domingo, 20 de agosto de 2017

ARMAS BLANCAS

ARMAS DE ASTA

La sarisa era una larga pica de 3 a 7 metros de longitud (aunque la media era de 6), usada como arma principal de la falange macedonia. Era muy pesada, de más de 5 kilos. Su gran altura era ideal en la lucha contra hoplitas y otros soldados que portaban armas más pequeñas, porque tenían que esquivar las sarisas para llegar a los pezhetairoi, hecho casi imposible, y de ahí el éxito de las campañas de Filipo II, el creador de esta peculiar lanza, y de su hijo, Alejandro Magno.
Fuera de la falange esta arma era inservible y un estorbo en las marchas. Por ello, la sarisa estaba dividida normalmente en dos o más partes que se unían en la batalla, para facilitar su manejo y garantizar la movilidad del ejército.
La prieta formación de la falange creaba un muro de picas, y la sarisa era lo suficientemente larga como para proteger a las cinco filas de hombres situados por detrás de ella. Por ello, incluso si un enemigo lograba romper la primera fila, aún quedaban cuatro para atacarle y detenerle. Los pezhetairoi de las filas traseras colocaban sus picas en un ángulo de 70º-80º, y este ángulo iba decreciendo a medida que nos acercamos a la primera línea de combate, creando una ilusión de puercoespín. Esta formación, además, era eficaz al frenar las flechas del enemigo. La falange macedonia era invencible si se la atacaba de frente y la única forma de ganarle era rompiendo su formación o sacándola de su flanco.

Historia[editar]

La invención de esta arma se le atribuye a Filipo II, padre del famoso rey macedonio Alejandro Magno. Filipo instó a sus hombres a utilizar estas formidables picas sujetándolas con ambas manos. La nueva táctica fue imparable, y cuando terminó el reinado de Filipo en el 336 a. C., el anteriormente frágil reino macedonio ya controlaba toda Grecia, así como las regiones de Epiro y Tracia.
Su hijo Alejandro usó esta táctica en Asia, conquistando EgiptoPersia y la región del Punjab, al noroeste de la India, sin ser derrotado ni una sola vez. Las falanges y sus sarisas fueron absolutamente necesarias en cada batalla, especialmente en la de Gaugamela, en donde los carros escitas de Darío III fueron destruidos por la falange, apoyada por el uso combinado de la caballería de compañeros (hetairoi) y los hipaspistas. Alejandro redujo gradualmente la importancia de la falange y de la sarisa al incorporar tropas y armamento asiáticos.
A pesar de ello, la sarisa siguió siendo la columna vertebral de los ejércitos del periodo helenístico, pero la falta de entrenamiento y la excesiva confianza en la falange y no en el uso combinado de las tropas (en el que Filipo y Alejandro sobresalieron) condujo a la derrota final de Macedonia por los romanos en la Batalla de Pidna.
En el terreno anecdótico, cabe señalar que, según narra Lucio Flavio Arriano en la Anábasis,1​ Alejandro Magno, borracho, mató a su amigo Clito con una sarisa.

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El soliferreum es un tipo de arma blanca de la Antigüedad, concretamente un tipo de lanza de origen hispano. Fue creada debido a la necesidad de disponer de un arma arrojadiza que pudiera alcanzar los 30 m al ser lanzada, y que tuviera la capacidad perforante suficiente para atravesar a esa distancia escudos y corazas. Arrojadas en salvas, podrían desorganizar una formación enemiga y colocarla en desventaja en el combate cuerpo a cuerpo que se producía justo después. La solución fue una lanza toda de hierro, forjada de una sola pieza, con una longitud media en torno a los 2 m. Mientras, en Roma, la solución fue el pilum. El soliferreum tiene una punta muy corta, que puede adoptar varias formas: a veces se trata simplemente de un extremo aguzado del astil, pero es más frecuente que tenga dos pequeñas aletas y, en los casos más elaborados, estas aletas tienen uno o varios ganchos, diseñados para que fuera mucho más difícil extraer la punta de la herida, provocando desgarros. El astil férreo es de sección circular, más grueso en el centro y adelgazado en los extremos. Para facilitar el agarre, la parte central a menudo se engrosa bastante y aparece forjada en forma facetada, e incluso tiene unas molduras separadas unos 10 cm para que la mano no resbale con el sudor.
Debieron ser extremadamente efectivos como armas arrojadizas pesadas, porque el peso y la densidad del material del astil dotarían de gran capacidad perforante a la estrecha punta, mientras que el astil penetraría sin rozamiento por el orificio abierto por aquella, al ser más estrecho aún (en torno a 1 cm de diámetro); esto permitiría atravesar un escudo sin apenas pérdida de impulso.
Los datos disponibles sugieren que el soliferreum apareció en la zona de Aquitania y Languedoc, justo al Norte de los Pirineos, hacia el siglo VI a. C., y que desde allí se extendió por la Península Ibérica, tanto por las zonas meseteñas "célticas" como por el Levante y Andalucía "ibéricos". Fue en Iberia donde alcanzó más éxito, pues por datos arqueológicos y fuentes literarias sabemos que seguía en uso a la llegada de los romanos a finales del siglo III a. C., coexistiendo con la falárica o pilum ibérico.
Al fallecer el guerrero ibérico, y como sucedía con todas sus demás armas, el soliferreum era doblado, inutilizado y enterrado junto con su dueño, para que mediante una inversión simbólica, bien documentada en fuentes literarias, resurgiera intacto en el más allá, como cuentan Heródoto o Luciano.

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El spiculum era un venablo utilizado en la época tardía del Imperio romano y que sustituyó al pilum de forma progresiva a lo largo del siglo III d.C. como principal arma arrojadiza de la infantería. Algunos autores suponen que podría haber sido el resultado de la combinación gradual del pilum y otras dos lanzas de origen germánico llamadas angon y bebra.
A medida que se incorporaban más tropas germánicas en el ejército romano, sus culturas y tradiciones se fueron incorporando poco a poco a la cultura romana y entre otras cosas, fueron impulsando una serie de cambios en el ejército romano y en su equipamiento.
El spiculum era mejor que el viejo pilum para su uso como arma de mano, en lugar de arma arrojadiza. Por otro lado, todavía mantenía parte del poder de penetración del pilum cuando era arrojado al enemigo.
Vegecio menciona el spiculum en su manual militar, aunque algunos investigadores mantienen que el término spiculum era meramente otro nombre para el pilum. En cualquier caso, la mayoría de los historiadores aceptan que el spiculum fue una evolución de jabalinas anteriores usadas por el ejército romano y que llegó en cierto modo a parecerse a los modelos antecesores del propio pilum.
El spiculum dejó de utilizarse en el ejército romano en algún momento posterior al año 400 d. C.

Descripción y diferencias con el pilum[editar]

La principal diferencia entre el spiculum y el pilum era la longitud de la punta. El spiculum solía tener una punta de hierro mucho más corta y, por ello, el spiculum era significativamente más corto que su antecesor, posiblemente de unos 190 centímetros de largo.
El spiculum tenía una punta de hierro adherida a la punta. Su diseño exacto se desconoce debido a que había muchas variantes, correspondientes a la tradición armera de cada zona del imperio.

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El tepoztopilli, era un arma de primera línea común de los militares aztecas. El tepoztopilli era un arma de asta, y a juzgar por las representaciones en diversos códices aztecasera más o menos la altura de un hombre, con una gran cabeza de madera sobre dos veces la longitud de la palma o más corto de los usuarios, con bordes afilados formados por navajas de obsidiana que fueron incrustadas en las ranuras talladas en la cabeza y cimentadas en su lugar con asfalto o resina vegetal como adhesivo. Esto hizo que el arma sea vagamente similar a la macuahuitl o "macana", sin embargo, tenía un filo mucho más pequeño y un mango más largo. Esto le dio al arma un alcance superior, pero los golpes tenían que ser ejecutados con más cuidado.2
A medio camino entre una alabarda y una lanza, el tepoztopilli era igualmente útil para reducir radicalmente y empuje. El conquistador Bernal Díaz del Castillo, cita que en una ocasión su armadura fue atravesado por una lanza azteca y que sólo su grueso almohadillado interior de algodón le salvó la vida[cita requerida] .
Por desgracia, la última tepoztopilli auténtica fue destruida en un incendio en 1884 en la Armería Real de Madrid, donde se alojaba.

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