ILUSTRACIONES .-
Rembrandt, grabador de la Biblia
A lo largo de toda su vida artística, Rembrandt realizó más de trescientas obras sobre historias y figuras de la Biblia (entre ellas, sesenta óleos y setenta aguafuertes, además de dibujos y otros tipos de grabado), poniendo de manifiesto en ellas un gran sentido de la composición, una sorprendente variedad técnica y una enorme expresividad emocional.
El primero de sus aguafuertes de temática bíblica data de 1626 y el último, de 1659. Hay que destacar que, para Rembrandt, el grabado no era un mero producto derivado de sus pinturas, sino un género dotado de un valor propio e intrínseco. Con ello, seguía los pasos de sus más célebres predecesores, como Lucas van Leyden o Alberto Durero, lo cual le reportó una considerable fama ya en su momento.
Con el paso de los años, Rembrandt fue adquiriendo una creciente maestría en las técnicas del grabado, utilizando con mayor frecuencia la punta seca y el buril, y trabajando directamente sobre la plancha de cobre. Ello explica la altísima calidad de sus obras, ya que el artista asumía la responsabilidad de su creación en todas sus fases, en lugar de delegar en terceras personas la ejecución material de sus diseños previos.
Uno de los puntos fuertes del Rembrandt grabador es su capacidad para jugar con los claroscuros, recreando una gran variedad de tonos medios entre el blanco y el negro, lo cual se puede comprobar, por ejemplo, en las distintas versiones que acometió de las Tres Cruces (1655).
La evolución del estilo de Rembrandt a lo largo del tiempo oscila entre el abigarramiento casi barroco de las décadas de 1620 y 1630, hasta desembocar en la concisión de sus últimos años. Asimismo, poco a poco fue decantándose por piezas de menor tamaño, más íntimas y emotivas, aunque hacia final de su vida retomó en alguna ocasión las obras de gran formato.
En cuanto a los temas, Rembrandt prefiere concentrarse en un abanico relativamente limitado, destacando las escenas inspiradas en las grandes figuras del Antiguo Testamento (Sansón, Ruth, Saúl o David); historias como las de Esther, Daniel, Judith y Tobías; el nacimiento y la infancia de Jesús, o la pasión, muerte y resurrección del nazareno. Durante la Edad Media, la Iglesia había considerado el Antiguo Testamento únicamente como un preludio del Nuevo, de modo que sus historias se analizaban en clave profética. Sin embargo, poco a poco se fue desarrollando en los artistas un creciente interés por sus episodios, dotados de altas dosis de dramatismo y expresividad. Rembrandt se inscribe en esta tendencia, prestando gran atención a pasajes del Génesis, el Éxodo y otros libros veterotestamentarios, incluidos los apócrifos que no eran admitidos por la tradición protestante. Y es que el afán de Rembrandt era, ante todo, artístico más que teológico.
Lejos de agotar rápidamente los temas, a Rembrandt le complacía volver a ellos con relativa frecuencia, abordando la misma escena en varias ocasiones si era preciso desde distintas perspectivas e incluso utilizando diferentes técnicas. Es el caso de la Adoración de los Magos, la Circuncisión de Jesús, la Huida a Egipto o la Sagrada Familia, a la cual le dedicó nada menos que ocho piezas diferentes. Con la excepción de la resurrección de Lázaro, Rembrandt trabajó poco sobre los milagros de Cristo.
Una de las técnicas recurrentes de Rembrandt es lo que la crítica especializada ha venido a llamar el "congelado", que podría ser la traslación al ámbito pictórico del concepto fotográfico del "instante decisivo". Así, el artista plasmaría en sus obras el momento de máxima intensidad narrativa, expresiva y emotiva de la escena abordada, ya fuese (por poner un par de ejemplos) la tercera negación de Pedro o el sacrificio de Isaac a manos de Jacob. Rembrandt parece coagular el tiempo en un único momento que, gracias a su captura, ya dura para siempre.
Que para Rembrandt el grabado era un mundo autónomo que le atraía sobremanera queda patente en el modo en que explotó todas las posibilidades que le brindaba el arte gráfico. Así, por ejemplo, para intensificar el efecto dramático de las escenas que grababa utilizó varios tipos de papel distintos: es el caso del absorbente papel japonés, que le servía para difuminar los perfiles e intensificar la densidad de las sombras. También recurrió a las técnicas mixtas cuando, con ello, creía poder alcanzar un determinado registro estético que le interesaba, como por ejemplo al combinar el aguafuerte con la punta seca para conseguir unas líneas más definidas y precisas. Su grado de autoexigencia era tal, y su afán de búsqueda tan intenso, que no es extraño que realizase varias impresiones corregidas de una misma plancha, volviendo sobre ella tiempo después e incluso realizando enmiendas a mano alzada sobre la misma.
Uno de los aguafuertes de temática bíblica más valorados de Rembrandt es el llamado "grabado de los cien florines", por el precio que se pagó por una de sus copias. En él se muestra el pasaje descrito por Mateo 19 donde aparece Jesús curando a un enfermo, aunque lo cierto es que pueden observarse referencias a otros episodios del Evangelio, como el de los niños aproximándose al nazareno. En esta obra, el artista rompe con la tradición norteuropea de atribuir un valor devocional a las pinturas de inspiración bíblica, optando en cambio por potenciar su significado espiritual, humano. Según la crítica, en este grabado Rembrandt trasciende el marco estrictamente teológico para proponer su propia versión del mensaje crístico, en este caso, la aceptación de la importancia de todas las personas más allá de la clase social a la que se pertenezca. Estilísticamente hablando, en esta obra (que conoció sucesivas revisiones a lo largo de los años) Rembrandt invirtió todo su genio al combinar diferentes procedimientos en una misma pieza: mientras que el grupo de figuras de la izquierda aparece poco definido, las figuras en la sombra gozan de una mayor precisión, fruto del interés del artista por experimentar con la, a la sazón, nueva técnica de la medio tinta, o mezzotinta.
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