A Dios por razón de estado es un auto sacramental del dramaturgo español Pedro Calderón de la Barca cuya fecha exacta de redacción se desconoce; Ángel Valbuena Prat lo sitúa entre 1650 y 1660; se publicó por primera vez en la Primera Parte de los Autos Sacramentales, de Pedro de Pando y Mier, en 1717.
El autor plantea el problema de la creencia en la divinidad, a la que se puede llegar, si faltase la fe, simplemente por "razón de estado". En la obra predominan los razonamientos filosóficos sobre los religiosos, y ciertos diálogos no son, en esencia, más que discusiones escolásticas basadas en silogismos.
La cena del rey Baltasar es un auto sacramental del dramaturgo español Pedro Calderón de la Barca, escrita en 1632.
Argumento[editar]
Ambientada en la Babilonia del siglo VI a.d., narra la historia, tales cuales la biblíca del rey Baltasar de Babilonia, hijo de Nabuconodosor II. El monarca en un banquete, profrana los vasos sagrados previamente saqueados por su padre en el Templo de Jerusalén. Un mensaje se escribe entonces en los muros de palacio por una mano misteriosa, mensaje que nadie es capaz de interpretar. Excepto Daniel, que recrimina al rey su actitud y predice su futura muerte.1
Representaciones destacadas[editar]
Entre los montajes de la pieza, llevados a escena en el siglo XX, pueden mencionarse los siguientes:
- Paseo de las Estatuas, Parque del Retiro, Madrid, 1939.2
- Dirección: Luis Escobar.
- Escenografía: Víctor María Cortezo
- Intérpretes: José Franco, José María Seoane, Manuel Roa, Blanca de Silos, Josefa María Oliva.
- Teatro Español, Madrid, 1954.
- Dirección: José Tamayo.
- Escenografía: Sigfrido Burmann.
- Intérpretes: Francisco Rabal, Asunción Balaguer, Asunción Sancho, José Bruguera, Pascual Martín, Ángel Terrón, Jacinto Martín, José Luis Heredia.
- Real Basílica de San Francisco el Grande, 1981.3
- Dirección: José Tamayo.
- Intérpretes: José María Rodero, Juan Ribó, Alfonso Godá, Marisa de Leza, Amparo Pamplona, Charo Soriano, Francisco Grijalvo.
El Códice de Autos Viejos es una recopilación manuscrita de teatro religioso de tradición medieval que data de la segunda mitad del siglo XVI.
Contiene noventa y seis piezas dramáticas en un acto, probables versiones de textos medievales más antiguos; una colección de autos y farsas tratando de forma alegórica temas, en su mayoría eucarísticos.
La más conocida es el Auto de las Cortes de la Muerte, de Micael de Carvajal, sobre el tema de la danza de la muerte; otras menos conocidas son la Farsa sacramental de las bodas de España, el Auto del sacrificio de Abraham, el Auto del Amor divino, el Auto del destierro de Agar, el Auto de la Conversión de San Pablo, el Auto de la huida a Egipto y la Farsa de la moneda.1
Algunos autores sospechan que pudiera tratarse de una recopilación hecha por el empresario teatral, poeta, actor y dramaturgo español del Renacimiento, Alonso de Cisneros.
El cetro de José es un auto sacramental escrito por Sor Juana Inés de la Cruz. Se ignora la fecha de su composición, pero fue publicado, junto con El mártir del sacramento, en el segundo tomo de Inundación castálida en 1692 en Madrid.1
Al igual que El divino Narciso, El cetro de José utiliza a la América prehispánica como vehículo para relatar una historia con tintes bíblicos y mitológicos. El tema de los sacrificios humanos aparece nuevamente en la obra sorjuanesca, como imitación diabólica de la Eucaristía.2 Aun así, Sor Juana siente cariño y aprecio por los indígenas y por los frailes misioneros que llevaron el cristianismo a América, como puede verse en varias secciones del auto. Además, el auto es pionero en representar conversiones colectivas al cristianimo, hecho insólito hasta entonces en la literatura religiosa.3
El cetro de José pertenece a los autos vétero-testamentarios, y es el único de esta clase compuesto por Sor Juana. Pedro Calderón de la Barca, quien influyó fuertemente a la monja, escribió varios autos vétero-testamentarios, de los que destaca Sueños hay que verdad son, también inspirado por la figura del patriarca José.4
Es habitual considerar que Sor Juana escribió sus autos con la firme convicción, alentada por la condesa de Paredes, de que se representarían en Madrid. Por ello, los temas y el estilo de estas obras iban dirigidas al público peninsular, aunque no existe constancia escrita de que se hayan montado fuera de Nueva España.
El divino Narciso es el más conocido, original y perfecto de los autos sacramentales de Sor Juana Inés de la Cruz.1 Fue publicado en 1689.2 A ella antecede una loa.
En la época que fue compuesto El divino Narciso, el auto sacramental estaba muy mal valorado en el ambiente literario de Hispanoamérica, aunque los autos de Pedro Calderón de la Barca fueron muy bien acogidos. De acuerdo a la gran mayoría de la crítica, Sor Juana es quien perfecciona el auto sacramental y crea los mejores exponentes del género.3 En El divino Narciso Sor Juana usa un conjunto lírico-dramático para dar vida a los personajes creados. El divino Narciso, personificación de Jesucristo, vive enamorado de Su Imagen, y a partir de ese planteamiento se narra toda la historia. Marcelino Menéndez y Pelayo, Julio Jiménez Rueda y Amado Nervo han coincidido en que El divino Narciso es el más logrado de los autos sorjuanescos.
La loa que antecede al auto alude al tema de la conquista de América y a las tradiciones de los pueblos nativos del continente, aunque este tema no era popular en la literatura de su tiempo. Sor Juana se aprovecha de un rito azteca, representado por un tocotín,4 en honor a Huitzilopochtli para introducir la veneración a la Eucaristía y ligar las creencias precolombinas con el catolicismo hispánico. Es una de las obras pioneras en representar la conversión colectiva al cristianismo, pues el teatro europeo estaba acostumbrado a representar solo la conversión individual.5
La obra cuenta con la participación de personajes mitológicos, alegóricos y en menor medida bíblicos. Naturaleza Humana, la protagonista, dialoga con Sinagoga y Gentilidad, y se enfrenta a Eco y Soberbia. Al mismo tiempo Narciso, el divino pastor hijo de la ninfa Liríope y del río Cefiso, personifica la belleza de la juventud.
Análisis[editar]
En El divino Narciso se presenta al mundo precortesiano como enigmático y misterioso, lleno de tradiciones en principio incomprensibles para los novohispanos de la época.7 Sor Juana siente simpatía e incluso aprecio por ellos, pues, contrario a la costumbre de la literatura colonial, no representa a los indígenas como seres irracionales y salvajes.8
La redención de la humanidad es el móvil más importante de la obra. El divino Narciso es Dios mismo, que busca a a la ovejuela descarriada a fin de llevarla a su rebaño y en el camino encuentra a cada una de las naturalezas humanas. Ello entraña un intento por mostrar la esencia del catolicismo de una manera simple, lo que consigue de una manera magistral.9
El pensamiento político del auto corresponde a un proyecto de integración política, más que a un intento de evangelización.10 En algunas partes Sor Juana denuncia el maltrato que los indígenas sufren a manos de los españoles, por lo que de cierta forma señala que los fundadores de Nueva España fueron los frailes y no los conquistadores. Esta representación de América es única en la literatura colonial hispanoamericana.11
Muchos pasajes de El divino Narciso, sobre todo las intervenciones del pastor, recuerdan la obra de San Juan de la Cruz y de Fray Luis de León, dos de los más importantes escritores místicos de la literatura española del siglo XVI.12
El título de este auto sacramental alude a El divino Orfeo, de Pedro Calderón de la Barca, quien es, muy probablemente, el escritor que más influyó la obra dramática de Sor Juana Inés de la Cruz.13
Los autos sacramentales responden al programa cristiano de revelar mediante la acción teatral la Eucaristía cristiana. En el teatro de evangelización en la América colonial, por otra parte, el auto suele revelar también el sacramento del Bautismo. Fueron los frailes evangelizadores quienes adaptaron este género teatral característico de la fiestas de Corpus Christi importando a América, en el siglo XVI, las piezas teatrales que en la Península se habían representado para convertir a los moros después de la Reconquista, algunas de las cuales forman parte del Códice de autos viejos. 14 Será Pedro Calderón de la Barca el dramaturgo español del Barroco quien, un siglo más tarde, compondrá y representará un nuevo estilo de auto sacramental cuyo propósito, más que la conversión, será la confirmación de los cristianos en la fe católica bajo el programa contrarreformista. 15 El género del auto barroco se caracteriza así por su mayor complejidad teológica y, como en el caso de El Divino Narciso, por abordar otros sacramentos y misterios, como el de la Encarnación, que en el auto de Sor Juana se equipara al reflejo de Dios en la Naturaleza Humana. 16 A la vez, Sor Juana muestra cómo la dulzura de la Religión, caritativa dama española, contrasta ante la firmeza de su marido el Celo, sospechosamente parecido a los conquistadores.17 El drama sorjuanesco de las querellas maritales tiene su antecedente, otra vez, en Calderón de la Barca.
El mártir del sacramento es un auto sacramental de Sor Juana Inés de la Cruz, publicado en el segundo tomo de Inundación castálida (Madrid, 1692).
Aborda el tema del martirio de San Hermenegildo, príncipe visigodo hijo de Leovigildo, muerto por negarse a adorar una hostia arriana. Podría catalogarse como auto alegórico-historial, como La gran Casa de Austria, de Agustín Moreto, o El santo rey don Fernando, de Calderón de la Barca.
Análisis[editar]
El lenguaje es muy llano y simple, con excepción de algunos tecnicismos de cátedra. Es una obra costumbrista, al estilo de los entremeses del siglo XVI y de algunas obras calderonianas.2
Sor Juana trata un tema que es, al mismo tiempo, hagiográfico e histórico. Por un lado, intenta robustecer la figura de San Hermenegildo como modelo de virtudes cristianas; por otro, su fuente es la magna Historia general de España, de Juan de Mariana, la fuente más reputada de aquella época.3
La autora juega con «El General», especie de auditorio del Colegio de San Ildefonso, y con la compañía de actores que representarán su auto. La obra empieza al abrirse el primer carro, y existen dos más en el resto de la puesta en escena.4
Es habitual considerar que Sor Juana escribió sus autos con la firme convicción, alentada por la condesa de Paredes, de que se representarían en Madrid.5 Por ello, los temas y el estilo de estas obras fueron dirigidas hacia el público peninsular, aunque no existe constancia escrita de que se hayan montado fuera de Nueva España.
El gran mercado del mundo es una obra teatral del español Pedro Calderón de la Barca, fechada en su primera época, entre 1635 y 1640.
Composición y argumento[editar]
La obra es un auto que se compone de una introducción corta, en la que la Fama convoca el Gran Mercado del Mundo, y cinco momentos.
El tema del primer momento es el padre del género humano y su moralidad, el Padre de Familia, apareciendo el Buen Genio y el Mal Genio, que compran en el mercado para gusto de la Gracia y compiten por su satisfacción y su desposorio.
En el segundo momento, la Gula y la Lascivia, con la Culpa como servidor, se encuentran con los genios, de los cuales el Buen Genio advierte que la Culpa quiere arrebatarle su Inocencia, y se marcha, quedando solo el malo.
El Mercado abre en el tercer momento, y se realizan las compras y las ventas de los productos, gastando cada cual sus talentos, unos para bien y otros para mal.
El último momento cuenta los premios y los castigos que recibe cada uno. De nuevo aparecen el Padre de Familias y la Gracia. Cada genio muestra lo que ha comprado con sus talentos, y se demuestra que el ganador es el bueno.
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