lunes, 11 de febrero de 2019

EVANGELIO Y LECTURA DEL 15 DE FEBRERO DEL 2019


Lecturas del Viernes de la 5ª semana del Tiempo Ordinario

Primera lectura

Lectura del Génesis (3,1-8):

LA serpiente era más astuta que las demás bestias del campo que el Señor había hecho. Y dijo a la mujer:
«Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín?».
La mujer contestó a la serpiente:
«Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; pero del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios:
“No comáis de él ni lo toquéis, de lo contrario moriréis”».
La serpiente replicó a la mujer:
«No, no moriréis; es que Dios sabe que el día en que comáis de él, se os abrirán los ojos, y seréis como Dios en el conocimiento del bien y el mal».
Entonces la mujer se dio cuenta de que el árbol era bueno de comer, atrayente a los ojos y deseable para lograr inteligencia; así que tomó de su fruto y comió. Luego se lo dio a su marido, que también comió.
Se les abrieron los ojos a los dos y descubrieron que estaban desnudos; y entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.
Cuando oyeron la voz del Señor Dios que se paseaba por el jardín a la hora de la brisa, Adán y su mujer se escondieron de la vista del Señor Dios entre los árboles del jardín.

Palabra de Dios

Salmo

Sal 31,1-2.5.6.7

R/.
 Dichoso el que está absuelto de su culpa

V/. Dichoso el que está absuelto de su culpa,
a quien le han sepultado su pecado;
dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito
y en cuyo espíritu no hay engaño. R/.

V/. Había pecado, lo reconocí,
no te encubrí mi delito;
propuse: «Confesaré al Señor mi culpa»,
y tú perdonaste mi culpa y mi pecado. R/.

V/. Por eso, que todo fiel te suplique
en el momento de la desgracia:
la crecida de las aguas caudalosas
no lo alcanzará. R/.

V/. Tú eres mi refugio,
me libras del peligro,
me rodeas de cantos de liberación. R/.

Evangelio

Lectura del santo evangelio según san Marcos (7,31 37):

EN aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano. Él, apartándolo de la gente, a solas, le metió los dedos en los
oídos y con la saliva le tocó la lengua.
Y mirando al cielo, suspiró y le dijo:
«Effetá» (esto es, «ábrete»).
Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente.
El les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos.
Y en el colmo del asombro decían:
«Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos».

Palabra del Señor



Comentario al Evangelio del 

Severiano Blanco, cmf
Viernes 15 de febrero.
Queridos hermanos:
También hoy el autor del Génesis se sirve de mitos y leyendas ya existentes, que, debidamente depuradas, le sirven para expresar el mensaje cristiano (o ya precristiano) que desea inculcar. El hombre es limitado, proclive a escuchar voces contrarias a la llamada amigable de Dios; desea a veces irrumpir sin respeto en el mundo del misterio, de lo divino, quizá hasta en actitud de desafío; “mas, ay, que contra el cielo/ no tiene el hombre rayo/, y en súbito desmayo/ cayó de ayer a hoy…” (El Mesías, de García Tassara).
Aunque parezca pasado de moda, nos es obligado reflexionar sobre la realidad del pecado. No todos los comportamientos valen igual. Y no todo son meros “desajustes psicológicos”. Siendo criatura tan nobles, podemos usar mal de las cualidades con que el Creador nos ha adornado: la voluntad, la libertad… Podemos olvidar nuestra condición de creados para la vida y tomar un camino de autodestrucción. Así vemos hoy a Adán: autodestruido. En vez de pasear con Yahvé por el jardín a la hora de la brisa, termina avergonzado, escondido, lleno de temores; se da cuenta de que está desnudo. Al alejarse de su Creador, su ser más íntimo se queda en cueros. Menos mal que, como veremos en los próximos días, Dios es fiel y no abandona. Saldrá al paso del hombre herido y le dará nuevas oportunidades; vendrá la Alianza. El rostro de ese Dios compasivo en medio de nuestro mundo es Jesús, que –dirán repetidamente los evangelios– va curando toda enfermedad y dolencia del pueblo, hoy la sordomudez.
Marcos no anda muy ducho en geografía. Si de la zona de Tiro alguien se encamina hacia Sidón, se aleja del Mar de Galilea, al cual tampoco se llega por la Decápolis. Quizá en la fase aramea de la tradición evangélica un originario Betsaida, ciudad vecina al Mar de Galilea, se entendió como beSaidá (=por Sidón), y siguieron desafortunados intentos de arreglo. Pero esto ni al evangelista ni a nosotros nos interesa mucho; nos basta con que Jesús fue realmente humano, situado en el tiempo y en el espacio. Allí hemos de encontrar lo que importa: su acción y su mensaje.
Los evangelistas son cuidadosos en subrayar que en Jesús se realizan las esperanzas seculares de Israel. En Isaías 35,5 leían: “en aquellos días, los oídos del sordo se abrirán, la lengua del mudo cantará”; y Jesús afirmará en Nazaret, tras leer un párrafo de este mismo profeta: “hoy se cumple esta Escritura que habéis oído” (Lc 4,21). Esa fue también la respuesta de Jesús a los discípulos del Bautista cuando le preguntaron si era él el que tenía que venir o aún había que esperar a otro: “…los sordos oyen…” (Lc 7,22).
Pero la Iglesia leyó siempre estas acciones de Jesús en profundidad; vio en ellas más que curaciones físicas. En Jeremías 6,10 hay un lamento de que muchos judíos tengan “orejas incircuncisas”, es decir, no oían a Yahvé ni obedecían su palabra porque les faltaba sintonía con él. Y esta es la advertencia y la llamada que hoy se nos dirige a nosotros. A muchos nos hicieron con el bautismo el rito, ahora opcional, del effetá, que incluye esta oración: “que es Señor te conceda, a su tiempo, escuchar su palabra y proclamar la fe”. Que el Señor nos libre de caer en la sordomudez espiritual.
Vuestro hermano
Severiano Blanco cmf



Liturgia Viva del Viernes de la 5ª semana del Tiempo Ordinario

CAPACES DE OÍR   (Gen 3,1-8; Mc 7,31-37)

Introducción
¿Por qué peca la gente? Según el autor del Génesis, el pecar no es natural en los seres humanos: ellos fueron creados “buenos”. Pero, hasta donde la memoria nos alcanza, parece como que los hombres se han rebelado contra Dios, como que querían ser sus propios dueños, para decidir por sí mismos lo que ellos querían. Esto queda reflejado aquí, en la Primera Lectura,  en forma de historia, que expresa al mismo tiempo  nuestra solidaridad en el pecado.

Oración Colecta
Oh Dios Salvador  nuestro:

Tu Hijo Jesús hizo oír a los sordos
y hablar a los mudos.
Haz que nos percatemos
de que con frecuencia nosotros también somos
tartamudos y duros de oído.
Abre nuestros oídos al mensaje de tu Hijo
para que sacuda nuestros corazones y cambie nuestras vidas.
Suelta nuestras lenguas para proclamar las maravillas
que tú haces por nosotros
por medio de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador,
por los siglos de los siglos.

Evangelio. 
Una señal de que Jesús es el Salvador Prometido es que él primera y primariamente se dirige a los pobres, a los enfermos, a los marginados, porque son los que más le necesitan. No nos referimos solo a pobreza material. --- Nosotros seguramente somos los sordos y los mudos, los duros de oído y los tartamudos, enclaustrados dentro de nosotros mismos, cerrados con frecuencia a Dios y a los hermanos. Jesús viene para abrir nuestros oídos y nuestras bocas a las palabras y a las obras maravillosas de Dios, para que podamos escuchar su mensaje salvador y responder generosamente a su amor, y para que sepamos escuchar también los gritos angustiosos de los pobres y llevarles el mensaje de amor.  --- Notemos que este milagro descrito en el evangelio de hoy ocurre también en territorio pagano.  Que ojalá Jesús nos cure en esta eucaristía, y nos mueva a comprometernos con Dios y a entregarnos a los hermanos. 

Intenciones
  1. Por todos los miembros de la Iglesia, para que no solamente amemos a los pobres y cuidemos de ellos, sino que tengamos suficiente valor para protestar y defenderlos con energía cuando sean injustamente oprimidos, roguemos al Señor.
  2. Por los educadores de la fe  -sacerdotes, religiosas, catequistas, maestros-,  para que ellos mismos escuchen sapiencialmente la palabra de Dios y después sepan transmitirla con convicción, fervor y amor, roguemos al Señor.
  3. Por los que se muestran sordos y ciegos para sus hermanos, sus necesidades y su amor, para que sus ojos y corazones se abran a los tesoros de un amor comprometido y de un generoso compartir, roguemos al Señor.
Oración sobre las Ofrendas.
Señor Dios nuestro, Padre misericordioso:
Tú preparas la mesa de tu Hijo 
para ricos y pobres por igual.
Por la fuerza de este pan de vida
no permitas que permanezcamos sordos
a tu voz desgarrada, que clama
desde las necesidades de los pobres y oprimidos.
Enséñanos y ayúdanos a  dirigirnos a ellos
no sólo  con palabras de compasión
sino sobre todo con obras de justicia,
de aprecio de su dignidad y de amor.
Que éste sea el signo y señal
de que tu Hijo Jesús vive entre nosotros,
él que es nuestro Señor y Salvador
por los siglos de los siglos.

Oración después de la Comunión
Oh Dios salvador nuestro:
En tu Hijo Jesucristo tú has elegido
a los que son pobres y débiles en este mundo
para hacerlos ricos en fe y en amor
y para ser herederos de tu reino.
Jesús todo lo hizo bien. Nosotros queremos seguirle.
Dígnate hablar con fuerza por medio de nosotros
--que una vez éramos timoratos 
y nos quedábamos cortados por la timidez--,
con obras de misericordia y esperanza, 
ya que nos has sanado y liberado a todos
por medio de Jesucristo nuestro Señor. 

Bendición
Hermanos: Jesús ha estado con nosotros en esta celebración eucarística para sacudirnos y sacarnos de nuestro aislamiento y para abrirnos, con respeto y amor, a Dios y a nuestro prójimo, es decir, a todos. Que, como Jesús, nos hagamos disponibles, sobre todo para servir a los más pobres entre nosotros, de tal modo que puedan ellos sentir que, junto con Dios, nosotros también  nos preocupamos y cuidamos de ellos. Que el Señor, con su bendición, nos dé esa apertura a los hermanos. Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y les acompañe siempre.

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