ARTE GÓTICO .-
Se ha escrito mucho y de manera opuesta sobre la razón de tal invento. La bóveda de arista románica es la formada por el cruce perpendicular de dos bóvedas de medio cañón. La bóveda de arista es usada de manera sistemática en el románico, en concreto para cubrir las naves laterales. Básicamente, la bóveda de crucería es el resultado del cruce de dos bóvedas de cañón apuntado soportada por dos arcos cruceros diagonales. Para algunos autores esta aclaración es primordial: la bóveda gótica no sería una bóveda "con" crucería (los nervios están embutidos en la bóveda y no soportan nada) sino una bóveda "sobre" crucería (los arcos son ajenos a los plementos de las bóvedas que apoya sobre ellos).
Pero aquí empieza la polémica. Para algunos autores y sobre todo para la corriente romántica del siglo XIX que idealiza el mundo medieval y su arquitectura, en especial el gótico, los arcos cruceros realmente soportan el total del peso de la bóveda que se cierne sobre ellos desplazando todo el peso, como cañerías que conducen el agua hasta el desagüe del suelo, a los cuatro puntos de arranque de los mismos. En un sentido literal, este sistema está basado en un equilibrio dinámico complejísimo que fallaría si cualquiera de los sillares de los plementos estuviera mal colocado o, peor aún, si las dovelas de los arcos cruceros se desajustaran.
Para otros autores, sin embargo, la importancia de estos arcos cruceros es muy inferior a la conferida inicialmente. Para ello se basan en la observación de iglesias y catedrales semidestruidas en las guerras europeas donde se pudo comprobar cómo las plementerías que habían perdido los arcos cruceros se mantenían perfectamente estables. Para ello no hay que pensar que uno de las grande avances de los canteros góticos fue trabajar con gran pulcritud los sillares de los plementos creando piedras de fino espesor y muy ajustados entre sí, que al fraguar la argamasa entre ellos dan como resultado una bóveda relativamente ligera y muy rígida y resistente. Para estos autores, los arcos cruceros no serían otra cosa que la manera de adornar las aristas de unas bóvedas con irregularidades como consecuencia de tener que abovedar tramos no cuadrados o proyectadas desde arcos a desigual altura. En palabras de Bango Torviso, las ojivas son "cimbras monumentalizadas en piedra". Ello justificaría que en el gótico final se construyeran bóvedas de crucería más complejas y barrocas con nervios de diseño caprichoso alejados completamente de cualquier utilidad arquitectónica y sí meramente decorativa.
Posiblemente entre estos dos extremos esté la verdad. Lo que es claro es que, en conjunto, estas estructuras liberan de casi todo el peso a los muros perimetrales, localizándolo en cuatro puntos determinados. Esto permite desmaterializar el muro mediante grandes vanos o ventanales con tracerías caladas en las que se encastraron hermosísimas vidrieras coloreadas. Para reforzar los puntos de evacuación del peso se reforzaron los contrafuertes ya usados de manera continua en el románico y sobre todo se empleó el arbotante, verdadero arco de apuntalamiento que conduce el peso soportado por las zonas de sostén definitivamente hacia el exterior del edificio a través de un contrafuerte situado en el exterior coronado por un pináculo.
Arbotantes y contrafuertes
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Tan complejo sistema de esfuerzos y contrarrestos determina completamente el intrincado, y a veces abigarrado, aspecto exterior de las catedrales góticas, repletos de estribos, arbotantes y pináculos. No más sencillas son las fachadas principales. La típica fachada gótica se divide en tres cuerpos horizontales y tres secciones verticales o calles, donde se abren las tres portadas que se corresponden con las naves interiores. Las dos torres laterales forman parte del cuerpo de la fachada y se rematan frecuentemente por agujas o chapiteles. Por último, el gran rosetón calado, además de fuente de luz y color para el interior, supone un magnífico centro para la totalidad del conjunto.
Gótico temprano
Al gótico temprano no hay que confundirlo con los numerosos templos franceses y del resto de Europa de la primera mitad del siglo XII cuya planta y alzado es plenamente tardo románico pero que adopta bóvedas de crucería como solución final. Estas iglesias -que en España son muy numerosas sobre todo a en la segunda mitad del siglo- suelen presentar como soportes pilares cuadrados o cruciformes con cuatro semi columnas adosadas para recibir los arcos perpiaños y formeros. Al decidir posteriormente su cubrición con bóveda de ojivas hubo que improvisar ménsulas a cada lado de la columna superior para soportar los arcos cruceros. En algunos casos se prescindió de las ménsulas y los nervios cruceros apearon directamente en el muro siendo embebidos en éste. En ocasiones a este estilo tardío románico con bóvedas de ojivas se le ha denominado "románico ojival" y está más relacionado con las construcciones cistercienses que con un verdadero espíritu gótico.
Sin embargo, cuando un edificio es puramente gótico, con la intención de tener bóveda de crucería desde su origen, los soportes son "pilares compuestos" con columnas en las caras frontales y columnillas en las esquinas para apear las ojivas. Además el edificio gótico debe tener añadida -como vimos en apartados anteriores- una coherencia general basada en la altura y el cromatismo de la luz, que no poseen los templos híbridos antes descritos.
Por ello se admite que el gótico nace en la Isla de Francia, concretamente en la girola de las iglesia abacial de Saint-Denis, panteón real cercano a París y construida a partir de 1137, donde las finas columnas que soportan las bóvedas de crucería sin muros divisorios entre las diferentes capillas crean un espacio continuo y dinámico que servirá de base para el desarrollo de esta nueva arquitectura.
Tras los pasos de Saint-Denis siguió la construcción de uno de los templos más emblemáticos y conocidos de la arquitectura medieval europea: la catedral de Notre Dame de París -comenzada en 1163- donde se comienza a desmaterializar el muro y a buscar grandes alturas. (Ver foto inferior)
Después seguirían las catedrales de Laon y Noyon, donde se añade un cuarto piso (triforio) al tradicional sistema de arquerías, tribuna y claristorio. Otra características de estos edificios góticos iniciales es el empleo de la bóveda sex partita bastante abombada (las claves de las ojivas están más altas que las claves de arcos formeros y perpiaños) para asegurar mayor verticalidad a los empujes
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