sábado, 24 de enero de 2015

MEDIO AMBIENTE

GESTIÓN DE RESIDUOS :
Almacenamiento

Se trata del acopio de residuos que en casi todos los casos antecede al resto de operaciones del proceso de gestión. Según el lugar dónde almacenemos los desechos tendremos tres tipos de instalaciones:
1. En superficie: son las más comunes porque albergan normalmente residuos urbanos o asimilables a ellos por su naturaleza. Pueden ser desde simples acopios sobre ciertas superficies previamente impermeabilizadas, hasta contenedores cerrados y clasificados en el interior de un almacén.
2. A poca profundidad: se usan para residuos que por sus características supongan algún riesgo para las personas o el entorno, y pueden ser desde fosos (para almacenar residuos orgánicos como heces animales que producen malos olores o incluso enfermedades) hasta lagunas (para residuos radioactivos, por el efecto refrigerante del agua y su función como barrera frente a la radiación).
3. Profundas: Normalmente estos tipos de almacenes tienen carácter definitivo, aunque en ocasiones se denominen temporales (por motivos políticos), porque el hecho de que se encuentren situados a cientos de metros de profundidad dificulta mucho su carga y descarga periódica, y porque el confinamiento de los residuos en estos lugares puede durar décadas. Por este motivo, este tipo de instalaciones son consideradas más como depósitos que como almacenes.
Además, es muy importante tener en cuenta los siguientes aspectos a la hora de almacenar residuos:
a. Aislamiento: el nivel de hermetismo exigible para el almacenamiento de cada tipo de residuos, no es el mismo para todos los casos y las precauciones a adoptar vienen normalmente impuestas por la normativa vigente en cada Estado (un ejemplo claro son los residuos nucleares, cuyo confinamiento es técnicamente complejo y socialmente polémico).
b. Identificación: cada almacén de residuos debe estar convenientemente identificado, a objeto de que cualquiera pueda conocer su contenido. Además, si en el interior se acopian diferentes tipos de desechos, deberá acotarse y señalizarse cada zona, para evitar mezclas indeseables que dificulten el tratamiento posterior.
c. Accesibilidad: Hay que procurar que los almacenes de residuos faciliten al máximo su llenado y vaciado, instalando para ello desde rampas de acceso hasta sistemas automatizados de carga y descarga. Una accesibilidad adecuada, evitará accidentes que pueden traducirse en pérdidas de materiales y efectos nocivos sobre las personas y el medio ambiente.
d. Seguridad: Es necesario tener en cuenta que todo acopio de residuos puede entrañar riesgos para el entorno y la salud, por lo que habrá que prever mecanismos que, en la medida de lo posible, eviten o minimicen estos posibles impactos (sistemas de extinción de incendios, extractores de humos, teléfonos de emergencia, etc.). Dependiendo de la peligrosidad de los desechos almacenados serán exigibles medidas de control más severas.
Pero igualmente, no hay que perder se vista que lo que aquí se entiende por almacenamiento no es lo mismo que el depósito definitivo de los residuos para su eliminación (por ejemplo en un vertedero), sino que se trata de acopios intermedios cuyos límites temporales deben quedar definidos en base a las características de los desechos almacenados (peligrosidad, volumen, degradabilidad, etc.).
Por ese motivo, son muchas las disposiciones normativas que hacen referencia a los periodos máximos de permanencia de determinados residuos en almacenes temporales y obligan a sus poseedores a poner a disposición de un gestor final esos desechos cuando se alcanza el tiempo máximo permitido por la ley. Por ejemplo la Ley 22/2011, de residuos y suelos contaminados, dispone que “la duración del almacenamiento de los residuos no peligrosos en el lugar de producción será inferior a dos años cuando se destinen a valorización y a un año cuando se destinen a eliminación. En el caso de los residuos peligrosos, en ambos supuestos, la duración máxima será de seis meses”, obligando al productor a dar una gestión adecuada a sus desechos antes de que se cumplan los plazos estipulados.
Pero no es posible agotar estos límites temporales superiores si el lugar de almacenamiento se ha llenado con anterioridad al fin del plazo previsto. Esto puede provocar situaciones indeseables como:
- La invasión de los residuos de zonas no destinadas al almacenamiento de desechos, pudiendo incluso mezclarse con productos en venta, lo que puede tener una doble consecuencia: hacer llegar al cliente productos agotados (hecho que si sucede sería nefasto para el negocio) y/o tirar a la basura productos aún sin usar por haber sido confundidos con residuos (igualmente desastroso).
- La ocupación de zonas reservadas a determinados tipos de residuos por otros de diferente naturaleza puede terminar en mezclas indeseables, aumentando los riesgos (de explosión, de incendio, de contaminación…).
- La falta de espacio suficiente en el local o nave donde se desarrolle la actividad, pudiendo llegar a convertirse en un vertedero incontrolado.
- Las sanciones por parte de la administración pública si se infringe alguna norma al respecto.
- Etc. 


 









Transporte

El transporte comprende el conjunto de operaciones de traslado de los residuos, desde el punto en el que se producen o almacenan hasta otro lugar donde se van a depositar, tratar o eliminar. Esta definición hace prever que dentro del esquema de gestión de los desechos, puede haber varias operaciones de transporte (desde donde se produce el residuo hasta un almacén intermedio, desde este a una planta de tratamiento, de esta a un vertedero o una incineradora…). De este modo pude hablarse de transporte primario, secundario, terciario… según cuantos traslados sean necesarios dentro del modelo de gestión.
En esta fase pueden concentrarse los costes más importantes para la gestión de los residuos, que serán mayores o menores dependiendo de factores como:
- El volumen de residuos que haya que mover.
- La cercanía entre los lugares de origen y de destino.
- El medio de transporte empleado.
- El precio de los combustibles.
- Las medidas de seguridad que requiera el residuo trasladado…
Algunas medidas interesantes para minimizar los costes y exprimir al máximo los recursos son:
- Utilizar vehículos con una capacidad de carga adecuada al volumen de residuos a gestionar, y procurar que se acerquen lo máximo posible al límite de su capacidad.
- Aumentar la densidad de los residuos a trasladar mediante operaciones de compactación, desmontaje, trituración, etc. Que permitan aprovechar al máximo el volumen disponible en el habitáculo destinado al transporte de residuos.
- Prever rutas de viaje que permitan prestar el servicio al mayor número de productores posible, estableciendo días concretos para la retirada de un determinado residuo, agrupando a los productores según el tipo de actividad (que suelen producir los mismos tipos de residuos), según los municipios donde habiten (buscando la cercanía entre los puntos de recogida), etc.
- Para poblaciones muy dispersas, prever centros de transferencia comarcales que abastezcan a un único centro de tratamiento final, lo más equidistante posible con respecto a aquellos.
A pesar de lo dicho anteriormente, la cercanía de las instalaciones de tratamiento de residuos a los lugares de producción puede encontrar inconvenientes como malos olores, ruidos, perturbaciones en el paisaje… que afectan negativamente a la habitabilidad de las zonas más pobladas y a determinados negocios relacionados con la hostelería, el turismo y los servicios en general.
Por este motivo, aunque desde el punto de vista del transporte lo ideal es acercar lo máximo posible la producción al tratamiento, habrá que tener en cuenta otros factores como los mencionados anteriormente, a la hora de decidir sobre la ubicación de una determinada planta o estación de residuos ya sea de transferencia o tratamiento.
Así, la experiencia muestra como los centros de tratamiento de residuos urbanos se sitúan cada vez más alejados de los centros urbanos, para no producir molestias sobre sus habitantes.
La solución puede estar en integrar en entornos urbanos pequeñas estaciones de transferencia que den cobertura a fracciones importantes de la población y que, gracias a la implantación de medidas preventivas y correctoras de impacto ambiental, permitan esa proximidad al ciudadano que se persigue para optimizar el transporte. En estos centros de transferencia los residuos se almacenarán hasta su traslado definitivo al centro de tratamiento final, para lo cual se emplearán vehículos de mayor tonelaje.
Este modelo de gestión permite a su vez aumentar la eficiencia en las operaciones de transporte puesto que, sin la presencia de los centros o estaciones de transferencia, se puede condicionar una jornada laboral completa para una sola operación de recogida de residuos, bastará con que la planta o el vertedero se sitúe a más de 30 km del lugar de retirada de los desechos. Sin embargo, pequeños vehículos recolectores funcionando toda la jornada en un entorno cercano a la estación de transferencia y un vaciado de ésta semanal o mensual para el traslado de desechos al centro de tratamiento final, permitirá rentabilizar al máximo la actividad.
Pero todo este análisis ha estado orientado al estudio del transporte de residuos urbanos o asimilables a ellos por sus características, mención a parte merece el transporte de residuos peligrosos, que para volúmenes importantes necesita prever medidas especiales de seguridad, ya que cualquier fuga, derrame o accidente puede traducirse en daños graves sobre el medio ambiente y la salud de las personas.
Para este último caso son muchos los países que cuentan ya con leyes y reglamentos al respecto, y muchos más los que abordan este tema dentro del transporte de mercancías peligrosas (pues se entiende que estos residuos también lo son). Casi todos coinciden en que es necesario un control documental de estas operaciones que especifique “quién”, “qué” y “cuánto” se produce, “quién” y “cómo” se transporta y “dónde” se dirigen finalmente los residuos. Para ello se establecen todo tipo de registros (de productores, de gestores, de transportistas…) y se utilizan multitud de justificantes con formatos establecidos (albaranes, recibís, hojas de pedido…).
Además, para el transporte de residuos peligrosos es necesario generalmente el uso de vehículos especiales, que estén equipados para garantizar el máximo aislamiento de los residuos que transportan e impedir así cualquier contacto con el medio exterior. Un caso extremo sería el transporte de residuos nucleares, cuya radioactividad exige medidas excepcionales de prevención.
Así, tenemos el ejemplo del famoso convoy “Castor” que transporta residuos nucleares entre Alemania y Francia, y que recibe ese nombre por el tipo de contenedores que van en ese tren. Se elige así el transporte ferroviario, para reducir al mínimo el riesgo de accidentes, aunque ello no tranquiliza a la multitud de colectivos ecologistas (como Greenpeace) que año a año intentan impedir que este convoy complete su recorrido.
Pero el futuro pasa por el transporte de residuos en el que no media ningún tipo de vehículo, lo cual tiene ventajas muy apreciables como el aumento de la programabilidad del sistema (se sabe cuando se van a recibir los residuos y se puede modular la cantidad máxima admitida de los mismos), la supresión de numerosos impactos ambientales (olores, emisiones, vertidos…), la mejora de la salubridad en la vía pública (impide que aparezcan ratas, cucarachas, mosquitos…) y muchas más. El más famoso de estos sistemas es la recogida neumática de residuos, que se describirá más adelante.




No hay comentarios:

Publicar un comentario