Arrebató la Parca... (¡Parca fiera,
del joven más cabal vil homicida!)
Cortó el hilo dorado de una vida,
que su guadaña respetar debiera.
La negra envidia ¡cielo quien pudiera
una mano cortar tan fementida!
A la patria a inferido horrenda herida
que el rival más rival no la infiriera.
¡Oh tú! que amante de tu patria, aspiras
a hacer faustos sus hados, rinde honores
al joven héroe que ya el orbe aclama.
Si la espada le ha dado defensores
del cañón de su pluma ¡oh pluma!, admiras
vivo fuego brotar que los inflama.
A don Martín Rodríguez en su regreso a la campaña de Santa Fe
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No fue ilusoria, no, nuestra esperanza
cuando creímos, Rodríguez, que algún día,
de tu mano a la patria le vendría
la gloria, el honor y la alabanza.
Tú has roto, sí, la poderosa lanza
que la atroz Discordia embrazado había;
y tú de la ominosa, bárbara anarquía
alcanzaste la más feliz venganza.
De la paz augusta el símbolo sagrado,
la oliva y el laurel de la victoria,
tu prudencia y esfuerzo se han ganado.
Tu nombre en los anales de la historia
celebrado será; y en nuestros pechos
graba la gratitud tus nobles hechos.
Cual tañedor de armónico instrumento
Que deseando complacer, lo mira,
Hiere al azar sus cuerdas, y suspira
Incierto, temeroso y descontento;
Si escucha un conocido, tierno acento,
Anhelante despierta, en torno gira
los arrasados ojos y respira
Poseído de un nuevo y alto aliento,
Tal, si aún viviese en mí la pura llama
Y el don de la divina poesía,
Pudiera yo cantar a tu mandado;
Mas el poeta humilde que te ama,
Teme tocar ¡oh María Ana mía!
Un laúd que la edad ha destemplado.
Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.
A MI QUERIDA AMIGA
LA INSPIRADA POETISA Y DISTINGUIDA LITERATA
DOÑA MARÍA DEL PILAR SINUÉS DE MARCO,
con motivo de estar escribiendo una obra
para el príncipe de Asturias, titulada
EL CETRO DE FLORES.
Hoy que brillantes páginas de oro
Anhelante preparas, oh María,
Para el vástago tierno que algun dia
Será sosten del español decoro;
Suene tu voz como raudal sonoro
Y enaltezca con plácida armonía,
Al par que la inmortal sabiduría
De la virtud el celestial tesoro.
¡Oh! reina entre las musas españolas,
Y aparezcan cual astros rutilantes
Los bellos cuadros que tu mente crea:
Ciñan tu sien fulgentes aureolas,
Y la fecunda pluma de Cervantes
Cetro de flores en tu mano sea.
Cuando en silencio duerme el bosque umbrío
y el astro virgen de la noche oscura
vierte su lumbre misteriosa y pura
sobre las ondas trémulas del río;
húmeda el ala tenue del rocío,
recorriendo la brisa la espesura,
vuelve a la flor la vida y la frescura
que el sol robóla del ardiente estío.
Tal vez un alma en juvenil aurora,
pálida flor que marchitó el verano,
triste las muertas esperanzas llora;
mas si acaricia a su dolor temprano
aura de amor, alegre se colora
y reverdece el corazón humano.
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