viernes, 31 de enero de 2014

BIOGRAFÍAS - REYES DE MACEDONIA



REYES MACEDONIA .-


ALEJANDRO MAGNO .-

Sitio de Tiro (332 a. C.)

Comienza el asedio

Alejandro Magno, que se encontraba sometiendo a rebeldes, volvió a Tiro y observó desolado la destrucción del espigón. Construiría un nuevo espigón; esta vez, más ancho aún y tomaría el control del mar. Mientras los trabajadores comenzaban la nueva construcción al norte de la vieja, protegida de los vientos del sur, Alejandro Magno partió a reclamar el servicio de las flotas de Chipre, Sidón, Biblos yArados, a las que se sumaron los trirremes de otras ciudades, así como un único barco natural de Macedonia que, sumado a una armada de 200 barcos, avanzaron hasta Tiro. La flota tiria, emprendió una pequeña escaramuza contra la armada macedonia, pero tras la pérdida de varias naves, se resguardó en los puertos. Alejandro había conseguido bloquear a Tiro, por lo que ya no podrían llegar suministros por mar. Si no eran las espadas quienes rendían Tiro, lo serían el hambre y la sed.
Con la nueva situación naval, los tirios dependían de Cartago, a quien habían solicitado auxilio previendo una situación así, pero no sabían si la ayuda llegaría hasta que los barcos cartagineses aparecieran en el horizonte.
Los macedonios colocaron torres a lo largo del nuevo espigón y protegieron los laterales con mamparas fijas, pero el ingenio de los isleños no cesaba, los barcos que protegían el espigón estaban anclados al fondo del mar y carecían de remeros, sólo tenían las tripulaciones de combate, los tirios blindaron algunos de sus barcos y los lanzaron contra las embarcaciones de defensa, cortaron las cuerdas de las anclas y los encallaron en la costa. El caudillo heleno respondió blindando barcos propios y utilizándolos en la defensa de los que protegían el dique. Parecía que los habitantes de Tiro se adelantaban a todos los movimientos del macedonio, quién debía estar actuando continuamente a la defensiva.
Los isleños comprendieron que pronto morirían de sed y hambre si toda la población permanecía en la ciudad, así que cargaron a varios miles de personas en sus barcos y, aprovechando un descuido de la flota que bloqueaba los puertos, las evacuaron haciaCartago, deshaciéndose también de muchos de sus barcos de guerra.

El asedio sin fin

Los ingenieros macedonios montaron grandes torres de asedio en parejas de cuadrirremes ancladas en el mar, desde las cuales accionaban las catapultas contra las murallas. Como respuesta a ello, una nueva invención salió de las murallas tirias, esta vez se trataba de máquinas que lanzaban grandes troncos contra las torres a fin de desestabilizarlas y causarles grandes daños. Ante esta amenaza, Alejandro Magno ordenó que las torres batieran las murallas desde más cerca a fin de protegerlas del tiro parabólico de las máquinas, a lo que los de Tiro respondieron arrojando grandes piedras al mar, que impedían a las torres acercarse, entonces, la armada macedonia ató las piedras con gruesas sogas, y las arrastró lejos de la costa con la fuerza de los remos. Como respuesta, los buceadores tirios cortaron las cuerdas con dagas, por lo que los macedonios respondieron sustituyendo cuerdas por cadenas. De esta manera las máquinas pudieron batir las murallas desde cerca, sin embargo los defensores colgaron grandes sacos llenos de algas para amortiguar el impacto de los proyectiles.
Los habitantes de Tiro se defendían con unas energías que Alejandro Magno no había visto nunca, los admiraba y a la vez sentía una enorme frustración por el enorme retraso que le estaba causando aquella pequeña isla.

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