La mujer barbuda (Magdalena Ventura con su marido) es un cuadro de José de Ribera, «El Españoleto», pintado al óleo sobre lienzo con unas dimensiones de 196 x 127 cm. Datada en 1631 y actualmente se conserva en el Museo del Prado en Madrid.
Historia
El cuadro fue un encargo del mecenas habitual de Ribera, Fernando Afán de Ribera y Téllez-Girón, Duque de Alcalá y Virrey de Nápoles, quien al enterarse de la existencia de la mujer la invitó personalmente a su palacio de Nápoles para que fuera retratada por el artista, siguiendo la costumbre de la pintura española de los siglos XVI y XVII de retratar enanos y personas con taras. El cuadro pasó luego por herencia a la colección del Duque de Medinaceli hasta 1808 que fue sacado para ser expuesto en el Museo Napoleón de París. Cinco años más tarde, por orden de Luis XVIII, el cuadro fue devuelto a España, aunque no fue hasta 1829 cuando fue recuperado por sus legítimos propietarios. Hoy día se encuentra en el Museo del Prado en Madrid en calidad de depósito.
Descripción y estilo
En las lápidas que se pueden ver a la derecha, una larga inscripción escrita en latín titulada "El gran milagro de la naturaleza", nos da detalles sobre la historia de la mujer representada. Se trata de Magdalena Ventura nacida en Accumoli en la región italiana de los Abruzos que posa a la edad de 52 años junto a su marido, Felici di Amici, y el menor de sus tres hijos. Magdalena se mudó a Nápoles después de que a los 37 años le comenzara a crecer la barba y el pelo junto a otros síntomas de masculinización como la calvicie o la voz grave. Casi sin duda se trataría de en un caso de lo que hoy en día se conoce como hirsutismo.1
También, en la parte final de la inscripción, aparece la firma y la fecha de realización del cuadro junto a otros detalles del encargo.
"JOSEPHVS DE RIBERA HIS / PANVS CHRIST! CRUCE / INSIGNIWS SVI TEM /PORIS ALTER APELLES /JVSSV FERDWANDI II / DVCIS III DE ALCALA/ NEAPOLI PROREGIS AD / VIVVM MIRE DEPINXIT / XIII CALEND.MART. / ANNO ClDDCXXXl"
Puede verse el nombre de José de Ribera latinizado que se identifica como miembro de la Orden de la Cruz de Cristo. También se autodenomina "el otro Apeles"(Poris alter Apelles) en referencia al gran pintor coetáneo de Alejandro Magno y compara a su patrón, el duque de Alcalá, con el ilustre conquistador. Por último, nos cuenta que pintó el cuadro al natural, por encargo del virrey de Nápoles, el 16 de febrero de 1631.1 2
Ribera, siguiendo un estilo Caravaggista, utiliza intensos juegos de luces y sombras que junto a una exposición natural y digna de los personajes (ella amamantando al crío con aspecto cansado, el marido con mirada resignada) impregna a la obra de una enorme humanidad a pesar del carácter casi monstruoso del motivo. Podría considerarse una obra documental con una visión casi médica.3 También es destacable el fragmento de naturaleza muerta encima de la lápida donde se puede ver un huso y una concha, símbolo del hermafroditismo.
La mulata, La cocinera o Escena de cocina es una de las dos versiones de este tema pintadas por Velázquez en su primera etapa sevillana, con un abanico de fechas amplio, aunque la mayor parte de los especialistas llevan su ejecución a 1620-1622. Se conserva en el Instituto de Arte de Chicago.
José López-Rey afirma que pudiera ponerse en relación con una de las obras descritas por Antonio Palomino y actualmente perdidas, «donde se ve un tablero, que sirve de mesa, con un anafe, y encima una olla hirviendo, y tapada con una escudilla, que se ve la lumbre, las llamas, y centellas vivamente, un perolillo estañado, una alcarraza, unos platos, y unas escudillas, un jarro vidriado, un almirez con su mano, y una cabeza de ajos junto a él; y en el muro se divisa colgada de una escarpia una esportilla con un trapo, y otras baratijas; y por guarda de esto un muchacho con una jarra en la mano, y en la cabeza una escofieta, con que representa con su villanísimo traje un sujeto muy ridículo, y gracioso».1
Semejante es otro cuadro de la National Gallery de Dublín, en Irlanda, legado en 1987 por Alfred Beit, en el que tras una limpieza efectuada en 1933 se descubrió La cena de Emaús en la pared del fondo, otorgando un significado religioso a lo que hasta entonces no era sino uno más de los «bodegones con figuras» pintados por Velázquez en Sevilla.
El cuadro de Chicago, sin la escena evangélica, fue presentado por August L. Mayer en 1927, cuando se encontraba en la Galería Goudstikker de Ámsterdam, como el original de Velázquez, relegando el ejemplar de Beit a la condición de copia. Esta opinión fue seguida por otros críticos, entre ellos Bernardino de Pantorba y José Gudiol, pero López-Rey, restituyendo a Velázquez la autografía de la versión actualmente conservada en Dublín, dejaba en suspenso la paternidad del lienzo de Chicago debido a su mal estado de conservación.2 Para Jonathan Brown, por la misma razón, se trata de una obra posiblemente pintada por Velázquez, aunque también pudiera ser obra de uno de los copistas «que quisieron obtener provecho del éxito de las pinturas de género de Velázquez y produjeron una gran cantidad de réplicas y versiones de los originales».3
Restaurada en 1999 por Frank Zuccari, se ha evidenciando en las partes mejor conservadas y a pesar de las pérdidas, una calidad similar –y en algunos aspectos superior- a la versión de Dublín, no habiéndose encontrado en ella ninguna huella de que en algún momento hubiese tenido otro significado que el de retratar a una sirvienta mulata atareándose en la cocina. La cofia de la mujer, anudada en su parte superior con un mayor número de pliegues, y un más minucioso estudio de las luces y las sombras, como se advierte también en el papel arrugado en primer término, junto con la incidencia de la luz sobre los objetos, particularmente en la jarra de cerámica vidriada que la sirvienta tiene en la mano, en la que se puede apreciar el brillo del barniz craquelado y las huellas del torno, confirmarían la superioridad de esta versión, que podría explicarse como una vuelta de Velázquez al mismo motivo que había abordado poco antes con afán de superarse a sí mismo, insistiendo en el estudio de los valores táctiles, que son los que le interesaban primordialmente en este momento, y prescindiendo del motivo religioso.4
Como fuente de inspiración se han señalado grabados flamencos de Jacob Matham,5 pero también ha dado pie a un replanteamiento de la posible influencia de Caravaggio en el primer Velázquez, debatida a causa de la dificultad para establecer qué obras del pintor italiano o de sus copistas podían haber llegado a Sevilla y ser conocidas por Velázquez.
La negación de San Pedro es uno de los últimos cuadros de Caravaggio. Actualmente se exhibe en el Metropolitan Museum [Nueva York]. En el claroscuro, una mujer señala con sus dedos a Pedro, mientras que un soldado completa el trío. De esta manera, Caravaggio representó simbólicamente las tres negaciones de Pedro hacia Cristo.
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