martes, 12 de febrero de 2019

SONETOS

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.



A LO LEJOS...[editar]


Era próspera Francia y sus horas, tranquilas;
sus campos florecientes —¡oh, las rosas de Francia!—;
del ganado, en la tarde, la música de esquilas;
de sus viñas ubérrimas, la báquica fragrancia!

Artística y escéptica, irónica y lasciva,
buena mesa, amoríos efímeros, risueños;
la palabra chispeante, fecunda la inventiva
y no muy cosmogónicos ni muy hondos los sueños!

Y de pronto la horda vandálica aparece:
tala bosques e incendia con furor de maníaco
y el horror la conciencia colectiva estremece...

y tras épicas riñas, en celajes bermejos,
los colores del iris, de un iris elegiaco,
como un arco de triunfo se dibuja a lo lejos! 








A Lope de Vega
de Clemente Althaus 


¡Salve, gran Lope, de la tierra espanto,
de España eterno honor, oh el más fecundo
de cuantos vates vio jamás el mundo
y la Gloria endiosó en su templo santo!

Si a tu tan fácil vena, a caudal tanto,
arte correspondiera más profundo,
sin par te declarara, y sin segundo
el dios augusto que preside al canto.

¡Cuántas veces tu rica fantasía
las tres jornadas animó de un drama
en el pasmoso término de un día!

Y aunque imperfectos la Razón los llama,
bástele de tu patria a la ufanía
que de ti sólo lo contó la Fama.









A Lope de Vega
de Francisco de Quevedo 


Las fuerzas, Peregrino celebrado,
afrentará del tiempo y del olvido
el libro que, por tuyo, ha merecido
ser del uno y del otro respetado. 

Con lazos de oro y yedra acompañado,
el laurel con tu frente está corrido
de ver que tus escritos han podido
hacer cortos los premios que te ha dado. 

La invidia su verdugo y su tormento
hace del nombre que cantando cobras,
y con tu gloria su martirio crece. 

Mas yo disculpo tal atrevimiento,
si con lo que ella muerde de tus obras
la boca, lengua y dientes enriquece. 







A Lord Wellington
de Juan Nicasio Gallego 


 A par del grito universal que llena   
 de gozo y gratitud la esfera hispana,   
 y del manso, y ya libre, Guadiana   
 al caudaloso Támesis resuena;   
 

 tu gloria ¡oh Conde! a la región serena  
 de la inmortalidad sube, y ufana   
 se goza en ella la nación britana;   
 tiembla y se humilla el vándalo del Sena.   
 

 Sigue; y despierte el adormido polo   
 al golpe de su espada; en la pelea  
 te envidie Marte y te corone Apolo;   
 

 y si al triple pendón que al aire ondea   
 osa Alecto amagar, tu nombre solo   
 prenda de unión, como de triunfo, sea.  




A los celos de Luis de Góngora y Argote 
¡Oh niebla del estado más sereno, 
furia infernal, serpiente mal nacida! 
¡Oh ponzoñosa víbora escondida 
de verde prado en oloroso seno! 

¡Oh entre el néctar de Amor mortal veneno, 
que en vaso de cristal quitas la vida! 
¡Oh espada sobre mí de un pelo asida, 
de la amorosa espuela duro freno! 

¡Oh celo, del favor verdugo eterno!, 
Vuélvete al lugar triste donde estabas, 
o al reino (si allá cabes) del espanto; 

mas no cabrás allá, que pues ha tanto 
que comes de ti mesmo y no te acabas, 
mayor debes de ser que el mismo infierno.

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