Busca el albergue en la tiniebla fría
de la noche el cansado caminante;
el rústico, artesano y negociante
acaban su fatiga con el día;
de los vientos la ruda rebeldía
en los puertos encierra al navegante,
y aun hace deponer su arnés brillante
a Marte del invierno la porfía;
reposa el ganadero en su majad
las abrasadas siestas del verano;
todos descansan por distintos modos.
Sólo Hortelio por ti, Filis amada,
nunca descansa de su afán tirano.
¿Por qué? porque interesa más que todos.
Más quiero estar rollizo como un sollo
sin montar en borrico ni en caballo,
que andar diez leguas mientras canta un gallo
metido en un cajón hecho un repollo.
Tengo presente aquel fatal embrollo
que en Versalles pasó y otros que callo:
de aquí no he de moverme aunque eche tallo:
un hijo mío no ha de ser criollo.
En un ferrocarril sálvese un pillo
que a una doncella deshojó el capullo,
o de alguna prisión forzó el rastrillo;
que yo prefiero al plácido murmullo
de un arroyo roncar como un chiquillo,
y llámenme, si quieren, Pero Grullo.
¿Un soneto a tus ojos, Laura mía?
¿No hay más que hacer sonetos, y a tus ojos?
-Serán los versos duros, serán flojos;
pero a Laura mi afecto los envía.
¿Con que ha de ser soneto? ¡Hay tal porfía!
-¡Ta!, que por estos súbitos arrojos
se ven tantos poetas en sonrojos,
que lo quiero dejar para otro día.
-Respondes, Laura, que no importa un pito
que no sea el soneto muy discreto,
como hable de tus ojos infinito.
-¿Sí?- Pues luego escribirle te prometo.
Allá voy... ¿Para qué, si ya está escrito,
Laura mía, a tus ojos el soneto?
A los retratos de Generalife
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Mira, español, tus ínclitos abuelo,
que mostrando lo heroico de su cuna
libraron de la altiva media luna
estos palacios y felices suelos:
Estos son los que en bélicos desvelos
no dejaron región ni playa alguna
sin que rindiese el cuello a la fortuna
que a España dieron los piadosos cielos.
Dechados del valor y la hidalguía,
y sin par en lo fiel y lo constante,
su Rey por ellos venerar se hacía.
A virtud tan heroica y triunfante
compara tu menguada bizarría,
y espira de vergüenza en el instante.
No tanto de placer queda colmada
la ansiedad del cansado caminante,
cuando alzando los ojos ve delante
las torres de la villa deseada;
ni con júbilo igual ve recobrada
su libertad la tortolilla amante,
volando al dulce nido en el instante
que rota ve la pérfida lazada;
como al ver la bondad y gracia unida
de Carlos y Francisca, alegre aclama
la imprenta a su favor agradecida.
Las letras sirven bien a quien las ama:
tiempo vendrá en que paguen su venida
con la inmortalidad y con la fama.
Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.
¡A LOS TREINTA AÑOS![editar]
Heme lanzado en la fatal pendiente
Donde á extinguirse va la vida humana,
Viendo la ancianidad en el mañana
Cuando aun la juventud está presente.
No lloro las arrugas de mi frente
Ni me estremece la indiscreta cana;
Lloro los sueños de mi edad lozana,
Lloro la fe que el corazón no siente.
Me estremece pensar cómo en un día
Trocóse el bien querido en humo vano
Y el alentado espíritu en cobarde:
¡Maldita edad razonadora y fría
En que para morir aun es temprano,
Y para ser dichoso acaso es tarde!
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