miércoles, 19 de agosto de 2020

FILOSOFÍA - ÍNDICE SISTEMÁTICO

 

Constitución de una disciplina según la TCC

Desde la perspectiva gnoseológica distinguimos seis modos según los cuales (desde la perspectiva de la teoría del cierre categorial) [788] puede comenzar a constituirse una nueva disciplina (“nueva” respecto del sistema de disciplinas preexistente en la época histórica de referencia); por tanto, seis vías diversas, seis alternativas genealógicas, no enteramente excluyentes, que pueden ser tenidas en cuenta (en gran medida desde una perspectiva crítica, no sólo para descartar, en cada caso, las no pertinentes, sino para descartar a las eventuales conceptualizaciones que sobre una disciplina dada tuvieran lugar desde esas vías) en el momento de determinar qué curso concreto de desarrollo pudo seguir la disciplina de referencia. La determinación de la vía a través de la cual se ha constituido de hecho una disciplina dada no es, por tanto, sólo una “cuestión histórica”, puesto que, en general, la estructura gnoseológica de una disciplina no es enteramente disociable de su génesis, ni recíprocamente.

(1) Segregación interna. Esta alternativa puede tomarse en consideración cuando partimos de una disciplina dada G que se suponga constituida sobre un campo con múltiples sectores o partes atributivas (S1, S2, S3), o con diversas partes distributivas (especies, géneros, órdenes, etc. E1, E2, E3), o con ambas cosas a la vez. La Biología, como disciplina genérica, comprende múltiples sectores (por ejemplo, los que tienen que ver con las funciones respiratorias, digestivas, etc.) y muy diversas partes distributivas (por ejemplo, hongos, vertebrados, peces, mamíferos, etc.). A partir de la Biología general podemos constatar cómo se constituyen, por segregación interna, disciplinas biológicas específicas o particulares. Estas disciplinas se “segregan” de la Biología general como el detalle se segrega del conjunto; pero aunque sigan englobadas en la categoría común, sin embargo, pueden constituirse en especialidades que requieran terminología, métodos, aparatos característicos, es decir, que requieran constituirse como nuevas disciplinas (subalternadas, sin duda, a la disciplina general). Los motivos por los cuales una categoría [167] dada se desarrolla por alguno de sus sectores o de sus partes distributivas no son necesariamente internos a la categoría (aun cuando los contextos determinantes [221] y sus desarrollos hayan de serlo), sino que pueden ser ocasionales (motivos económicos, de coyuntura, tecnológicos, etc.). Esto significa que el desarrollo interno de una ciencia genérica, no por ser interno ha de entenderse como un proceso homogéneo, armónico, sino, más bien, como un proceso aleatorio, desde el punto de vista sistemático. Una categoría, en su desarrollo, se parece, de hecho, más a un monstruo que a un organismo bien proporcionado. En principio las nuevas disciplinas se mantienen en el ámbito de las líneas generales de la categoría; sin embargo, no por ello cabe decir que las disciplinas segregadas sean una simple “deducción”, o reproducción subgenérica de las líneas genéricas, porque bastarían las diferencias de métodos para dar lugar a diferentes disciplinas dotadas de gran autonomía en sus desarrollos. Podríamos poner como ejemplo la segregación de la Mecánica de Newton, que comportaba la traslación de sus leyes (formuladas por referencia a los astros) a los corpúsculos de las nuevas teorías mecánicas, a partir de Laplace: la simple diferencia de escalas implicaba adaptaciones de constantes, parámetros, nuevos dispositivos experimentales, etc.

(2) Segregación oblicua o aplicativa. La segregación aplicativa u oblicua se diferencia de la segregación interna en que la disciplina constituida no sólo tiene motivaciones extrínsecas (aunque con fundamento interno), sino que es ella misma extrínseca desde su origen. Ahora la categoría genérica ha de considerarse refractada o proyectada en otras categorías, a título de aplicación. Pero los contextos determinantes nuevos ya no son internos a la categoría de referencia. Por ejemplo, la teoría geométrica de los poliedros se aplica a los cristales, para dar lugar a una cristalografía geométrica, que se segrega de la geometría, pero no por desarrollo interno de esta disciplina, sino por desarrollo oblicuo (no hay razones geométricas para la segregación de cierto tipo de poliedros cristalográficos). Otro tanto ocurre con la llamada óptica geométrica.

(3) Composición e intersección de categorías (o de disciplinas). Es un proceso similar al anterior sólo que ahora no puede hablarse claramente de “una disciplina dominante” que se aplique oblicuamente a un campo “que la desborda”, sino de una confluencia o intersección de diversas disciplinas, y esto de muchas maneras: la confluencia de la Aritmética y la Geometría en la Geometría Analítica, o la confluencia de la Química clásica y la Física en la Química Física. La intersección puede dar lugar a términos nuevos, por ecualización [62] de los campos intersectados. Sin embargo, las situaciones cubiertas más propiamente por esta tercera alternativa son las llamadas “disciplinas interdisciplinares” (tipo “Ciencias del Mar”, en la que confluyen categorías tan diversas como la Geología, la Biología, la Química, la Economía Política, la Geografía, etc.). Estas disciplinas, constituidas en torno a un sujeto de atribución, no son, desde luego, una ciencia categorial, pero sí pueden dar lugar a disciplinas dotadas de una unidad práctica, aunque externa, que le confieren una estructura que no es suficiente para disimular su naturaleza enciclopédica.

(4) Descubrimientos o invenciones de un campo nuevo (que será preciso coordinar con los precedentes). Excelentes ejemplos de esta alternativa nos lo ofrece el Electromagnetismo o la Termodinámica, respecto del sistema de la Mecánica de Newton, o la Fitosociología respecto de la Taxonomía de Linneo y sucesores.

(5) Reorganización-sustitución del sistema de las disciplinas de referencia. Este proceso es enteramente distinto de los precedentes. En aquellos las nuevas disciplinas se formaban en relación con otras anteriores, que habían de mantenerse como tales; por consiguiente, las nuevas disciplinas habían de agregarse a las precedentes. Pero la reorganización supone la destrucción total o parcial, la aniquilación o la reabsorción de determinadas disciplinas dadas en la nueva. La reorganización es unas veces sólo una reagrupación de disciplinas anteriores, pero otras veces exige la reforma y aun la aniquilación de las precedentes. Los ejemplos más ilustrativos de aniquilación pueden tomarse de la Sociología y de la Filosofía de la Religión. No son disciplinas que puedan considerarse agregadas, sin más, al sistema de las disciplinas precursoras, ni son meros nombres nuevos para antiguas disciplinas, acaso dispersas. La Sociología de Comte supone la propuesta de aniquilación de la Psicología, sustituida por una Física social; la Filosofía de la Religión [351-372] contiene el principio de la aniquilación de la Teología Fundamental [21] como disciplina filosófica.

(6) Inflexión. Llamamos inflexión a un modo de originarse disciplinas en función de otras, partiendo acaso de una proyección oblicua a otros campos, o de una intersección con ellos, incluso a veces de algún descubrimiento o invención, pero de suerte que mientras en todos estos casos, las “nuevas construcciones” tienen lugar fuera de las categorías originales, en la inflexión la novedad (ya sea debida a la intersección, a la invención, etc.) refluye en la misma categoría (la invención, el descubrimiento, por ejemplo, se mantienen o son reformulables en el ámbito de las categorías de referencia) como si fuese un repliegue producido en ella merced a las estructuras que se habrían determinado por procesos extrínsecos pero que son, en el regressus, “devueltas” a la categoría. Cabría ilustrar este procedimiento con la Electroforesis, como disciplina de investigación biológica (las estructuras dadas en tejidos, células, etc., proyectadas en un campo electromagnético, determinan comportamientos propios de los tejidos vivientes, con un significado biológico característico, pero que no podría haber sido “deducido” del campo estricto de la Biología).






Cuerpo de la ciencia

Totalidad de componentes constitutivos de una ciencia positiva [189-190] dada: “cuerpo de doctrina” y “cuerpo de investigadores” (“comunidad científica”), laboratorios, aparatos, bibliotecas, libros y revistas, cuerpo de profesores, ceremonias internas y externas, y aun los materiales reales mismos en la medida en que están integrados y “protocolizados” en ella.





Técnica / Tecnología

Distinguimos estos dos términos según su posición respecto de las ciencias (que, según la teoría del cierre categorial, no se constituyen por evolución de la filosofía [3], sino a partir de las técnicas y de las tecnologías [785]). Las técnicas las situamos en el momento anterior a la constitución de una ciencia; las tecnologías suponen ya una ciencia en marcha, y abren el camino a nuevos desarrollos. El “carro de las cien piezas” es fruto de la técnica; el “tren de alta velocidad” es fruto de tecnologías apoyadas científicamente.






Descubrimientos (tipología de los)

Conviene comenzar subrayando la superficialidad del concepto etimológico de descubrimiento (des-cubrimiento, a-letheia), tributario de un planteamiento psicológico (la relación de un sujeto individual con algo ignorado, hasta que lo descubre) y de un realismo ingenuo (el teorema de Pitágoras, ¿fue un descubrimiento?, ¿acaso preexistía a Pitágoras?, ¿fue una invención creadora, poética?).

La reconstrucción gnoseológica de la idea de descubrimiento la basamos en la interpretación de esta idea en el contexto de una relación ternaria entre sujetos Si y objetos Oj; relación que tiene dos versiones que mantienen entre sí una cierta dualidad: [Si,Oq,S2] y [O1,Sq,O2]; esta última fórmula la interpretamos de este modo: “El estado objetual dado (en una cultura, en un intervalo histórico) O1, como precontexto (P) del cual se parte, se transforma, da lugar o conduce al estado objetivo O2”.

La dualidad a la que nos hemos referido permite establecer de inmediato una clasificación entre dos géneros de descubrimiento: los descubrimientos de primer género, o “descubrimientos manifestativos”; y los descubrimientos de segundo género, o “descubrimientos constitutivos”.

Los del primer género se aproximan a la definición etimológica tradicional (si bien reinterpretando la condición “configuraciones preexistentes” por esta otra: “conocidas constitutivamente, previamente al acto del descubridor que se toma como referencia”). Pero la tipología fundamental para clasificar los descubrimientos es la que atiende a la diversidad de relaciones que puedan ser establecidas entre [P, O] por la mediación de S; más que a la diversidad de categorías a las que puedan pertenecer los O en sí mismos considerados (“descubrimientos matemáticos”, “descubrimientos físicos”, “descubrimientos geográficos”…). Utilizando el artificio (una transyección) de interpretar a [P, O] como si fuese un compuesto aritmético resultado de un producto, podremos decir que la composición, en el descubrimiento, de lo descubierto [Oj] en el precontexto [Pk] es una integración (más semejante al producto que a la adición) de lo descubierto en el precontexto.

De este modo podemos establecer cuatro tipos de descubrimientos que denominamos:

  1. Descubrimientos neutros.
  2. Descubrimientos negativos.
  3. Descubrimientos nulos o absorbentes.
  4. Descubrimientos particulares.













Descubrimientos neutros positivos (o “neutros”, a secas)

Tipos de descubrimientos que dejan al prexcontexto [P] invariante [178] en lo que se estima en él de esencial. Corresponde este caso a aquel para el cual Oj = 1 (Pi ⋅ Oj = Pi), es decir, al caso en el cual Oj actúa como un módulo o elemento neutro, lo que sólo podrá ocurrir cuando Oj aparezca ya de algún modo como contenido en Pi.

El concepto de descubrimiento neutro es ideal; es un concepto límite, pero no es utópico y a él se aproximan, más o menos, ciertos tipos de descubrimientos que con frecuencia han sido ya observados por oposición a otro tipo de descubrimientos que nosotros conceptuaremos en otras rúbricas.

Para poner ejemplos: Es frecuente contraponer el descubrimiento de Colón, transportado por las carabelas, en 1492, al descubrimiento de la Luna, en 1969, de Amstrong y Aldrin, transportados por el Apolo 11, en el sentido siguiente: que mientras quienes atravesaban el Atlántico en las carabelas iban “hacia lo desconocido”, ignorando que iban a descubrir tierras distintas de Asia (puesto que en sus mapas no figuraba América), en cambio, quienes atravesaban el espacio en el Apolo 11 entre la Tierra y la Luna (sin perjuicio de que este espacio fuese diez mil veces mayor) conocían con precisión su trayectoria, marchaban teledirigidos (sin que ello menoscabe, en modo alguno, su heroísmo personal) y tenían previsto científicamente lo que iban a descubrir. Desde luego, esta contraposición no puede tomarse con un radicalismo excesivo, puesto que es muy ambiguo decir que las carabelas iban hacia lo desconocido, en absotulo, en cuyo caso estaríamos ante una aventura ciega, carente incluso de valor objetivo (y el valor subjetivo de tales aventuras estaría siempre lindando con la estupidez). Colón y quienes hicieron posible su proyecto, “sabían”, de algún modo, hacia donde iban; las carabelas no navegaban hacia lo desconocido en términos absolutos, sino hacia algo conocido, teóricamente, es cierto –en virtud de la teoría de la esfericidad de la Tierra, que era entonces una pura teoría– aunque de modo confuso y genérico (“tierras al otro lado del Atlántico”), y específicamente erróneo (Cipango, Cathay). De todas formas es evidente que, comparativamente, el volumen de los contenidos que desconocían quienes navegaban en las carabelas a efectos prácticos tenía una magnitud mucho mayor que lo que desconocían quienes eran transportados por el Apolo 11 (y esto sea dicho en reconocimiento del asombroso avance del poder de la técnica y de la ciencia en el corto intervalo de cinco siglos). Y, en todo caso, lo que en esta contraposición se está expresando es esto: que el viaje de las Carabelas tuvo como resultado una modificación sustancial del mapa por el que se habían guiado (el mapa de Toscanelli) comparativamente mucho mayor que las modificaciones que el viaje del Apolo 11 determinó en los mapas astronómicos. O dicho en forma positiva y pasando al límite: que mientras el descubrimiento de 1492 determinó profundas alteraciones y novedades en el precontexto en el que él tuvo lugar y lo hizo posible, el descubrimiento de 1969, pese a presentársenos como mucho más impresionante desde el punto de vista subjetual, constituyó una reiteración del precontexto y la novedad fundamental (más asombrosa, sin duda, aunque en otro orden, que lo asombroso del contacto con los nuevos escenarios transatláticos) fue aquí precisamente la falta de novedad, es decir, el carácter neutro o modular del descubrimiento (las expectativas dramáticas –posible encuentro con selenitas u otras formas de vida lunares, desintegración de los astronautas, hundimiento de un polvo lunar, etc.– que acompañaron a los años previos al momento en el que el hombre, un americano, por cierto, puso el pie en la Luna, se mantuvieron fuera del ámbito científico y pueden ser consideradas como pura propaganda para crear un suspense en un viaje cuyos límites estaban perfectamente definidos).


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FILOSOFÍA - ÍNDICE SISTEMÁTICO

 

Categorías ontológicas / Categorías gnoseológicas

Consideramos como auténticas categorías ontológicas precisamente aquellas que puedan considerarse delimitadas por las propias unidades científicas. Las ciencias positivas constituidas son, según esto, nuestro “hilo conductor”, un hilo que no nos lleva, desde luego, a un sistema o tabla de categorías, sino, más bien, a una rapsodia de las mismas. Una rapsodia en la que figurarán pongamos por caso, las “categorías lógicas”, las “categorías matemáticas”, las “categorías mecánicas”, las “categorías químicas”, las “categorías biológicas”, las “categorías etológicas”, las “categorías antropológicas”, las “categorías lingüísticas”, etc. En el conjunto o rapsodia global de categorías habrá que distinguir diferentes subconjuntos según criterios capaces de englobar a ciertas categorías, dejando fuera a otras; de este modo, podremos acaso poner a un lado las categorías lógicas y las matemáticas, englobándolas bajo el rótulo de “categorías formales” (propiamente son órdenes o subórdenes de categorías) y a otro lado las categorías físicas, químicas, biológicas, etc., englobándolas bajo el rótulo de “categorías materiales”. El “principio” será siempre el mismo: tantas categorías como ciencias; tantos tipos de categorías como tipos de ciencias podamos establecer. En este sentido, las categorías ontológicas se corresponden con las categorías gnoseológicas y recíprocamente.







Materialismo gnoseológico

Teoría de la ciencia [169] que adopta el punto de vista gnoseológico [170], ofreciendo una clasificación [227] de los conocimientos humanos en base a criterios explícitos de corte materialista, una clasificación de las alternativas metacientíficas relevantes desde el punto de vista de la dualidad materia/forma [184] (descripcionismo, teoreticismo, adecuacionismo y circularismo), y una teoría sobre la génesis, estructura y validez de las ciencias [189] conocida como teoría del cierre categorial [788].







Teoría del cierre categorial

Nombre que recibe la teoría de la ciencia característica del materialismo filosófico, y que se caracteriza:

1. Por atenerse a las ciencias positivas ya establecidas (Matemáticas, Física, Biología, Termodinámica, etc.) en la medida en que estas ciencias son independientes unas de otras sin perjuicio de sus eventuales involucraciones.

2. Por la consideración de cada ciencia como delimitando una categoría de la realidad irreducible a las demás categorías [152-167]. Una ciencia se mantiene en la inmanencia de esa categoría, que no está constituida por un objeto sino por múltiples objetos o términos que mantienen entre sí relaciones definidas y se componen o disocian mediante operaciones capaces de dar lugar a otros términos de la categoría a partir de los precedentes. El cierre alude precisamente a esta capacidad de las operaciones para determinar objetos que siguen perteneciendo a la categoría y la amplían, y en la medida en que este cierre va estableciendo concatenaciones entre objetos que establecen los límites de una unidad categorial se denomina “cierre categorial” [206].

3. Las ciencias no se entienden como representaciones mentales o simbólicas de la realidad que pudieran adecuarse a esta realidad o, por lo menos, incidir sobre ella a efectos prácticos, tecnológicos. Las ciencias, propiamente, ni siquiera son “conocimiento de una realidad exterior a ellas”, sino más bien una reconstrucción de la realidad misma que culmina en los momentos en los cuales se logra una identidad sintética entre algunos cursos de sus desarrollos, a través de la cual la identidad sintética puede definir la verdad científica [217]. Por tanto, la verdad de las ciencias no se predica de la ciencia en general sino de cada uno de sus teoremas. Y, por supuesto, una ciencia no se puede considerar, sin más y exclusivamente, como un conjunto de verdades, puesto que muchos de sus contenidos no son ni verdaderos ni falsos, sino puramente intercalares. Por ejemplo: la verdad del teorema de Pitágoras [207] (en un triángulo rectángulo el cuadrado de la hipotenusa es igual a la suma del cuadrado de los catetos) no consiste en la supuesta adecuación de los triángulos rectángulos empíricos con supuestos triángulos ideales que flotasen en un cielo uránico o en la mente de los geómetras; su verdad consiste en la identidad misma entre la suma de las áreas de los cuadrados de los catetos y el área del cuadrado de la hipotenusa.






Ciencia (acepciones de)

Distinguimos cuatro acepciones del término ciencia:

  1. Ciencia como “saber hacer” (la ciencia del zapatero consiste en saber hacer zapatos); tiene que ver con la técnica, el arte o la prudencia.
  2. Ciencia como “sistema de proposiciones derivables de principios”; cubre la Geometría de Euclides y muchas disciplinas teológicas y filosóficas.
  3. Ciencia categorial estricta, ciencia positiva, ciencia en sentido “moderno” (Mecánica, Termodinámica, Biología molecular, etc.).
  4. Ciencia categorial ampliada (las ciencias positivas culturales: Lingüística, Antropología, etc.).

La teoría del cierre categorial [788] toma como referencia de sus análisis a la acepción (3).





Gnoseología general

Se orienta hacia la determinación de una idea general de ciencia para estimar el grado de cientificidad característico de una disciplina determinada. Conlleva dos trámites:

(1) Analítico (Gnoseología general analítica), destinado a determinar “anatómica” o estructuralmente las partes formales constitutivas de todas las ciencias.

(2) Sintético (Gnoseología general sintética): estudia la constitución dinámica o “fisiológica” de las ciencias en funcionamiento.






Gnoseología especial

Se orienta hacia la determinación de la constitución y límites internos de una ciencia positiva concreta (“Gnoseología de la Aritmética”, “Gnoseología de la Mecánica”, etc.). No puede llevarse adelante a espaldas de la gnoseología general, ni recíprocamente.






Gnoseología / Disciplinas en general

“Gnoseología” designa aquí, en primer lugar, desde luego, al análisis de las disciplinas científicas (Geometría, Termodinámica…) [170], y, por analogía de atribución, al análisis de cualquier otro tipo de disciplina; porque, aunque no todas ellas sean científicas, en el sentido de las ciencias positivas [169], su organización para la enseñanza les obliga a adoptar una estructura similar a las de aquellas que, en la tradición aristotélica de los Segundos Analíticos, se denominan “ciencias” (así, la Mariología es considerada por sus cultivadores como una ciencia). Distinguimos, por tanto, el término Gnoseología del término Epistemología, reservando este último para todo cuanto tiene que ver con el análisis del conocimiento (por ejemplo, en el sentido de la “Epistemología genética” de Piaget), esté o no organizado en la forma de una “disciplina”.

Una disciplina es inseparable, desde luego, de la materia en torno a la cual ella gira: la Musicología es inseparable de la materia constituida por las sinfonías, por las sonatas, las óperas; la Etnología es inseparable de la materia constituida por las sociedades preestatales (las tribus amazónicas o las australianas), …; sin embargo, las disciplinas son disociables de sus materias respectivas, aunque no sea más que por la posibilidad de compararlas entre sí, según términos, relaciones u operaciones homólogos o análogos (homologías o analogías que tienen lugar más en el plano gnoseológico de la sintaxis o de la pragmática que en el plano ontológico). Precisamente la dualidad entre gnoseología y ontología –y utilizamos el concepto en un sentido análogo al que tiene en Geometría Proyectiva (por ejemplo, la dualidad entre puntos –como intersección de infinitas rectas– y rectas –como colineación de infinitos puntos)– tiene que ver con esa disociabilidad de los inseparables [63]. No puedo separar el momento gnoseológico del momento ontológico de una ciencia, pero puedo disociar la perspectiva gnoseológica (y entonces me encuentro con el “cuerpo de la disciplina” de que se trate) de la propia ontología (y entonces me encuentro con la materia de esa disciplina, con la realidad “ontológica” misma, pongamos por caso, de las acciones o disposiciones prácticas denominadas “bioéticas”). Una disciplina consiste gnoseológicamente, en efecto, ante todo, cualquiera que sea su materia, en un conjunto de instituciones técnicas, o sociales, tales como libros, cátedras, departamentos, congresos, comunidades gremiales de especialistas, con sus tradiciones correspondientes, etc. Y esto, tanto si se trata de la Mariología como si se trata de la Termodinámica. Hay revistas y congresos internacionales de Mariología, en los que se confrontan escuelas diversas, como hay revistas y congresos internacionales de Termodinámica. Los análisis que Kuhn hizo célebres en torno a los paradigmas y a las comunidades científicas han de considerarse referidos también a las disciplinas en general, sean o no científicas. No sólo hay “paradigmas” y “cambios de paradigma” en Termodinámica, sino también en Mariología. Precisamente por ello el concepto kuhniano de paradigma es, antes que un concepto de teoría de la ciencia específica, un concepto de “teoría de las disciplinas”. Se comprende la gran confusión que amenaza a quien habla de “comunidades científicas”, porque, según lo dicho, tanto las comunidades de mariólogos como las comunidades de termodinámicos mantienen, desde el punto de vista estructural, histórico y social, extraordinarias semejanzas mutuas, sin que estas semejanzas permitan considerar a las comunidades de mariólogos como una comunidad científica en sentido específico. No disponemos de terminología comúnmente aceptada; pero preferiríamos hablar, por nuestra parte, de “comunidades disciplinares” (incluyendo a las comunidades de los científicos) y no de “comunidades científicas” (incluyendo a las disciplinares).

Un ejemplo: la Bioética [507-538] es “hoy”, ante todo, el nombre de una disciplina. Y las razones de esta afirmación son de esta índole: que antes de 1970 no se encuentran ni libros, ni congresos, ni revistas, ni departamentos que lleven en sus rótulos el término “Bioética”; pero durante la década de los años setenta comienzan a surgir instituciones, libros, congresos, etc., con este rótulo, según una curva ascendente (o acaso, en la fase ascendente de las llamadas curvas en S). Por ejemplo, en 1971 André Hellegers [un ginecólogo que formó parte por cierto de una comisión vaticana sobre el control de natalidad, hacia 1965] funda el Centro de reproducción humana y bioética del Instituto Kennedy de la Universidad de Georgetown. En España, en 1975, se funda el Instituto Borja de Bioética en San Cugat, auspiciado por la Compañía de Jesús. En 1984 se crea el Departamento de Bioética de la Universidad de Navarra (impulsada por el Opus Dei). Importante es la fundación, en 1997, de la Sociedad Internacional de Bioética que preside el doctor Marcelo Palacios. Cabría multiplicar los nombres de estas nuevas instituciones, que simultáneamente implican una gran proliferación de cursos, conferencias, publicaciones, revistas, congresos… A través de internet puede constatarse la presencia internacional actual de la Bioética. Como en toda disciplina viva y juvenil, la agitación es permanente. Van delineándose diferentes corrientes o escuelas, confesionales unas (orientadas principalmente por jesuitas, como el Centro de Bioética de Roma), otras abiertamente laicas (como la expresada en el Manifesto di Bioetica Laica, firmado por Carlo Flamigni, Armando Massarenti, Maurizio Mori y Angelo Petroni); unos terceros quieren ser neutrales, es decir, quieren mantenerse en una concepción de la Bioética estrictamente científica o acaso filosófica. En cualquier caso ya es posible determinar, independientemente de las declaraciones de principio, el cuestionario, el temario o la problemática en torno a la cual se desarrollan los congresos, los libros o las conferencias de Bioética. El análisis de las cuestiones, temas o problemas de los que se ocupa la nueva disciplina constituye, desde luego, el obligado punto de partida para un análisis gnoseológico, y equivale a una “definición deíctica” de la Bioética, aunque su contextura gnoseológica o filosófica sea muy precaria. Es una definición del mismo tipo que la que Eddington proponía para la Física: “Física es lo que se contiene en el Handbuch der Physik.” A la pregunta ¿qué es la Bioética? responderíamos deícticamente (“empíricamente”): “Bioética es la disciplina que se ocupa de cuestiones similares a estas: eutanasia pasiva, eutanasia como suicidio asistido, aborto con fetos malformados, clonaciones de individuos humanos, eugenesia, transplantes de cerebros o de órganos, bancos de gametos, siameses inseparables, aborto con embriones múltiples…”.


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FILOSOFÍA - ÍNDICE SISTEMÁTICO

 

Órdenes de categorías / Sistemas de sistemas de categorías / Categorías de sistemas de categorías

La independencia que caracteriza a cada categoría (en su calidad de totalidad sistemática), respecto de las otras, no tiene el significado de un “aislamiento megárico”. En este contexto, planteamos la cuestión de la posibilidad de una única categoría (categoría que, sin embargo, no tendría por qué abarcar la omnitudo realitatis: la supuesta categoría única podría concebirse inmersa en un medio “acategorial”). A. Schopenhauer conoció (a propósito de la categoría de la causalidad) esta posibilidad, siguiendo una hipótesis de Kant en la Crítica de la razón práctica.

La concepción de las categorías como “totalidades sistemáticas” [162], nos permite dar una respuesta a la cuestión que no sea meramente factual. Desde la perspectiva de esa concepción, podemos concluir que la hipótesis de una única categoría es inadmisible, puesto que ella supuesta, no alcanzaríamos la idea de categoría. Una categoría única no nos permitiría establecer las relaciones que cada totalidad sistemática entraña con las demás totalidades sistemáticas (y, especialmente, la relación de independencia esencial) [63]. La hipótesis de una única categoría debe considerarse como una hipótesis límite. Es de notar que el ideal de unicidad categorial ha de considerarse asociado al ideal de la mathesis universalis, que alienta en grandes sectores de los científicos de nuestros días. Las categorías sistemáticas son múltiples; lo que no existe es un sistema de todas las categorías sistemáticas. Ahora bien, que no haya un sistema de categorías sistemáticas no significa que pueda introducirse cualquier categoría en el conjunto de las categorías sistemáticas establecidas.

Una categoría sistemática es un sistema de categorías que mantiene su independencia esencial (no existencial) con otros sistemas de categorías. Un sistema de categorías (una categoría sistemática) –lo más parecido en la tradición a este concepto es la idea de “predicamento”– es todo aquel “conglomerado” de categorías definido, más que por su mera referencia a un material común, por su composibilidad, en el sentido más amplio, pero ordenada hacia determinaciones de resultados concatenados. Como ejemplo típico de totalidad sistemática podríamos poner la categoría de la “Biosfera”, una idea relativamente reciente (Eduardo Suess parece que fue su introductor; Vladimir Bernarski (La Biosphere, Alcan, Paris 1929) elaboró la idea que popularizó Teilhard de Chardin). Mientras que la idea de “campo biológico” (de Treviranus-Lamarck) se mantenía en una perspectiva porfiriana-linneana (en la que seguía presionando la idea aristotélica de sustancia), el darvinismo estableció un tipo de unidad nueva entre los diferentes seres vivos, constitutivos de la Biosfera.

En cualquier caso, no sería posible negar a priori la posibilidad de diversos conjuntos de sistemas de categorías; estos “conjuntos” de categorías (sistemáticas) no constituirían sistemas de categorías. Cabría hablar de “órdenes” de categorías. Las diez categorías de Aristóteles, por ejemplo, no podrían considerarse como un sistema de categorías, como una totalidad sistemática; o como una categoría sistemática (el sistema de categorías de la cantidad constituye la categoría sistemática de la cantidad; pero las diez categorías, en su conjunto, no constituyen un sistema de categorías, una “supercategoría sistemática”, por tanto, sino un orden de categorías). Y otro tanto se diga de las categorías kantianas.

Un orden de categorías, por consiguiente, es un conjunto de categorías que se relacionan de algún modo pero sin implicar la unidad sistemática. Una unidad que nos llevaría a tener que admitir “categorías de categorías”.

Supuestas varias categorías sistemáticas, lo que desechamos es la posibilidad de hablar de “sistemas de sistemas de categorías”, y también de “categorías de sistemas de categorías”. El concepto de “órdenes” de sistemas de categorías está calculado para recoger las relaciones “suprasistemáticas” dadas entre las categorías sistemáticas.

Por lo demás, la consideración de órdenes de conjuntos de categorías sistemáticas no es nueva en la tradición filosófica. La encontramos, ejercitada al menos, varias veces en nuestra tradición. Así, refiriéndonos a los escolásticos, cabría hablar de un reconocimiento actu exercito de diversos órdenes de categorías desde el momento en que ellos hablaban, por ejemplo, de categorías “ontológicas” y categorías “lógicas” (o predicamentos) o incluso de “categorías gramaticales”. Así también, las seis series, de nueve categorías cada una (cada serie), en las que se reparte la “tabla de categorías” de Lulio, según la interpretación de Couturat, viene a constituir un orden (si hubiera otras tablas) o nueve órdenes, si es que cada serie (consideración obligada si tenemos en cuenta que la primera serie se corresponde con la rapsodia de categorías aristotélicas) se considera como un orden.






Categorías del hacer / Categorías del ser

Si nos atenemos al punto de vista holótico, según el cual las categorías son totalizaciones sistemáticas [162] resultantes de operaciones de totalización [154-156, 160], podemos encontrar un criterio para establecer órdenes de categorías según que las categorías resultantes tengan que ver, ya sea con totalidades efectivas (segregadas estructuralmente de las operaciones genéticas) ya sea con las operaciones de totalización (que acaso sólo son, al menos en muchos casos, meramente intencionales). Más aún, si mantenemos la tesis de que toda totalidad categorizada es siempre el resultado de una totalización, podríamos dibujar la posibilidad de órdenes de categorías que, sin embargo, estuviesen entre sí vinculadas por las conexiones que median entre las operaciones y sus resultados.

Desde este punto de vista cabría agrupar las categorías (atendiendo al grado de “segregación” de las operaciones que ellas hayan alcanzado) en dos grandes órdenes fundamentales. Órdenes que no representarán necesariamente tanto la distancia (o aislamiento) entre supuestos conjuntos o sistemas de categorías que estuviesen “mutuamente vueltos de espaldas”, cuanto la inconmensurabilidad esencial entre conjuntos de sistemas de categorías que, sin embargo, resultan ser concurrentes (existencialmente) en la constitución del mundo real de los fenómenos.

Los dos órdenes fundamentales de categorías que cabe determinar los denominaremos, valiéndonos del par de ideas que, en lengua española, se expresan por los verbos hacer y ser. Mencionamos la lengua española precisamente porque, en ella, hacer, aunque deriva del facere latino, incluye también el significado del agere (tanto decimos “hacer una casa” como “hacer una ley”; una “faena” es, a la vez, un trabajo de campo y una “maniobra” taurina y, por extensión, política). Desde otros puntos de vista, podría considerarse este proceso como una pérdida de acuidad semántica (comparable a la que borró las diferencias entre el vel y el aut latinos en un único “o”); pero también puede interpretarse este proceso como una “ganancia en abstracción” o, sencillamente, como la recuperación de un concepto genérico (hacer, en el sentido de la praxis humana) que hubiera sido “fracturado” por motivos ideológicos (por ejemplo, por la división en clases que opone los trabajadores manuales –laboratores, en el ámbito de la idea del facere– a los “hombres libres” –oratores, políticos, en el ámbito del agere–). Por otro lado, el facere latino corresponde a la poiesis aristotélica, una “fuerza natural” que habría de ser moderada y canalizada por la virtud de la techné (que los latinos tradujeron por “arte”); el agere latino corresponde a la praxis aristotélica, una “fuerza natural” que también habría de ser moderada y canalizada por una virtud, la phronesis (que los latinos tradujeron por prudentia). Ahora bien: mientras que en román paladino el hacer incorporó las funciones del agere, el lenguaje propiamente académico (pero ampliamente difundido por la tradición de Cieszkowski, Marx, el pragmatismo de James, Gramsci, etc.) ha incorporado a la jurisdicción del término praxis las funciones del facere [236].

Tanto el “Reino del hacer” como el “Reino del ser” contiene “unidades” que, al menos aparentemente, se comportan de maneras que tienen mucho que ver con las categorías. Por ejemplo, las doctrinas de las virtudes (o de los hábitos), propuestas por Platón, Aristóteles, Espinosa o Kant, se desarrollan por medio de listas o tablas en las cuales se representan “sistemas” de virtudes o de hábitos relativamente independientes (aunque los estoicos negasen este punto) susceptibles de ser poseídos, en diverso grado, por los sujetos humanos (quien tiene hábitos o virtudes artísticas o tecnológicas, acaso carece de hábitos o virtudes políticas o prudenciales); independencia que no excluye su concatenación en la vida personal y social. No constituye, por tanto, “cuanto a la cosa”, ninguna novedad el que hablemos de un “orden de categorías del hacer”, contraponiéndolo a un “orden de categorías del ser”. En todo caso, la distinción entre estos dos órdenes de categorías (de conjuntos de categorías sistemáticas) puede ponerse en estrecha correspondencia con otras distinciones. En la tradición escolástica, con la distinción entre un Entendimiento práctico y un Entendimiento especulativo; en la tradición kantiana, con la distinción entre las categorías de la Naturaleza y las categorías de la Libertad. Esta distinción se reproduce en la distinción que Kant propone en su Antropología entre una “antropología fisiológica” (que investiga “lo que la Naturaleza hace del hombre”) y una “antropología en sentido pragmático” (que investiga lo que el hombre mismo, como ser que obra libremente “hace o puede hacer por sí mismo”: “obrar libremente” puede interpretarse como un modo de referirse a la praxis, en cuanto conducta codeterminada por otras conductas, conductas normadas) [235].

Desde el punto de vista gnoseológico, la distinción entre las categorías del ser y las categorías de la hacer se corresponde con la distinción entre totalidades α-operatorias y β-operatorias [227-232], distinción que hay que poner en correspondencia con la distinción gnoseológica entre las ciencias naturales (entendidas a veces, desde Abenhazam hasta Marx, como “ciencias comunes a todos los pueblos”) y las ciencias humanas o culturales (entendidas a veces, desde Abenhazam hasta Pike, como “ciencias propias de cada pueblo”, como folklore [276-277], en el sentido de Thoms).







Conexión entre el orden de categorías del hacer y el orden de categorías del ser

He aquí las tesis que, desde el materialismo filosófico, mantenemos en relación con la cuestión de la conexión entre el orden de las categorías del hacer y el orden de las categorías del ser.

(1) Ambos órdenes de categorías son distintos, y las diferencias pueden declararse de muy diferentes maneras. Subrayaremos el diferente “comportamiento” de estos órdenes de categorías ante las “categorías teleológicas”: mientras que las categorías del hacer están intrínsecamente asociadas con las categorías teleológicas en sentido estricto (proléptico), en cambio las categorías del ser se segregan de todo tipo de prólepsis y de teleología proléptica [120].

(2) El orden de las categorías del hacer comprende diversas categorías sistemáticas, y conjuntos de categorías sistemáticas, tales como “categorías tecnológicas” (arquitectónicas, musicales), “categorías políticas”, “categorías económicas”, etc.

(3) Las categorías del hacer y, en particular, las categorías tecnológicas, constituyen la génesis de cualquier otro sistema o conjunto de categorías. Esta es la versión, desde la doctrina de las categorías, del principio del verum est factum (el concepto de ley natural, por ejemplo, procedería de la política o de la moral). No hay, según esto, categorías del Ser (o de la Naturaleza) que puedan considerarse constituidas al margen de la praxis humana, sin que esto quiera decir que se reduzcan a ella.

(4) Supuesta la constitución de estructuras categoriales objetivas (categorías del ser) admitimos que ellas pueden alcanzar un grado de rigor mayor que el accesible a las categorías del hacer que conducen a ellas.

(5) El mejor criterio que, supuesto lo anterior, podríamos utilizar para delimitar las categorías del ser (es decir, el radio de sus círculos respectivos), será el que se funda en el análisis de los caminos que conducen desde las categorías del hacer hasta las categorías del ser, a saber: el análisis de los procesos de constitución de las ciencias mismas. No disponemos de ningún criterio objetivo para determinar las categorías del ser, en función de las categorías de la praxis, que pueda utilizarse con independencia de la consideración de la realidad de las mismas ciencias. No por ello sostenemos que la “deducción del conjunto de las categorías ontológicas” es asunto científico; en realidad, no hay tal deducción, ni tal sistema de categorías. Decimos sólo que el único criterio que conocemos para establecer un conjunto (o rapsodia) de categorías ontológicas (distintas de las categorías de la praxis) son los “círculos ontológicos” recortados por las propias ciencias, interpretadas filosóficamente.

(6) Cada ciencia cerrada corresponderá, por tanto, a una categoría sistemática, es decir, a un sistema de categorías.

(7) Tantas categorías ontológicas reconoceremos, según esto, cuantas ciencias cerradas podamos admitir tras el análisis crítico-gnoseológico.


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FILOSOFÍA - ÍNDICE SISTEMÁTICO

 

Teoría de la ciencia / Doctrina de las categorías / Teoría de los todos y las partes

La teoría de la ciencia y, desde luego, la teoría del cierre categorial [788] considera a la Idea de Categoría como una Idea imprescindible para llevar adelante el análisis filosófico de la Idea de Ciencia. La Idea de Ciencia envuelve la Idea de Categoría y ésta se conforma a su vez a través de la Idea de Ciencia. Tal es, al menos, la tesis principal de la teoría del cierre categorial.

Pero la idea de categoría envuelve a su vez la idea de todo (o de totalidad)Las categorías son totalidades. Esta conexión se advierte claramente a través de la conexión entre la categorización y la clasificación (que, a su vez, constituye uno de los modi sciendi [222] generales de las ciencias positivas). Las clasificaciones implican desarrollos de todos en partes y recíprocamente: el “sistema periódico de los elementos” –contenido central de la Química clásica– es una clasificación y, por ello mismo, una totalización en forma de sistema; también son totalidades las constituidas por cada elemento químico (en función de sus partes: electrones, nucleones, etc.); otro tanto hay que decir de las totalizaciones asociadas a lo que por antonomasia se llama “sistemática” en Biología. Los “reinos”, los tipos, las clases, los géneros, las especies y, desde luego, los individuos son totalizaciones (sistemáticas o sistáticas) [49]. Por lo demás, la tradición aristotélica (y, por supuesto, alguna otra tradición diferente) conoció las múltiples intersecciones que las ideas de todo y parte tienen con la teoría de la ciencia y con la doctrina de las categorías. A fin de cuentas, las categorías aristotélicas fueron interpretadas como géneros supremos y los géneros son totalidades (καθ' όλος), si bien es cierto que en la tradición latina la sustitución de “todo” por “universal” contribuyó a desvirtuar el marco holótico en el que están dibujados los géneros supremos o categorías. (Sin embargo, Santo Tomás I, 77, a.1 ad 3 habla del totum universale, es decir, del universal como un todo que está presente en sus diversas partes, según toda su esencia y virtud, “como animal en caballo y hombre”.) Sin duda, la clave del asunto hay que ponerla en la orientación “formalista” que inspira el tratamiento de los universales, no ya como totalidades, sin más, sino como totalidades distributivas, en el contexto silogístico del principio dictum de omni, al modo de Porfirio: “el género es un todo, el individuo es una parte, y la especie es a su vez todo y parte”.

Sin embargo, hay circunstancias objetivas que podrían ser invocadas para explicar la tendencia a desentenderse de las ideas de todo y parte en el momento de tratar las cuestiones gnoseológicas que se suscitan en torno a las categorías. Estas circunstancias tienen que ver (sin contar con el desprestigio que la Idea de “todo” experimentó a consecuencia del tratamiento que de ella hizo el holismo cuasi místico –el de J.C. Smuts–, un holismo afín a la ideología del totalitarismo político) con la multivocidad de los términos todo y parte y con las paradojas y aun contradicciones que estas ideas llevan aparejadas desde el escepticismo griego. Paradojas que suelen ser despachadas por procedimientos ad hoc (como es el caso de la paradoja de Russell referida a los conjuntos autoinclusivos y resuelta mediante el postulado de prohibirlos); o bien, la oscuridad de los principios holóticos ligados al “axioma de desigualdad” –el todo es mayor que la parte– desmentido por los conjuntos transfinitos cantorianos y aun por el llamado “principio de supersumatividad” –el todo es más que la suma de las partes– que condujo a concepciones místicas de la totalidad como Idea “jorísmica” (la idea de Gestalt de Ehrenfels y otros). Se comprende que pueda tomar cuerpo, en muchas ocasiones, la tendencia a “prescindir” de las ideas de todo y parte retirándolas, si fuese posible, como ideas oscuras y pretenciosas, de los escenarios que buscan la claridad y la realidad (K. Popper habló ya de la conveniencia de olvidarse del todo para atenerse a una suerte de “pensamiento fragmentario”, en una dirección que habría de ser recuperada años más tarde por el llamado “pensamiento débil” –la renuncia madura a los “grandes relatos” sobre el todo– del postmodernismo). Pero una cosa es desear eliminar críticamente las Ideas de todo y parte y sus contaminaciones místicas del horizonte de las ciencias positivas y también del horizonte de la teoría de la ciencia, y otra cosa es poder eliminarlas. Ocurre en la Idea de todo como con la Idea de verdad [680, 684-686] o con la Idea de existencia [145-151]: en vano se pretendería llevar adelante un análisis gnoseológico prescindiendo de la Idea de verdad, o de la Idea de existencia. Otro tanto hay que decir de la Idea de todo. Pues esta idea es imprescindible en teoría de la ciencia, por la sencilla razón de que ella está presente, casi de modo ubicuo y, además, esencial (no meramente ocasional u oblicuo) en las más diversas ciencias y no hay una sola ciencia que no lleve embebidas, en sus procedimientos, las ideas holóticas: en Matemáticas (conceptos como “conjuntos”, “clase”, “elemento”, “retícula”, etc.); en las ciencias físico-químicas (“el principio de Lavoisier y, en general, los “principios de conservación”); en las ciencias biológicas, sociales y culturales (ideas como las de organismo, estructura o sistema).

Ahora bien, defendemos la tesis de la inviabilidad científica de una teoría holótica “formal” (general) o, en nuestros términos, la inviabilidad de un tratamiento categorial de los todos y las partes como si la idea de totalidad, en general, fuese una categoría (tal como la consideró Kant). Porque de la consideración de las categorías como totalidades, no se sigue que “todas las totalidades”, ni menos aún, la Idea de totalidad, constituyan una categoría. Sin embargo, esta conclusión crítica no la llevamos hasta el extremo de un escepticismo “en materia de teoría holótica”. Antes bien, nos parece imprescindible –dada la presencia ubicua de las ideas de todo y parte en la “vida de las ciencias”– establecer una doctrina que, aunque no sea científica, sistematice sin embargo los modos principales de las ideas de todo y parte que tienen que ver con las categorías (en cuyo ámbito suponemos se desenvuelven las ciencias positivas); una doctrina que despeje las confusiones a que daría lugar la ausencia de cualquier sistematización y que establezca los límites que puedan mediar entre totalidades categorizadas (en las ciencias) y las totalidades no cartegorizables, así como con las realidades no categoriales (pero tampoco holóticas) –suponiendo que existan–.






Postulados para una teoría holótica desde una perspectiva gnoseológica

Nuestros postulados van referidos a las totalidades atributivas, no porque nos volvamos de espaldas a las totalidades distributivas (como si ello fuera posible), sino porque adoptamos la perspectiva de las totalidades atributivas (que a su vez implican las distributivas) en lugar de adoptar la perspectiva (en cierto modo dual de la anterior) de las totalidades distributivas. Dejamos de lado, por lo demás, la consideración de la posibilidad de unos postulados previos o generales a la distinción entre totalidades atributivas y totalidades distributivas. [24]

(1) “Postulado de corporeidad holótica” [38]. El primero de nuestros postulados va referido al todo interno considerado en sí mismo; por tanto, en sus partes.

(2) “Postulado de multiplicidad holótica” [41]. El segundo postulado va referido al todo (con sus partes) en relación con su exterioridad, con las realidades que lo desbordan (sean otras totalidades, sean realidades no conformadas holóticamente).

(3) “Postulado de recursividad holótica” [48-49]. El tercer postulado se refiere a los todos en tanto están implicados, a su vez, en contextos internos y externos (desarrollándose en unos por mediación de los otros).

Los dos primeros postulados tocan a las totalidades, principalmente, en la medida en que cada una de ellas está ya dada (como un ergon), en perspectiva estática; el tercero, en cuanto están en proceso (energeia), en perspectiva dinámica.







Momentos formales / Momentos materiales de las categorías

Distinción resultante de la primera ampliación de la Idea original de categoría de Aristóteles [157-159]. La Idea aristotélica de categoría, desde un punto de vista holótico, la identificaremos, en una primera ampliación, con las mismas líneas formales holóticas constitutivas de las totalidades sistemáticas [50] (líneas tales como “totalidad”, “subtotalidad”, “parte distributiva”, “serie de inclusiones asimétricas”, …) en tanto a través de ellas se nos muestran co-determinados (“arquitectónicamente”) los contenidos o materias envueltas por esas líneas, dimensiones o momentos. Es decir, las categorías, según esta primera ampliación, no se nos presentan como meras clases externas, propias de una taxonomía meramente “pragmática”. La definición de esta primera ampliación de la idea de categoría se mantiene, ante todo, muy próxima al concepto aristotélico, si tenemos en cuenta que las categorías aristotélicas funcionan como totalidades sistemáticas, distributivas sin duda (predicamentos), y que las diversas categorías no constituyen una “supertotalidad” sistemática.

La proposición de esta primera ampliación de la idea de categoría implica inmediatamente la necesidad de distinguir las dimensiones formales y las dimensiones materiales de las categorías (una necesidad similar a la que se produce, a propósito de la distinción, en la idea de modelo, entre modelos formales y modelos materiales). Las dimensiones formales darán lugar (cuando se hipostasien) a ideas formales de categorías, es decir, a categorías formales (tales como –en totalidades sistemáticas distributivas 𝔗– “género”, “clase”, o bien –en las totalidades sistemáticas atributivas T– “elementos químicos”, “agregados de elementos”, “agregados de agregados”, etc.); las dimensiones materiales darán lugar, cuando se hipostasien, a categorías materiales (tales, respectivamente, como “humano”, “mamífero”, etc.; o bien “quarks”, “nucleones”, “átomos”).






Categorías diairológicas o distributivas (𝔗) / Categorías nematológicas o atributivas (T) / Categorías holotéticas / Categorías merotéticas

Teniendo en cuenta las diversas líneas por las cuales se desenvuelven las ideas de los todos y las partes, podremos agrupar en diferentes tipos o grupos formales las categorías que pueden sernos dadas en función de esa diversidad. Según esto, es incontestable que tendremos que diferenciar, por lo menos, los tipos siguientes:

(1) Ante todo pondremos a un lado los tipos de categorías de las que pueda decirse que se sitúan en la perspectiva de las configuraciones holóticas (todos o partes) distributivas y a otro lado los tipos de categorías de las que pueda decirse que se sitúan en la perspectiva de las configuraciones holóticas atributivas [24]. Hablaremos, por tanto, de categorías diairológicas o distributivas (𝔗) y de categorías atributivas o nematológicas (T). Suponemos que no hay categorías que puedan quedar fuera de esta alternativa; aunque también supondremos que no siempre será disyuntiva la decisión de incluir a una categoría dada en el grupo 𝔗 o T, dada la intrincación y dualismo que media entre estos dos tipos de totalidades y la posibilidad de que una determinada propuesta esté pensada ambiguamente.

(2) También será preciso distinguir (con una distinción que se cruza obviamente con la anterior) entre aquel tipo de categorías que pueda ponerse a escala de la “línea del todo” y aquel otro tipo de categorías que pueda ponerse a escala de las “líneas de las partes”. Hablaremos de categorías holotéticas y de categorías merotéticas, respectivamente. Un género supremo es una categoría holotética de tipo diairológico; un “nivel superior de complejidad” (como pueda serlo “galaxia” en tanto contiene a estrellas, planetas, cristales, cuerpos simples, moléculas, átomos, nucleones…) es una categoría holotética de tipo atributivo. Elemento (de una clase) o individuo (de un universal) serán categorías merotéticas de tipo distributivo (los escolásticos no consideraban categorías a los individuos, si bien suscitaron la cuestión del “individuo vago” en cuanto sexto predicable). Cuando se dice que los “conceptos dimensionales”, tales como L (longitud) y M (masa), son “categorías de la Mecánica”, estamos utilizando un concepto merotético de categoría, puesto que L y M son partes determinantes de las ecuaciones dimensionales (pongamos por caso, V = L³). Otro tanto se diga de las “categorías de functores primitivos” de un lenguaje formal (categoría de los “functores nominativos”, categoría de los “relatores”, categoría de las “variables”, categoría de los “parámetros”). Cuando se habla de “fonemas” y “monemas”, de “morfenas” o “raíces”, como de “categorías lingüísticas”, se habla también en el sentido de las categorías merotéticas, si es que los fonemas y los monemas, los morfenas y las raíces son tratados como partes de la cadena hablada (“sintagmática”). Los llamados “factores” en muchas ciencias son categorías merotéticas (por ejemplo, los “factores de producción” en Economía política). Los “conceptos generales de Lulio-Leibniz son también categorías merotéticas, si es que puede decirse que el método de Lulio enía como base “una suerte de tabla de categorías”.

Las distinciones precedentes pueden obviamente afectar a las categorías no sólo según su momento material, sino también según su momento formal. Esto nos permite dibujar el siguiente cuadro general de alternativas categoriales:

Alternativas
categoriales
Categorías
distributivas 𝔗
Categorías
atributivas T
 
Holotéticas
(h)
𝔗 h mT h mDimensión
material (m)
𝔗 h fT h fDimensión
formal (f)
Merotéticas
(µ)
𝔗 µ mT µ mDimensión
material (m)
𝔗 µ fT µ fDimensión
formal (f)