En vano, Filis bella, afectas ira,
que es dulce siendo tuya, y más en vano
nos insulta ese labio soberano
do entre claveles la verdad respira.
Un tierno pecho que por ti suspira
esa linda esquivez adora en vano,
y por ser tuyo se contenta insano
si, no pudiendo amor, desdén te inspira.
No esperes que ofendidos tus amores
huyan de tu halagüeño menosprecio
ni de sufrir se cansen tus rigores;
aun más esclavos los tendrás que amores,
pues vale más, oh Filis, tu desprecio
que de mil hermosuras mil favores.
Basta Cupido ya, que a la divina
Ninfa del Turia reverente adoro:
ni espero libertad, ni alivio imploro,
y cedo alegre al astro que me inclina.
¿Qué nuevas armas tu rigor destina
contra mi vida, si defensa ignoro?
Sí, ya la admiro entre el castalio coro
la cítara pulsar griega y latina.
Ya, coronada del laurel febeo,
en altos versos llenos de dulzura,
oigo su voz, su número elegante.
Para tanto poder débil trofeo
adquieres tú; si sólo su hermosura
bastó a rendir mi corazón amante.
¿Qué has hecho, ingrata Flérida, que has hecho?
¡Así a tu amante dejas, y a un anciano
por un vil interés vendes tu mano
a que solo el amor tiene derecho!
¡Ay! ¡qué vida te aguarda! en mesa, en lecho,
do quier al lado de ese espectro humano,
tu dulce amante extrañarás en vano,
que no se vende con la mano el pecho.
No marmóreo palacio, áurea carroza,
claros diamantes, ni real boato
la pena aliviarán que te destroza:
mas que tal vida y el continuo trato
de tu odiado consorte, en pobre choza
con tu amante vivir te fuera grato.
Anacreonte español, no hay quien os tope,
que no diga con mucha cortesía,
que ya que vuestros pies son de elegía,
que vuestras suavidades son de arrope.
¿No imitaréis al terenciano Lope,
que al de Belerofonte cada día
sobre zuecos de cómica poesía
se calza espuelas, y le da un galope?
Con cuidado especial vuestros antojos
dicen que quieren traducir al griego,
no habiéndolo mirado vuestros ojos.
Prestádselos un rato a mi ojo ciego,
porque a luz saque ciertos versos flojos,
y entenderéis cualquier gregüesco luego.
Al dulce son de vuestro blando acento
vi las aves sin dueño ya cautivas,
suspensas vi las aguas fugitivas
del Dauro en su orgulloso movimiento,
vi el rumor de los árboles atento,
vi del aire cesar las lenguas vivas,
vi humanarse las fieras más esquivas
y moverse las piedras de su asiento.
Vime también de vuestro canto asido,
Fénix bella, y al céfiro, a las aves,
piedras, árboles, fieras y corriente
dije: «Pues este canto os da sentido,
sentid, testigos de este bien suaves,
que ya mi alma de sentir no siente».
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