martes, 8 de julio de 2014

CONQUISTAS DE ALEJANDRO MAGNO


ALEJANDRO MAGNO .-

Allí Galano, habiendo sufrido algunos días una incomodidad de vientre, pidió que se le levantara una pira, y llevado a ella a caballo, hizo plegarias a los dioses y libaciones sobre sí mismo, ofreciendo a los macedonios que se hallaban presentes, y los exhortó a que aquel día lo pasaran alegremente y en la embriaguez con el rey, diciendo que a éste lo vería dentro de poco tiempo en Babilonia. Luego que así les hubo hablado se reclinó y se cubrió con la ropa, y no hizo el menor movimiento al llegarle el fuego, sino que manteniéndose en la misma postura en que se había recostado, se ofreció a sí mismo en víctima, según el rito patrio de los sofistas de aquel país. Esto mismo hizo muchos años después otro indio de la comitiva de César en Atenas, y hasta el día de hoy se muestra su sepulcro, que se llama el sepulcro del Indio.






Agolpabansele en tanto los prodigios, porque al león más grande y más hermoso de los que había criado, un asno doméstico le acometió y lo mató de una coz. Habiéndose desnudado para ungirse, se puso a jugar a la pelota; y los jóvenes que con él jugaban, al ir después a tomar la ropa, vieron sentado en el trono sin decir palabra a un hombre adornado con la diadema. y la estola regia. Púsosele en juicio y a cuestión de tormento para saber quién era, y por mucho tiempo estuvo sin articular nada; mas vuelto con dificultad en su acuerdo, dijo que se llamaba Dionisio y era natural de Mesena; que traído allí por mar con motivo de cierta causa y acusación, había estado en prisión mucho tiempo, y que muy poco antes se le había aparecido Serapis, le había quitado las prisiones, y conduciéndole a aquel sitio, le había mandado tomar la estola y la diadema, sentarse y callar.
 



 
 


Cuando esto oyó Alejandro, lo que es del hombre aquél dio fin, como los agoreros se lo proponían; pero decayó de ánimo y de esperanzas con respecto a los dioses, y empezó a tener a todos los amigos por sospechosos. Temía principalmente de parte de Antipatro y sus hijos, de los cuales Iolas era su primer escanciador y Casandro hacía poco que había llegado, y habiendo visto a unos bárbaros hacer el acto de adoración, como hombre que se había criado al estilo griego y nunca había visto cosa semejante, se echó a reír desmandadamente, de lo que Alejandro concibió grande enojo y asiéndole por los cabellos le dio de testeradas junto a la pared. En otra ocasión queriendo Casandro hablar contra unos que acusaban a Antipatro, le interrumpió, y "¿qué dices? —le preguntó—, ¿crees tú que hombres que no hubieran recibido ningún agravio habían de haber andado tan largo camino para calumniar?", y replicándole Casandro que esto mismo era señal de que calumniaban, tener tan lejos la redargución y el convencimiento, se echó a reír Alejandro, y "estos mismos son —le dijo— los sofismas de Aristóteles para argüir por uno y por otro extremo; tendréis que sentir, como se averigüe que les habéis agraviado en lo más mínimo". Dícese, por fin, que fue tal y tan indeleble el miedo que se infundió en el ánimo de Casandro, que largos años después, cuando ya reinaba en Macedonia y dominaba la Grecia, paseándose en Delfos y viendo las estatuas, al poner los ojos en la imagen de Alejandro se quedó repentinamente pasmado, y se le estremeció todo el cuerpo, de tal manera que con dificultad pudo recobrarse del susto que aquella vista le causó.

LA MUERTE DE ALEJANDRO

Luego que Alejandro cedió a los temores religiosos, quedó con la mente perturbada de terror y espanto, y no había cosa tan pequeña, como fuese desusada y extraña, de que no hiciese una señal y un prodigio, con lo que el palacio estaba siempre lleno de sacerdotes, de expiadores y de adivinos. Si es, pues, abominable cosa la incredulidad y menosprecio en las cosas divinas, es también abominable por otra parte la superstición que como el agua se va siempre a lo más bajo y abatido, y llena el ánimo de incertidumbre y de miedo, como entonces el de Alejandro.
 Mas, sin embargo, habiéndosele traído ciertos oráculos de parte del Dios acerca de Hefestión, poniendo término al duelo, volvió de nuevo a los sacrificios y los banquetes. Dio, pues, un gran convite a Nearco, y habiéndose bañado ya, como lo tenía de costumbre, para irse a acostar, a petición de Medio marchó a su casa a continuar la cena; y habiendo pasado allí en beber el día siguiente, empezó a sentirse con calentura, no al apurar el vaso de Hércules, ni dándole repentinamente un gran dolor en los lomos, como si lo hubieran pasado con una lanza, porque éstas son circunstancias que creyeron algunos deber añadir inventando este desenlace trágico y patético, como si fuera el de un verdadero drama. Aristóbulo dice sencillamente que le dio una fiebre ardiente con delirio, y que teniendo una gran sed, bebió vino, de lo que le resultó ponerse frenético y morir en el día 30 del mes Daisio.



 
En el diario se hallan así descritos los trámites de la enfermedad: en el día 18 del mes Daisio se acostó en el cuarto del baño por estar con calentura. Al día siguiente, después de haberse bañado, se trasladó a su cámara y lo pasó jugando a las tablas con Medio. Bañóse a la tarde otra vez, sacrificó a los dioses, y habiendo cenado, tuvo de nuevo calentura aquella noche. El 20 se bañó e hizo también el acostumbrado sacrificio, y habiéndose acostado en la habitación del baño, se dedicó a oír a Nearco la relación que le hizo de su navegación y del grande Océano. El 21 ejecutó lo mismo que el anterior, y habiéndose enardecido más, pasó mala noche, y al día siguiente fue violenta la calentura. Trasladóse a la gran pieza del nadadero, donde se puso en cama, y trató con los generales acerca del mando de los regimientos vacantes, para que los proveyeran, haciendo cuidadosa elección.
El 24, habiéndose arreciado más la fiebre, hizo sacrificio, llevado al efecto al altar, y de los generales y caudillos mandó que los principales se quedaran en su cámara, y que los comandantes y capitanes durmieran a la parte de afuera. Llevósele al traspalacio, donde el 25 durmió algún rato; pero la fiebre no se remitió. Entraron los generales, y estuvo aquel día sin habla, y también el 26; de cuyas resultas les pareció a los macedonios que había muerto, y dirigiéndose al palacio gritaban y hacían amenazas a los más favorecidos de Alejandro, hasta que al fin les obligaron a abrirles las puertas; y abiertas que les fueron, llegaron de uno en uno en ropilla hasta la cama. En aquel mismo día, Pitón y Seleuco, enviados a consultar a Serapis, le preguntaron si llevarían de allí a Alejandro, y el Dios les respondió que lo dejarán donde estaba; y el 28 por la tarde murió.


 


 

  



 
Alejandro Magno y su médico, de Le Sueur, Eustache (Francia 1616 - 1655), 1647
National Gallery, Londres. Inglaterra.
 
Las más de estas cosas se hallan así escritas al pie de la letra en el diario; y de que se le hubiese envenenado nadie tuvo sospecha por lo pronto, diciéndose solamente que habiéndosele hecho una delación a Olimpia a los ocho años, dio muerte a muchos, y que aventó las cenizas de Iolas, entonces ya muerto, por haber sido el que le propinó el veneno. Los que dicen que Aristóteles fue quien aconsejó esta acción a Antipatro, y que también proporcionó el veneno, designan a un tal Agnotemis como divulgador de esta noticia, habiéndosela oído referir al rey Antígono, y que el veneno fue una agua fría y helada que destilaba de una piedra cerca de Nonacris, la que recogían como rocío muy tenue, reservándola en un vaso de casco de asno, pues ningunos otros podían contenerla, sino que los hacía saltar por su nimia frialdad y aspereza. Pero los más creen que ésta relación del veneno fue una pura invención, teniendo para ello el poderoso fundamento de que habiendo altercado entre sí los generales por muchos días, sin haberse cuidado de dar sepultura al cuerpo, que permaneció expuesto en sitio caliente y no ventilado, ninguna señal tuvo de semejante modo de destrucción, sino que se conservó sin la menor mancha y fresco. Quedó Roxana encinta, por lo que los macedonios la trataban con el mayor honor, y ella, como se hallaba envidiosa de Estatira, la engañó por medio de una carta fingida con el objeto de hacerla venir; y llegado que hubo, le quitó la vida y también a la hermana; y los cadáveres los arrojó a un pozo, y después lo cegó; siendo sabedor de ello Pérdicas, y cómplice y auxiliador. Porque ésté alcanzó desde luego gran poder, llevando consigo a Arrideo, como un depositario y guarda de la autoridad real, pues que había sido tenido en Filina, mujer de baja estirpe y pública, y no tenía cabal el juicio por enfermedad no natural o que le hubiese venido por sí sin causa, sino que habiendo manifestado, según dicen, una índole agradable y buena disposición siendo todavía niño, después Olimpia le hizo enfermar con hierbas y le perturbó la razón.


 
 


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