Hay que haberla visto, enorme y sin embargo tan ligera, con sus largas alas acodadas, magnifica en apariencia, contrastando el blanco brillante del abdomen con su dorso pardo apizarrado y sus marcas leonadas, zambullirse de repente como una piedra y desaparecer, con las garras hacia delante, en un gran chorro de agua, para lamentar la notable disminución de esta rapaz.
El Águila Pescadora es admirable cuando se observan sus evoluciones majestuosas sobre el mar o los grandes ríos. Es la rapaz mejor adaptada a la captura de toda clase de peces.
Fiel a los lugares que escoge como reposadero, normalmente troncos que emergen en medio del agua, puede contemplársela frecuentemente en curiosas actitudes hieráticas sin mostrar interés alguno por los bandos dispersos de ánades que nadan tranquilamente a su alrededor.
El número de parejas reproductoras del Águila Pescadora en España es actualmente muy reducido. No es ave rara en migración, y puede verse en los cursos de los ríos y los embalses, e incluso en invierno, aunque en esta época en menor cantidad y siempre aves solitarias que año tras año vuelven a los mismos lugares.
Identificación: Partes superiores castaño oscuro, que contrastan con las inferiores blancas jaspeadas de oscuro; banda castaño oscuro a los lados de la cabeza; alas largas, claramente angulosas en vuelo; sexos iguales.
Nidificación: Ambos sexos construyen un voluminoso montón de ramas, en árbol o en el suelo, cerca de un lago; puesta, abril-mayo, 3 huevos blancos, densamente manchados con cataño-rojizo; incubación, alrededor de 35 días, principalmente por la hembra; los pollos, alimentados por la hembra, vuelan a las 7 u 8 semanas.
Alimentación: Casi enteramente peces, principalmente lucios y truchas.
Hábitat: Islotes rocosos y acantilados marinos.
Aguila Pescadora
Pandion haliaetus
El Aguila Pescadora Pandion haliaetus es una de las aves de presa más espectaculares de la fauna ibérica y también está entre las más difíciles de observar, en especial cuando en los lagos y costas captura peces que constituyen la gran mayoría de sus presas habituales. Es un pájaro de tamaño medio, no superior al del Busardo Ratonero Buteo buteo, por citar una de las aves más populares y abundantes y resulta inconfundible lo mismo cuando se la ve volar sobre aguas costeras que en una tranquila ría del Norte de España o en uno de los muchos pantanos y embalses de nuestra geografía. Si se tiene la suerte de poder observarla de cerca, en seguida llama la atención el contraste que ofrece su plumaje. La cabeza es blanca por encima y está rayada profusamente de negro. Además tiene una banda de color marrón oscuro casi negra a través de los ojos, que llega hasta la parte posterior de la cabeza y desciende por los lados del cuello. Las plumas de la nuca poseen un tinte rojizo y son alargadas de manera que forman una corta cresta que este pájaro eriza con frecuencia. El resto del plumaje es blanco níveo por debajo y marrón muy oscuro, casi negro, por encima, teniendo una franja pardo moteada a través del pecho. Los ojos son de color amarillo brillante, el pico negro y extraordinariamente ganchudo, la cera gris verdosa y las patas y pies verde amarillentas. Estos son muy fuertes con los dedos provistos de unas como escamas puntiagudas que le facilitan la sujeción de las resbaladizas presas. Las uñas son largas y curvadas.
Las águilas pescadoras jóvenes no son tan oscuras por encima como los adultos y en conjunto parecen más pálidas.
Al volar tiene la apariencia de un águila pequeña con las alas largas y estrechas, generalmente anguladas y con frecuencia recuerda a una gran gaviota. Cuando se ve por debajo se le notan muy bien las manchas negras del vértice flexor de las alas, así como una banda oscura a lo largo del centro de éstas, detalles que contrastan mucho con el cuerpo blanco. El plumaje es muy compacto y apretado, lo que sin duda reduce el golpe contra el agua cuando el pájaro se lanza a la captura de un pez.
El Aguila Pescadora vive generalmente próxima al agua, ocupando costas rocosas, riberas de lagos, etc., y su vuelo es muy característico, batiendo lentamente las alas, elevándolas muy por encima del cuerpo y alternando con largos planeos.
Los hábitos de esta especie han sido bien estudiados, porque, no es difícil observarla sobre todo cuando captura sus presas. Permanece muchas horas del día posada en acantilados y también en árboles, volando de vez en cuando sobre la superficie del agua tratando de localizar alguna presa. Casi siempre vuela a una altura que se estima no inferior a 15 metros ni superior a 30 y solamente más alta en ocasiones, en especial cuando va en vuelo directo, o cuando acaba de capturar un pez y antes de remontar para dirigirse al posadero lo hace muy baja sobre el agua. Realiza generalmente un vuelo circular o formando en el aire un ocho, yendo hacia un lado y repitiendo el mismo corto vuelo varias veces. Cuando divisa un pez que nada cerca de la superficie, se cierne un instante con las patas colgando y se lanza al agua de cabeza con las alas plegadas a medias y un momento antes de tocar el agua pone las patas por delante y levanta las alas de forma que choca con el agua produciendo gran cantidad de salpicaduras y espuma, calando completamente el cuerpo y viéndosele fuera solamente los extremos de las alas. En las rías del Norte se sumerge poco, puesto que la mayoría de las presas son peces de las especies múgil y roccus que suelen nadar entre dos aguas o muy cerca de la superficie. Los peces los coge fuertemente con las dos patas, pero también con una sola y una vez en vuelo coloca la otra sobre su presa, pero no sin antes cuidar de que la cabeza del pez apunte en la dirección de la marcha dándole, cuando no es así, un giro rápido en el aire. Se calcula que el noventa por ciento de los ataques no fallan y solo algunas presas consiguen escaparse del Aguila Pescadora, bien saltando fuera del agua o soltándosele de las patas. Rara vez superan las presas un kilogramo de peso y muy pocas veces los dos kilogramos, que no suelen ser alcanzados nunca por los mismos pájaros. Desde el agua, de donde se eleva con lentitud pero a la vez con potencia, se dirige directamente a un posadero donde devora su presa. Estas varían según la zona donde el águila se estaciona para pescar o de la fauna piscícola próxima al nido cuando se trata de época de reproducción. Normalmente el Lucio, la Carpa, la Trucha y la Perca son las presas más comunes. Pero en migración estas varían mucho, en especial cuando los pájaros frecuentan estuarios y rías donde las capturas sobre el múgil son las más comunes. Aunque se alimentan fundamentalmente de pescado vivo también se han visto recoger múgiles y lubinas que aparentemente flotaban moribundos entre dos aguas, adelantándose una vez a la acción de un milano negro. Igualmente se señalan otras presas como pequeños pájaros, limícolos sobre todo, pequeños patos y ranas. Pero estas capturas deben ser esporádicas y solamente efectuadas con ocasión de escasez de pescado en su territorio y mucha hambre de los pollos o de la hembra en el nido.
La voz del Aguila Pescadora es muy variada pero con frecuencia emite un sonido sibilante que puede expresarse como ¡¡chiuk... chiuk... chiuk!!» o «¡¡chip... chip ... chip!!». Cuando el macho está alarmado, generalmente en las proximidades del nido, se le oye en tono muy alto un «¡¡kiip...kiip...kiip...kiuiik...kiuiik.. ! !»
Las águilas pescadoras llegan a sus zonas de reproducción en el mes de abril, pero más a nenudo a primeros de mayo, especialmente en el Norte de Europa. En Iberia ya se ven en marzo muchas por las costas mediterráneas, pero es difícil separar las que van camino de sus zonas del Norte de las invernantes y de las que van a quedar para criar en Iberia. En este mes en el Mediterráneo español parecen ya estar todas las parejas establecidas en los nidos. Casi siempre la pareja de un año, si sobrevive, vuelve al mismo nido donde se reprodujo el año anterior. Basta, sin embargo, con que sobreviva uno solo de los adultos. Generalmente estas águilas ocupan idéntico lugar durante varios años seguidos, pues si unas mueren otras las sustituyen en el mismo nido. De las observaciones realizadas cerca de los nidos se deduce que los machos son los primeros en llegar y a los pocos días arriban las hembras. Aquéllos representan un cortejo espectacular, realizando vuelos acrobáticos sobre el nido con ascensos a gran altura para luego lanzarse en picado con las alas plegadas casi hasta el suelo y llevando la cola desplegada a modo de paracaídas. También vuela la pareja junta realizando rápidas persecuciones por entre los árboles o al borde de los acantilados. Nada más emparejarse comienzan la reparación del nido, añadiendo a la estructura del mismo, que siempre está muy estropeada por el viento y la lluvia invernales, grandes palos que alcanzan tamaños exagerados para estos pájaros. Así, el macho coge de los árboles o del suelo ramas secas que frecuentemente tienen una longitud de metro y medio, aunque esto es realmente excepcional. El macho aporta la mayor parte de los palos y ramas necesarios para el nido y la hembra palos mucho más pequeños y sobre todo el musgo y las cortezas con las que forra el interior. Casi siempre el águila que se ve atareada reparando el nido es la hembra. El macho se limita al aporte del material. Se calcula que al comienzo de la operación de reparación del nido los dos pájaros pueden aportar en conjunto unos 60 palos al día. Durante la incubación sigue la aportación de material, pero en una exigua cantidad que no pasa de 3 ó 4 pequeñas ramas secas. El Aguila Pescadora pone generalmente tres huevos, pero en su primera cría a los tres años de edad, solamente dos. Unos doce días después de la ocupacíón del nido, se efectúa la puesta del primer huevo y el intervalo con que deja los otros varía entre uno y tres días. Los huevos tienen forma ovalada con fondo blanco, muy marcados con manchas y puntos de color achocolatado y medidas variables entre 50,4-69 por 40-50 mm. Cuando la hembra comienza la incubación, el nido es muy grande, normalmente debido a la acumulación año tras año de materiales sobre el primitivo. En cualquier nido se pueden encontrar a demás de palos, algas, huesos, peces, plásticos etc.
La mayoría de los nidos observados en Iberia estaban situados en la repisa de un acantilado. También suelen ocupar ruinas de edificios, rocas, arbustos y árboles e incluso se ha citado uno en el suelo.
La mayor parte de la incubación corre a cargo de la hembra, pero el macho colabora por cortos períodos. Durante ellos suele la hembra aprovechar para comer las presas que ha traído el macho, quien por cierto las abandona ya medio comidas, empezándolas por la cabeza y dejando frecuentemente sólo restos de la cola del pez para la hembra. A los 37 días nacen los pollos, pero mucho más acertado es referirse a un período entre 35 y 38 días. Como la incubación empezó con el primer huevo, sucede siempre que existe una gran diferencia en el tamaño de los pollos después que todos han nacido.
Al principio éstos tienen el pulmón de color marrón y gris por encima y blanco cremoso por debajo, con una raya parda sobre la espalda, desde la nuca hasta la cola.
Aunque entre la mayoría de las aves de presa los nacidos con retraso o son devorados por sus hermanos mayores o mueren por falta de alimento, esto no sucede en las águilas pescadoras, en las que normalmente todos suelen desarrollarse bien. Hasta que los pollos tienen 35 días de edad, la hembra los cubre para protegerlos de la lluvia o del viento. En esta época ya baten continuamente sus alas. Es entonces cuando la hembra comienza a abandonar el nido por períodos más largos.
Mientras dura la cría el macho aporta todas las presas, comiendo él antes de dejarlas en poder de la hembra, que es quien ceba. Se calcula que una nidada con tres pollos de Aguila Pescadora necesita el aporte de 400 a 600 peces, que el macho lleva hasta el nido o sus cercanías. Los jóvenes pronto comen ellos solos picoteando en los restos de pescado que abundan en el nido. A los 55 días del nacimiento ya vuelan a los acantilados próximos o a los árboles cercanos y pronto empiezan a pescar, manteniendo el nido como posadero hasta que comienza la emigración.
El Aguila Pescadora se reproduce en Europa en los países escandinavos, costas del mar Báltico y Rusia. Poblaciones menores están establecidas en el Mediterráneo occidental, costas del sudeste español, Islas Baleares, Córcega, Cerdeña, Sicilia y Norte de Africa. En el Atlántico se menciona en el Sudoeste portugués y también es habitual en las Islas Canarias. Según Osterlóf, la gran mayoría de las águilas pescadoras europeas cría en Suecia, donde la especie está protegida por la ley y donde ya se han anillado varios millares. Casi 500 de estas aves anilladas han sido recuperadas. Muchas de las águilas suecas han sido capturadas en las costas mediterráneas españolas, con una especial concentración en la Albufera de Valencia. También la costa atlántica portuguesa da un buen número de recuperaciones y hay varias en el interior de la Península Ibérica. La mayoría fueron cogidas en los meses otoñales, especialmente en septiembre y menos en octubre.
Según Osterlóf, está bien comprobado que las águilas pescadoras no se reproducen en su tercer verano pero vagan por Europa acercándose a los nidos de las que están criando, como queriendo tomar posiciones para el siguiente año. Esto explicaría numerosas observaciones en lugares no habituales para la reproducción de la especie.
El paso primaveral es muy poco observado en las costas del norte de Iberia y posiblemente transcurra más al Este, quizá a través del Mediterráneo, donde no son raras en los meses de marzo y abril. La gran mayoría de las águilas pescadoras europeas inverna en Africa Tropical, como señalan numerosas capturas en el Senegal, Sierra Leona, Ghana, Niger, etc. Bernis (1966) señala que la gran mayoría de las recuperaciones a su paso por la Península Ibérica se refieren a águilas en su primer viaje migratorio y que faltan las de uno y dos años de edad, lo que sin duda sugiere que éstas permanecen en Africa todo el año y no retornan a sus países natales hasta los tres años. También se comprobó que la mayoría de las que siguen las costas son aves inmaduras, atravesando los adultos el Mediterráneo en un solo vuelo.
Aunque la ley protege todas las aves de presa en España, debería establecerse un control riguroso sobre algunas especies muy escasas. A comienzos de siglo el Aguila Pescadora estaba totalmente extinguida en Escocia. La caza de adultos y los coleccionistas de huevos realizaron todo el trabajo. En 1954 una pareja crió dos aguilones en Speyside. Después de varias vicisitudes, otra pareja se estableció en Loch Garten y desde 1959, 29 jóvenes han volado de ese nido. De esta forma en 1973 se localizaron otros 12 nidos en Escocia y 29 jóvenes águilas volaron sin novedad. Pero para conseguir estos resultados muchos nidos están estrechamente vigilados por un guarda permanente y grupos de voluntarios. A pesar de ello ha sido necesario establecer señales eléctricas de alarma, que en algún caso fueron ingeniosamente burladas por los ladrones de huevos. Los vigilantes no sólo guardan el nido, sino que estudian el comportamiento de los pájaros y en los nidos hay instalados micrófonos que registran los momentos más importantes de la reproducción, nacimiento de los pollos, reacciones de los adultos ante águilas intrusas y entre ellos. Además los nidos son un atractivo turístico y millares de personas los observan desde puestos equipados con buenos telescopios.
Águila Perdicera
Aquila fasciata 70 cm.
En la época en que los conejos de monte eran más abundantes en los campos, las perdiceras no tenía apenas dificultades para conseguir comida.
La mixomatosis ha disminuido considerablemente los efectivos del conejo de monte y el Águila Perdicera se ha visto obligada a cambiar su menú. Las perdices rojas, las grajillas, por su abundancia, y los reptiles son ahora las presas corrientes, aunque también captura mamíferos y otras aves de talla media.
La pareja, muy unida, no se separa apenas durante el año y es frecuente observar dos aves, macho y hembra, recorriendo largas distancias, dispuestas a sorprender a la joven Paloma Torcaz, aun inexperta, o al Alcaraván Común.
El Águila Perdicera una rapaz de cría muy precoz; año tras año ocupan el mismo nido, añadiendo material cada vez, de modo que llega a convertirse en una enorme masa de ramas de más de dos metros de longitud, cuya cubeta recubren con hojas frescas, y en la que comienzan la cría casi en pleno invierno. Si las condiciones de alimentación son buenas, suelen criar dos pollos.
Identificación: Adultos, partes superiores pardo oscuro e inferiores blancas; debajo de las alas, oscuro con una banda negra desde el cuerpo al borde delantero; borde de ataque, blanco ( en el ala); cola con una ancha banda negra casi terminal. Los jóvenes son rojizos, ligeramente estriados por debajo y, con frecuencia, tienen una mancha negra en la muñeca.
Nidificación: Nido voluminoso, de ramitas y ramas verdes, en una pared rocosa o árbol; puesta precoz ( enero-febrero) de 2 huevos blanco sucio sin manchas o con manchas pardo claro; incubación, sólo por la hembra, de unos 40 días; los pollos, alimentados por ambos padres, vuelan tras unos 70 días.
Alimentación: Aves y mamíferos ( liebres, conejos, ratas, etc.); reptiles.
Hábitat: Montañas y riscos.
Águila Perdicera
Aquila fasciata
El Águila Perdicera Aquila fasciata es un pájaro extraordinario, tanto por su agresividad como por la constancia que muestra en ocupar durante todo el año un reducido territorio.
El macho adulto de la subespecie fasciatus, que es la que habita en la Península Ibérica, tiene la cabeza, el dorso y la espalda hasta el nacimiento de la cola, de color marrón oscuro negruzco en la mayoría de los individuos, con pequeñas manchas blancas debidas a la base blanca de las plumas. La cola es grisácea con un ligero tinte marrón, con una ancha banda subterminal negra y cinco o seis barras muy estrechas de color marrón oscuro. Las plumas primarias de las alas son muy oscuras, mucho más que el resto de las alas, y es nota muy distintiva aunque el águila las tenga bien extendidas. La garganta es blanca con rayas parduscas. Las partes inferiores son blancas con un profuso moteado de manchitas en forma de gotas de color marrón oscuro o negro. La cola por debajo es a menudo algo más oscura, casi marrón grisácea, debido a la profusión de rayas muy finas. La parte inferior de las alas es marrón oscuro o negro desde el cuerpo hasta el vértice flexor, siendo más pálidas y finamente rayadas las plumas de vuelo, salvo los extremos de las primarias que son muy oscuros. El iris, la cera y los pies son amarillos. Ambos sexos son semejantes en el color del plumaje, pero la hembra tiene un tamaño bastante mayor y el dorso no es tan oscuro, sino algo más pardo. Las águilas jóvenes tienen la cabeza de color marrón claro, lo mismo que el cuello, y ambas partes están muy rayadas de negro. Por encima son marrones, algo rojizas, no negruzcas como los adultos. Por debajo el color es más bien acastañado claro con rayas finas en el pecho. La parte inferior de las alas es parda, muy clara, incluso más que el cuerpo. La cola es marrón grisácea por encima con estrechas bandas marrones. En su segundo año este color se oscurece y se le aprecia una banda subterminal en la cola de color castaño, mucho más clara que en los adultos, lo mismo que el cuerpo, que es más claro, y el rayado se convierte en un punteado. En esta edad los ojos son marrones y la cera y los pies amarillos. El plumaje total de adulto lo adquieren a los tres o cuatro años de vida.
El Águila Perdicera es un pájaro de tamaño medio, más bien grande, pues una hembra puede tener las dimensiones de un macho pequeño de Águila Real Aquila chrysaetos, aunque ésta es mucho más pesada y tiene también una superior envergadura. Cuando vuela se aprecia en la perdicera que sus alas son relativamente cortas y redondeadas y la cola es larga. El color de las alas parece oscuro en contraste con el blanco del cuerpo, y éste es un buen detalle para identificarla cuando se la ve volar.
El Águila Perdicera es un ave de zonas montañosas, a una altura superior a los 2.000-2.500 metros sobre el nivel del mar. Resulta ser muy fiel a un determinado lugar y cada pareja permanece en un reducido territorio todo el año. Las águilas inmaduras probablemente constituyen la mayoría del pequeño contingente que se observa durante el otoño por provincias españolas alejadas de zonas habituales de nidificación.
Se trata de un ave de presa en el más exacto sentido de la palabra, ya que es muy agresiva para otras especies, incluso las de mayor tamaño como el buitre, al que ataca con frecuencia cuando sus territorios están próximos. Entre el Águila Real y el Águila Perdicera existe una gran similitud ecológica y biológica, por lo que se presume una competencia grande entre ambas especies en los lugares donde sus áreas de reproducción se sobreponen. G. Cheylan (1973) resume sus experiencias sobre el comportamiento de las dos águilas en un caso en que sus territorios parecían estar muy delimitados. La frontera no estaba materializada por el relieve geográfico, pero ambas especies los respetan aunque dé la impresión de que los límites son vigilados por ellas. Aquila fasciata, a pesar de su menor tamaño, domina a Aquila chrysaetos y la obliga a permanecer en su zona. Sin embargo, también apreció que en territorios donde han criado durante años consecutivos las águilas perdiceras, al desaparecer éstas su sitio es ocupado por el Águila Real. Sobre la agresividad hacia las demás aves de presa y córvidos realizó un estudio muy completo el ornitólogo Charles Vaucher, la mayor parte de él referido a zonas españolas de Andalucía (Sierras de Ronda y Cazorla), los Pirineos y macizos aislados de Navarra y Aragón. La mayoría de las paredes rocosas donde el Águila Perdicera anida están ocupadas por nidos de otras aves, con algunas de las cuales convive, pero con otras tiene establecida una verdadera guerra, variable en intensidad por causas no muy bien comprendidas. Vaucher no pudo observar, por ejemplo, ninguna agresividad hacia el Alimoche Común Neophron percnopterus, que generalmente se reproduce en entrantes de acantilados próximos. Unicamente vio a una pareja de estas aves perseguir a un Águila Perdicera joven recién salida del nido.
Sin embargo, la agresividad y los ataques hacia el Buitre Leonado Gyps fulvus son muy manifiestos y sobre todo intensos cuanto mayor es la población de esta especie anidando cerca del Águila Perdicera. Ataca a los buitres cuando éstos vuelan en giros en número de 40 a 100 individuos en un radio de 100 a 250 m. de su nido. Pero no ataca a los que aisladamente pasan con regularidad a lo largo de la pared rocosa, a muy pocos metros de ella, o de su nido. Las águilas parecen irritadas por las grandes concentraciones de buitres que se dispersan con un solo ataque. Este tiene siempre lugar de manera imprevisible y por sorpresa. El águila se lanza en picado desde gran altura sobre una víctima determinada, proyectando sus patas hacia adelante con las garras abiertas en el último momento. El ataque es como el que efectuaría un halcón, y lo acompaña con un grito estridente. En él trata de alcanzar el cuello sin plumas del buitre y, cuando lo consigue, Vaucher asegura que las heridas pueden ser mortales si las garras del águila alcanzan la yugular o una vena carótida. Los buitres al ser atacados se dispersan aterrorizados y el Águila Perdicera abandona el ataque con frecuencia sin ni siquiera haber tocado su objetivo. En Navarra y Aragón, donde las colonias de buitres están más diseminadas y son mucho menos numerosas que en Andalucía, éstos ataques son más raros ya que las águilas pueden encontrar lugares donde anidar sin entrar en concurrencia con otras especies. Vaucher estima que como el águila pasa a veces indiferente ante las colonias de buitres hay que considerar la agresividad como hecho ocasional y dictado por las condiciones locales y particulares de la nidificación de las dos especies.
Cuando coinciden Águila Real y Águila Perdicera en un mismo territorio, la agresividad de esta última especie parece exacerbarse y los ataques son continuos aunque siempre rehuidos por el Águila Real. Igualmente violentos son los atestiguados por Vaucher hacia el Milano Negro Milvus migrans, de los que éste, como es natural, sale perdiendo y probablemente en muchos casos es muerto por el águila.
Otras especies como el Halcón Peregrino Falco peregrinus, el Cernícalo Vulgar Falco tinnunculus y el Cernícalo Primilla Falco naumanni atacan al Águila Perdicera cuando sobrevuela sus territorios, pero ella no los ataca nunca. El Cuervo Grande Corvus corax es alejado cuando se aproxima al nido del águila, pero es mucho más frecuente observarlo persiguiendo a aquélla a veces a velocidades muy grandes, aunque estos ataques para el águila no ofrecen peligro alguno.
El Águila Perdicera pasa mucho tiempo planeando sobre el territorio elegido para la caza. Vaucher compara el vuelo de caza al de un Halcón Peregrino o un Azor Común Accipiter gentilis. La nerviosidad, la rapidez, la potencia, la habilidad y los fulgurantes reflejos de este águila, hacen que sea un pájaro cazador muy notable y sobre todo ágil para su talla. Al lado de sus altas cualidades de vuelo tiene también una fuerza sorprendente y unas garras como las del Águila Real. Su visión es extraordinaria y puede distinguir presas situadas en el suelo a distancias de 500 a 800 m., aunque éstas se mimeticen perfectamente con la tierra. Si en lanzamientos en picado sobre la presa es cien por cien eficaz, no lo es menos cuando descubre a su víctima desde un posadero. Entonces hace gala de una gran astucia y aprovecha los accidentes del terreno para volar rápidamente hasta las proximidades de la presa y allí, en un rápido giro, atacar por sorpresa. Sus garras son, muy fuertes, pero hay que añadir que en ellas llama mucho la atención la grande y fuerte uña posterior, más larga incluso que la del Águila Imperial Aquila heliaca, pájaro mucho más pesado y fuerte.
Durante el día pasa mucho tiempo planeando a gran altura sobre su extenso territorio, concentrando sus vuelos en especial sobre el de caza, más pequeño y en el que ella conoce bien la debilidad por un posadero o bebedero determinado de sus próximas víctimas. La captura de pájaros al vuelo ha sido atestiguada numerosas veces por los ornitólogos. Jesús Elósegui describe una observación en Bigüezal (Navarra) de un ataque fallado a un bando de palomas torcaces Columba palumbus, tras un picado casi en vertical, difícil de cuantificar, pero que sería de más de 800 m. en vertical. No hay duda que lanzándose desde tan gran altura su oportunidad de cazar con éxito disminuye, si no media el factor sorpresa en su víctima. Normalmente el Águila Perdicera vuela a alturas comprendidas entre 100 y 200 m., desde donde la posibilidad de tener éxito en los vuelos en picado es mucho mayor.
El Águila Perdicera es un pájaro bastante silencioso, pero durante los vuelos nupciales y en el nido, se le puede oír un dulce y aflautado «klií-klíu-klíu-klíuiit», repetido con rapidez. Si está excitada, este sonido es mucho más sibilante: «kliuííí-kliuíí» o un repetido «¡ki-ki-ki !». En general su voz es emitida en tono bastante bajo y es, por supuesto, menos áspera, más dulce y aflautada que la del resto de las águilas.
En la Península Ibérica, varios ornitólogos han estudiado las presas que esta especie lleva al nido y que son determinantes en buena parte de la alimentación general del Águila Perdicera. Sin duda, el nombre español está muy adecuadamente puesto, ya que, como se verá, la gran mayoría de las presas son perdices comunes. Su régimen alimenticio general no es muy diferente del de otras especies de aves de presa, aunque parece haber en su dieta una buena proporción de pequeños y medianos mamíferos hasta el tamaño de una liebre. También son frecuentes los ataques a las gallinas domésticas y sus pollos, formando las aves el 50 por ciento de su dieta. Sin embargo, son pocos los reptiles que captura y en los nidos no abundan las observaciones de lagartos.
Elósegui, Meaurio y Seniosiaín (1973), que han estudiado varios nidos en Navarra, anotan presas de Perdiz RojaAlectoris rufa y Conejo Oryctolagus cuniculus en gran parte y también Lagarto Ocelado Lacerta lepida (1), GrajillaCorvus monedula y Chova Piquirroja Pyrrhocorax pyrrhocoras. Garzón (1973) en la zona montañosa del centrooeste peninsular encuentra en los alrededores de cinco nidos, presas de Conejo (11), Liebre Lepus capensis (3), ZorroVulpes vulpes (1 juv.), Carraca Coracias garrulus (1). Suetens y Van Groenendael (1971), que estudiaron varios nidos en zonas montañosas del sur de la Península en años consecutivos (1968-69-70), observan presas fundamentalmente de Perdiz Roja. Así de veintiuna aportadas al nido, quince eran de esta especie y el resto de Grajilla, Conejo, Liebre y Rata Rattus spp.
G. Cheylan (1972) estima que la ración diaria del Águila Perdicera puede ser evaluada, por analogía con otras especies, en 200 ó 300 gr. de carne y que sus presas más habituales en Europa, la Perdiz Roja y el Conejo, pesan entre 500 y 1.500 gr. Por consiguiente una sola captura al día es, en general, suficiente para alimentar a los dos miembros de la pareja. Para presas más grandes, liebre, por ejemplo, es imposible decir si las águilas vuelven a la mañana siguiente a consumir los restos de la carroña o la abandonan. La hipótesis más probable es que comen entonces una cantidad inhabitual de alimento que les permite ayunar varios días consecutivos. No hay ningún dato fidedigno para determinar a qué hora del día se efectúan las capturas de las presas fuera de la época de la reproducción, pero parece probable que sea en las primeras horas de la mañana, en que las mismas presas tienen una superior actividad y se concentran en grupos para comer y beber en lugares ya conocidos por el águila.
Hidalgo y Rodríguez escriben en Ardeola (1970), que en cierto lugar del sur de España un guarda mató un Águila Perdicera que se había aquerenciado a un pequeño eucaliptal y que atacaba las gallinas de un cortijo inmediato, a pesar de que estaba próxima una marisma con abundancia de anátidas, limícolas y sus pollos.
El ciclo diario del Águila Perdicera durante la mayor parte del año ha sido estudiado en detalle por G. Cheylan en un incomparable trabajo (Alauda 1972) y a él vamos a seguir en la descripción de sus costumbres.
La especie es prácticamente sedentaria y las parejas que se unen durante toda la vida ocupan territorios en general montañosos con acantilados o precipicios de bastante altura, eligiendo para instalar sus nidos las grietas o entrantes en las paredes rocosas, siempre procurando que un saliente sobre estas repisas les proteja de los agentes atmosféricos. De este modo, los adultos frecuentan la zona donde van á criar con más o menos asiduidad durante todo el año y tienen en ella un posadero fijo. Las águilas perdiceras se desplazan, como ya se ha dicho, a buena altura y son por ello difíciles de observar. El alcance visual de las águilas perdiceras vagabundeando por su territorio es extremadamente difícil de calcular y por ello se hace imposible estimar la extensión de la zona donde desenvuelven todas sus actividades. Las observaciones efectuadas en varios meses del año (abril, mayo, agosto, septiembre, octubre), han permitido evaluar una extensión mínima del territorio de 140 km. cuadrados, es decir, un rectángulo de 14 km. por 10 km. que comprenda toda una montaña. Pero este área puede ser mayor aún y alcanzar los 200 km. cuadrados. Sin embargo, el cálculo anterior ha servido para países como Francia, en el que estas águilas son extremadamente escasas (30 parejas, Terrasse 1965), pero no para determinadas zonas del sur de la Península Ibérica, donde su densidad es mayor y dos o tres parejas pueden anidar increiblemente próximas. Aunque las águilas abarcan en sus vuelos un gran espacio, en realidad la mayor parte de su vida, los sucesos más importantes transcurren en un espacio no superior a un kilómetro cuadrado.
En noviembre, diciembre y enero se puede notar que la actividad de las águilas es siempre más intensa, puesto que los largos períodos del día que antes pasaban posadas, son ahora sustituidos por continuas idas y venidas. Es en estas fechas cuando comienzan los espectaculares vuelos nupciales y la proximidad de la época de reproducción parece incitar a los pájaros a una mayor actividad. Estos vuelos consisten en círculos sobre el lugar escogido para anidar con rápidos descensos en picado con alas medio plegadas, seguidos de veloces ascensos y ocasionales aleteos. Al comienzo de la estación de cría planean durante largos intervalos sobre su territorio y su voz se oye con bastante regularidad. La elección del lugar donde se va a construir el nido es hecha por las águilas tres meses y medio antes, aunque Blondel (1969) determinó fechas no tan precoces (noviembre). Como en otras aves de presa, se estimaba que el nido era construido solamente por la hembra, pero Cheylan pudo comprobar, sin lugar a dudas en su caso, que el macho realizaba casi toda la misión, mientras la hembra permanecía posada en un árbol próximo. En realidad, el aporte del material se efectuaba por ambos adultos al principio, pero a medida que se aproximaba la puesta, el macho quedaba solo realizando el trabajo. Los nidos normalmente son instalados en repisas de acantilados o paredes rocosas. verticales, siempre a gran altura sobre precipicios de 45 a 80 m. de profundidad. Algunas veces se han observado en árboles, pero más a menudo en un entrante rocoso protegido por un gran arbusto que nace en la misma pared. El aporte de material a base de palos y ramas gruesas, muchas de espesor superior a dos centímetros, acaba formando un gran montón con frecuencia de un diámetro de dos metros y que puede tener un espesor de 60 cm. Suetens y Van Groenendael (1971), describen un gran nido estudiado por ellos en el sur de España, que cubría en una cornisa una longitud de 2,30 m., siendo su anchura la misma de la repisa, 75 cm., con un espesor de 25 cm. Los materiales eran sobre todo ramas de olivo que los adultos estuvieron aportando durante toda la cría. El interior estaba forrado de hierba. Con frecuencia, las grietas o repisas donde está situado el nido son tan estrechas que parece que el nido y su contenido van a caer al abismo de un momento a otro. En general, se estima por los ornitólogos que han observado la especie que los nidos son desproporcionados por su gran tamaño al del Águila Perdicera. Un nido puede ser usado año tras año y es raro que una pareja ya establecida de antiguo en una zona inicie la construcción completa. Más corrientemente aprovecha restos de otro anterior de ella misma o de otra pareja desaparecida. Así que más que construcción de nido puede hablarse de aportación de material sobre otro ya usado. En este caso se dan los nidos de mayor volumen que vistos desde abajo o de lejos parecen más propios del Aguila Real.
La puesta normal para esta especie es de dos huevos, algunas veces uno y rara vez tres. En general el color del fondo es blanco y están punteados o rayados de marrón y violáceo y son dejados en el sur de España en los últimos días de enero o primeros de febrero y muy poco más tarde en el norte. Araujo et al. (1974) dan cuenta del primer dato de una puesta de tres huevos de Águila Perdicera en el centro de España, con la particularidad de que los tres pollos nacidos volaron sin novedad. La escasez de casos como éste es evidente. Así, Heim de Balsac y Mayaud (1962), en 53 puestas de esta águila controladas en el noroeste de África, solamente señalan dos o tres huevos. L. Brown y D. Amadon, para 120 huevos sin indicación de origen, dan un promedio de 69 x 54 milímetros.
La incubación parece comenzar con la puesta del primer huevo y la mayor parte de ella corre a cargo de la hembra, que lo hace durante toda la noche y el 90% del día. En este período, el macho aporta presas al nido, pero no con la regularidad que lo hacen otras aves de presa, y sin que se puedan conocer los motivos, algunos días falla en su trabajo, lo que obliga a la hembra a efectuar salidas y capturarlas para alimentarse, a veces, sorprendentemente en compañía del macho.
El nacimiento de los pollos se produce con 24 horas de intervalo según Cheylan y de 3 días según Blondel. Al nacer los pequeños aguiluchos están cubiertos con un plumón blanco y tienen una mancha gris cerca de los ojos. Las patas y la cera son amarillo pálido y el iris marrón grisáceo.
En los primeros días la hembra no se mueve apenas del nido, saliendo a intervalos no superiores a media hora a un posadero próximo donde peina el plumaje. El macho aporta un mínimo de 3 presas diarias, y como la hembra no caza a no ser por una gran necesidad, las presas sirven también para alimentarla. La llegada al nido del macho con la comida es a veces precedida de un grito ¡klía-klía!», pero en la mayoría de ellas su entrada era muy silenciosa. La hembra emite siempre un grito lastimero y dulce: ¡kliiieee-kliiieee... !»
Las primeras plumas aparecen sobre el cuerpo de los pollos a los 25-35 días y a los 45 ya lo cubren todo. En esta edad los aguiluchos pueden comer ellos solos, pero como sucede con otros muchos animales algunos jóvenes muestran gran torpeza y deben ser alimentados por la hembra hasta una semana antes de volar.
Se dice que, generalmente, uno de los pollos, el nacido primero, más fuerte, mata al otro y que únicamente un 20% de las puestas se logran completamente. Sin embargo, no parece que este caso se dé con frecuencia en los nidos estudiados en la Península Ibérica y es más corriente un mayor porcentaje de jóvenes águilas que salen del nido. Aun en el supuesto de que los jóvenes coman solos, lo que parece normal, como se dijo, a partir de determinada edad, la madre permanece, sin embargo, cerca del nido. Cuando aquéllos vuelan normalmente, la familia puede ser observada planeando junta sobre el territorio, volviendo al nido al anochecer, efectuando este ciclo durante varias semanas más antes de dispersarse (un tiempo no superior a dos meses). Cheylan estima, según sus observaciones directas, que el primer pollo en volar lo hace a corta distancia del nido a los 62 días del nacimiento y el vuelo definitivo no se efectúa antes de los 70 días. Blondel da 61 días para el primer vuelo de un aguilucho hembra. Dos o tres días más tarde vuela el otro. También el mismo ornitólogo estima que a los 33 días de vida ya pueden ser distinguidos por el tamaño los sexos de los aguiluchos. La hembra es entonces notablemente más gruesa y fuerte que el macho. Desde el momento en que los jóvenes vuelan, emiten constantemente el mismo grito de los adultos, que puede ser escuchado a un kilómetro de distancia.
El Águila Perdicera prácticamente no tiene más enemigo que el hombre, y es de esperar, que esta especie pueda ir poco a poco aumentando sus exiguos efectivos. Respecto a esto hay que decir que en el territorio peninsular la mixomatosis declarada en los conejos no hay duda que ha hecho disminuir las posibilidades de subsistencia de las águilas, aunque la adaptabilidad para alimentarse de otras presas también asequibles, ha sido muy grande y perdices y lagartos parecen ahora ser las principales víctimas hasta que el conejo haya superado la grave crisis. Respecto a la persecución de que siempre el Águila Perdicera ha sido objeto en España, no debe terminarse esta descripción sin hacer referencia a las vicisitudes por las que pasó una pareja de águilas de esta especie en cierto lugar de la provincia de Almería y que fueron descritas por Antonio Cano y E. R. Parrinder en British Birds (1961). Todo empezó en febrero de 1958, cuando un macho de Águila Perdicera que había sido muerto de un tiro, fue entregado en el Laboratorio del Instituto de Aclimatación de Almería. De esta manera se tuvo conocimiento de que una pareja de estas águilas había estado anidando en una pared rocosa de cierto lugar de la provincia durante muchos años y a ella pertenecía el macho muerto. A mediados de marzo Cano y Valverde visitaron el lugar y encontraron un nido viejo desocupado. Pocos días más tarde, descubrieron algo más lejos el nido al que pertenecía el macho muerto. Estaba en un lugar peligroso y no muy accesible, pero los ornitólogos pudieron llegar a él y hallar dos pollos de siete u ocho días de edad sobre un lecho de ramas cubiertas con retama y esparto. Los aguiluchos eran cebados por la hembra y se supuso que al morir el macho estaba en plena incubación y ésta no fue abandonada. En visitas sucesivas, Cano pudo contemplar cómo la hembra cebaba los pollos y con preferencia el que estaba menos desarrollado, al que alimentaba con pequeños trozos de lagarto. Desafortunadamente este nido fue destruido por furtivos y los pollos, muertos. En 1960 nuevamente las águilas criaron en el acantilado, pero cuando los naturalistas acudieron con ánimo defotografiarlo y estudiar el nido, los pollos ya muy crecidos habían desaparecido. Al día siguiente se recibió aviso en el Instituto de Aclimatación de que los pollos estaban vivos y en Almería. Cuando fueron llevados al Instituto parecían muy débiles y casi a punto de morir. Llevados al nido después de ser alimentados a la fuerza, los adultos continuaron cebándolos como si no hubiera pasado nada. Por cierto que la carne que Cano había dejado en el nido dos días antes estaba intacta y además había restos de lagarto, teniendo los pollos los buches bien repletos. La cría se desarrolló bien y los ornitólogos pudieron hacer excelentes fotografías y observaciones. Cano y Valverde determinaron restos de Conejo, Perdiz Roja, un pichón de paloma, especie no identificada con seguridad, y plumas de Roquero Solitario Monticola solitarius. Los demás restos encontrados correspondían a Lagarto Ocelado. La preferencia por este reptil en el sudoeste de España parece bien comprobada, incluso con datos aportados por Valverde para un nido estudiado por él en Alicante. Desafortunadamente también este nido fue destruido y quemado antes de que los aguiluchos volasen. Lo mismo sucedió con el construido por, presumiblemente, la misma pareja al siguiente año. Decididamente, el Águila Perdicera no era popular entre los campesinos de la región, por atribuirle la mayor parte de la depredación sobre aves de corral y especies cinegéticas.
En Europa ocupa esta especie la Península Ibérica, Grecia y el sudeste francés, donde pocas y bien controladas parejas anidan todos los años. También en las islas mediterráneas de Córcega, Cerdeña y Sicilia, siendo dudosa su reproducción en Mallorca. Aunque es sedentaria, durante el otoño se pueden observar individuos inmaduros en países de Centro Europa, pero en número muy escaso.
En la Península Ibérica, es águila escasa que habita cortados rocosos de las principales cordilleras con superior densidad en la mitad Sur y en los Pirineos. En la Cordillera Cantábrica es muy rara.
Se ha anillado muy poco y, dado su carácter sedentario, su escasez y el ser ave protegida, es difícil que pueda haber recuperaciones y éstas no serían a mucha distancia del territorio del nido por lo que ahora se sabe.
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