Lecturas del Domingo 5º del Tiempo Ordinario - Ciclo C
Primera lectura
Lectura del libro de Isaías (6,1-2a.3-8):
EL año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo.
Junto a él estaban los serafines, y se gritaban uno a otro diciendo:
«¡Santo, santo, santo es el Señor del universo, llena está la tierra de su gloria!».
Temblaban las jambas y los umbrales al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo.
Yo dije:
«Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de gente de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey, Señor del universo».
Uno de los seres de fuego voló hacia mí con un ascua en la mano, que había tomado de! altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo:
«Al tocar esto tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado».
Entonces escuché la voz del Señor, que decía:
«A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?».
Contesté:
«Aquí estoy, mándame».
Palabra de Dios
EL año de la muerte del rey Ozías, vi al Señor sentado sobre un trono alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo.
Junto a él estaban los serafines, y se gritaban uno a otro diciendo:
«¡Santo, santo, santo es el Señor del universo, llena está la tierra de su gloria!».
Temblaban las jambas y los umbrales al clamor de su voz, y el templo estaba lleno de humo.
Yo dije:
«Ay de mí, estoy perdido! Yo, hombre de labios impuros, que habito en medio de gente de labios impuros, he visto con mis ojos al Rey, Señor del universo».
Uno de los seres de fuego voló hacia mí con un ascua en la mano, que había tomado de! altar con unas tenazas; la aplicó a mi boca y me dijo:
«Al tocar esto tus labios, ha desaparecido tu culpa, está perdonado tu pecado».
Entonces escuché la voz del Señor, que decía:
«A quién enviaré? ¿Y quién irá por nosotros?».
Contesté:
«Aquí estoy, mándame».
Palabra de Dios
Salmo
Sal 137
R/. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
V/. Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti;
me postraré hacia tu santuario. R/.
V/. Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R/.
V/. Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande. R/.
V/. Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R/.
R/. Delante de los ángeles tañeré para ti, Señor.
V/. Te doy gracias, Señor, de todo corazón,
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti;
me postraré hacia tu santuario. R/.
V/. Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama.
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R/.
V/. Que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande. R/.
V/. Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R/.
Segunda lectura
Lectura de la primera carta de san Pablo a los Corintios (15,1-11):
Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis fundados,
y que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os anunciamos; de lo contrario, creísteis en vano.
Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto; después se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí.
Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de ser llamado apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios.
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto yo como ellos predicamos así, y así lo creísteis vosotros.
Palabra de Dios
Os recuerdo, hermanos, el Evangelio que os anuncié y que vosotros aceptasteis, en el que además estáis fundados,
y que os está salvando, si os mantenéis en la palabra que os anunciamos; de lo contrario, creísteis en vano.
Porque yo os transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto; después se apareció a Santiago, más tarde a todos los apóstoles; por último, como a un aborto, se me apareció también a mí.
Porque yo soy el menor de los apóstoles y no soy digno de ser llamado apóstol, porque he perseguido a la Iglesia de Dios.
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no se ha frustrado en mí. Antes bien, he trabajado más que todos ellos. Aunque no he sido yo, sino la gracia de Dios conmigo. Pues bien; tanto yo como ellos predicamos así, y así lo creísteis vosotros.
Palabra de Dios
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (5,1-11):
En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes.
Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».
Respondió Simón y dijo:
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».
Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:
«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».
Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Y Jesús dijo a Simón:
«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».
Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor
En aquel tiempo, la gente se agolpaba en torno a Jesús para oír la palabra de Dios. Estando él de pie junto al lago de Genesaret, vio dos barcas que estaban en la orilla; los pescadores, que habían desembarcado, estaban lavando las redes.
Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
«Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca».
Respondió Simón y dijo:
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes».
Y, puestos a la obra, hicieron una redada tan grande de peces que las redes comenzaban a reventarse. Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Vinieron y llenaron las dos barcas, hasta el punto de que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se echó a los pies de Jesús diciendo:
«Señor, apártate de mí, que soy un hombre pecador».
Y es que el estupor se había apoderado de él y de los que estaban con él, por la redada de peces que habían recogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Y Jesús dijo a Simón:
«No temas; desde ahora serás pescador de hombres».
Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio del
Dios nos salva y nos hace colaboradores suyos
Seguro que todos hemos visitado alguna de esas iglesias antiguas en las que en el ábside, pintado o en un mosaico, encima del altar, se ve la figura enorme de un Cristo. No está crucificado sino sentado en un trono. Tiene en sus manos los signos de la realeza. Y le rodean los apóstoles, los ángeles y los santos. Es una representación de la corte celestial. Cristo en todo su poder. Esa representación se llama “Pantocrátor”. Quería comunicar a los que la veían la solemnidad, la majestad y la eternidad de Dios. Ante esa imagen, la respuesta del hombre es la que da Isaías en la primera lectura: “¡Ay de mí, estoy perdido!” La majestad y el poder de Dios es tan grande que nos sentimos totalmente anulados ante él.
Pero el Evangelio nos cuenta otra historia. Nos cuenta una historia real. Algo que ha sucedido en nuestro mundo. Aquel Dios, que estaba representado en todo su poder y majestad, se ha bajado de su trono, se ha acercado a nosotros, se ha hecho uno de nosotros. Ha caminado por nuestras calles y habla nuestro idioma. Ha sentido el frío y el calor. Ha llorado y ha reído con nosotros. En Jesús Dios se hace carne, se encarna. Ésa es la historia, la gran historia, que nos cuenta el Evangelio.
El Evangelio de hoy nos acerca a un momento de la vida de Jesús. Está hablando de Dios a la gente, cerca del lago. El gentío es grande y pide a Pedro que le deje subir a su barca para hablar desde ahí. Cuando termina, le invita a remar mar adentro para echar las redes. Ahí se produce la confusión. Ya habían estado toda la noche trabajando y no habían pescado nada. Pero en su nombre vuelven a echar las redes. Se produce el milagro. Y, curiosamente la reacción de Pedro es parecida a la del profeta Isaías en la primera lectura: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. Pedro se da cuenta de que Jesús es algo más que un predicador, que un profeta. Jesús es Dios mismo. No es el Dios en poder de la primera lectura, pero es Dios. Es Dios cercano, hecho hombre, amable, lleno de compasión y misericordia.
Curiosamente también, Dios actúa del mismo modo tanto en la primera lectura como en Evangelio: salva, purifica, perdona y envía. El profeta se sentía perdido e impuro, Pedro se sentía pecador. A los dos, Dios les recoge, les levanta y les hace colaboradores de su plan de salvación. “No temas, desde ahora serás pescador de hombres”. Para Isaías y para Pedro, y también para nosotros que escuchamos hoy estas lecturas, se abre un nuevo futuro más allá de nuestras limitaciones, de nuestros pecados. Dios nos llama a colaborar con él, a ser mensajeros y testigos de su amor y de su misericordia para todos los hombres y mujeres. Y todo eso por pura gracia y amor de Dios (segunda lectura).
Para la reflexiónCuando entro en la Iglesia y me pongo en la presencia de Dios, ¿me siento perdido como Isaías o pecador como Pedro? ¿O experimento que Dios me perdona, me levanta y me hace colaborador suyo? ¿Qué significa en mi vida concreta ser mensajero del amor y la misericordia de Dios?
Liturgia Viva del Domingo 5º del Tiempo Ordinario - Ciclo C
QUINTO DOMINGO – TIEMPO ORDINARIO (Ciclo C)
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios y Padre nuestro:
En estos signos de pan y vino
celebramos el acontecimiento central
que resume nuestra fe
y da sentido a lo que somos y hacemos:
la muerte y resurrección de tu Hijo.
Purifica nuestros labios y corazones
con su cuerpo y su sangre
y envíanos a proclamar con nuestras vidas
que Jesús es nuestro Señor,
que vive y nos ama,
y que tú eres nuestro Padre bondadoso,
ahora y por los siglos de los siglos.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Alabamos a Dios por los apóstoles, testigos privilegiados de Jesús, que se convirtieron en pescadores de hombres, y con ellos estamos dispuestos a difundir la Buena Nueva de salvación. En el “Santo, santo” hacemos eco de las palabras de los ángeles, a quienes (según la Primera Lectura) Isaías oyó cantar la alabanza de Dios.
Introducción al Padre Nuestro
Con las palabras de Jesús, que nos salvó,
oremos al Padre que nos convoca y nos ama
por medio del Espíritu, que nos guía.
R/ Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de todos los males
y ven a nuestro encuentro
en la humildad de nuestra condición humana pecadora.
Elimina lejos de nosotros el miedo
de que somos demasiado incapaces
para ser mensajeros e instrumentos
de tu perdón y de tu amor,
ya que eres tú mismo quien nos llama.
Envíanos a preparar con alegre esperanza
la venida gloriosa entre su pueblo
de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
R/ Porque tuyo es el reino…
Invitación a la Comunión
Este es el Cordero de Dios
que nos salvó del pecado
por su muerte y resurrección.
No somos dignos de recibirle,
pero él nos purifica y nos envía
a proclamar su amor.
R/ Señor, no soy digno…
Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro:
Por amor tú nos has llamado
a cada uno de nosotros
para una tarea de vida, una misión,
y para un papel intransferible en tu plan,
que ningún otro puede cumplir por nosotros;
tú has elegido a tu Iglesia
para ser la testigo y el signo irremplazable
de la muerte y resurrección de tu Hijo.
Haznos a todos y cada uno de nosotros
capaces de realizar nuestra misión
y envíanos “mar adentro”
con la fuerza del cuerpo y sangre
de nuestro único Salvador,
Jesucristo nuestro Señor.
Y así, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y permanezca para siempre. - Somos Llamados y Enviados
- La Rica Palabra de Dios
Saludo (Ver Segunda Lectura)
Por la gracia de Dios somos lo que somos.
Que su gracia no permanezca estéril en nosotros.
Lo que importa es que difundamos la Buena Nueva de Salvación.
Que el Señor, Jesús, esté siempre con ustedes.
Por la gracia de Dios somos lo que somos.
Que su gracia no permanezca estéril en nosotros.
Lo que importa es que difundamos la Buena Nueva de Salvación.
Que el Señor, Jesús, esté siempre con ustedes.
1. Somos Llamados y Enviados
Si nuestra fe es verdaderamente parte integral de nuestras vidas, tendríamos que ser muy conscientes de su riqueza, que no podemos guardar solo para nosotros. Lo que vemos con ella, lo que vivimos con ella, queremos compartirlo con otros. Si la fe nos hace sentirnos felices y seguros en Dios, nos damos cuenta de que la hemos recibido no para nosotros solos. Hagamos a los otros felices y ricos en la fe: ésa es la vocación de todo cristiano. Pidamos al Señor aquí en la eucaristía que sepamos revelarle y llevarle a otros, al menos por medio de nuestra conducta auténticamente cristiana.
Si nuestra fe es verdaderamente parte integral de nuestras vidas, tendríamos que ser muy conscientes de su riqueza, que no podemos guardar solo para nosotros. Lo que vemos con ella, lo que vivimos con ella, queremos compartirlo con otros. Si la fe nos hace sentirnos felices y seguros en Dios, nos damos cuenta de que la hemos recibido no para nosotros solos. Hagamos a los otros felices y ricos en la fe: ésa es la vocación de todo cristiano. Pidamos al Señor aquí en la eucaristía que sepamos revelarle y llevarle a otros, al menos por medio de nuestra conducta auténticamente cristiana.
2. La Rica Palabra de Dios
Es una suerte que la nueva liturgia haya abierto la Biblia para nosotros. No solamente la oímos ahora en nuestra propia lengua vernácula, sino que también el número y selección de textos leídos ha mejorado inmensamente. No es de extrañar que mucha gente tenga ahora una Biblia y que la lea regularmente ¿Por qué y para qué leemos la Biblia? ¿Es solamente para buscar consuelo en ella en momentos de dolor, o es que queremos conocer mejor a Dios, especialmente encontrando a Jesús y su mensaje? Cuando conocemos a Dios mejor, ¿llevamos a otros más cerca del mismo Dios? Jesús nos pide hoy que difundamos su palabra y su mensaje. Escuchémosle, mientras él nos habla.
Es una suerte que la nueva liturgia haya abierto la Biblia para nosotros. No solamente la oímos ahora en nuestra propia lengua vernácula, sino que también el número y selección de textos leídos ha mejorado inmensamente. No es de extrañar que mucha gente tenga ahora una Biblia y que la lea regularmente ¿Por qué y para qué leemos la Biblia? ¿Es solamente para buscar consuelo en ella en momentos de dolor, o es que queremos conocer mejor a Dios, especialmente encontrando a Jesús y su mensaje? Cuando conocemos a Dios mejor, ¿llevamos a otros más cerca del mismo Dios? Jesús nos pide hoy que difundamos su palabra y su mensaje. Escuchémosle, mientras él nos habla.
Acto Penitencial
Delante del Dios totalmente santo nosotros somos simplemente pecadores. Le pedimos que purifique nuestros labios y nuestros corazones y que nos envíe a anunciarlo a los otros como a nuestro Dios que cura y salva.
(Pausa)
Señor Jesús, tú entregaste tu vida por nuestros pecados según las Escrituras:
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, al tercer día tú resucitaste a una nueva vida para traérnosla como don y compartirla con nosotros.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, por tu gracia tú nos llamas a ser apóstoles de tu Buena Noticia de salvación.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Por tu gran misericordia, Señor, perdónanos, y que tu gracia no sea estéril en nosotros sino que dé frutos de santidad. Llévanos a la vida eterna.
Oración Colecta
Oremos para que Dios nos haga capaces
de hacer creíble el evangelio.
(Pausa)
Oh Dios santo, origen y culmen de nuestra felicidad:
Tú confías tu Buena Nueva de vida
a personas débiles y falibles.
Guárdanos libres del desaliento
y danos la fuerza para proclamar tu mensaje
con el lenguaje de nuestra conducta y nuestra vida.
Que Jesús, tu Hijo, actúe con nosotros y en nosotros,
para que tengamos el valor de decir:
“Aquí estoy, Señor,
envíame como mensajero tuyo,
para compartir tus alegres noticias de felicidad
con todos los que estén dispuestos a escuchar”.
Te lo pedimos por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Delante del Dios totalmente santo nosotros somos simplemente pecadores. Le pedimos que purifique nuestros labios y nuestros corazones y que nos envíe a anunciarlo a los otros como a nuestro Dios que cura y salva.
(Pausa)
Señor Jesús, tú entregaste tu vida por nuestros pecados según las Escrituras:
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, al tercer día tú resucitaste a una nueva vida para traérnosla como don y compartirla con nosotros.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, por tu gracia tú nos llamas a ser apóstoles de tu Buena Noticia de salvación.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Por tu gran misericordia, Señor, perdónanos, y que tu gracia no sea estéril en nosotros sino que dé frutos de santidad. Llévanos a la vida eterna.
Oración Colecta
Oremos para que Dios nos haga capaces
de hacer creíble el evangelio.
(Pausa)
Oh Dios santo, origen y culmen de nuestra felicidad:
Tú confías tu Buena Nueva de vida
a personas débiles y falibles.
Guárdanos libres del desaliento
y danos la fuerza para proclamar tu mensaje
con el lenguaje de nuestra conducta y nuestra vida.
Que Jesús, tu Hijo, actúe con nosotros y en nosotros,
para que tengamos el valor de decir:
“Aquí estoy, Señor,
envíame como mensajero tuyo,
para compartir tus alegres noticias de felicidad
con todos los que estén dispuestos a escuchar”.
Te lo pedimos por medio de Jesucristo nuestro Señor.
Primera Lectura (Is 6,1-8): Aquí Estoy, Envíame
Isaías creyó en la presencia de Dios en el Templo, pero no esperaba ver una visión del Dios santo. Movido por esta experiencia, aceptó convertirse en humilde profeta de Dios.
Segunda Lectura (1 Cor 15,1-11): Soy Apóstol por la Gracia de Dios
Pablo pensó que persiguiendo a los cristianos estaba defendiendo a Dios contra una secta peligrosa. Jesús le sorprendió y le hizo su apóstol.
Evangelio (Lc 5,1-11): Les Haré Pescadores de Hombres
Pedro y sus compañeros eran pescadores expertos. Jesús los llama para ser expertos pescadores de hombres. Ellos dejaron todo para seguirle.
Isaías creyó en la presencia de Dios en el Templo, pero no esperaba ver una visión del Dios santo. Movido por esta experiencia, aceptó convertirse en humilde profeta de Dios.
Segunda Lectura (1 Cor 15,1-11): Soy Apóstol por la Gracia de Dios
Pablo pensó que persiguiendo a los cristianos estaba defendiendo a Dios contra una secta peligrosa. Jesús le sorprendió y le hizo su apóstol.
Evangelio (Lc 5,1-11): Les Haré Pescadores de Hombres
Pedro y sus compañeros eran pescadores expertos. Jesús los llama para ser expertos pescadores de hombres. Ellos dejaron todo para seguirle.
Oración de los Fieles
Como pueblo elegido de Dios, presentemos a nuestro Padre del cielo las necesidades y plegarias de todos, y digámosle: R/ Escucha a tu pueblo, Señor.
Como pueblo elegido de Dios, presentemos a nuestro Padre del cielo las necesidades y plegarias de todos, y digámosle: R/ Escucha a tu pueblo, Señor.
- Por el Papa y por todos los Obispos, llamados por el Señor para ser “pescadores de hombres”, para que afronten con valor y esperanza las olas tempestuosas de nuestro tiempo de renovación y continúen predicando sin miedo el evangelio de Cristo, roguemos al Señor. R/ Escucha a tu pueblo, Señor.
- Por los misioneros, y por todos los que difunden el evangelio, para que por su propia vida evangélica y por su apertura a todos den testimonio de la universalidad y belleza del mensaje de Cristo, roguemos al Señor. R/Escucha a tu pueblo, Señor.
- Por los llamados por el Señor a un servicio especial en la Iglesia, como sacerdotes o religiosos consagrados, para que su propia experiencia de Cristo sea la fuente de su fuerza para permanecer fieles a la llamada de Dios, roguemos al Señor. R/ Escucha a tu pueblo, Señor.
- Por todos los cristianos, para que tengan el coraje de arriesgar su bienestar, su confort y su paz personal para ayudar a presos y refugiados, ancianos, enfermos y extranjeros, roguemos al Señor. R/ Escucha a tu pueblo, Señor.
- Por nuestras comunidades cristianas, para que la celebración de la eucaristía nos comprometa cada vez más a cuidarnos los unos de los otros, y nos dé fortaleza para trabajar juntos para hacer nuestras comunidades vivas en Cristo Jesús, roguemos al Señor. R/ Escucha a tu pueblo, Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios y Padre nuestro:
En estos signos de pan y vino
celebramos el acontecimiento central
que resume nuestra fe
y da sentido a lo que somos y hacemos:
la muerte y resurrección de tu Hijo.
Purifica nuestros labios y corazones
con su cuerpo y su sangre
y envíanos a proclamar con nuestras vidas
que Jesús es nuestro Señor,
que vive y nos ama,
y que tú eres nuestro Padre bondadoso,
ahora y por los siglos de los siglos.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Alabamos a Dios por los apóstoles, testigos privilegiados de Jesús, que se convirtieron en pescadores de hombres, y con ellos estamos dispuestos a difundir la Buena Nueva de salvación. En el “Santo, santo” hacemos eco de las palabras de los ángeles, a quienes (según la Primera Lectura) Isaías oyó cantar la alabanza de Dios.
Introducción al Padre Nuestro
Con las palabras de Jesús, que nos salvó,
oremos al Padre que nos convoca y nos ama
por medio del Espíritu, que nos guía.
R/ Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de todos los males
y ven a nuestro encuentro
en la humildad de nuestra condición humana pecadora.
Elimina lejos de nosotros el miedo
de que somos demasiado incapaces
para ser mensajeros e instrumentos
de tu perdón y de tu amor,
ya que eres tú mismo quien nos llama.
Envíanos a preparar con alegre esperanza
la venida gloriosa entre su pueblo
de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
R/ Porque tuyo es el reino…
Invitación a la Comunión
Este es el Cordero de Dios
que nos salvó del pecado
por su muerte y resurrección.
No somos dignos de recibirle,
pero él nos purifica y nos envía
a proclamar su amor.
R/ Señor, no soy digno…
Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro:
Por amor tú nos has llamado
a cada uno de nosotros
para una tarea de vida, una misión,
y para un papel intransferible en tu plan,
que ningún otro puede cumplir por nosotros;
tú has elegido a tu Iglesia
para ser la testigo y el signo irremplazable
de la muerte y resurrección de tu Hijo.
Haznos a todos y cada uno de nosotros
capaces de realizar nuestra misión
y envíanos “mar adentro”
con la fuerza del cuerpo y sangre
de nuestro único Salvador,
Jesucristo nuestro Señor.
Bendición
Hermanos: El Señor nos confía su palabra y su cuerpo eucarístico. Marchemos a proclamar su palabra y a ser su cuerpo visible para el mundo. --- Que el Señor nos bendiga para que nosotros, a nuestra vez, seamos una bendición para todos.
Hermanos: El Señor nos confía su palabra y su cuerpo eucarístico. Marchemos a proclamar su palabra y a ser su cuerpo visible para el mundo. --- Que el Señor nos bendiga para que nosotros, a nuestra vez, seamos una bendición para todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario