jueves, 25 de diciembre de 2025

IMPERIO BIZANTINO

 ARTE BIZANTINO


Los iconos Stróganov se caracterizan por una pincelada delicada, meticulosa y colores suaves, arenosos. El icono Juan el Bautista, el ángel del desierto (Иоанн Предтеча - Aнгел пустыни) por Prokopi Chirin. Galería Tretiakov.

La escuela Stróganov (Строгановская школа en ruso) es un nombre convencional para la última gran escuela de iconos rusos, que surgió bajo el mecenazgo de la familia Stróganov de comerciantes, fabulosamente ricos, a finales del siglo XVI y durante el siglo XVII.

La escuela Stróganov debe su nombre a la frecuente mención de los Stróganov en las marcas en la parte posterior de los iconos de Yemelián MoskvitinStefán PajiriaProkopi ChirinIstoma SavinNazari Savin y Nikífor Savin. La mayor parte de estos pintores de iconos, sin embargo, no pertenecían a la escuela de Stróganov. Eran pintores de iconos de Moscú y ejecutaron encargos del zar. Muchas de sus obras fueron finalmente adquiridas por los Stróganov, que habían sido conocidos por los aficionados de artesanía sofisticada.

Las obras de arte de la escuela Stróganov tienen algunos rasgos en común, como el tamaño pequeño, exquisita menudencia, paleta refinada (en su mayoría lograda con medias tintas, colores dorado y plateado), densidad de las capas pictóricas, precisión gráfica del detalle, delicadeza frágil y algo pretenciosa de las posturas y gestos de los caracteres, riqueza de sus vestimentas y complicada fantasía del fondo paisajístico.







La etimasia (del griego ἑτοιμασία, que significa “preparación del trono”) es un tema iconográfico que prevé la representación de un trono vacío con los símbolos de Cristo.

El trono es el de Jesús, que será ocupado cuando venga de nuevo a la tierra para el juicio final. Los elementos que componen este trono pueden ser un cojín sobre el que se coloca la capa del juez (referencia al juicio divino), un libro cerrado (el Libro de la Ley), la Cruz y los demás objetos de la Pasión. Es un tema típico de los mosaicos bizantinos.

Etimasia en los mosaicos del Baptisterio Neoniano de Rávena.

En el arte paleocristiano y el arte medieval temprano se encuentra tanto en las iglesias orientales como occidentales, y representa a Cristo o, a veces, a Dios Padre como parte de la Santísima Trinidad. En el período bizantino medio, alrededor del año 1000, llegó a representar más específicamente el trono preparado para la Segunda Venida de Cristo, un significado que se ha conservado en el arte ortodoxo hasta el presente.[1]

En tiempos precristianos

Trono vacío budista del siglo II, atacado por el demonio Mara[2]

La etimasia también, hetoimasia, trono preparado, preparación del trono, trono listo o trono de la Segunda Venida es la versión cristiana del tema simbólico del trono vacío que ya se encontraba en diversas representaciones en el arte del mundo antiguo, y cuyo significado ha cambiado a lo largo de los siglos. Por ejemplo, en la Antigua Grecia representaba a Zeus, jefe supremo de los dioses, o en el arte budista primitivo representaba a Buda.

El motivo consiste en un trono vacío y otros objetos simbólicos, en representaciones posteriores rodeados, cuando el espacio lo permite, por ángeles que rinden homenaje. Por lo general, se coloca en el centro de los esquemas de composición, muy a menudo en un círculo, aunque normalmente, no es el elemento mayor en un esquema de decoración.










Representación de Noé en postura de orante.
La Virgen orante de la Catedral de Santa Sofía de Kiev.

El hombre orante, palabra proveniente del Latín orans,[1]​ es un tema iconográfico del arte paleocristiano donde se representa a una persona con las manos extendidas en gesto de plegaria. Se trata de una posición típica de la oración que se encuentra atestiguada, por ejemplo, en algunos textos del Antiguo Testamento (cf. Éx 17, 11, Lm 3, 41, Sal 118, 48, etc.) El gesto también es mencionado en algunas obras de la antigüedad, como una carmina donde Catulo afirma que a Calvo no le quedaba más remedio que dirigirse a los dioses elevando las manos (Carm 53, 4-5). También Virgilio narra que Anquises habría tendido las manos al cielo para pedir a Zeus (En II 687; véase también: En VI 314).

Sin embargo, en la antigüedad el gesto fue poco representado en el arte y personificaba la pietas, como virtud en monedas y estatuas.[2]​ Con este mismo sentido de sumisión a las autoridades políticas fue utilizado en los primeros sarcófagos paleocristianos y en las catacumbas.

Luego fue usada abundantemente para pintar o esculpir algunas figuras de historias del Antiguo y del Nuevo Testamento como Noé, Daniel, Susana, el ciego que agradece la curación a Jesús o el leproso en idéntica actitud. Así se fue alejando de su original sentido de invocación u oración. Cuando la figura de algún orante se coloca cerca de la del Buen Pastor se suele interpretar como el alma de algún fallecido que es salvada por Cristo. También se le ha dado la interpretación de la paz que alcanza el hombre en la paz divina o la felicidad del Cielo.

Los textos del Nuevo Testamento (cf. 1Tm 2, 8) o de los Padres apostólicos[3]​ subrayan que la actitud del cristiano ha de ser la de orar alzando las manos pero también ofreciendo a Dios su vida santa. Tertuliano menciona que el gesto es "rogando, sin elevar las manos excesivamente, con modestia y moderación".[4]​ Por ello, autores como Fabrizio Bisconti sostienen que no se debe retirar fácilmente el sentido de plegaria que el tema tiene incluso cuando el contexto lleve a significados más profundos (relación salvador-salvado) o actitudes diversas (gratitud, alegría, etc.)

Los cristianos primitivos vieron en la costumbre de orar con las manos extendidas una figura de Cristo en la Cruz.

“Debido a que los primeros cristianos eran judíos, naturalmente levantaban las manos en oración, como las figuras encontradas en las catacumbas en la posición de orans y la literatura de la iglesia primitiva indica la práctica generalizada de esta posición de orador. En los siglos primero al tercero, Marco Minucio Félix, Clemente de Roma, Clemente de Alejandría y Tertuliano aconsejaron a los cristianos levantar las manos en oración, o al menos mencionaron la práctica. La diferencia distintiva, sin embargo, fue que los cristianos vieron en la figura del hombre orante la figura de la cruz.”[

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