lunes, 30 de junio de 2014

ESCULTURA DEL RENACIMIENTO EN ESPAÑA


RENACIMIENTO EN ESPAÑA .-

Disposición de un retablo.
Se da siempre una distribución de banco, calles y cuerpos. Pero dentro de esta división hay toda una gama de tipología y de adaptación de los espacios interiores. También depende del tamaño que se le quiera dar.
El primer espacio se ocupa en ocasiones con el llamado sotabanco, que es un basamento de apoyo sobre el que se construye todo lo demás. Ese basamento puede llevar talla o pintura o nada. Sobre el basamento se coloca el banco (o predela), también en horizontal, de una altura bastante menor al resto de los cuerpos. El banco o predela va tallado y dividido en secciones, o bien adornado con tablas pictóricas.
Sobre el banco, las divisiones horizontales se llaman cuerpos, y las divisiones verticales se llaman calles. Esta distribución suele separarse con ayuda de frisos y columnas o columnillas, dejando espacios especialmente preparados para recibir las esculturas. El número de cuerpos es variable y el de calles también. Nunca estuvo reglamentada la conjunción de unos y otras, de manera que se podían dar múltiples resultados plásticos.
Sobre el último cuerpo se coloca generalmente el ático, siempre o casi siempre ocupado por un Calvario. El ático es un coronamiento de menor anchura horizontal que el resto del retablo.
Las calles o divisiones verticales están destinadas por lo general a recibir ciclos temáticos de la Historia Sagrada. A veces entre estas calles puede haber divisiones más estrechas que son las llamadas entrecalles. Era costumbre colocar en las entrecalles esculturas de bulto redondo representando a padres de la Iglesia, evangelistas, apóstoles o patriarcas.
A los lados del retablo a veces van añadidas unas piezas verticales ricamente adornadas, llamadas guardapolvos o polseras. A partir de los años 30 del siglo XVI se fue añadiendo en cada extremo del retablo una columna de orden gigante que recibió el nombre depulsera (no confundir con polsera).

Mecenazgo

Los grandes mecenas de las obras artísticas se inclinaron definitivamente por el nuevo estilo renacentista procedente de Italia. El foco impulsor se detectó en la Corte, especialmente en época de Carlos I. Tras la Corte, la nobleza asumió una gran protección y deferencia por las obras de arte. Los Condestables de Castilla, las familias leonesas de Luna y Quiñones, la nobleza del resto de España, asumieron el mecenazgo de obras renacentistas. La alta burguesía o aristocracia local demostró también el gusto por el nuevo arte, patrocinando y haciéndose cargo de capillas funerarias. Un ejemplo de estas capillas es la del comerciante Álvaro de Benavente en la iglesia de Santa María de Mediavilla en Medina de Rioseco.
El Cardenal Juan Pardo de Tavera, por El Greco.
El clero, como en épocas anteriores, siguió siendo el gran mecenas y contratista de obras de arte, siempre con temas relacionados con la religión. No sólo fueron mecenas los altos cargos eclesiásticos (cardenal Mendoza, cardenal Tavera, archidiácono mayor Lluís Desplà i d'Oms, arzobispo Antonio Agustín), sino que hubo una gran demanda por parte de las parroquias rurales que en muchos de los casos alcanzaron a poseer imágenes y esculturas labradas en los más prestigiosos talleres o por la mano de los propios maestros escultores. En los lugares más insospechados, en los pueblos que actualmente pueden parecer muy pobres, se encuentran fácilmente obras de Berruguete, Juan de Juni, Alejo de Vahía, Ordóñez y un sinfín de buenos autores.

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