Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.
CXX[editar]
A LA ESPERANZA [1][editar]
Esperanza inmortal, genio que aguardas
al eterno Mesías, del que sabes
que nunca llegará, tú la que guardas
á tu hija la fé con siete llaves
y que ante la razón no te acobardas
si no haces á los corazones aves
para volar sobre las nubes pardas
de la fosca verdad, ya en mi no cabes,
al eterno Mesías, del que sabes
que nunca llegará, tú la que guardas
á tu hija la fé con siete llaves
y que ante la razón no te acobardas
si no haces á los corazones aves
para volar sobre las nubes pardas
de la fosca verdad, ya en mi no cabes,
Esperanza inmortal, ave divina!
que es mi alma para tí harto mezquina
y te ahogas en ella, y por tal arte
huérfano me he quedado de tu abrigo,
y ahora lucho sin tí por si consigo
luchando así, á las ciegas, olvidarte.
S. 30 XII 10.
Pero no, tú, inmortal, por siempre duras
pues vives fuera de nosotros, Santo
Espíritu, de Dios en las honduras,
y has de volver bajo tu eterno manto
á amparar nuestras pobres amarguras,
y á hacer fructificar nuestro quebranto;
sólo tú del mortal las penas curas,
sólo tú das sentido á vuestro llanto.
Yo te espero, sustancia de la vida;
no he pasar cual sombra desvaída
en el rondón de la macabra danza,
pues para algo nací; con mi flaqueza
cimientos echaré á tu fortaleza,
y viviré esperándote, Esperanza!
Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.
A LA FELICIDAD.[editar]
Sombra eres que persigue delirante
El hombre, y forma su mejor anhelo,
Desde que un rayo de la luz del cielo
Su frente baña con cariño amante.
Amor, riqueza, gloria deslumbrante,
Omnímodo poder, paz y consuelo,
Todo lo llevas tú que en raudo vuelo
El orbe cruzas con fulgor radiante.
Mas ay! no escuchas el clamor sentido
Con que ferviente el corazón te invoca;
Sorda á los ruegos, sin piedad pareces.
Como Ulises, te cubres el oido
Y el éter hiendes, y voluble y loca
Prometiendo volver, te desvaneces.
El hombre, y forma su mejor anhelo,
Desde que un rayo de la luz del cielo
Su frente baña con cariño amante.
Amor, riqueza, gloria deslumbrante,
Omnímodo poder, paz y consuelo,
Todo lo llevas tú que en raudo vuelo
El orbe cruzas con fulgor radiante.
Mas ay! no escuchas el clamor sentido
Con que ferviente el corazón te invoca;
Sorda á los ruegos, sin piedad pareces.
Como Ulises, te cubres el oido
Y el éter hiendes, y voluble y loca
Prometiendo volver, te desvaneces.
Del gran Carlos la sabia providencia al bien común atenta determina de Argel con el incendio y con la ruina poner freno a la bárbara regencia. La Constancia, el Valor y la Prudencia de Barceló a la grande acción destina; mas la Fortuna, el Viento, el Mar se obstina contra su Celo, Esfuerza y Experiencia. Vence los Elementos y la Suerte del héroe balear; confunde, huella, abras a Argel. Adversidad ninguna intimida al varón Constante y fuerte; que el Valiente los Riesgos atropella y el Prudente domina a la Fortuna.
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Al tribunal de la injusticia un día, El mérito llego desconsolado, A la deidad rogándole postrado Lo que por sus hazañas merecía: Treinta años de servicios exponía, Diez batallas, herido, acreditado, Volvió el rostro la diosa al desdichado Y dijo: no ha lugar, con voz impía. Mostró luego el poder sus pretensiones, Y la ingrata a obsequiarlo se decide, Aunque oye impertinentes peticiones; Y cuando injusta al mérito despide, Al poder por razón de sus doblones, La deidad decretó: como lo pide.
Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.
A LA INVENCIÓN DEL TELÉGRAFO ELÉCTRICO.[editar]
De las corrientes de la mar sonora, Del rayo de la luz que baña el suelo, Del águila caudal que eleva el vuelo A los espacios do la nube mora; Del eco del cañon que aterradora Llama vomita derramando el duelo; De cuanto el hombre concibió en su anhelo De poder, eres tú la vencedora. ¡Quién igualarte puede, mensajera Que cruzas el espacio, y el profundo Abismo de la mar airada y tiera! Prodigio entre prodigios sin segundo, Consuelo das al que anhelante espera Y eres lazo de amor que liga el mundo.
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