viernes, 4 de julio de 2014

MORFOLOGÍA DE LOS HONGOS


LOS HONGOS .-

Los hongos no necesitan luz para crecer, ya que no poseen clorofila. Sin embargo, en muchos casos es necesaria para la esporulación. Por ejemplo, Botrytis o Alternaria deben recibir una determinada longitud de onda luminosa para formar sus conidios (fig. 24). Ciertos cultivos de hongos han de ser sometidos en el laboratorio a un ciclo día/noche con luz UV para que produzcan esporas.
Respecto a su modo de alimentación, los hongos no suelen complicarse la vida. Si dan con una fuente de alimento, la pudren y absorben los resultados de la putrefacción. Para ello, segregan enzimas que descomponen su comida, y ya está. Por cierto, los hongos que se alimentan de materia orgánica muerta se denominan saprofitos.
También hay hongos parásitos, que se alimentan de otros seres vivos. Para ello, las estrategias son varias. Los hongospertótrofos o necrótrofos se alimentan por medio de enzimas y toxinas que matan las células, y luego medran en sus restos mortales. En otras palabras, se comportan como los saprofitos del párrafo anterior; el hecho de descomponer materia viva en vez de muerta no les supone mucha diferencia. En cambio, los biótrofos son parásitos obligados que se alimentan sólo de células vivas. En muchos casos lo hacen mediante haustorios. Los hemibiótrofos son primero biótrofos, pero acaban matando a las células y convirtiéndose en necrótrofos.
En cuanto a los requerimientos nutricionales de los hongos, se pueden encontrar variaciones para todos los gustos. Hay algunos que pueden crecer sólo con glucosa y algún compuesto nitrogenado; en cambio, otros son muy exigentes respecto a factores vitamínicos, y sólo medran en determinados sustratos o en ciertos hospedantes. Algunas especies son capaces de descomponer (y zamparse) las cosas más peregrinas (queratina, quitina, pintura plástica, fungicidas, queroseno...).


HONGOS BENEFICIOSOS Y PERJUDICIALES
Desde que existimos como especie con conciencia de sí misma, hemos usado a los hongos para muy diversos propósitos. Por otro lado, muchos de ellos también se han valido de nosotros para lograr sus fines (sobrevivir, ante todo). Por tanto, antes de que la Micología se estableciera como ciencia, las sociedades humanas han interactuado con los hongos. La Etnomicologíapodría definirse como el estudio de los usos tradicionales de los hongos por las diversas culturas, un conocimiento que debe ser preservado de la extinción.
Los hongos son unos organismos que desde siempre nos han fascinado (véase Fig. 1). Nos rodean por doquier, y han sido empleados para los más diversos y extraños menesteres, en ocasiones sin que nos percatáramos de ello. Por ejemplo, la fermentación. Los pueblos antiguos, como los egipcios, han usado a las levaduras (véase Fig. 2) para obtener cerveza, vino y pan (lo consideraban un don de Osiris). Los romanos celebraban las Bacanales, en honor a Baco, dios del vino. De hecho, la ingestión de bebidas alcohólicas, aparte de la euforia asociada a ellas, era necesaria para nuestros antepasados. El agua corriente, debido al desconocimiento de las medidas higiénicas, podía provocar desde diarreas a enfermedades más graves. En cambio, el vino y la cerveza eran inofensivos y además el alcohol servía de germicida. Por supuesto, las antiguas bebidas alcohólicas no eran tan fuertes como los licores actuales, fruto del desarrollo de las técnicas de destilación.
Al igual que el alcohol, muchos hongos desempeñan un gran papel en las religiones, ya que en ocasiones son necesarios para alcanzar estados alterados de consciencia. Los chamanes siberianos solían emplear la seta Amanita muscaria (véase Fig. 3). Psilocybe cubensis, un hongo alucinógeno, es usado en ciertas ceremonias religiosas americanas (véase Fig. 4). También se han utilizado carpóforos de Fomitopsis officinalis (un yesquero) para tallar figuras sagradas. Incluso se llegó a creer que algunos hongos, como setas y trufas, eran directamente generados por los dioses (por el rayo de Júpiter, sin ir más lejos).
Los hongos yesqueros han sido utilizados para encender fuego. Concretamente, los carpóforos secos de Fomes fomentariusse molían, y el polvo resultante era conocido como yesca, muy inflamable (véase Fig. 5). Su uso es muy antiguo; se han encontrado restos de yesqueros en la momia del Hombre de los Hielos hallado en Tirol.
También hay hongos luminiscentes (foxfire), usados incluso por algunos soldados en incursiones nocturnas. No sólo las setas brillan en la oscuridad, sino la madera atacada por el micelio.
Realmente, la gente no suele ser consciente de la importancia de los hongos en nuestras vidas. De hecho, muchos de nosotros estamos vivos gracias a ellos. Hace no demasiadas décadas, la tasa de mortalidad infantil era elevadísima. Una simple septicemia podía llevarle a uno a la tumba. A partir del descubrimiento de la penicilina, los antibióticos han salvado incontables vidas (véase Fig. 6). Otro antibiótico fúngico interesante es la ciclosporina. Incluso hay hongos que producen taxol, un anticancerígeno.
Los hongos también resultan asombrosos por el tamaño que pueden alcanzar sus micelios. Por ejemplo, algunos clones deArmillaria en Norteamérica llegan a ocupar una extensión de 890 hectáreas, pesando cientos de toneladas y con una longevidad probable de miles de años (véase Fig. 7). Ante esto, resulta interesante preguntarse sobre el concepto de individuo cuando se habla de un organismo filamentoso ramificado de proporciones tan colosales.
Indiscutiblemente, la importancia de los hongos en la biosfera se debe a su carácter de descomponedores, especialmente en bosques. Reciclan la materia orgánica (y no sólo la madera) con notable eficacia, regulan la liberación de nutrientes y son esenciales para la supervivencia de plantas y animales. Por desgracia, también descomponen madera de construcciones, postes (véase Fig. 8), embarcaciones, etc., sobre todo si hay mucha humedad (destaca la podredumbre seca de Serpula lacrimans). Otros pueden descomponer desde productos alimenticios (véase Fig. 9) hasta las cosas más extrañas (papel, emulsiones fotográficas, pintura (véase Fig. 10), fungicidas, incluso discos compactos o hasta papel pintado, generando a veces en el proceso gases tóxicos), y nos obligan a luchar contra ellos por medios químicos, refrigeración, enlatado, etc. Ello supone un gran gasto de tiempo y dinero.
Algunos descomponedores fabrican micotoxinas, que envenenan los alimentos. Por ejemplo, las aflatoxinas son cancerígenas, e incluso se han empleado como armas de guerra biológica (véase Fig. 11). Sin embargo, la peligrosidad de las toxinas producidas por hongos no es un fenómeno actual. Es bien conocido el envenenamiento por cornezuelo del centeno, del cual, a pesar de todo, se obtienen substancias de enorme interés en medicina. Uno se pregunta la cantidad de antibióticos y productos útiles que quedan por descubrir, y que tal vez se estén perdiendo mientras permitimos que una especie tras otra se extinga. Dicho sea de paso, otros hongos han sido usados en medicina popular. Los más conocidos son los cuescos de lobo y hongos afines (véase Fig. 12), empleados como antihemorrágicos.
Por supuesto, las setas comestibles son conocidas desde tiempo inmemorial. En China se cultivan desde el año 600 a. C., mientras que en Europa se empezó hacia 1650. Hoy son cultivadas muchas especies que crecen en estiércol, paja, desechos de arroz y otros sustratos baratos. Algunas han sido usadas como afrodisíacas (ej.: trufas). Y, por supuesto, hay setas venenosas que pueden llegar a ser mortales. En algunos lugares (Cataluña, sin ir más lejos) hay toda una tradición de ir a buscar setas en otoño. Existen sociedades micológicas que se ocupan de que este pasatiempo se realice de forma instructiva para los aficionados y sin dañar al entorno. Por desgracia, abundan los desaprensivos que expolian los bosques en su búsqueda de setas, bien para consumo propio o con fines de exportación.
No sólo las típicas setas se consideran un manjar. Algunos hongos comestibles son peculiares, como el cuitlacoche (agallas inmaduras del carbón del maíz) en México, o algunos esclerocios gigantes buscados por los aborígenes australianos. Varias especies de Penicillium dan sabor a ciertos quesos (Roquefort, Cabrales, etc.) (véase Fig. 13), mientras que diversas especies de Aspergillus o mucoráceos son empleados en Asia para obtener alimentos fermentados a partir de soja, arroz, etc. Su sabor podrá ser más o menos extraño, pero lo cierto es que la digestibilidad de estos productos fermentados aumenta. Las levaduras, además de para fermentar, pueden fabricar enormes cantidades de proteínas (por desgracia, su consumo humano es complicado, ya que tienen un exceso de ácidos nucleicos tóxicos y carecen de algunos aminoácidos esenciales). Otros hongos producen ergosterol, cortisona, enzimas varias, ácidos, giberelinas, etc. Incluso el moho gris, un hongo destructor de cosechas, es empleado en ciertos viñedos para lograr la podredumbre noble. La cantidad y diversidad de bebidas alcohólicas que los humanos han fabricado gracias a los hongos son admirables.
Los hongos son los parásitos vegetales por excelencia, como muy bien saben los fitopatólogos, los especialistas que estudian las enfermedades de las plantas (véase Fig. 14). Por otro lado, algunos de estos hongos podrían convertirse en valiosos micoherbicidas contra las malas hierbas, bien aplicados directamente, bien mediante substancias fitotóxicas obtenidas a partir de ellos.
Hay hongos que viven en simbiosis con otros organismos. Los más importantes son las micorrizas con las raíces de las plantas y los populares líquenes, pero hay otros. Los hongos endófitos parasitan a ciertas plantas, pero a la vez las protegen del ataque de los animales, convirtiéndolas en venenosas (véanse Figs. 15- 16 - 17).
Las asociaciones de los hongos con los artrópodos y otros pequeños animales también son fascinantes (véanse Figs. 18 y19), y van desde el parasitismo y la depredación de unos sobre otros (y viceversa) hasta extrañas formas de simbiosis (hormigas jardineras, hongos que viven dentro de algunos insectos y detoxifican sus alimentos, etc.). Las estrategias de dispersión conjunta de insectos y hongos pueden llegar a ser muy complejas. Por otro lado, algunas moscas son resistentes a las amanitinas, las cuales matan a los nematodos que parasitan a dichas moscas. El empleo de hongos parásitos o depredadores en el control de enfermedades vegetales es un campo en constante desarrollo.
Los hongos también provocan micosis en humanos. Abundan especialmente en países tropicales, pero poco a poco se van extendiendo a otros ámbitos. Estas micosis varían desde los omnipresentes pies de atleta y candidiasis hasta los hongos que matan a los enfermos inmunodeprimidos. Las esporas de varios hongos (ej.: Alternaria) también pueden causar alergias (véase Fig. 20).
Por último, algunos hongos son empleados como organismos de laboratorio para el estudio de procesos biológicos fundamentales (Saccharomyces, Neurospora, Coprinus, Schizophyllum, Phycomyces, Aspergillus, Ustilago, etc.). Ciertos venenos, como las amanitinas, también pueden convertirse en útiles herramientas de investigación.
Tras este breve repaso, usted podrá hacerse una idea de la importancia de los hongos en los asuntos humanos (y en la biosfera en general). En otras páginas de la web se profundizará en el estudio de los distintos grupos fúngicos y su interés práctico.

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