ALEJANDRO MAGNO .-
Alejandro ordena a una unidad de caballería de su flanco derecho que abra una brecha en las filas enemigas (recordemos que los persas habían extendido su línea para evitar ser flanqueados); una vez abierta, Alejandro, al frente de la Caballería de Compañeros y de los infanteshispaspistas, se lanza por la brecha creada en dirección al mismísimo Darío (paso 4). En una larga y terrible lucha logra acercarse tanto al rey persa que éste huye, presa del pánico. En este instante el flanco derecho de Darío estaba exigiendo al flanco izquierdo de Parmenión (paso 5), llegando al punto límite de ser espantosamente rodeado; incluso se había abierto una brecha entre las tropas de Parmenión y las de Alejandro. Pero la caballería persa, en vez aprovechar esta circunstancia, se dirige a saquear el campamento de Alejandro, donde será más tarde derrotada por la retaguardia (paso 6).
Volvamos a Alejandro, quien ve cómo Darío huye en su carro mientras le informan de la débil situación de Parmenión. ¿Qué hacer, entonces? ¿Perseguir a Darío y dar por finalizada de una vez por todas la guerra, a costa de perder gran parte de su ejército, o volver con la caballería a ayudar a la infantería de Parmenión y dejar la persecución para más adelante? Tras sopesarlo brevemente, elige socorrer a su viejo comandante volviendo hacia atrás con sus Compañeros (paso 7).
Todo el ejército de Darío se derrumbó. Poco a poco empiezan a huir al ver que su jefe huía y que Alejandro estaba haciendo destrozos con su caballería mientras asistía a Parmenión. La batalla terminó allí, pero Alejandro, viendo que no podría ya alcanzar a Darío, se dedica entonces a diezmar lo más posible a su ejército con el fin de que no puedan reagruparse por mucho tiempo. Después, en Arbela, Alejandro celebra ofrendas y sacrificios a los dioses mientras es aclamado Rey de Asia, ya que tenía el resto del imperio de Darío delante de él sin un ejército que lo detenga (aunque habría todavía varios puntos de resistencia, como veremos).
Después de Gaugamela
El primer gran beneficio de la reciente victoria fue Babilonia, la ciudad más rica y una de las cuatro capitales del imperio. Ésta fue entregada por Mazeo, un ex general de Darío en Gaugamela. Alejandro, como suele hacer, asigna funcionarios civiles y militares entre gente de su confianza, pero en este caso deja como gobernador y sátrapa al mismo Mazeo, como gesto hacia sus ex-enemigos y ahora vasallos. Luego se dirige hacia otra ciudad capital, Susa, que también se entrega pacíficamente. Allí también dejó al sátrapa existente a cargo del gobierno. En Susa se hace con un enorme botín de 50.000 talentos de plata… ¡una fortuna! Es aquí donde instala a la capturada familia de Darío, manteniendo el trato digno de una familia real. Además, recibe por fin los refuerzos enviados por Antípatro y procede a reorganizar su ejército: recibir los nuevos reclutas, licenciar a algunos y dar premios por las victorias a los soldados. En Susa encuentra obras de arte y tesoros que Jerjes había tomado de Atenas cuando éste la saqueó durante la segunda guerra persa, y las devuelve a Grecia. Este gesto fue muy apreciado por los atenienses.
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