martes, 12 de febrero de 2019

SONETOS

A la Santa Cruz
de Rafael María Baralt 


 Fuiste suplicio en que a morir de horrenda
 muerte de oprobio y de dolor profundo
 el hombre a sus esclavos, iracundo,
 en su justicia condenó tremenda.


 Y ora, contrito, religiosa ofrenda
 de amores rinde ante tus pies el mundo
 y de ti brota en manantial fecundo
 consuelo al justo, al pecador enmienda.


 ¿Por qué trocado tu baldón en gloria,
 y en júbilo por qué tu pesadumbre,
 y en santo libro tu infernal historia?


 Porque el Venido de la excelsa cumbre
 dejó en tus brazos su feliz memoria,
 y de su amor inextinguible lumbre.









A la Santa Cruz
de Rafael María Baralt 


 Fuiste suplicio en que a morir de horrenda
 muerte de oprobio y de dolor profundo
 el hombre a sus esclavos, iracundo,
 en su justicia condenó tremenda.


 Y ora, contrito, religiosa ofrenda
 de amores rinde ante tus pies el mundo
 y de ti brota en manantial fecundo
 consuelo al justo, al pecador enmienda.


 ¿Por qué trocado tu baldón en gloria,
 y en júbilo por qué tu pesadumbre,
 y en santo libro tu infernal historia?


 Porque el Venido de la excelsa cumbre
 dejó en tus brazos su feliz memoria,
 y de su amor inextinguible lumbre.









A la Santa Cruz
de Rafael María Baralt 


 Suplicio fuiste en que a morir de horrenda
 muerte afrentosa y con valor profundo
 el hombre a sus esclavos, iracundo,
 en su justicia condenó tremenda.


 Purificada por Jesús, ofrenda
 de amor y cultos te consagra el mundo;
 y hallan en ti consuelo el moribundo,
 el justo premio, el pecador enmienda.


 ¿Por qué trocados tu baldón en gloria,
 en dulce libertad tu servidumbre,
 en santo libro tu infernal historia?


 Porque el Venido de la excelsa cumbre
 dejó en tus brazos su feliz memoria,
 y de su empírea majestad vislumbre.









A la Santa Cruz
de Rafael María Baralt 


 Alto Portento del amor divino
 tus oprobios, ¡oh Cruz!, torna en blasones
 y el suplicio de esclavos y ladrones
 de Dios a la mansión abre el camino.


 Lábaro fuiste al magno Constantino
 y por ti victoriosas sus legiones
 anunciaron a pueblos y a naciones
 nueva luz, nuevo altar, nuevo destino.


 Entre cielo y tierra lazo fuerte,
 del orbe antorcha, de la historia guía
 en quien eterna la verdad reposa;


 cuando vive y respira vendrá a muerte;
 Tú con Jesús en el postrero día
 asistirás triunfante y gloriosa.









A la señorita María de la Concepción Ganoso
de Juan Nicasio Gallego 


 Aún en mi corazón, con fuego impreso,   
 y en mi atónito oído resonando,   
 dura el suspiro de tu acento blando,   
 más dulce que de amor el primer beso.   
 

 Al donoso ademán, al embeleso  
 de tu expresión y tus miradas, cuando   
 cantas el aire bético imitando,   
 ¿quién, Corila gentil, no pierde el seso?   
 

 Bella, sensible, juguetona, esquiva,   
 me exalto, y río, y me estremezco, y lloro  
 al eco de tu voz tierna o festiva.   
 

 ¡Feliz quien goce el mágico tesoro   
 de tantas gracias, y contigo viva,   
 y escuche de tu labio un: Yo te adoro. 

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