martes, 12 de febrero de 2019

SONETOS

A la muerte de Torrijos y sus compañeros
de José de Espronceda 


Helos allí: junto a la mar bravía
cadáveres están ¡ay! los que fueron
honra del libre, y con su muerte dieron
almas al cielo, a España nombradía. 

Ansia de patria y libertad henchía
sus nobles pechos que jamás temieron,
y las costas de Málaga los vieron
cual sol de gloria en desdichado día. 

Españoles, llorad; mas vuestro llanto
lágrimas de dolor y sangre sean,
sangre que ahogue a siervos y opresores, 

y los viles tiranos con espanto
siempre delante amenazando vean
alzarse sus espectros vengadores. 






A la muerte del Anti-Quijote
de Juan Nicasio Gallego 


 En un sucio rincón doliente ya   
 el bien acuchillado Anti-Quijó   
 aborto del ingenio más idió   
 de cuantos a Madrid han apestá.   
 

 Gime el mísero padre su desgrá  
 y llora, y grita, y dice que es famó,   
 pero no es de extrañar que cielo hermó   
 a su negro polluelo llame el grá.   
 

 No llores, Setabiense, por el hí,   
 pues salvarás la vida por fortú  
 en ungüentos y drogas de botí,   
 

 que si alcanzara el tiempo del buen cú   
 que hizo en la Mancha el célebre escrutí    
 no se librara el tiste de hacer hú. 




A la muerte del Dr. D. Juan N. Sola

I[editar]

¡Providencia adorable! ¿por qué dejas   
 en manos de la Parca fementida   
 a la más despreciable, hermosa vida   
 del pastor más amante a sus ovejas?   
 

 Insensible a su llanto ¿por qué alejas  
 al dulce padre, que a sus hijos cuida,   
 a una región en donde nunca oída   
 será la voz de sus sentidas quejas?   
 

 ¡Oh providencia, árbitra infalible   
 del destino del hombre! tú lo hiciste.  
 Conformes recibimos el terrible   
 

 desapiadado golpe con que heriste   
 al pastor y al rebaño. Premio eterno   
 al pastor vigilante, al padre tierno.   





A la naturaleza de Clemente Althaus 
Que fiel logre mi verso retratarte consiénteme, inmortal Naturaleza, tú que de la verdad y la belleza eres madre en la ciencia y en el arte. Por poco que el mortal de ti se aparte,  en su profunda ceguedad tropieza; mas, nunca escarmentada su flaqueza, no cesa en todo tiempo de dejarte. ¡Cuántos vanos errores a porfía reinar ves en tus locas criaturas,  muertos y renacientes cada día! Pasan ellos: tú sola eterna duras, siempre brindando al Arte y a Sofía de belleza y verdad las fuentes puras.
A la noche de Jovellanos 
 Ven, noche amiga; ven, y con tu manto   
 mi amor encubre y la esperanza mía;   
 ven, y mi planta entre tus sombras guía   
 a ver de Clori el peregrino encanto;   
 

 ven, y movida a mi ardoroso llanto,  
 envuelve y llena en tu tiniebla fría   
 el malicioso resplandor del día,   
 testigo y causador de mi quebranto.   
 

 Ven esta vez no más; que si piadosa   
 tiendes el velo a mi pasión propicio,  
 y el don que pide otorgas a mi ruego,   
 

 tan solo a ti veneraré por diosa,   
 y para hacerte un grato sacrificio   
 mi corazón dará materia al fuego. 

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