sábado, 9 de agosto de 2014

ARTE DE LA ANTÍGUA INDIA


ARTE DE LA INDIA .-
EL PERÍODO CLÁSICO DEL ARTE INDÚ - LA ÉPOCA GUPTA :
El Imperio gupta cayó, en parte, a causa de la invasión por los pasos del noroeste de las tribus de una rama de los hunos, pueblos que al mismo tiempo penetraban con su rey Atila hasta el occidente de Europa. El norte quedó destruido y fragmentado en multitud de pequeños reinos independientes, pero durante este tiempo había aparecido otra potencia política más al sur, en el oeste del Deccán: la dinastía Calukya que se sostuvo desde los alrededores del año 550 hasta su derrota por los Rastrakuta hacia el año 760. Bajo los soberanos de estas dinastías se desarrolla la última etapa del arte clásico hindú. Es el período que recibe el nombre de pos-Gupta y se prolonga hasta el siglo IX.
Los Calukya tenían su capital en Badami, aunque los templos más importantes se hallan en Pattadakal, un lugar de peregrinación sagrada a 15 km de la capital.
En Pattadakal se encuentran los dos tipos arquitectónicos: el estilo del norte, representado por el templo de Papanatha, y el estilo del sur o dravídico, representado por el templo de Virupaksha. El primero, levantado a fines del siglo VII, tiene un sikhara con sus típicas aristas curvadas, y, en su interior, enormes pilares, que aún recuerdan por su robustez los de las grutas búdicas, adornados con espléndidas formas de parejas celestes abrazadas, músicos y bailarinas.
El templo de Virupaksha, en cambio, es de tipo dravídico. Construido hacia 740, está provisto del tipo de torre característico del estilo del sur, llamado vimana, que consiste en un tejado de múltiples pisos, cada uno más pequeño que el anterior, formando una especie de pirámide de aristas rectilíneas que se eleva sobre la sala cuadrada del santuario. El vimana del templo de Virupaksha, uno de los más antiguos, tiene solamente tres pisos. El templo, dedicado al dios brahmánico Shiva, realiza una perfecta fusión de las formas arquitectónicas y de la escultura, en la que abundan representaciones de episodios del Ramayana y del Mahabharata.
La dinastía Rastrakuta, que sucedió a los Calukya en el oeste del Deccán, renovó el arte de las grutas talladas en la roca con la producción de dos monumentos que hay que considerar entre las maravillas del patrimonio artístico de la humanidad: la gruta de la isla de Elefanta y el templo de Kailashanatha, en Ellora.
La pequeña isla de Elefanta está situada en la bahía de Bombay, a 10 km de la costa. Allí, en la segunda mitad del siglo VIII, fue tallada una gruta impresionante, dedicada a Shiva bajo sus tres aspectos. Se trata de una inmensa nave cuadrada, de 43 m de lado, con veintiséis columnas de alta base cuadrada y un ancho capitel en forma de bulbo aplastado. Las esculturas que decoran sus muros, pese a su colosalismo, tienen unas proporciones tan justas que producen un sentimiento de belleza tranquila. Lo más característico es la sosegada majestad, un poco desdeñosa, de los rostros, en los que se expresa una serena voluptuosidad. La escultura principal es el busto tricéfalo de Shiva, de 8 m de alto por 6 de ancho, llamado la Trimurti, triple aspecto divino. En el centro, el rostro de gloria; a la izquierda, el ser destructor, dios de la muerte, terrible pero necesario; a la derecha, el rostro femenino, sonriente, que representa el aspecto maternal, generador de la vida.
En las colinas rocosas de Ellora, abandonadas por los monjes budistas, los soberanos Rastrakuta se lanzaron a un prodigioso programa de excavaciones de templos, realizando diecisiete en poco más de un siglo. El más extraordinario es el de Kailashanatha, único por su estilo y por el modo como fue construido. Pocos monumentos en el mundo dejan una impresión tan imborrable. Tallado verticalmente en la roca, es un gigantesco edificio monolítico de tamaño colosal (60 m de largo por 30 de ancho y 30 de alto), que ha sido aislado de la montaña dejando en torno a él un patio o espacio vacío de 100 m por 60, cuyos muros están formados por las paredes cortadas a pico de la excavación. El enorme bloque así aislado de la montaña fue tallado en forma de templo, como por un escultor gigante.
Nada fue añadido, ni una sola escultura fue traída de fuera, todo había sido minuciosamente previsto por la asombrosa habilidad de los arquitectos y escultores. Este templo monolítico gigantesco fue interiormente excavado para reproducir con una precisión extraordinaria toda la estructura interior de un templo dearquitectura construida. Se calcula que fue necesario evacuar más de doscientas mil toneladas de roca cuando, a fines del siglo VIII, fue realizado el conjunto de la obra. La sombría piedra volcánica y el dinamismo furioso de las esculturas del Kailashanatha evocan el terror religioso, las proezas llenas de tensa espiritualidad de dioses y diosas de la India brahmánica.
Mientras en el oeste del Deccán se sucedían las dinastías Calukya y Rastrakuta, en el sur, junto a la costa del golfo de Bengala, cerca de la actual ciudad de Madras, los soberanos Pallava elevaban en los siglos VII, VIII y IX los grandes templos de su capital Kanchipuram y de su puerto marítimo de Mahabalipuram (o Mamallapuram). Ellos fueron los auténticos creadores del estilo del sur o dravídico, que hemos visto en el templo de Virupaksha, en Pattadakal. Los elementos arquitectónicos característicos son el vimana piramidal, ya descritos, y los gopuram o pirámides rectangulares de fuerte pendiente, colocados sobre las puertas de entrada de los recintos de los templos.
Entre los templos de Kanchipuram debe destacarse el de Kailasanatha, edificado en el año 700, y que inspiró el ya citado templo del mismo nombre en Ellora. En Mahabalipuram, puerto del reino Pallava, cuya magnificencia describió el peregrino chino Hivan-Tsang, que lo visitó el año 640, no queda nada.
Sus murallas y sus fortificaciones son hoy ruinas esparcidas que baten las olas del océano Indico. La llanura en torno está llena de enormes bloques graníticos esculpidos. Son los ratha o templos tallados en forma de carro celeste, entre los que han sido labrados enormes animales monolíticos (un toro, un león y un elefante) y un inmenso relieve de 32 metros de longitud y 14 de altura que representa el descenso del Ganges, el río sagrado, ante la alegría de todos los seres vivientes que acuden a recibirle.

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