La flor del lilo-va es un cuento oral y leyenda tradicional española sobre el amor filial y la traición.1 Existen innumerables versiones del cuento, por ser una historia muy antigua enraizada en la tradición oral, sin embargo hay ciertos elementos distintivos que son comunes a todos ellos, el padre enfermo, los tres hijos, la traición de los hermanos, y la flauta de caña que lleva el mensaje del pequeño hasta su padre.
Entre las primeras versiones registradas en español se encuentra la incluida por Cecilia Böhl de Faber (quien usaba el seudónimo de Fernán Caballero), en su novela Lágrimas de costumbres contemporáneas publicada en 1853, allí la tituló «La flor de Lililá».
La leyenda[editar]
Un padre se enferma, y el único remedio posible es beber agua de la flor del lilo-va. Por ello sus hijos ven de conseguirla para que su padre sane, sin embargo los dos hijos mayores solo querían el oro de la recompensa que les daría su padre si regresaban con el remedio para su enfermedad, en cambio el hijo más pequeño la buscaba porque quería a su padre y por ello es que finalmente la halló.
Cuando el niño regresaba con la flor del lilo-va los hermanos por envidia y por no conseguir el oro, le golpearon y le quitaron la flor y lo dejaron muy herido (o muerto según algunas versiones) en un cañaveral. El padre se curó, y estaba preocupado por saber que le habría sucedido a su hijo pequeño.
Sin embargo una vez un pastorcito pasó por cerca del cañaveral en donde estaba enterrado el pequeño; y con un trozo de caña, hizo una flauta y al soplar por ella escuchó que el niño herido cantaba:
“Pastorcillo, pastorcillo,
ayúdame por favor,
Mis hermanos me golpearon por la flor del lilo-va.”
Entonces el pastorcito llevó su flauta y la canción por toda la comarca y un día el padre al oírla reconoció la voz del hijo a quien fue a buscar y desterró a sus otros hijos malvados.
Fuera de España[editar]
El cuento ha sido diseminado por toda Europa; en distintas zonas de Italia 3 se hace referencia a una pluma de hu como lo que desencadena la ambición de los hermanos:
"Oh pastor que soplas esta caña,
toca despacio que el corazón me dañas.
Por la pluma de hu me asesinaron,
los traidores fueron mis hermanos."
"Pastorcillo no me toques
ni me dejes de tocar :
mis hermanos me han muerto
por la flor del Ilolay."
La Leyenda de los Varona cuenta la historia de María Pérez de Villanañe, la "Varona de Castilla". Esta leyenda es famosa en Soria y alrededores por haber sido la protagonista vencedora en combate singular ante el rey Alfonso I de Aragón, el "Batallador".
Descripción[editar]
El momento histórico se sitúa en el año 1109, durante las guerras entre León y Aragón. León defendía a la reina Urraca y a su heredero Alfonso VII, mientras que Aragón defendía a su rey Alfonso I.
María era viuda y tercera mujer del infante don Vela, y este era a su vez hermano de tres reyes de Aragón: Pedro I, Alfonso I y Ramiro el "Monje". Del matrimonio entre María y Vela nació Rodrigo Varona, el primero de la estirpe. María también tenía dos hermanos: Álvar Pérez y Gómez Pérez.
Los hermanos de María luchaban a favor del rey de león, Alfonso VII. Estos acudieron a Barahona para luchar dejando a María en casa. Sin embargo, esta se vistió con la armadura de la familia y acudió al combate con ellos. Tras la reyerta, María se separó del resto de las tropas y se topó inesperadamente con Alfonso "el Batallador". María fue capaz de derrotarlo y capturarlo (en el pueblo de Villanañe puede observarse una estatua heráldica en honor a María que la representa con el yelmo en el momento en que derrotó al rey de Aragón).
Tras la batalla, Alfonso I el rey de Aragón le dijo admirado: "Habéis obrado, no como débil mujer, sino como fuerte varón y debéis llamaros Varona, vos y vuestros descendientes y en memoria de esta hazaña usaréis las armas de Aragón".
Parte de esta leyenda se halla recogida en la Torre de los Varona, donde ha vivido la familia de Los Varonaininterrumpidamente desde el siglo XV hasta el XIX, en el cual fueron divididos al escapar de España hacia México y Cuba. La Torre de los Varona se encuentra en Villanañe, en la provincia de Álava.
Se puede visitar, tras su restauración y musealización por la Diputación Foral de Álava.
Al borde de la carretera de Soria a Madrid, por Paredes de Jadraque, en el declive de suave colina, se encuentra esta vieja aldea soriana, protegida en tiempos medios por moruno castillo, hoy desaparecido, pero sustituido por la esbelta torre de su iglesia, que atalaya, como faro marítimo, los "Campos de Barahona».
«Estériles en pan y vino y leña», vio estos campos ya en 1598 el viajero Cook, a su regreso de la jornada de Tarazana; escaso, además, el terreno de agua; ni un arroyo riega tan dilatada planicie, ni un árbol anima aquel paisaje.
Allá por la Alta Edad Media, los Campos de Barahona, fueron utilizados como excelente base para incursiones musulmanas en la línea del Duero, por Berlanga y Gormaz. Aben Hayyan, escribe que el Wazir y generalísimo Galib, acampó junto al castillo de Barahona el sábado 7 por andar del mes del ramadhan. El séquito de la reina María Luisa de Orleans, nos dice Leonardon, se perdió a media noche por estos campos en 1679; y Villarroel, a mediados del siglo XVIII, también se perdió en aquella Thebaida, aguantando un torrencial chaparrón de agua. Felipe V se detuvo en este pueblo a oír misa, en 2 de agosto de 1710.
Dos leyendas flotan sobre el nombre y alta meseta de Barahona, la del Campo de las Brujas, y la de la Varona Castellana, «que al rey aragonés prendió arrogante».
Desechamos la falsa atribución y localización de la de las brujas, de este pueblo soriano, puesto que Menéndez y Pelayo dejó aclarada su situación en un caserío navarro, llamado también Barahona.
Además no la hemos visto citada en cuantos autores hemos consultado sobre ello y en cambio son varios los que citan la de la Varona de Castilla, como vamos a ver.
Por otra parte el gran Lope de Vega, que recogió y cultivó con todo interés la leyenda: «de la ilustre doncella, que llamaron varona», nada dice, ni siquiera por alusión, de las brujas de Barahona, en su comedia, pues si en su tiempo fuese conocida, seguramente la hubiese utilizado en la trama del argumento.
Orígenes de la leyenda de la Varona
Las rivalidades entre castellanos y aragoneses, unos por defender a su reina Doña Urraca y al rey niño Alfonso VII, y otros por apoyar a su invicto Batallador en sus ambiciones dieron origen a la extraña leyenda de la Varona de Castilla, fiera hembra de armas tomar, lejana antecesora de la monja Alférez, de Agustina de Aragón, de María la Pita, etc. Ya el poeta Juan de Mena, cita a esta valiente «miliciana» en sus «trescientas», comenzando así: «Mágica Nobiliaria ... ». El autor Gratia Dei refiere la leyenda en su libro Blasón de Armas y Linajes; y Pellicena en la comedia El Médico del Amor, trata de la victoria, apellidos y armas de María Pérez, «La Varona».
Mucho debió de interesar e impresionar al Fénix la leyenda de María Pérez y el Batallador, cuando le dedicó toda una comedia; una octava en la Jerusalén Conquistada (libro XX) y otra en la segunda parte de la Filomena. La comedia de Lope escrita antes de 1604, está dividida en tres actos, calificados por Grillparcer, el primero de bueno, el segundo de pasable y el tercero resulta endiablado. El argumento es una mezcla de historia general y de leyenda geneafógica, una defensa de la honradez de la reina doña Urraca, en contraposición de los ataques al Batallador dejándole mal parado, y dándole varias veces el apelativo de «extranjero».
La leyenda es más bien una explicación del apellido Varona, aplicado al topónimo del pueblo, puesto que en bastantes Nobiliarios, impresos y manuscritos, está recogida la tradición o leyenda de aquel hecho fantástico atribuido a la viuda del infante don Vela.
Se tiene por real la existencia de María Pérez, la Varona, pues dicen fue hermana de Alvar Pérez y Gómez Pérez, caballeros fijodalgos y capitanes expertos en la milicia. Fue María Pérez, del Solar de Villanañe (Álava) y fue la tercera mujer del infante don Vela, hermano de tres reyes de Arágón: Pedro I, Alfonso I y Ramiro el Monje.
Del enlace con don Vela nació Rodrigo Varona, el primero que llevó el apellido Varona, de su madre.
Y aquí viene la leyenda:
Llegado el momento en que sus hermanos, Alvar y Gómez Pérez acudieron al llamamiento del rey de Castilla Alfonso VII, para servirle en la guerra contra don Alfonso de Aragón, su padrastro, viéndose indecisos y confusos por no saber dónde dejar a su hermana, «doncella moza y hermosa», con la decencia correspondiente a su estado y calidad, intervino María Pérez con varonil resolución, diciéndoles que desechasen su preocupación, pues estaba decidida a marchar con ellos, vistiéndose y armándose con ellos.
Así fue y así lo hizo, marchando los tres hermanos a incorporarse al ejército real castellano. Y llegó el día de la sangrienta batalla entre aragoneses y castellanos, localizada en los campos de Barahona, de la provincia de Soria y al decaer el día «con la confusión del combate, se apartó María de sus hermanos y por la oscuridad de la noche no se pudieron hallar unos a otros y se vino a encontrar con el rey de Aragón don Alfonso el Batallador, que también se había apartaqo de los suyos y trabándose los dos en una reñida contienda, se le quebró la espada a María Pérez, pero con el trozo que le quedó rindió al monarca aragonés y le hizo prisionero, llevándole ante el rey Alfonso VII de Castilla y éste le recibió en su tienda admirado de tan valerosa y leal hazaña, dijo a María Pérez: «Habéis obrado, no como débil mujer, sino como fuerte varón y debéis llamaros Varona, vos y vuestros descendientes y en memoria de esta hazaña usaréis de las armas de Aragón».
Por eso tomaron cuatro barras sangrientas, en campo de oro, orladas con ocho espejos, guarnecidos de oro en campo rojo, y por timbre un morrión y un brazo armado con la espada quebrada.
No obstante, escribe J. de los Ríos Casquero, de quien hemos tomado la leyenda que: «Las vandas que usa por armas esta familia Varona, no debieron ser concedidas por el rey de Castilla, pues no podía dar lo que no era suyo, ya que eran armas de su padrastro don Alfonso de Aragón; más verosímil es que usasen las de sus ascendientes, de la casa real de Aragón, como descendientes del infante don Vela».
La venganza de Nalvillos es una leyenda castellana de la Edad Media, en un contexto histórico que comprende la relación de Alfonso VI de León con Al-Mamún, rey de Toledo a mediados del siglo XI, la conquista por parte del primero de la ciudad de Toledo en 1085 y la posterior toma de la ciudad de Talavera (conquistada por los cristianos en primera instancia en 1083) debido al empuje almorávide. Narra una historia de adulterio en un triángulo amoroso entre una joven mora, Ajá Galiana, su marido cristiano Nalvillos y el antiguo prometido de la primera, Jezmín Yahía.
La leyenda[editar]
A finales del siglo XII era conocida la cordial de amistad que mantuvieron Alfonso VI y Al-Mamún, penúltimo rey musulmán de Toledo. Mientras Alfonso VI permaneció desterrado de León en Toledo Al Mamún le trató con muchas atenciones. Llegó hasta el punto de asignarle una escolta de musulmanes cuando regresó a Castilla a la muerte de su hermano Sancho II de Castilla.1 En contrapartida, sintiéndose agradecido, Alfonso no invadió la ciudad de Toledo hasta que Al Mamún falleció, además de tomar como pupila a su pariente (hija o sobrina) Ajá Galiana.2
El relato difundido por la tradición cuenta que la joven doncella mora, hermosa y de porte distinguido, —traída hasta Ávila desde Toledo por Fernando de Lago y una caballería de jinetes cristianos y musulmanes— había sido puesta por el rey bajo tutela de Urraca I de León y Raimundo de Borgoña. La joven fue conducida a Galicia por estos últimos y fue bautizada adquiriendo el nombre de Urraca. Se tramitó su matrimonio con Nalvillos Blázquez, hijo del gobernador de Ávila, locamente enamorado de Ajá Galiana, pese a estar prometido a una noble, Arias Galindo. El rey aceptó el casamiento a regañadientes, puesto que tenía planeado casarla con otro pariente de Al Mamún, Jezmín Yahía, sirviente suyo al que había concedido tierras en la orilla del Tajo cerca de Talavera.23 Este último, indignado por el desplante, juró en secreto matar al hijo del Gobernador.4 A raíz de este cambio de planes se concertó la boda del hermano de Nalvillos, Blasco Jimeno, con Arias Galindo para solventar la afrenta a los padres de esta última.5
Durante un viaje por Talavera de Nalvillos éste fue recibido por Jezmín, que le agasajó con multitud de atenciones, sin dar a entender su malestar e inquina hacia Nalvillos. Tan agraciado se sintió por las atenciones recibidas que invitó al moro a la boda de su hermano, que se celebraría en Ávila. En las justas del evento, celebradas en una explanada fuera de la muralla, Nalvillos descabalgó a Jezmín Yahía.6 Ajá Galiana sintió revivir los sentimientos que tenía hacia el musulmán,7 que lejos de haber quedado maltrecho de la justa sólo resultó herido en el orgullo8 y volvió a jurar que daría muerte a Nalvillos. Esa misma noche Galiana dejó un mensaje a Jezmín instándole a que se reuniera con ella en su ventana y la reclamara con el silbido que solían usar entre ellos de niños. En sus aposentos le confesó su amor hacia él y su matrimonio desdichado y acordó con él que hasta que el momento de escapar juntos fuese propicio únicamente se reunirían durante las ausencias de Nalvillos cuando éste marchaba a la guerra.9 Nalvillos al regresar victorioso de sus batallas con los musulmanes descubrió que Ajá Galiana le había abandonado para reunirse con Yahía, y partió en su búsqueda.10
A partir de ahí unas versiones relatan que Nalvillos atacó Talavera y en el lecho de la pareja de adúlteros del palacio de Jezmín ambos fueron pasados a cuchillo por el castellano11 Otra versión recogida en un manuscrito de 1517, con un final más florido y poético cuenta que Nalvillos se introdujo de incógnito en la ciudad de Talavera, donde vivía la pareja, vestido de mercader de hierbas12, y cuando llegó hasta Galiana, la perdonó y le suplicó que volviera con él, a lo que la mora respondió haciéndole prender por los guardias y llamando a Yahía. Fue condenado por el musulmán a ser quemado a la hoguera. En la pira Nalvillos solicitó como último deseo hacer sonar el cuerno de guerra que siempre le acompañaba. La petición fue atendida y ese fue el momento cuando los servidores de Nalvillos, emboscados cerca del palacio, salieron a rescatar a su señor, que finalmente decretó que ambos amantes fueran arrojados a la hoguera. Nalvillos pasó a la leyenda como un gran guerrero.
«La venganza de Nalvillos»
Está escrito en las crónicas que cuando Alfonso VI hubo de huir de territorio castellano, encontró hospitalidad y ayuda en Toledo, cuyo rey moro Al-Mamún le atendió con generosidad y le proporcionó todas las comodidades posibles, como si se tratara de un hermano. Al fin cuando los emisarios del rey exiliado le avisaron de que el rey Sancho había muerto en el cerco a Zamora, Alfonso se dispuso a volver a Castilla, pero antes quiso agradecer al rey moro su amabilidad, para ello se ofreció para que la bella Alá-Galiana, sobrina del rey, fuese a Castilla con él para recibir educación en alguna de sus célebres universidades.
Poco tiempo después la dama mora llegó a los estados cristianos junto con Alfonso VI y comenzó sus estudios. Al cabo de los años decidió también abrazar la religión cristiana y se convirtió al cristianismo. Durante las hermosas fiestas de celebración por tal conversión, cambió su nombre por el de Urraca y el agasajo de toda la nobleza castellana de la época. De entre todos los nobles hubo uno que manifestó su atracción por la princesa, se trataba de Nalvillos Blánquez, el cual había ganado gran renombre por su heroísmo en las batallas frente al enemigo. En esos días hizo todo cuanto estuvo en su mano para ver continuadamente a Urraca, llegó incluso al extremo de pedirle la mano de la joven al rey de Castilla, sin embargo éste quedó perplejo ante tal petición puesto que no hacía mucho tiempo ya había determinado que la princesa fuese dada en matrimonio a un guerrero moro llamado Jezmín que luchaba a su servicio y a quien tenía mucho aprecio y había hecho ya multitud de concesiones de tierras a orillas del Tajo, cerca de Talavera.
El matrimonio había sido ya concertado con el beneplácito del joven moro, por lo que el rey Alfonso se encontró ante un dilema de difícil solución, tras mucha meditación resolvió que Urraca sería sin embargo para Nalvillos Blázquez, y para compensar al guerrero moro Jezmín ,que estaba a su servicio, le ofreció más tierras y una carta donde le explicaba que aquel cambio se debía a razones de estado y por ello se veía obligado a revocar su promesa.
Celebráronse las bodas de Nalvillos y Urraca, mientras que Jezmín lleno de rencor prometió tomar cumplida venganza.
Pasó el tiempo y cuando un día Nalvillos tuvo que ir a Talavera a ciertos asuntos de la hacienda de su mujer, fue recibido por el guerrero Jezmín con aparente franca hospitalidad, tan cortés fue su trato que a la vuelta Nalvillos le invitó a sus tierras donde prometió celebrar un banquete en su honor.
Así sucedió, no tardó mucho Jezmín en acudir a las tierras de Nalvillos y sucedió que se celebró el banquete prometido. Con gran pompa y bullicio se montaron las mesas de los comensales por fuera de las murallas y una explanada donde se prepararían los torneos o justas. La animación y el bullicio eran indescriptibles. Ante las voces de aliento o de burla, los caballeros mostraban su fuerza y su habilidad con el caballo y la espada, los juglares cantaban canciones de la época que contaban antiguas hazañas.
Al fin llegó la hora de las justas, alrededor del terreno se habían alzado bancos y tribunas en donde se sentaban los más nobles caballeros de Castilla junto con el conde Nalvillos su mujer Urraca y el invitado de honor Jezmín.
Comenzó el torneo entre el sonar de las trompetas y el griterío de las gentes que apoyaban a uno u otro contendiente. Tras los combates de cuadrillas llegaron las de caballeros cuerpo a cuerpo, pero el interés de todos se centraba en el que iban a mantener entre Nalvillos y Jezmín. Magníficamente vestidos salieron ambos caballeros, con sus caballos ricamente enjaezados. Se dispusieron a la distancia que los maestres de campo les indicaron, y se lanzaron el uno contra el otro con todo el impulso de sus corceles. En el primer encuentro las lanzas saltaron hechas astillas, sin que ninguno de los dos sufriese ningún daño.
De nuevo volvieron al punto de partida y se volvieron a enfrentar al galope, esta vez la suerte sonrió a Nalvillos, y Jezmín fue arrojado de su silla entre el griterío del público. Sin embargo Jezmín sólo había sufrido daños en su amor propio y maldijo mil veces su suerte adversa.
Aquella noche se retiró a sus aposentos con el pretexto de curar sus magulladuras, cuando un paje entró con un mensaje de Urraca, en el mismo le pedía a Jezmín que de noche acudiera cerca de su ventana. Jezmín sintió renacer sus esperanzas, así que entrada la madrugada se dirigió con sigilo hacia la ventana de los aposentos de Urraca. Silbó y no tuvo que esperar demasiado, pues una figura de mujer le invitó a que subiera a los aposentos.
Prontamente subió Jezmín y una vez juntos ambos se confesaron su amor, y tramaron que en tanto llegaba la ocasión de abandonar al esposo, se verían a escondidas aprovechando las ausencias de Nalvillos. Y así lo hicieron sin que éste sospechase nada, aunque si notó el creciente desdén de su esposa.
Fue en este tiempo cuando Alfonso VI murió y con ello comenzaron las sublevaciones en las fronteras por parte de los musulmanes que derrotaron a los cristianos en batallas como la de Uclés. Jezmín viendo ahora ocasión para su venganza se sublevó también y dirigió a sus tropas por tierras de Castilla, hasta que llegó a territorio de Nalvillos, la contienda fue dura y sangrienta hasta que por fin pudo tomar la fortaleza y llevarse consigo a Urraca, mientras Nalvillos se encontraba en un lugar lejano de la frontera en otros combates.
Cuando Nalvillos llegó a su castillo se enteró de lo sucedido y dio orden a sus huestes de perseguir a los fugitivos, sin embargo volvieron derrotadas pues Jezmín se había hecho fuerte tras la frontera. Por ello decidió disfrazarse de mendigo, y pobremente ataviado llegar a territorio árabe con la esperanza de encontrar a su esposa, tras mucho tiempo de aventuras y penurias llegó a tierras de Jezmín y entró a trabajar como bracero en sus tierras, nadie le reconoció debido a su lamentable aspecto.
Una noche se dirigió a las estancias de Urraca, la despertó con mucho sigilo y entre lágrimas le dijo quien era y lo que había sufrido hasta encontrarla, sin embargo Urraca, en vez de mostrar alguna alegría por el encuentro, comenzó a gritar y acudieron prontamente los criados y guardianes que sorprendieron a Nalvillos y finalmente lo apresaron. Jezmín ordenó amontonar una pira de leña en el patio de armas y que Nalvillos fuese atado a un poste y quemado vivo.
Cuando todo el mundo estaba reunido alrededor de Nalvillos esperando que se cumpliese la sentencia, éste pidió como último favor hacer sonar su cuerno de caza que tenía colgado al cuello. Se le concedió finalmente e hizo sonar el cuerno varias veces. Poco a poco fue oyéndose un rumor, cada vez más creciente hasta que se convirtió en ensordecedor, miles de hombres armados aparecieron por los bosques, las colinas y los campos, unos a pie, otros a caballo, eran los hombres de Nalvillos y del rey que acudieron en su ayuda, rompieron las defensas fácilmente y penetraron en el recinto a golpe de espada liberando de sus ataduras al conde Nalvillos. La hoguera que estuvo dispuesta para él, fue ahora aprovechada para atar en el mismo poste a Jezmín y Urraca, ahora fueron los traidores los que con las llamas pagaron su traición.
Desde entonces las crónicas recogen la historia de la "Venganza de Nalvillos"
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