ARTE CHINO .-
Todo lo esencial del arte chino se halla ya contenido en las manifestaciones artísticas del período Han que va desde el siglo II a.C. al año 220 de nuestra era. Apunta la pintura de retrato; la escultura produce figuritas -sobre todo, en bronce- que revelan una inteligente captación del dinamismo de las actitudes; en las paredes de algunas cámaras funerarias se recortan, grabadas en relieve plano sobre fondo punteado al cincel, siluetas humanas (a veces personajes que forman parte de movidas escenas multitudinarias) o símbolos, como los de los puntos cardinales: el Tigre blanco del Oeste, el Dragón verde del Este, el Pájaro rojo del Sur, el Guerrero negro del Norte, que también simbolizan, respectivamente, el Otoño, la Primavera, el Verano, el Invierno. Un gran adelanto denotan también la cerámica, recubierta de barniz plumbífero, y la ornamentación lacada. Algunas piezas de jade, como, por ejemplo, el célebre caballo verde del Victoria and Albert Museum, de Londres, son obras maestras que muestran simultáneamente un asombroso dominio técnico y la conquista total de una voluntad de estilo. Nada se conserva de la arquitectura del período Han, fuera de la disposición propia de la tumba monumental, destinada a perpetuarse a través de los siglos; la precedía ya el “camino de los muertos”, bordeado por grandes esculturas de animales. En China se da la paradoja de que quedan muy pocos edificios antiguos. No se conserva nada de la época del Panteón de Roma ni de la de Santa Sofía de Constantinopla, y quedan poquísimas construcciones contemporáneas de la catedral de Burgos. Sin embargo, de los pequeños modelos hallados en los sepulcros se puede colegir cómo eran las casas: con muros ligeramente ensanchados por su base, amplias aberturas (a modo de ventanales) sostenidas por pilastras o columnas de leño provistas de zapatas, techumbres en saledizo recubiertas de tejas con remates en forma de pájaros u otros animales decorativos. Es ya la típica casa china.
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