almadía (Navarra), navata (Aragón) o rai (Cataluña) es una balsa hecha de troncos de madera, cuya función es la conducción de los propios troncos por los ríos, desde los bosques de explotación maderera hasta los puntos de carga para su transporte o hasta donde se encentran las serrerías. También se la conoce con el nombre de armadía.1
Las almadías surgen en los tiempos en que los accesos por tierra a los bosques madereros de alta montaña eran muy complicados, con lo que era mucho más fácil llevarlos por el propio río (siempre que ello fuera posible) hasta un lugar más propicio para su distribución.
Las almadías son típicas de los Pirineos españoles, para conducir los troncos desde la alta montaña hasta los valles al sur de los Pirineos. Normalmente los troncos se acumulaban en las orillas del río, esperando la primavera en la que el cauce es mayor y más fácil la conducción, y entonces se organizaban grandes transportes. Hoy en día se conserva la tradición de las almadías a modo de fiestas de distintos pueblos de la zona pirenaica como Burgui, Laspuña, El Pont de Claverol y Coll de Nargó, todas en los meses de primavera. También existen museos como el "Museo de la Almadía" en el pueblo navarro de Burgui, el "Museo de la Nabata" en Laspuña (Huesca) o el "Museo de los Raiers" en El Pont de Claverol (Lérida).
También es considerada con el nombre de almadía, la embarcación ligera de dos proas, especie de canoa o piragua abierta en un tronco de árbol, usada por los indígenas de América y de África.
Los malabares daban este nombre a una embarcación muy fina de quilla, puntiaguda de popa y proa, de 27 m de eslora por 3 de manga.
Asimismo se llamaba con este término la barca o chalupa de la que se servían la marina de guerra portuguesa y sus esclavos en las Indias Orientales.
Igualmente la usaban los habitantes de las inmediaciones de Honda (Colombia), los cuales tenían la costumbre de dejarlas abandonadas a merced de las corrientes de los ríos, una vez que se habían servido de ellas para el transporte de mercancías.
El Auto de los Reyes Magos de Sangüesa, de forma oficial Auto de los Reyes Magos/El Misterio de Reyes, 1 es una fiesta de interés turístico desde 2012 celebrada en la localidad navarra de Sangüesa.
Cada 6 de enero desde 1967 se representa a partir de las 11:30 horas, un teatro escenificado al aire libre, escrito en verso en el año 1900 por D. José de Legarda para los auroros de la localidad navarra de Sangüesa.
El Carnaval de Lantz es una de las fiestas más importantes que se celebran en Lantz y el más multitudinario de Navarra.
Se trata de una fiesta de carácter tradicional que tiene lugar en los días que preceden al Miércoles de Ceniza.
Cuando cae la noche las calles de la villa se inundan con los vecinos representando a distintos personajes y escenificando la captura de Miel Otxin, un malvado bandido. Entre los personajes representados encontramos:
- Miel Otxin: Es un malvado bandido que representa a los malos espíritus. Su nombre se debe a que en la antigüedad robó mil otxines (la moneda que antaño era usada en Navarra). El lunes es capturado y paseado por el pueblo a ritmo de txistu y tamboril mientras que el martes de carnaval tras un nuevo paseo matutino y vespertino, es ejecutado y quemado en la hoguera, mientras los vecinos del pueblo bailan el zortziko alrededor de la misma.
- Ziripot: Vestido de sacos rellenos de hierba o helecho, este personaje gordinflón recorre las calles de Lantz mientras el Zaldiko lo derriba al suelo continuamente a lo largo del recorrido.
- Zaldiko: Alegre y saltarín, medio hombre medio caballo, vestido con sus mejores galas (con un caballo en su cintura) derriba a Ziripot al suelo.
- Arotzak: Son los herreros, con martillos y tenazas, quienes ponen las herraduras a los Zaldiko.
Es interesante destacar, que mientras todos los miembros de la comparsa se reúnen y salen desde la Posada, los herreros lo hacen desde una casa particular. Por otro lado, no realizan el recorrido con todo el resto de personajes, sino que actúan en dos puntos concretos del recorrido.
- Txatxo: Representan a la población de Lantz, enfundados en pieles de animales y ropas viejas y coloridas, portando escobas de paja y con la cara tapada, chillan, hostigan y arremeten a todos los presentes en la singular representación.
Toda la celebración es acompañada por música de txistu y tamboril.
Historia[editar]
Hace tiempo vivía en el pueblo de Lantz (Navarra) un personaje muy popular al que llamaban Ziripot. Era un hombre grande y gordo que casi no podía andar ni tampoco trabajar, así que, para ganarse la vida, contaba viejas historias o cuentos y sus vecinos, quienes, a cambio, le regalaban comida. —¡Mira, mira, Ziripot, lo que te traemos hoy! Y le enseñaban una cesta llena de verduras, frutas y algún que otro pollo. —¡Cuéntanos un cuento! —¡Que sea divertido! —¡No, no! Hoy queremos una historia de amor. —¡Bah! Mejor una batalla. Y así pasaron los meses y los años hasta que, de pronto, un día apareció en Lantz un gigante llamado Miel‐Otxin. Era feroz y malvado, abusaba de las gentes y les robaba todo lo que tenían. Con él iba una criatura extraña, mitad hombre y mitad caballo, cuyo nombre era Zaldiko. Los dos se establecieron en Lantz y exigieron que el pueblo se sometiera a su voluntad. Todos los días, Miel‐Otxin y Zaldiko se situaban en medio de la plaza, los herreros ponían herraduras nuevas en las patas del centauro y los habitantes del lugar, atemorizados, desfilaban uno por uno delante del gigante y su ayudante, depositando a sus pies todo cuanto poseían. Sólo Ziripot no podía llevar nada, porque nada tenía. —¡Eh! ¡Tú! ¡El gordo! ¡Ven aquí!—gritó Zaldiko. Pesada y lentamente, Ziripot se acercó. —¿Por qué no traes nada? —le preguntó el hombre‐caballo, haciendo restallar su látigo. —No tengo nada —fue su respuesta. Furioso, Zaldiko se abalanzó sobre él y lo golpeó con rabia una y otra vez, hasta que el pobre Ziripot cayó a tierra. Intentó levantarse pero no pudo, debido a su enorme peso. Unos cuantos vecinos intentaron ayudarle, pero Zaldiko, con su látigo, no les dejó acercarse. Se hizo de noche, la plaza quedó desierta y el gordo Ziripot quedó en medio de ella sin poder moverse. Ya pensaba en que tendría que quedarse allí cuando, de entre las sombras, fueron apareciendo los vecinos, que sigilosamente le ayudaron a levantarse y lo llevaron a su casa. —¡Esto no puede seguir así! —dijo uno. —¡Nos van a dejar sin nada! —añadió otro. —¡Hay que encontrar una solución! —exclamó un tercero, y todos quedaron en silencio. —Una vez —comenzó diciendo Ziripot—, una gran piedra cayó rodando desde el monte y fue a parar delante de un caserío, tapando la entrada. El dueño intentó, desde dentro, mover la piedra, pero era muy pesada y no pudo. Salió por la ventana e intentó mover la desde fuera, pero tampoco pudo, pues la piedra seguía siendo igual de pesada. Pasó muchos días pensando en cómo solucionar su problema, hasta que se le ocurrió pedir ayuda. Llamó a sus vecinos y entre todos quitaron la piedra. Los vecinos se miraron unos a otros, cogieron todo lo que encontraron a mano: estacas, azadas, layas, horcas..., y fueron en busca de Miel‐Otxin y de Zaldiko. Este último pudo escapar gracias a sus patas de caballo, que corrían velozmente, pero el gigante fue capturado. Los vecinos lo condenaron en juicio público, lo ahorcaron y quemaron sus restos en la plaza. Lantz recobró la tranquilidad y Ziripot siguió contando cuentos y leyendas hasta el fin de sus días.
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