jueves, 10 de julio de 2014

BATALLAS DE LA ANTIGUEDAD


BATALLAS - CONTINUACIÓN .....

De todos los lacedemonios, el que en mi concepto hizo mayores prodigios de valor fue Aristodemo, aquel, digo, que por haber vuelto vivo de Termópilas incurrió en la censura y nota pública de infamia; después del cual merecieron el segundo lugar en bravura y esfuerzo Posidonio y Filoción y el espartano Amonfareto. Verdad es que hablando en un corrillo ciertos espartanos sobre cuál de éstos que acabo de mencionar se había portado mejor en la batalla, fueron de sentir que Aristodemo, arrastrado a la muerte para borrar la infamia de cobarde con que se veía notado; al hacer allí proezas y prodigios de valor, no obró en ello sino como un valentón temerario que ni podía ni quería contenerse en su puesto, mientras que Posidonio, sin estar reñido con su misma vida, se había portado como un héroe; motivo por el cual debía ser éste tenido por mejor y más valiente guerrero que Aristodemo. Pero mucho temo que el voto del corrillo no iba libre de envidia. Lo cierto es que todos los que mencioné que habían muerto en la batalla fueron honrados públicamente por el estado, no habiéndolo sido Aristodemo a causa de haber combatido por desesperación, queriendo borrar la infamia con su misma sangre.

 así que ya veis, ni por estas consiguió Aristodemo recuperar su honor a ojos de los espartanos, puesto que más que luchar valientemente, estos entendieron que se había suicidado... si lo llega  a saber, Aristodemo se lo habría pensado dos veces...

Sobre la batalla de Platea y la piedad de los griegos



Una de las cosas que más satisfacía a los griegos era mirar por encima del hombro a todo aquel no griego, ya fuese de Occidente, como ahora un romano, o de Oriente, como los persas. El griego asumía que la helénica era una civilización superior, tanto en lo cultural como en lo social. Todo aquel fuera de ese ámbito geográfico era etiquetado como un "bárbaro", como alguien inferior, muy al estilo de la irritante altivez con que los británicos de clase alta miran a sus vecinos del continente.

Pues bien, para ilustrar este hecho os traigo un extracto de la Historia de Heródoto, relativo a la victoria griega en la Batalla de Platea. Os pongo en antecedentes: El comandante espartano Pausanias está disfrutando de los primeros momentos de calma, tras haber derrotado al enemigo persa... el vencido general Mardonio yace muerto en tierra junto a miles de sus soldados... este hecho nos recuerda que años antes, este mismo Mardonio fue quien venció a Leónidas en el paso de las Termópilas, y posteriormente mandó ultrajar su cadáver, cortándole la cabeza y clavándola en una pica para escarnio público... recordado esto, os dejo con el texto de Heródoto, y así entendereis por qué os digo que los griegos veían a los demás como bárbaros...
Había en Platea entre los soldados de Egina un tal Lampón, hijo de Pites, uno de los principales de su ciudad; el cual, concebido un designio singularmente impío, se dirigió a Pausanias, y llegando a su presencia como para tratar un muy grave negocio, hablóle así: —«Alégrome mucho de que vos, oh hijo de Cleombroto, hayáis llevado a cabo la más excelente hazaña del orbe, así por lo grande, como por lo glorioso de ella. Gracias a los dioses que habiéndoos escogido por libertador de la Grecia, han querido que fuerais el general más ilustre de cuantos hasta aquí se vieron. Me tomaré con todo la licencia de preveniros que falta algo todavía a vuestra empresa. Haciendo lo que os propondré, elevaréis al más alto punto vuestra gloria, y serviréis tanto a la Grecia, que con ello lograréis que en el porvenir no se atreva a ella bárbaro alguno con semejante insolencia y desvergüenza. Bien sabéis cómo allá en Termópilas, ese Mardonio y aquel otro Jerjes pusieron en un palo a Leonidas, cortando la cabeza a su cadáver. Si vos ahora volviereis, pues, el pago al difunto Mardonio, lograréis sin duda que todos vuestros espartanos y aun los demás griegos todos os colmen de los mayores elogios; pues empalado por vos Mardonio, quedará bien vengado vuestro tío Leonidas.» De esta suerte pensaba Lampón con lo que decía lisonjear y dar gusto a Pausanias; pero éste le respondió en la siguiente forma: 

 

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