viernes, 22 de diciembre de 2017

SANTOS POR MESES Y DÍAS

SANTOS DEL 5 DE ENERO

Escudo de armas
Juan Nepomuceno Neumann1​(1811PrachatitzImperio Austro-Húngaro — 1860FiladelfiaEstados Unidos) estudió teología en el año 1831 en el seminario de Budweis aunque fue ordenado en Filadelfia en el año 1836. En sus inicios trabajó en la región de las Cataratas del Niágara, tiempo después se unió a los redentoristas ejerciendo en Baltimore y estando en esta ciudad fue nombrado obispo.
Como obispo durante 8 años abrió 70 escuelas católicas, por este hecho fue reconocido en 1960 por el senado estadounidense como "hombre insigne, pionero y promotor del sistema escolar católico de Estados Unidos".2​ Entre 1854 y 1855 estuvo en Roma para colaborar con el papa Pio IX al proclamar el dogma de la Inmaculada concepción.

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Juan Nepomuceno Neumann, Santo
Juan Nepomuceno Neumann, Santo
Obispo y fundador, 5 de enero.


Por: P. Ángel Amo. | Fuente: Catholic.net 



Sacerdote Redentorista, Obispo y fundador de las Hermanas Terciarias Franciscanas

Martirologio Romano: En la ciudad de Filadelfia, del estado de Pensilvania, en los Estados Unidos de Norteamérica, san Juan Nepomuceno Neumann, obispo, de la Congregación del Santísimo Redentor, quien se distinguió por su solicitud a favor de los inmigrantes pobres, ayudándoles con sus consejos y su caridad, así como en la educación cristiana de los niños (1860). 

Fecha de canonización: 19 de junio de 1977 por el Papa Paulo VI
Juan Nepomuceno Neumann nació en 1811 en Prachatitz, entonces parte del Imperio Austro-Húngaro, hoy población checa. Juan fue el tercero de una familia de seis hijos. Durante los estudios de filosofía, realizados con los cistercienses, su afición eran las ciencias naturales tanto que pensó en estudiar medicina, pero, motivado por su madre, ingresó al seminario.

En el año 1831, mientras estudiaba teología en el seminario de Budweis se interesó vivamente por las misiones y decidió dedicarse a la evangelización en América. 

Habiéndole llegado la hora de la ordenación sacerdotal, su obispo la defirió por tiempo indefinido. En esas circunstancias decidió partir para Estados Unidos, invitado por el obispo de Filadelfia. Desde Budweis escribió a sus padres: “Mi inalterable resolución, hace ya tres años acariciada y ahora próxima a cumplirse, de ir en auxilio de las almas abandonadas, me persuade de que es Dios el que me exige este sacrificio... Yo os ruego, queridos padres, que llevéis con paciencia esta cruz que Dios ha puesto sobre vuestros hombros y los míos.” 

Llegó a Nueva York en 1836, siendo ordenado sacerdote ese mismo año en la catedral de San Patricio. Inmediatamente se le destinó a la región de las cataratas del Niágara. Movido por un deseo de mayor entrega a Dios e impresionado por la eficacia del apostolado realizado por los misioneros redentoristas, quienes intentaban establecerse en aquellas tierras, pidió ser admitido en la congregación. Como redentorista ejerció el ministerio sagrado en Baltimore. Fue nombrado sucesivamente vicario del provincial, consejero, y finalmente superior de comunidad, en Filadelfia.

Estando esta ciudad, fue nombrado obispo de Filadelfia. En su labor pastoral, ideó un plan llamado sistema de escuelas parroquiales para dotar a cada parroquia con una escuela católica; en sus ocho años de episcopado se abrieron setenta escuelas. En el centenario de su muerte, celebrado en Pennsylvania en el año 1960, fue reconocido por el Senado como hombre insigne, pionero y promotor del sistema escolar católico de Estados Unidos.

Entre 1854 y 1855 se ausentó de su diócesis para ir a Roma en visita “ad límina”. El 8 de diciembre recibió la gracia de estar presente en la basílica de San Pedro cuando el papa Pío IX proclamó solemnemente el dogma de la Inmaculada Concepción. A él correspondió sostener el libro en el que el Papa leyó las palabras de la proclamación del dogma. 

De regreso a su diócesis llevó a cabo un permiso recibido del papa Pío IX: recibió los votos religiosos de tres mujeres que pertenecían a la tercera orden de San Francisco y convirtió su asociación en congregación religiosa: las Hermanas Terciarias Franciscanas, para quienes redactó unas constituciones. Murió en 1860. Fue beatificado en 1963 y canonizado en 1977 por el papa Pablo VI.







San Simón o Simeón el Estilita1​ o simplemente Simón Estilita(Sisan, Cilicia, c. 390 – AlepoSiria, 27 de septiembre de 459), también conocido como Simeón Estilita el Viejo (para diferenciarlo de Simeón Estilita el Joven y Simeón Estilita III), fue un santo asceta cristiano que nació en Cilicia a finales del siglo IV. Su fama radica en el hecho de haber elegido como penitencia el pasar 37 años en una pequeña plataforma sobre una columna2​ (del griego στῦλος stílos; de ahí su sobrenombre) cerca de AlepoSiria. Es conocido como uno de los Padres del yermo.
Nacido en Sisan, al norte de Siria, vivió su infancia como pastor. A los 15 años ingresó en un monasterio donde aprendió de memoria los 150 salmos de la Biblia, rezándolos cada semana, 21 cada día.
Se le considera el inventor del cilicio.[cita requerida] Fue expulsado de un monasterio por su rigor absoluto, así que decidió ir al desierto para vivir en continua penitencia; allí, después de vivir en una cisterna seca y en una cueva, y a causa de la continua molestia que le suponían las muchas gentes que venían a visitarle, apartándole de la vida contemplativa y la oración y acercándole a la tentación, decidió que le construyeran una columna de tres metros de altura, luego una de siete y por último pasó a una de 17 metros para vivir subido en ella y alejarse del tráfago humano. Sobre esta columna pasó sus últimos 37 años de vida, por lo que se ganó el sobrenombre de «el Estilita». Murió en el año 459. Su festividad se conmemora el 5 de enero.

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Plancha metálica que muestra a san Simeón Estilita sobre su columna. La serpiente representa al demonio, tratando de tentarlo (siglo VILouvre).

Simeón el Estilita, el ermitaño que vivía en lo alto de una columna


San Simeón fue el primero y, probablemente, el más famoso de una larga serie de estilitas, o “ermitaños de columna”, que durante más de seis siglos gozaron de gran reputación por esa peculiar forma de ascetismo en todos los rincones de la Cristiandad oriental. Si no fuera porque nuestra información -referente a san Simón y a algunos de sus imitadores- está fundamentada en evidencia de primera mano, podríamos relegar al campo de la leyenda la mayor parte de lo que nos cuenta la historia. Pero ningún crítico moderno se atrevería a dudar la realidad de las proezas de perseverancia atribuidos a esos ascetas.

Simón el Mayor nació alrededor del 388 en Sisan, cerca de la frontera norte de Siria. Al principio de su vida se dedicó al pastoreo. Antes de cumplir dieciséis años entró a un monasterio y desde ese momento se dedicó a practicar una austeridad tan severa y extravagante a los ojos de sus hermanos de religión quienes pensaron- sabiamente quizás- que no estaba llamado a ningún tipo de vida comunitaria. Viéndose forzado a salir del monasterio, se encerró durante tres años en una choza en Tell-Neschin, donde por primera vez pasó toda la Cuaresma sin comer ni beber. Posteriormente eso se convirtió en un hábito para él. Y a esa práctica añadía la de estar de pie mientras sus piernas lo soportaran. Más tarde, fue capaz de mantenerse en esa posición sobre una columna y sin apoyo durante todo el período de ayuno.

Luego de tres años en la choza, Simón buscó un promontorio rocoso en el desierto y se obligó a permanecer en un angosto espacio de menos de quince metros de diámetro. Pero turbas de peregrinos empezaron a viajar al desierto para pedirle consejos y oraciones, sin dejarle tiempo para sus devociones. Ello lo llevó a buscar una nueva forma de vida.

Simón mandó levantar una columna con una pequeña plataforma en la parte más alta, y decidió pasar sobre ella el resto de su vida. Al principio, la columna no pasaba de los tres metros de alto, pero fue sustituida por otras, la última de las cuales estaba a más de 15 metros sobre el piso. Por más extravagante que haya sido ese estilo de vida, definitivamente causó un tremendo impacto en sus contemporáneos y la fama del asceta se extendió por toda Europa. En Roma se llegó a formar una gran colección de pinturas del Santo, hecho que el escritor moderno Holl cita como un factor de gran importancia en el desarrollo del culto a las imágenes. Pero aún desde la cima de sus columnas, nunca se alejó de la relación con sus hermanos humanos. Los visitantes podían subir utilizando una escalera que estaba siempre lista para recargarse contra la columna. Sabemos que escribió cartas, algunos de cuyos textos aún existen; instruyó discípulos y dirigió discursos a la gente que se congregaba a sus pies. Parece ser que había una pequeña balaustrada alrededor de la plataforma sobre la columna, sin embargo, nada cubría el sitio, y jamás se permitió usar Simón la comodidad de un techo. Durante sus primeros años sobre la columna, Simón mandó erigir una estaca a la que se ataba durante la Cuaresma para obligarse a mantenerse erguido, pero después él mismo dejó esta práctica.

Grandes personajes, tales como el Emperador Teodosio y la Emperatriz Eudocia manifestaron enorme reverencia por el Santo y escucharon sus consejos; el Emperador León puso respetuosa atención a la carta que Simón le dirigió a favor del Concilio de Calcedonia. En cierta ocasión, el santo enfermó y Teodosio le envió a tres obispos para que le suplicaran bajara de la columna y fuese atendido por los médicos. No aceptó y decidió dejar su curación en manos del Señor; en poco tiempo sanó. Luego de pasar treinta y seis años sobre la columna, Simón murió el viernes 2 de septiembre del 459. Antioquía y Constantinopla se disputaron sus restos mortales. Se le dio preferencia a Antioquía y en ella se depositaron la mayor parte de sus reliquias como protección de la ciudad, que no contaba con murallas. Las ruinas del amplio edificio levantado en su honor se conocen como Qal’at Sim’ân (la mansión de Simón) y aún existen. Consiste en cuatro basílicas dentro de una patio octogonal, orientadas en dirección de los cuatro puntos cardinales. En el centro del patio se encuentra la columna de san Simón.

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