martes, 12 de febrero de 2019

SONETOS

A los desvelos de Hortelio, mayores que los de los demás hombres
de Vicente García de la Huerta 


 Busca el albergue en la tiniebla fría   
 de la noche el cansado caminante;   
 el rústico, artesano y negociante   
 acaban su fatiga con el día;   
 

 de los vientos la ruda rebeldía  
 en los puertos encierra al navegante,   
 y aun hace deponer su arnés brillante   
 a Marte del invierno la porfía;   
 

 reposa el ganadero en su majad   
 las abrasadas siestas del verano;  
 todos descansan por distintos modos.   
 

 Sólo Hortelio por ti, Filis amada,   
 nunca descansa de su afán tirano.   
 ¿Por qué? porque interesa más que todos. 



A los ferrocarriles de Juan Nicasio Gallego 
 Más quiero estar rollizo como un sollo   
 sin montar en borrico ni en caballo,   
 que andar diez leguas mientras canta un gallo   
 metido en un cajón hecho un repollo.   
 

 Tengo presente aquel fatal embrollo  
 que en Versalles pasó y otros que callo:   
 de aquí no he de moverme aunque eche tallo:   
 un hijo mío no ha de ser criollo.   
 

 En un ferrocarril sálvese un pillo   
 que a una doncella deshojó el capullo,  
 o de alguna prisión forzó el rastrillo;   
 

 que yo prefiero al plácido murmullo   
 de un arroyo roncar como un chiquillo,   
 y llámenme, si quieren, Pero Grullo. 



A los ojos de Laura de Tomás de Iriarte 
 ¿Un soneto a tus ojos, Laura mía?   
 ¿No hay más que hacer sonetos, y a tus ojos?   
 -Serán los versos duros, serán flojos;   
 pero a Laura mi afecto los envía.   
 
 ¿Con que ha de ser soneto? ¡Hay tal porfía!  
 -¡Ta!, que por estos súbitos arrojos   
 se ven tantos poetas en sonrojos,   
 que lo quiero dejar para otro día.   
 
 -Respondes, Laura, que no importa un pito   
 que no sea el soneto muy discreto,  
 como hable de tus ojos infinito.   
 
 -¿Sí?- Pues luego escribirle te prometo.   
 Allá voy... ¿Para qué, si ya está escrito,   
 Laura mía, a tus ojos el soneto?   



A los retratos de Generalife
 Mira, español, tus ínclitos abuelo,   
 que mostrando lo heroico de su cuna   
 libraron de la altiva media luna   
 estos palacios y felices suelos:   
 

 Estos son los que en bélicos desvelos  
 no dejaron región ni playa alguna   
 sin que rindiese el cuello a la fortuna   
 que a España dieron los piadosos cielos.   
 

 Dechados del valor y la hidalguía,   
 y sin par en lo fiel y lo constante,  
 su Rey por ellos venerar se hacía.   
 

 A virtud tan heroica y triunfante   
 compara tu menguada bizarría,   
 y espira de vergüenza en el instante. 



A los serenísimos señores infantes de Juan Bautista Arriaza 
No tanto de placer queda colmada   
la ansiedad del cansado caminante,   
cuando alzando los ojos ve delante   
las torres de la villa deseada;   
 

ni con júbilo igual ve recobrada   
su libertad la tortolilla amante,   
volando al dulce nido en el instante   
que rota ve la pérfida lazada;   
 

como al ver la bondad y gracia unida   
de Carlos y Francisca, alegre aclama    
la imprenta a su favor agradecida.   
 

Las letras sirven bien a quien las ama:   
tiempo vendrá en que paguen su venida   
con la inmortalidad y con la fama.   




Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

¡A LOS TREINTA AÑOS![editar]

Heme lanzado en la fatal pendiente  Donde á extinguirse va la vida humana, Viendo la ancianidad en el mañana  Cuando aun la juventud está presente.  No lloro las arrugas de mi frente  Ni me estremece la indiscreta cana;  Lloro los sueños de mi edad lozana,  Lloro la fe que el corazón no siente.  Me estremece pensar cómo en un día  Trocóse el bien querido en humo vano  Y el alentado espíritu en cobarde:  ¡Maldita edad razonadora y fría  En que para morir aun es temprano,  Y para ser dichoso acaso es tarde!

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