Alfarería de agua es la denominación específica que reúne el conjunto de objetos de cerámica, bien de basto o vidriada,1 que se utiliza para el transporte, almacenaje y consumo del agua.2 Entre las piezas más populares de este capítulo de la cacharrería de barro están: cántaros, cántaras y cantarillas, los botijos, botijas y cantimploras, jarras y jarrones, tallas, barreños y lebrillos.
De la necesidad al museo
La historia de la alfarería de agua es un capítulo más del desarraigo cultural artesano. Objetos que durante siglos fueron imprescindibles en la vida cotidiana de las diferentes sociedades humanas, pasaron a ser piezas coleccionables por su valor etnográfico o trastos inútiles a pesar de su belleza.3
La etnóloga Natacha Seseña explicaba que las razones fundamentales de ese cambio había que buscarlas en el éxodo rural a las ciudades, la mecanización de las labores agrícolas, el uso masivo de nuevos medios de comunicación entre los campesinos y, finalmente, la desaparición de los artesanos del barro. Otro golpe a favor de la comodidad y el progreso, forzosamente necesarios, fue -anota Seseña- la traída de las aguas a los pueblos. Si el agua fluye a nuestro antojo y se conserva perfectamente en las tuberías ya no es necesario almacenarla, así pues ¿para qué tener por medio cántaros y cantarillas? Si ya no hay que quedarse a dormir en el campo porque la motocicleta o la furgoneta o el tractor te llevan a casa, ¿para qué los botijos y botijas camperas? Y habiendo calefacciones de todo tipo y mantas eléctricas ¿qué sentido tienen ya los calienta camas y los "caloríferos de barro"? Todas estas y otras muchas reflexiones también forman parte del pasado, aunque sólo son aplicables al Occidente socio-económicamente desarrollado.
LA ALFARERIA DEL AGUA
Para nuestra referencia a los temas de la aridez, vamos a referirnos en par- ticular a la alfarerfa llamada del agua, es decir la dedicada especialmente a almacenar o conservar agua en medianas o en pequeñas cantidades. Por extensión, esta «alfarerfa del agua» puede comprender la destinada al vino o a conservar granos.
Se trata de la alfarería más sencilla y rudimentaria, generalmente sin vidriar, pero también puede estar vidriada y de la diferencia podemos sacar provechosas consecuencias. Por supuesto, que los grandes recipientes siempre se han fabricado sin vidriar; por excepción han podido ser de alguna manera impermeabilizados, con algún barniz o embadurnándolos con pez.
Nunca se vidrian las grandes tinajas, hoy desaparecidas por completo. La última gran tinaja fabricada en España se realizó precisamente en Madrid, en Colmenar de Oreja, en el taller del famoso tinajero crespo. Quienes tengan interés por una hermosa tinaja no gigante, aún la pueden comprar en Crespo o en algún obrador de Villarrobledo, sera raro encontrarle en otro lugar.
Cantaro
Las grandes tinajas se han utilizado para conservar vino o agua. Hoy, los grandes depósitos de vino son de cemento y las tinajas han caído en desuso. La cerámica del agua va desapareciendo con la generalización del agua corriente en las casas y la proliferación de los horrendos envases de plástico. Ello ha supuesto un golpe casi mortal a la cerámica tradicional, pero a través de sus reliquias y de los pocos alfares aún abiertos, hoy podemos sacar interesantes deducciones.
Prescindiendo de las grandes vasijas destinadas a almacenar o conservar grandes cantidades de líquido, vamos a referirnos a las de tipo mobiliario, es decir, que pueden ser transportadas con facilidad para atender a las necesidades de consumo, bien en casa o en el campo o pequeños viajes. Dentro de este grupo nos referiremos a:
– Cántaros pequeños o medios. – Cantarillas de segador. – Botijos. – Jarros comunes. – Pequeñas jarras, porrones o similares.
Vamos a detenernos en algunas consideraciones acerca de los efectos enfriantes de la alfarería porosa, o alfarería del agua. Recordemos antes algunos conceptos elementales de la termodinámica del aire.
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