo central está soportado por ocho pilares; cuatro cúpulas más pequeñas adornan cada esquina del techo plano.[Ma. 20][Ka. 4]
En Constantinopla mismo y en Asia Menor, la arquitectura del período comeniano fue prácticamente inexistente, con la excepción de Elmali Kilise, iglesia tallada en la roca, construida alrededor de 1050 en el centro de Capadocia y que comprende cuatro pilares irregulares que forman una cruz griega y sostienen una cúpula,[Ta. 5] así como las iglesias del Pantokrator (hoy conocido como Zeyrek Camii) y de la Theotokos Kyriotissa (Virgen del Trono, hoy conocida como Kalenderhane Camii) de Constantinopla.
Si se ha podido hablar de «renacimiento» para caracterizar el estallido intelectual que ocurrió bajo la dinastía de los Paleólogos, este apenas se manifestó en el campo arquitectónico. Los pocos palacios y monasterios que datan de este período perpetúan las tradiciones del período intermedio sin agregar nuevos elementos. Destaca la iglesia ubicada al sur del monasterio de Lips (Fenari Isa Camii) erigida alrededor de 1280 por la emperatriz Teodora, esposa de Miguel VIII (r. 1261-1282), así como las iglesias del Santo Salvador de Chora (Kariye Camii) y de Marie Pammakaristos que datan alrededor de 1310. Pero a menudo se trata de adiciones a edificios existentes o de renovaciones como las del monasterio de Chora hecha por Teodoro Metoquita entre 1316 y 1321.[Ma. 21]
Fuera de Constantinopla, la iglesia de los Santos Apóstoles de Salónica se considera a menudo típica de este último período con sus muros exteriores ornamentados con motivos hechos de ladrillos entrecruzados o de cerámica. A diferencia de las épocas anteriores, el exterior tiene prioridad sobre el interior y se dota de nichos, arcadas, ménsulas[Gl. 9] y dentículos[Gl. 10] donde se entrecruzan tejas y piedra. Esta mampostería en relieve probablemente culmina con la iglesia de Achtamar en la isla del mismo nombre en el lago Van, un símbolo de la arquitectura armenia.[Ta. 6] Otras iglesias de este período precedente a la caída de Constantinopla se conservan en Mistra (monasterio de Brontochion) y en el monte Athos.[Ma. 22]
A diferencia de sus colegas bizantinos, los arquitectos eslavos dieron ímpetu a las edificaciones verticales. Como resultado, se pierde la impresión de la cúpula como bóveda celeste que desciende gradualmente hacia el mundo de los hombres en una curva majestuosa. La cúpula se convierte en una especie de pozo invertido en el que la imagen del Pantokrator es alejada y parece minúscula. El espacio horizontal es privilegiado y, gracias a la renovación de la pintura durante este período, se cubre de escenas que se convierten en tablas sin relación con el espacio arquitectónico.
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