domingo, 23 de febrero de 2014

LAS CRUZADAS - HISTORIA



HISTORIA DE LA PRIMERA CRUZADA .-

Convocatoria e inicio de la Primera Cruzada. La cruzada de los pobres

En marzo de 1095, Alejo I envió mensajeros al Concilio de Piacenza para solicitar al papa Urbano II ayuda frente a los turcos. La solicitud del emperador se encontró con una respuesta favorable de Urbano, que esperaba reparar el Gran Cisma de Oriente y Occidente, que había ocurrido cuarenta años antes, y reunificar a la Iglesia bajo el mando del papado como "obispo jefe y prelado en todo el mundo" (según sus palabras en Clermont),10 mediante la ayuda a las iglesias orientales en un momento de necesidad.
Al Concilio de Piacenza, que permitió asentar la autoridad papal en Italia en un periodo de crisis, asistieron unos 3000 clérigos y aproximadamente 30.000 laicos, así como embajadores bizantinos que imploraban toda "la ayuda de la cristiandad contra los no creyentes". Habiendo asegurado su autoridad en Italia, el papa se encontraba libre para concentrarse en la preparación de la Cruzada que le habían pedido los embajadores orientales. Urbano también sabía que Italia no iba a ser la tierra que "se despertase a una explosión de entusiasmo religioso" a las convocatorias de un papa que, además, tenía un título discutido. Sus intenciones de persuadir "a muchos para prometer, mediante juramento, ayudar al emperador lo más fielmente posible y tan lejos como pudieran contra los paganos" no llegaron a muchos.
La invitación a una cruzada masiva contra los turcos arribaría en forma de embajadas francesas e inglesas a las cortes de los reinos medievales más importantes: Francia,Inglaterra, Alemania y Hungría, que no habría podido enlistarse en las primeras cruzadas por el luto que se guardaba tras la muerte del rey san Ladislao I de Hungría (1046-1095), que duraría cerca de tres años.11 El papa Urbano II eventualmente consideró a Ladislao I como un candidato apropiado para comandar la Primera Cruzada, puesto que el rey húngaro era ampliamente conocido por su porte caballeresco y sus luchas contra los invasores cumanos, sin embargo, éste falleció escasos meses antes, mientras llevaba a cabo una campaña militar contra el reino de bohemia en 1095.12
El anuncio formal sería en el Concilio de Clermont, que se reunió en el corazón de Francia el 27 de noviembre de 1095; el papa Urbano pronunció un inspirado sermón frente a una gran audiencia de nobles y clérigos franceses. Hizo un llamamiento a su audiencia para que arrebatasen el control de Jerusalén de las manos de los musulmanes y, para enfatizar su llamamiento, explicó que Francia sufríasobrepoblación, y que la tierra de Canaán se encontraba a su disposición rebosante de leche y de miel. Habló de los problemas de la violencia entre los nobles y que la solución era girarse para ofrecer la espada al servicio de Dios: "Haced que los ladrones se vuelvan caballeros."10 Habló de las recompensas tanto terrenales como espirituales, ofreciendo el perdón de los pecados a todo aquel que muriese en la misión divina. Urbano hizo esta promesa investido de la legitimidad espiritual que le daba el cargo papal, y la multitud se dejó llevar en el frenesí religioso y en el entusiasmo por la misión interrumpiendo su discurso con gritos de ¡Deus vult! (¡Dios lo quiere!) que habría de convertirse en el lema de la Primera Cruzada.
El sermón pronunciado por Urbano se encuentra entre los discursos más importantes de la historia europea. Existen cinco versiones de su discurso en distintos escritos, pero es difícil saber con exactitud sus verdaderas palabras puesto que todos esos escritos proceden de épocas en las que Jerusalén ya había sido capturada. Por ese motivo, no es posible distinguir con claridad entre los hechos verídicos y aquellos que fueron recreados a la luz del resultado exitoso de la cruzada. En cualquier caso, lo que sí está claro es que la respuesta al discurso fue mucho más amplia de la que se esperaba. Durante los años 1095 y 1096, Urbano extendió el mensaje a lo largo y ancho de Francia, mientras que urgía a sus obispos y legados para que extendiesen sus palabras por cualquier otro rincón de Francia, así como de Alemania y de Italia. Urbano intentó prohibir a ciertas personas (incluyendo a mujeres, monjes y enfermos) que se unieran a la cruzada, pero se encontró con que esto era imposible.

El papa Urbano II en el Concilio de Clermont. Ilustración del Livre des Passages d'Outre-mer, de alrededor de 1490

No hay comentarios:

Publicar un comentario