martes, 12 de febrero de 2019

SONETOS

Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


A LA NOCHE.[editar]


Cubriste ya la tierra con tu velo
¡Oh noche de mi mal consoladora!
Tu calma y tu silencio el alma adora
Pues tregua ofrecen á mi triste duelo.

Radiante cruza el azulado cielo,
Seguido de su corte encantadora
El astro del amor, miéntras la aurora
Vuelve á lucir y á renovar mi anhelo.

Ah! si tus horas prolongar pudiera,
¡Cuán dichoso y feliz me sentiría!
¡Qué dulce el curso de mi vida fuera!

Odio la luz del esplendente día
Porque al brillar en la celeste esfera
El sol alumbra la tristeza mia.








A la paz ventajosamente concluida por Carlos III
de Fray Diego González 


 La guerra por un caso inevitable   
 invadió la Española Monarquía,   
 juzgando que aceptada, acabaría   
 de una vez con la gente miserable,   
 

 y rehusada, al Monarca respetable 
 la gloria militar rebajaría.   
 El pueblo frece a Carlos a porfía   
 dones mil del tesoro inagotable   
 

 de su amor; y por Carlos negociada,   
 viene la paz con palma de victoria.  
 La guerra cruel corriendo apresurada   
 

 tantos despojos deja en nuestra tierra,   
 que Carlos de la paz saca la gloria   
 y el pueblo la abundancia de la guerra.   




A la pereza
 ¡Qué dulce es una cama regalada!   
 ¡Qué necio el que madruga con la aurora   
 aunque las musas digan que enamora   
 oír cantar a un ave en la alborada!   
 

 ¡Oh, qué lindo en poltrona dilatada  
 reposar una hora y otra hora!   
 Comer, holgar..., ¡qué vida encantadora,   
 sin ser de nadie y sin pensar en nada!   
 

 ¡Salve, oh, Pereza! En tu macizo templo   
 ya, tendido a la larga, me acomodo.   
 De tus graves alumnos el ejemplo   
 

 arrastro bostezando: y en tal modo   
 tu apacible modorra a entrar me empieza   
 que no acabo el soneto... de per... (eza)    



A la primavera, después de la muerte de Filis de José Cadalso 
No basta que en su cueva se encadene  el uno y otro proceloso viento,  ni que Neptuno mande a su elemento  con el tridente azul que se serene; 
ni que Amaltea el fértil campo llene  de fruta y flor, ni que con nuevo aliento  al eco den las aves dulce acento,  ni que el arroyo desatado suene. 
En vano anuncias, verde primavera,  tu vuelta de los hombres deseada,  triunfante del invierno triste y frío. 
Muerta Filis, el orbe nada espera,  sino niebla espantosa, noche helada,  sombras y susto como el pecho mío. 
A la muerte del Marqués del Valle. Escribe de veras
A la primera luz que al viento mueve, trágico ruiseñor en la ribera, joven almendro erró la primavera, y, anticipado, a florecer se atreve. Pero trocando en átomos de nieve el blando soplo al céfiro, la fiera mano del austro, en turbulenta esfera, las flores desmayó fímera breve. Así mozo infeliz, cuando le advierte el valle, el prado en flor anticipada, desmaya ramas y pimpollos vierte. Siendo de aquella fábrica dorada tan breve el fin, que aun ignoró la Muerte si fue con la desdicha o con la espada.

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