agarrado, avaro, interesado
La idea general de estas tres palabras es la de apego al dinero. Llamamos agarrada a aquella persona que huye de todo gasto, porque su objeto es ahorrar. El avaro fija su complacencia en poseer el dinero sin atreverse a hacer uso de él; la persona interesada anhela por las ganancias, y nada hace sino por el beneficio que le resulta.
Huye el hombre agarrado de cuanto halla caro: el avaro se priva de cuanto cuesta dinero, y el interesado desprecia lo que nada produce.
ágil, ligero, veloz
La palabra ágil indica la actividad y la facilidad de la acción con la facultad de obrar, y por lo tanto se dice solo de los seres animados; ligero supone facultad de obrar, diciéndose entonces de las cosas que o tienen relación con los entes animados, o con estos mismos entes; o bien se dice de la rapidez de ciertas cosas, las que sin que los entes animados las exciten, se mueven por una consecuencia de la naturaleza de las materias que la componen.
El hombre veloz y pronto a ejercitar sus facultades, siente en sí esta disposición con toda su extensión y energía, y no tiene temor de que se debilite o destruya. En virtud de esta facultad los niños son más o menos avispados, o pesados o prudentes.
agresión, ataque
Estas dos palabras se usan más comúnmente que la de acometimiento, embestida y alcance, según los casos, indican la acción del que acomete; pero la agresión añade la idea del acometimiento repentino e inesperado, y de provocar a un sujeto a la disputa o combate; por lo común el ataque es previsto y producido por causas ya sabidas.
Cuando dos soberanos se hallan en paz y el uno acomete repentinamente al otro sin anterior declaración de guerra, verifica una verdadera agresión; pero cuando dos ejércitos se dirigen el uno contra el otro, aquel que acomete al primero es el que ataca.
alabanza,elogio
No es necesario por lo común para la alabanza causa ni razón alguna; basta a veces el capricho. La alabanza tiene una dignificación mucho mas extensa y general que el elogio. Alabamos cuanto nos agrada, grande o pequeño, importante o no, un jardin por su frescura, una persona por su hermosura, un traje por su moda, y también lo feo por lo raro, lo extraordinario por su novedad, lo ridículo por lo que nos recrea, al adulador por lo que nos complace.
Nada de esto es ni puede ser digno de elogio, cuyo objeto es mas elevado, recae sobre el talento de un sabio, la elocuencia de un orador, el corazón animoso de un héroe, la inteligencia extensa y profunda de un general, el valor de un soldado. Se dice elogio fúnebre, histórico, académico, y no, alabanza.
alarma, terror, espanto, pavor, susto
Alarma es voz originalmente militar, y de allí se ha trasladado al lenguaje común, que quiere decir: acudamos a las armas, que el enemigo nos acomete de improviso, y es como se dice fuego, fuego, cuando se incendia cualquier edificio.
El terror lo causa cualquier acontecimiento o fenómeno (que nos imaginamos o sabemos) que precede a una gran desgracia; en este la idea del peligro no es tan clara como en la alarma, la que depende más que ésta de la imaginación, cuyo efecto es aumentar y exagerar los objetos existentes o no. Así es que en la alarma se corre a tomar las armas y emprender la defensa; mas el terror, a los que sobrecoge, les hace arrojar las armas y huir.
El terror y el espanto son efectos de un peligro muy grande; pero el terror puede ser pánico, y el espanto no lo es nunca.
El terror nos sobrecoge; el espanto deja sin acción a nuestros sentidos: la tempestad nos hiela de espanto; un prodigio inesperado llena de terror, aterra a todo un pueblo.
Un peligro repentino, pero a veces falso o exagerado, nos causa pavor, y así sucede que si nos inquietamos por la suerte de otra persona, la nuestra sola es la que nos hace sentir pavor. El pavor supone un peligro más instantáneo que el espanto, mas inminente que la alarma, no tan grande como el terror.
Parece que el susto tiene, por decirlo así, su idea particular, y que proviene de la consideración de las dificultados que hay que vencer para lograr una empresa, y de los resultados terribles de su mal éxito. Me asusta su arrojo, y temo que salga mal de él.
Se teme al malo; se tiene miedo a una fiera; se teme a Dios, pero no debemos tenerle miedo.
El espanto nace de lo que se ve, el terror de lo que se imagina, la alarma de lo que nos amenaza, el temor de lo que se sabe, el susto, a veces de lo que se sospecha, el miedo de la idea del peligro, y la aprehensión da lo que nos representa nuestra fantasía.
La acometida repentina del enemigo causa la alarma; terror el combate; la pérdida de una batalla extiende el temor por todas partes, y llena de consternación hasta pueblos remotos; la vista de un guerrero causa susto, y nuestra propia sombra nos hace a veces miedo.
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