ALEJANDRO MAGNO .-
Sobrevinieron a un tiempo los generales Resaces y Espitrídates, y hurtando el cuerpo a éste, a Resaces armado de coraza le tiró un bote de lanza, y rota ésta, metió mano a la espada. Batiéndose los dos, acercó por el flanco su caballo Espitrídates, y poniéndose a punto, le alcanzó con la azcona de que usaban aquellos bárbaros, con la cual le destrozó el penacho, llevándose una de las alas; y el morrión resistió con dificultad el golpe, tanto que aun penetró la punta y llegó a tocarle en el cabello.
Disponíase Espitrídates a segundar; pero le previno Clito el mayor, pasándole de medio a medio con la lanza; y al mismo tiempo cayó muerto Resaces herido de Alejandro.
En este conflicto, y en lo más recio del combate de la caballería, pasó la falange de los macedonios y vinieron a las manos una y otra infantería; pero los enemigos no se sostuvieron con valor ni largo rato, sino que se dispersaron y huyeron, a excepción de los griegos estipendarios, los cuales, retirados a un collado, imploraban la fe de Alejandro; pero éste, acometiéndolos el primero, llevado más de la cólera que gobernado por la razón, perdió el caballo pasado de una estocada por los ijares (era otro, no el Bucéfalo); y allí cayeron también la mayor parte de los que perecieron en aquella batalla, peleando con hombres desesperados y aguerridos.
Dícese que murieron de los bárbaros veinte mil hombres de infantería y dos mil de caballería. Por parte de Alejandro dice Aristóbulo que los muertos no fueron entre todos más que treinta y cuatro, de ellos nueve infantes. A éstos mandó que se les erigiesen estatuas de bronce, las que trabajó Lisipo.
Dio parte a los griegos de esta victoria, enviando en particular a los atenienses trescientos escudos de los que se cogieron, y haciendo un cúmulo de los demás despojos, hizo poner sobre él esta ambiciosa inscripción:
"Alejandro, hijo de Filipo, y los griegos, a excepción de los lacedemonios, de los bárbaros que habitan el Asia".
De los vasos preciosos, de las ropas de púrpura y de cuantas preseas ricas tomó de las de Persia, fuera de muy poco, todo lo demás lo remitió a la madre.
CONSECUENCIA DE LA BATALLA DE GRÁNICO
SARDES, HALICARNASO Y MILETO
Produjo este combate una gran mudanza en los negocios, favorable a Alejandro; tanto que con la ciudad de Sardis se le entregó en cierta manera el imperio marítimo de los bárbaros, poniéndose a su disposición los demás pueblos. Sólo le hicieron resistencia Halicarnaso y Mileto, las que tomó por asalto, y sujetando todo el país vecino a una y otra, quedó perplejo en su ánimo sobre lo que después emprendería; pensando unas veces que sería lo mejor ir desde luego en busca de Darío y ponerlo todo a la suerte de una batalla; y otras que sería más conveniente dar su atención a los negocios e intereses del mar, como para ejercitarse y cobrar fuerzas, y de este modo marchar contra aquél.
LICIA, PANFILIA Y CILICIA
Hay en la Licia, cerca de la ciudad de Janto, una fuente de la que se dice que entonces mudó su curso y salió de sus márgenes, arrojando sin causa conocida de su fondo una plancha de bronce, sobre la cual estaba grabado en caracteres antiguos que cesaría el imperio de los persas, destruido por los griegos.
Alentado con este prodigio, se apresuró a poner de su parte todo el país marítimo hasta la Fenicia y la Cilicia. Su incursión en la Panfilia sirvió a muchos historiadores de materia pintoresca para excitar la admiración y el asombro, diciendo que como por una disposición divina aquel mar había tomado el partido de Alejandro, cuando siempre solía ser inquieto y borrascoso y rara vez dejaba al descubierto los escondidos y resonantes escollos situados al pie de sus escarpadas y pedregosas orillas; a lo que alude Menandro, celebrando cómicamente lo extraordinario del mismo suceso:
si a alguien busco, comparece luego, sin que nadie le llame; si es preciso dirigirme por mar a cierto punto, el mar se allana y facilita el paso". |
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