Cuadros de Francisco de Zurbarán
Santa Apolonia es un cuadro de Francisco de Zurbarán (1598 - 1664) expuesto en el Museo del Louvre de París, Francia. Está pintado al óleo sobre lienzo y mide 113 cm de alto por 66 cm de ancho. Forma parte del conjunto de lienzos conocidos como Santas de Zurbarán.
Santa Margarita es un lienzo de Francisco de Zurbarán conservado en la National Gallery de Londres, que la adquirió en 1903. Allí se exhibe con el título de Saint Margaret of Antioch. Forma parte del conjunto de lienzos conocidos como Santas de Zurbarán.
Su datación exacta se desconoce. Algunos autores indican que fue realizada hacia 1630,1 mientras que la página web de la National Gallery habla de 1630-1634. Pertenece, de cualquier manera, a la primera época de Zurbarán, en la que se aprecia cierta influencia de Caravaggio.1
Es posible que formara parte de una serie dedicada a santas vírgenes, con destino a conventos de España o Hispanoamérica.1 El taller del pintor era famoso por realizar numerosos cuadros de este tipo. Esta pintura resulta inusual en el sentido de que parece ser totalmente autógrafa del pintor.
Margarita de Antioquía está incluida entre las santas mártires cristianas. Cuidaba del rebaño de ovejas de su niñera1 y fue encarcelada y torturada por defender su virginidad frente a los intentos de un prefecto romano.
Análisis del cuadro
Los ojos y los rasgos del rostro hicieron pensar a algunos críticos que se trataba de la misma modelo que se utilizó para pintar a Santa Águeda.
Zurbarán representa a Santa Margarita con los trazos de una elegante pastora, con un atuendo muy refinado.1 El bastón que sostiene en la mano, que podría pasar por un báculo de no estar terminado por un gancho. El gancho alude a una de las torturas que padeció, según la leyenda: ser lacerada con un gancho. La presencia de un dragón alude a la leyenda que narra su encarcelamiento durante el cual el diablo bajo la forma de un dragón aparece a Santa Margarita para tentarla y que esta consigue derrotarlo.
«Esta bella pastora, con una postura muy afectada, parece salida de una escena teatral. En efecto, en muchas de las procesiones o de los autos sacramentales llevados a cabo durante la semana del Corpus Christi, algunos historiadores hacen aparecer a esta santa, así como en las comedias de las Santas representadas en las corralas (recinto en el que se representaban comedias) de Sevilla, y, tal vez, Zurbarán se inspirara en estas imágenes. Las heroínas son, siempre, muy jóvenes y hermosas, como la Santa Juana de Tirso de Molina, o la Santa Margarita de Enciso. Su belleza es descrita como un don del cielo, un reflejo del alma que resplandece misteriosamente y atrae, irresistiblemente, a todos los corazones».2
Es reconfortante el ver a un artista del siglo XVII, donde algunos querrían hacer pasar la espiritualidad por santurronería, que nos ofrece esta María de Antioquía que anticipa a las otras pastoras que son, en ocasiones, vírgenes mártires del barroco bávaro tal y como pueden verse, por ejemplo, en la basílica de los catorce santos (Vierzehnhiligen), aportando al tratamiento de las telas el mimo de un Memling en la obra El matrimonio místico de Santa Catalina.3
Zurbarán trabajó con gran detalle la vestimenta, las pintorescas alforjas que cuelgan del brazo izquierdo, así como el sombrero de paja y alas curvadas con el que va tocada.1
El rostro es rígido y frío.
La Virgen niña en éxtasis es un cuadro de Francisco de Zurbarán expuesto en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, Estados Unidos. Está pintado al óleo sobre lienzo y mide 117 cm de alto por 94 cm de ancho.
Zurbarán pintó en la última fase de su obra una serie de lienzos dedicados a María durante su infancia y en su vida familiar. Dentro de este grupo de cuadros, encargados todos por clientes particulares, encontramos esta Virgen Niña en éxtasis. Es muy similar a otras del mismo tema, y además coincide con ellas en las ropas, e incluso en los motivos bordados que adornan su blusa. La niña aparece rezando, tras haber interrumpido su labor femenina, con el rostro absorto y enmarcado por una aureola de angelitos mofletudos. A sus pies están esparcidas diversas florecillas de colores, que además de adornar la imagen, simbolizan las virtudes de la futura madre: flores azules que indican fidelidad, flores amarillas que significan la inteligencia y la madurez, rosas para el amor, azucenas blancas por su virginidad... Estos objetos que la rodean son detalles de naturalezas muertas, que de ser pintadas aisladamente podrían formar bodegones de gran calidad. El lienzo aparece enmarcado en un cortinaje rojo, que evoca la cortina del templo, constituyendo una especie de altar campesino.
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