sábado, 24 de enero de 2015

MEDIO AMBIENTE

GESTIÓN DE RESIDUOS :
Introducción

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), define “residuos” como “aquellas materias generadas en las actividades de producción y consumo que no han alcanzado un valor económico en el contexto en que son producidas, o sea, aquello que su propietario desecha por no serle útil, comprendiendo en el ámbito de la utilidad, una posible cesión rentable del material”.
Otra definición más simple para la palabra residuo es la de la Ley 22/2011, de residuos y suelos contaminados, “cualquier sustancia u objeto que su poseedor deseche o tenga la intención o la obligación de desechar”. En cualquier caso se puede decir que los residuos son todas aquellas sustancias que, generadas durante cualquier proceso o actividad productiva, carecen de valor para su propietario, el cual, decide desecharlas.
La falta de valor para el propietario de los residuos puede tener diversos motivos:
1.- Por la imposibilidad de ser reutilizados.
2- Por la inexistencia de la tecnología necesaria para la reincorporación de los materiales desechados al ciclo productivo.
3.- Por el escaso valor económico de los materiales.
4.- Por los elevados costes de gestión (transporte, tratamiento, almacenamiento…).
El incremento en los mercados de los productos de “usar y tirar”, unido a tendencias sociales en los llamados países desarrollados, conocidas como “modas” y, por supuesto, el consumismo inherente a la sociedad occidental, ha hecho que en la actualidad la generación de residuos sea un problema global cada vez más acuciante, pues conforme pasan los años, más difícil es encontrar espacios disponibles para su vertido y que ello no repercuta en la salud pública o en la calidad ambiental del entorno.
El ecosistema está preparado para absorber los desechos producidos de manera natural, es más, la producción de estos materiales forma parte intrínseca de los ciclos terrestres de materia y energía, ya que los rechazos de algunos organismos sirven de sustento a otros y viceversa. Sin embargo, los procesos industriales del hombre dan origen a residuos que el medio no puede asimilar de manera natural en periodos de tiempo razonables, por lo que se rompe el equilibrio natural.
Como consecuencia de esta situación, se buscan modelos de gestión de residuos que consigan devolver el equilibrio al sistema cerrando los ciclos de materia y energía existentes, esto ha hecho que actualmente se imponga en esta materia la “teoría de las 3 erres”:
1º. Reducir: Consiste en evitar que el residuo llegue a producirse.
2º. Reutilizar: Aprovechar el residuo sin necesidad de transformarlo.
3º. Reciclar: Transformar el residuo para usarlo de nuevo.
Y tiene que ser en ese orden, de tal manera que el reciclaje sea la tercera opción y sólo se opte por reutilizar un residuo si no se ha podido evitar que se produzca.
Según la misma Ley 22/2011, de residuos y suelos contaminados, cuando de un proceso de productivo resulte una sustancia diferente a la que originalmente se perseguía producir, podrá ser considerada como subproducto siempre:
a) “Que se tenga la seguridad de que la sustancia u objeto va a ser utilizado ulteriormente,
b) que la sustancia u objeto se pueda utilizar directamente sin tener que someterse a una transformación ulterior distinta de la práctica industrial habitual,
c) que la sustancia u objeto se produzca como parte integrante de un proceso de producción, y
d) que el uso ulterior cumpla todos los requisitos pertinentes relativos a los productos así como a la protección de la salud humana y del medio ambiente, sin que produzca impactos generales adversos para la salud humana o el medio ambiente”.
La nueva filosofía de gestión de residuos entiende que todos los rechazos procedentes del sector agrario, industrial, servicios o doméstico, deben ser considerados como subproductos hasta que, tras aplicar todas las operaciones de gestión oportunas, se reduzca a una fracción muy pequeña que si se pueda desechar como residuo.
Para ello es necesario establecer modelos de gestión adecuados a las necesidades del territorio donde se implanten, y para ello se han desarrollado hasta la fecha, una amplia variedad de métodos y tecnologías que atienden a los diferentes fines (reciclaje, restauración o eliminación), a la naturaleza de los materiales, a las necesidades de las poblaciones, etc.
Por último, es muy importante conocer los agentes que intervienen el ciclo de los residuos desde que se generan hasta que son valorizados o eliminados. Según la complejidad del proceso pueden aparecer más o menos eslabones en la cadena de gestión de los desechos, pero se puede decir que existen tres figuras básicas, la del:
1. Productor: es cualquiera que genere directamente los residuos o que efectúe mezclas o transformaciones sustanciales de los mismos, de tal manera que modifique su naturaleza o composición hasta convertirlos en un residuo diferente.
2. Poseedor: puede ser el productor de residuos u otro que esté en posesión de los desechos.
3. Gestor: es cualquiera que realice operaciones de gestión sobre los residuos, sea o no el productor de los mismos.
El gestor de residuos puede ser a su vez productor y poseedor, véase por ejemplo el caso de las industrias que gestionan sus residuos en la propia planta, incluso aprovechándolos para sus propios procesos (el orujillo, residuo de las aceitunas, sirve de combustible a las propias almazaras).
Lo importante de cualquier modelo de gestión es la capacidad que otorgue al sistema, para que los gestores consigan devolver a los productores el mayor número de residuos en forma de materias primas, reduciendo así la producción de desechos al mínimo.
En el apartado correspondiente, se verá que la gestión de residuos no incluye tan sólo la puesta en valor o la eliminación de los materiales que componen los desechos.



Tipos de residuos

Atendiendo a su naturaleza existen diferentes clasificaciones de residuos, a continuación se van a estudiar una de las más extendidas, la que distingue entre urbanos, especiales y peligrosos.
1. Residuos Urbanos: Actualmente todavía hay quien habla de residuos sólidos urbanos (RSU), pero este término está cayendo en desuso porque los residuos líquidos se conocen como vertidos y los gaseosos como emisiones, y han sido objeto de estudio independiente. Hay casos en los que estos productos gaseosos o líquidos se encuentran envasados, en los que ni el vertido ni la emisión llega a producirse, en tal caso se gestionan como residuos pero es porque se encuentran en el interior de un continente sólido. También se usa a menudo la expresión residuos domésticos.
En cualquier caso se pueden considerar como expresiones equivalentes y son aquellos desechos sólidos que se originan en las viviendas como consecuencia de las actividades domésticas o en comercios e industrias, asimilables por su naturaleza a los anteriores, así como los procedentes de la limpieza de la vía pública. Según su composición los tipos principales de residuos urbanos son de papel y cartón, vidrio, envases (metálicos y plásticos) y materia orgánica. Tras ellos existen otros residuos de menor importancia, en cuanto a cantidades producidas se refiere, como los procedentes de medicamentos, consumibles de impresoras y fotocopiadoras, o de ropa usada, que sin embargo no dejan de exigir un control sobre su producción y gestión.
En aquellas localidades donde existen instalaciones de clasificación y tratamiento de residuos urbanos, es básico para el buen funcionamiento de estas, implantar sistemas de recogida selectiva que posibiliten que los residuos lleguen separados a las plantas que los gestionan y esto pude hacerse de varias formas. En Europa por ejemplo el sistema más extendido consiste en identificar con colores los contenedores según el tipo de residuo que vayan a acoger:



Por ejemplo en Sevilla el contenedor verde es para el vidrio, el amarillo para envases, el gris para materia orgánica y el azul para papel y cartón.
En Japón sin embargo la recogida se realiza separada en el tiempo, por ejemplo en Tokyo se retiran los desechos de materia orgánica tres días en semana, y los residuos de plástico, papel y vidrio dos días en semana, y cuidado con no respetar el calendario porque acarrea sanción.
2. Residuos Especiales: Es una categoría que abarca todos aquellos residuos que no presentan características para ser considerados peligrosos, pero que sin embargo su naturaleza no aconseja su tratamiento como urbanos. Normalmente se crean normas específicas que establecen como deben ser gestionados y los más importantes son:
a. Residuos de construcción y demolición (RCD).
b. Residuos clínicos o sanitarios.
c. Vehículos y neumáticos fuera de uso.
d. Lodos de depuradoras.
e. Residuos agrarios.
f. Residuos forestales.
g. Residuos mineros.
h. Otros residuos industriales no peligrosos.
La experiencia demuestra, que para cada tipo de residuos especiales es necesario establecer sistemas de gestión independientes y autosuficientes, pues las características de los desechos exigen que se deba procurar el mejor tratamiento posible para ellos (que debe comenzar con una clasificación diferenciada de los materiales), a objeto de recuperar la mayor parte o de garantizar su eliminación en condiciones de seguridad.
3. Residuos Peligrosos: Son aquellos desechos cuya naturaleza puede provocar daños graves sobre el medio ambiente o sobre la salud de las personas a ellos expuestos. Según la Directiva Europea de Residuos del año 2008, se considera que son peligrosos aquellos residuos que sean explosivos, oxidantes, inflamables, nocivos, irritantes, tóxicos, cancerígenos, mutagénicos, sensibilizantes o ecotóxicos.
Son muchas las actividades que generan este tipo de residuos, y van desde las industriales (por ejemplo las taladrinas usadas como refrigerante o lubricante de las cuchillas de corte de metales) hasta las domésticas (como el filtro de aceite de un vehículo). Por eso es importante identificar a los productores, a los gestores intermedios y a los gestores finales de estos desechos, para repartir responsabilidades a lo largo del proceso y asegurar un correcto tratamiento de los residuos peligrosos.
Bajo un principio fundamental del derecho internacional “quién contamina paga” la legislación vigente en la materia responsabiliza al productor de la correcta gestión de los residuos peligrosos y para ello se establece, con diferentes criterios según el país, registros de gestores autorizados a los que el ciudadano o la empresa productora puede acudir para la cesión los mismos. Una vez en manos del gestor debidamente autorizado, y ya sea este intermedio (abarca desde un simple transportista hasta uno que lleve a cabo una transformación no definitiva de los materiales) o final (responsable del tratamiento último), el ciudadano queda libre de su responsabilidad que pasa ahora a aquellos que aceptan los residuos.
Es fundamental que los gobiernos adopten políticas para la reducción en origen de este tipo de residuos y para ello son deseables medidas que minimicen la puesta en el mercado de productos que contengan sustancias peligrosas, especialmente si tienen una vida útil muy corta.
Volviendo sobre el principio del tema, es importante no perder de vista la regla de las tres erres, ningún sistema de reciclaje de residuos por muy específico que sea o aunque use la mejor tecnología disponible, va a ser tan efectivo como las medidas de prevención en la generación de los desechos. Evitar el problema siempre es mejor que tener que solucionarlo.


 


 




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