lunes, 11 de febrero de 2019

SONETOS


A Bernardina el día que cumplió catorce años
de Juan Nicasio Gallego 


 Dorando alegre en la oriental ribera   
 frescos racimos que el otoño cría,   
 otra vez torna el apacible día   
 que abrió tus ojos a la luz primera.   
 

 ¡Oh si tan grande mi ventura fuera  
 que en él gozar te viese, Dina mía,   
 esa edad de inocencia y alegría   
 triscando como sílfide ligera!   
 

 Si de tu vida en el risueño oriente   
 el dulce nombre de tu madre bella  
 formar te oí con labio balbuciente,   
 

 ¿por qué me ha de negar infausta estrella   
 te mire ufano en tu verdor naciente,   
 y en gracias tantas competir con ella? 




A breve vida exhalación sujeta, plaza de estrella presumió atrevida, y volando en aplausos encendida, risa del aire feneció cometa. Tú, Fénix; tú, Leonarda; tú perfeta luz de la acción y de los versos vida, triunfaste ilustre, al firmamento asida, que por estrella fija te respeta. Vuelve después de tantas tempestades, sol del teatro, más hermoso en ellas, desengaña las altas majestades: y sepan las que pisas y atropellas lo que va de mentiras a verdades, que hasta salir el sol fueron estrellas.
Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

A CARLOS.[editar]

Necio! de orgullo y vanidad te llena  Mirarte de Lucila preferido;  De la hechicera jóven que al olvido  Los juramentos del amor condena.  De aquella que atrayendo cual sirena,  Si el capricho falaz mira cumplido  Se lanza de otro en pos, y no ha sentido  Latir su pecho ante la angustia ajena  Como tú, se ostentaron vencedores  Mil y mil que conservo en la memoria,  Y sin ser, en verdad, que tú mejores.  Nadie te envidia tu fugaz victoria,  Ni puede ser feliz con tus amores  Quien siempre ambicionó más alta gloria.
A Carlos V de Fernando de Herrera 
Temiendo tu valor, tu ardiente espada,
sublime Carlo, el bárbaro africano, 
y el espantoso a todos otomano 
la altiva frente inclina quebrantada. 

Italia en propia sangre sepultada,
el invencible, el áspero germano 
y del francés osado el pecho ufano 
al yugo rinde la cerviz cansada. 

Alce España los arcos en memoria,
y en columnas a una y otra parte 
despojos y coronas de victoria; 

que ya en tierra y en mar no queda parte
que no sea trofeo de tu gloria 
ni resta más honor al fiero Marte. 

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