ILUSTRACIONES .-
LAS FIGURAS BÍBLICAS DE VIRGIL SOLIS
Las primeras obras firmadas por Solis son de 1554. Su estilo, marcadamente decorativo y de vocación arquitectónica, sintonizó con cierta corriente en boga en el Renacimiento centroeuropeo por aquella época, que se complacía en fusionar temas y ornamentos de estirpe italiana con un gusto por lo abigarrado típicamente germánico. Su arte incorporó influencias de Durero, Beham y otros artistas. Su mejor obra son las Figuras Bíblicas del Antiguo y el Nuevo Testamento, que aquí analizamos, un proyecto gráfico sólido, quizás algo discutible bajo una óptica teológica, pero cautivador y apasionante desde la primera imagen hasta la última.
LA MONUMENTAL BIBLIA DE MERIAN
En 1630 se publicaba en Estrasburgo la conocida como Biblia de Merian, la gran Biblia de Lutero con imágenes, publicada por Lazarus Zetzner, una de las editoras más importantes de Europa. Fue la primera vez que los famosos grabados al cobre del insigne artista Mateo Merian fueron insertados en el texto a dos columnas. Las planchas originales fueron posteriormente coloreadas a mano, dando a los volúmenes de las Sagradas Escrituras un relieve plástico y una hondura espiritual tan sólo comparable a los que, en su género, realizaron Durero, Cranach o Rembradt.
Cuando la ópera devora al Evangelio: los grabados bíblicos de Krauss
Johann Ulrich Krauss (1655-1719) fue un grabador y editor augsburgués perteneciente a una familia de artistas y artesanos, si bien su padre era carpintero. De él recibió los conocimientos teóricos y prácticos necesarios para especializarse en el grabado en madera, pasando a continuación a integrarse en calidad de aprendiz en el taller de Melchior Küsel, discípulo a su vez y yerno de Mateo Merian. De este modo, el joven Krauss se inscribía en una noble estela de célebres grabadores, de cuyo talento perduran monumentos del género como los Iconos Bíblicos o la Biblia de 1630, respectivamente
Uno de los títulos señeros en la producción de Krauss es la Biblia histórica en imágenes, de la cual se imprimieron varias ediciones dada su gran aceptación. Publicada en cinco volúmenes, se trata de una obra compleja y monumental, donde se rompe la relativa monotonía del género de las biblias en imágenes (normalmente organizadas en sucesivas estampas que se ajustan a un formato único) para componer una imponente arquitectura visual distribuida en dos partes: una superior, en la que se ilustra un episodio de la Biblia en un formato más o menos convencional, con la inclusión de la cita textual a la que corresponde; y una inferior, de carácter emblemático, formada por escudos y medallones reflejando (o no) otros episodios de las Sagradas Escrituras, no necesariamente secundarios.
Tanto los diseños como la ejecución de los mismos por parte de Krauss son técnicamente magníficos, acusando la influencia evidente de su maestro Küsel, quien en sus Iconos bíblicos había alcanzado altísimas cotas de maestría artística. El trazo de Krauss es impecable; su composición, trufada de un intenso sentido dramático, como puede comprobarse en las escenas veterotestamentarias, donde los protagonistas aparecen sumidos en una naturaleza exuberante que les supera y abruma. Ciertamente, nos encontramos ante una de las cumbres del género, a la cual quizás cabría reprocharle cierta arbitrariedad a la hora de escoger los pasajes a ilustrar, lo cual resulta especialmente hiriente en el caso de los Evangelios, en cuyas estampas parece primar el interés efectista del autor por encima de la vocación espiritual y religiosa de la obra.
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