martes, 12 de febrero de 2019

SONETOS

A Juan Rufo, de su Austríada
de Luis de Góngora 

Cantastes, Rufo, tan heroicamente
De aquel César novel la augusta historia,
Que está dudosa entre los dos la gloria
Y a cuál se deba dar ninguno siente.
Y así la Fama, que hoy de gente en gente
Quiere que de los dos la igual memoria
Del tiempo y del olvido haya victoria,
Ciñe de lauro a cada cual la frente.
Debéis con gran razón ser igualados,
Pues fuistes cada cual único en su arte:
Él solo en armas, vos en letras solo,
Y al fin ambos igualmente ayudados:
Él de la espada del sangriento Marte,
Vos de la lira del sagrado Apolo.






A Judas
de Juan Nicasio Gallego 


 Cuando el horror de su traición impía   
 del falso Apóstol obcecó la mente,   
 y del árbol fatídico pendiente   
 con rudas contorsiones se mecía,   
 

 complacido en su mísera agonía  
 mirábale el demonio frente a frente,   
 hasta que al fin, del término impaciente,   
 de entrambos pies con ímpetu le asía.   
 

 Mas ya que vio cesar del descompuesto   
 rostro la agitación convulsa y fiera,  
 señal segura de su fin funesto,   
 

 con infernal sonrisa lisonjera   
 los labios puso en el deforme gesto,   
 y el beso le volvió que a Cristo diera.   



A Julio Zaldumbide[1] de Juan Abel Echeverría 
¡Pasó... como un lucero en su carrera, alumbrando del arte el puro cielo...! ¡Pasó... regando flores en el suelo, como pasa gentil la primavera...! ¡Pasó... abrazado a su arpa lastimera  cantando, como el ángel del consuelo, por temperar el hondo, humano duelo, en su ascensión a la eternal esfera... Luz de verdad, de la belleza flores y armonías del bien fueron su vida,  ¡nido que abandonaron ruiseñores...! ¡Mas, los cándidos rayos de la Gloria, que en su tumba se deja ver erguida, salvan de olvido su inmortal memoria!
Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

A JUAREZ.[editar]

Sombra del héroe que el mejor escudo  Fué del Anáhuac, y esplendente gloria,  Cuando esquiva mostróse la victoria  De la invasión ante el empuje rudo,  A tu excelsa mansión llegue el saludo  De eterna gratitud, que á tu memoria  Un pueblo eleva al repasar tu historia  Que el negro olvido sepultar no pudo.  La noble juventud y sus mayores,  Tu fosa que es altar bendito y santo  De Patria y Libertad, cubren de flores;  Te ofrece el bardo su armonioso canto, Plácida niñez dice tus loöres  Y la fama te da su regio manto.
A Júpiter de Luis de Góngora y Argote 
Tonante monseñor, ¿de cuándo acá 
fulminas jovenetos? Yo no sé 
cuánta pluma ensillaste para el que 
sirviéndote la copa aún hoy está. 

El garzón frigio, a quien de bello da 
tanto la antigüedad, besara el pie 
al que mucho de España esplendor fue, 
y poca, mas fatal, ceniza es ya. 

Ministro, no grifaño, duro sí, 
que en Líparis Estérope forjó
(Piedra digo bezahar de otro Pirú) 

las hojas infamó de un alhelí, 
y los Acroceraunios montes no. 
¡Oh Júpiter, oh, tú, mil veces tú!

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