martes, 12 de febrero de 2019

SONETOS


A la quina
de Clemente Althaus 

Febrífuga corteza, de la humana
enferma gente celestial tesoro,
por el que más que por su plata y oro
el mundo debe a la región peruana:

¡Cuántas gracias te rinde el alma ufana!
Por ti se enjuga mi encendido lloro;
tú vuelves la salud a la que adoro,
y a su semblante la nativa grana.

Por ti de nuevo blancos velos viste,
y sus divinas perfecciones muestra
a Lima, con sil ausencia sola y triste;

por ti en el baile alegre con su diestra
mi diestra junto, y venturoso enlazo
su talle estrecho con mi amante brazo.








A la razón
de Vicente Ruiz Llamas 


Hermoso sol de la conciencia humana
que alumbras el sendero de la vida.
Antorcha inmaterial nunca extiguida,
reina del mundo y de su autor hermana.

Si el necio orgullo y la ambición insana
te tuvieron ayer obscurecida,
potente luz para reinar nacida,
tú regirás los mundos del mañana.

Darás leyes sin fin, justos renombres
alcanzarás y glorias esplendentes
de Polo a Polo con distintos nombres

y con ritos e idiomas diferentes,
altares te alzarán todos los hombres
y culto te darán todas las gentes.




A la reina Isabel en el pleno ejercicio de su voluntad de Juan Nicasio Gallego 
 Cual viene en pos de nebuloso invierno   
 brotando rosas la estación florida,   
 y la campiña yerta y aterida   
 revive al soplo de favonio tierno,   
 

 así de España al liberal gobierno,  
 débil un tiempo, sin vigor, sin vida,   
 brío y lustre darás, reina querida,   
 y harás su dicha y tu renombre eterno.   
 

 Lanzado en fin al báratro profundo,   
 no verterá en mi patria su veneno  
 de la anarquía el monstruo furibundo.   
 

 A tu sombra, Isabel, aliente el bueno,   
 y a tu cetro feliz aclame el mundo   
 de la virtud imán, del vicio freno. 




A la ribera de la mar sentada de Diego Hurtado de Mendoza 
Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.

  A la ribera de la mar sentada, Sobre el sepulcro de Ayax Telamon, La Fortaleza estaba despechada, Moviendo contra Grecia indignacion. Los cabellos de hierro y la acerada Veste rompia al llanto y turbacion; La gente se alteró, y aunque espantada, Quiso della entender su alteracion. Respondió, vuelto el rostro á los troyanos: «Aun por haceros Grecia mayor mengua, Contra Ayax por Ulises sentenció. Desposeyendo aquellas fuertes manos, Y entregando á la vil y flaca lengua Las armas con que Aquiles os venció.»
A la sabiduría
 Pluguiera a Dios, que en ti, Sabiduría   
 (Guía del alma, y celestial lumbrera)   
 hubiera yo empleado el largo día,   
 la fría noche, el tiempo, que perdiera.   
 

 Tuviera con tu dulce compañía  
 alegría en lo adverso, y paz entera:   
 viera lo que no vi cuando creía,   
 que veía, lo que ver jamás quisiera.   
 

 Vencido de ignorancia, pobre, y ciego   
 entrego a ti el ingenio envejecido  
 despedido del ocio y vano juego,   
 

 ruégote le recibas, que aunque ha sido   
 perdido por su gran desasosiego,   
 sosiego ha de hallar a ti rendido. 

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