sábado, 9 de agosto de 2014

ARTE DE LA ANTÍGUA INDIA


ARTE DE LA INDIA .-

INTRODUCCIÓN DEL ARTE EN LA INDIA :

El único país sumido en el Oriente que griegos y romanos conocieron, aunque rodeado de un halo que hacía de él una tierra misteriosa, fue la India. Después de la expedición de Alejandro, se comentaron en Grecia las maravillas que explicaban los hombres de ciencia que acompañaron al gran conquistador y a ello se debieron en Europa las primeras noticias positivas acerca de los pueblos hindúes, tres siglos antes de Jesucristo. Así que desde tiempos lejanos la India había ejercido un gran poder fascinador sobre los gobernantes occidentales. Por su parte, los relatos de los peregrinos chinos que después visitaron los santos lugares del budismo contribuyeron a divulgar por el Extremo Oriente los conocimientos acerca del país y del arte hindú, que ya a través de misioneros budistas había penetrado en China en el siglo II a.C.
Durante bastante tiempo se había creído ver en la India la cuna de todas las razas europeas y el lugar donde se inventaron las principales industrias humanas. En todo caso, fue la cuna de un arte que ha conocido una irradiación extensísima; porque además de haber abarcado originariamente un área que no se circunscribe a la India y a Ceilán, sino que comprende asimismo el territorio del actual Afganistán y gran parte del Beluchistán, en el transcurso de los siglos ha informado el arte de la dinastía Khmer, durante los siglos X al XII, en la Indochina, y ha trascendido a Birmania, Tailandia e Insulindia, aparte de influir en el arte tibetano y, como se verá, en el de China, Corea y Japón.
Es ante todo un arte sacro, cuya finalidad primordial no es conseguir resultados meramente estéticos, sino facilitar motivos de contemplación religiosa, ya por medio de símbolos, ya valiéndose sobre todo de formas sensibles, o aun sensuales, que forman parte, en muchos casos, de composiciones de un animado estilo narrativo, en el que a veces esconde la intención religiosa bajo la capa de una apariencia de dinamismo o aun de erotismo, todo ello de acuerdo con una teoría de la belleza que es muy diferente de la que se ha manifestado en la mentalidad occidental.
Para comprender un poco mejor que en la India surgiera un arte en el que cobra especial importancia, como valor estético, la sensualidad, hay que atender a las características naturales de esta vasta península. La India es un subcontinente en el que las fuerzas de la naturaleza se despliegan con toda su potencia y en el que el clima tropical hace crecer una vegetación extraordinaria. Tierra en la que los monzones riegan año tras año durante tantos meses los suelos, la vegetación de la India es variada y densa, como pocas en el mundo. De este modo, bosques de palmeras, lianas y bambúes despliegan su extraña belleza, y sobre la superficie de las aguas florecen lotos blancos, rosas y azules, toda una diversidad de formas y colores vegetales que sin duda tenían que influir en las manifestaciones artísticas creadas por los habitantes de este subcontinente. Por tanto, en este marco natural, no es extraño que el arte refleje a la vez un misticismo sublime y una sensualidad desbordante e intensa.
Pero esto no debe llevar a pensar que el arte de la India queda inaugurado con la llegada de los musulmanes o que no presenta elementos de interés en los mimos tiempos en que, por ejemplo, en Egipto aparecía el arte de los faraones o más tarde, en la Roma imperial, surgía el imponente arte romano. Tuvo la India un prolongado arte prehistórico que, en líneas generales, y sin entrar en mayores detalles, coincide con el del Próximo Oriente y sur de Europa, y que en el sur del Deccán no conoció la Edad del Bronce y se prolongó allí, hasta mediados del I milenio a.C, dejando vestigios de un arte megalítico autóctono.

Budismo y helenismo

El año 327 a.C. este enorme subcontinente conoció su primera invasión histórica: Alejandro Magno, después de haber vencido a Darío, atravesó el Indo. En 326 a.C. dio la gran batalla de Hydaspes en la que derrotó al ejército hindú, dejó dos sátrapas griegos en el Punjab y en el Sind y regresó a Irán donde murió en 323 a.C.
Casi al mismo tiempo, en el otro extremo del norte de la India, un kshatríya llamado Chandragupta se convirtió en rey de Magadha y desde allí extendió su dominio hasta entrar en contacto con las satrapías griegas del noroeste. Fue él quien fundó el primer imperio unificador: el de los Maurya (del 322 al 185 a.C), nacido de un despotismo despiadado que conocemos bien gracias a los informes del embajador griego Megástenes, enviado a la India por decisión de Seleuco I, y al texto de un manual sobre política, el Arthashastra, que dice que “el gobierno es la ciencia del castigo”y describe un ciclo de torturas de 18 días con un método diferente de tortura para cada día. Megástenes escribió que el ejército del Imperio maurya tenía 700.000 hombres, 9.000 elefantes y 10.000 carros de guerra.
El nieto de Chandragupta, Ashoka (274 a 237 a.C.) fue el emperador más grande que ha conocido la India. Después de unos principios sangrientos, que le ayudaron a controlar prácticamente cualquier foco de rebelión que pudiera amenazar su gobierno, se convirtió al budismo, y para predicar al pueblo la nueva moral de la tolerancia hizo grabar sus edictos en altos pilares de piedra distribuidos por todo el Imperio. De entre los que se han conservado hasta hoy, es particularmente famoso el de Sarnath, una modesta población situada a pocos kilómetros de Benarés, coronado por un capitel con cuatro leones sobre una “Rueda de la Ley”, esculpido en brillante piedra pulida. Este capitel, que mide 2,10 m de altura se ha convertido en el actual emblema de la India, acompañado de la frase sánscrita Satyameva jayate (sólo triunfa la verdad).

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